Los amotinados negros han dejado en escombros a la ciudad de Baltimore en Maryland y los líderes, también negros, con presteza han justificado la violencia aduciendo que es una protesta de la juventud por la opresión a la sociedad blanca que les sigue sometiendo.
La protesta, como recientemente en Ferguson y en Long Island, estalló tras la muerte por la policía de un ciudadano negro que se resistió a las órdenes de detenerse. En los dos casos previos se probó que no hubo exceso de violencia policial y en Baltimore, el hecho se examina y aún no hay veredicto.
Pero los incidentes son aprovechados para atizar el odio racial. En Baltimore la alcaldesa y los jefes policiales son negros y de la misma etnia son el presidente Barack Hussein Obama y su Fiscal General Eric Holder, quien acaba de ser sustituido por Loretta Lynch.
Ninguno de ellos, ni antes ni ahora, han exhortado a la calma y la paz. Al contrario, la alcaldesa dijo la barbaridad de que los amotinados tenían el derecho a destruír, protegidos por la Primera Enmienda de la Constitución sobre Libertad de Expresión. Más tarde intentó modificar su discurso, pero el daño ya quedó hecho.
Un comisionado o edil de la ciudad fue entrevistado anoche por la TV, con el fondo de un almacén en llamas en pleno saqueo. Vestía traje formal, era de la etnia negra y aunque se lamentó de la destrucción causada, pidió que se entienda que la rebeldía era respuesta a la opresión del sistema que niega a los jóvenes oportunidades de educación y trabajo.
Difícil entender cómo esos objetivos se han de lograr protegiendo a quienes destruyen la propiedad de empresarios privados, o bienes de propiedad de la policía y que quebrantan la paz de la comunidad. Es un ambiente que precisamente repele al inversionista, único instrumento para la creación de riqueza y empleo.
La atmósfera de rencor hacia la autoridad (la policial en particular) y hacia el empresario ha sido alimentada por Obama y su clan desde que en el 2009 se instalaron en la Casa Blanca. En los incidentes de Ferguson, Long Island y similares el Presidente prejuzgó para fomentar el odio, cuando los que lo eligieron en el 2008 y reeligieron en el 2014 creían que la tensión racial disminuiría.
Así lo creyeron por su condición de negro (mulato en realidad), pero lo que ocurrió es lo contrario. El mensaje de paz de Martin Luther King se ha transformado en él en mensaje de odio y envidia. Su propósito, que ha fluído a las bases de sus seguidores, no es enmendar errores del sistema en vigencia, sino reemplazarlo por el ideal “progresista”.
Como se decía en el BLOG de ayer, la experiencia liberal/progresista no ha trasbasado nunca el dintel de la utopía. Los ejemplos no hace falta hallarlos exclusivamente revisando la historia o con la mirada puesta en otros países. Hay ejemplos del fracaso de los sistemas progresistas dentro de los propios Estados Unidos.
El concejal de Baltimore se quejaba de la opresión de la juventud negra por parte de la sociedad nacional. Aparte del hecho de que esa ciudad está regida por ciudadanos de esa raza, no mencionó que hace poco se celebró el 50 aniversario del proyecto demócrata de Lucha Contra la Pobreza, lanzado por el presidente Lyndon B. Johnson.
Al cabo de media centuria y de gastar más de 22 trillones de dólares de los contribuyentes, la pobreza que iba a desaparecer para siempre no ha disminuío ni en esa ciudad ni en el país. Lo que si ha aumentado es el subsidio de alimentos y dinero por desempleo, acentuando la dependencia que humilla pero asegura votos al partido demócrata.
En los enlaces que se insertan se comprueba que ciudades como Detroit declaradas en bancarrota, han sido todas administradas durante años por autoridades estatales o municipales demócratas, esto es, “progresistas”. En contraste, los Estados con menor índice de desempleo y con superavit, han sido manejados por republicanos.
La Guerra Contra la Pobreza busca maquillar las consecuencias y es lo único que ha conseguido en 50 años. No se ha guiado la “guerra” contra la causa verdadera de la pobreza, que es la falta de oportunidades las cuales provienen no del gobierno benefactor, mitificado y deificado, sino del mercado libre y de la libertad para ahorrar, invertir, arriesgar, medrar y competir.
Algo que no entienden los “liberals” es que la Constitución se creó en este país para limitar la multiplicación del influjo de poder de los gobiernos, no para obstruir las libertades, como la de comerciar, inventar, poseer, legar y discrepar. Obama y su círculo aborrecen del mercado y lo que aspiran es a disminuirlo hasta la asfixia, mediante decretos ejecutivos.
La muerte del joven en Baltimore es infortunada, cualesquiera que hayan sido las circunstancias que en las que se produjo. Pero las revueltas y el caos que sobrevinieron son a todas luces resultado de un plan coordinado para desatar un nuevo asalto “progresista” contra el sistema.
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