Thursday, October 30, 2008

CORREA Y LOS ENEMIGOS DE USA

El señor César Mora, quien eventualmente envía apuntes sobre los artículos aquí publicados, nos ha hecho llegar un comentario de suma preocupación acerca del giro que está dando el presidente Rafael Correa a la política exterior del Ecuador y que básicamente se sustenta en un odio irrazonado a los Estados Unidos y a la cultura política y democracia que representa. Por el alto interés de esta nota, se la reproduce a continuación con los debidos agradecimientos al autor.


Quisiera referirme a algunos asuntos recientes relacionados con Ecuador y menciono ciertos hechos inquietantes de dominio público acaecidos en los últimos días.

Primero: El secretario del consejo de seguridad de Rusia, Nikolai Platonovich Patrushev, visitó el día 15 de este mes al presidente Correa y, entre otras cosas, comentó que Rusia podría cooperar con Ecuador en labores de contrainteligencia. El presidente ecuatoriano expresó posteriormente, también entre otras cosas, que el armamento ruso es de primera calidad (!!!).

Segundo: Es un hecho que la campaña electoral que lleva a cabo Correa (porque no ha parado de hacer campaña, sólo ha disminuido el ritmo) va a contar con menos recursos que las anteriores por la caída de los precios del petróleo y la contracción económica general. Por lo tanto necesita algo más que simples promesas económicas para mantener el favor de los votantes.

Tercero: La virulencia de Correa contra Colombia desatada en los últimos días, llegando –por lo pronto- a los extremos del matón tonto de barrio que desafía sin fijarse contra quién lo hace.

Cuarto: La extraña aproximación a Irán -que no es de ahora sino desde el mismo día que asumió el poder- que no aporta en nada ni al comercio ni a los intereses del país pero tiene verdadera desesperación por entrar con pie firme en América Latina y desafiar a Estados Unidos en su vecindario. Irán también posee una importante oferta de armamentos propios y de fabricación Rusa, y Correa va a ir de visita (¿o de compras a crédito?) el próximo mes.

Quinto: Es claro para cualquiera que tenga ojos y oídos que Correa es un psicópata que igual maltrata a diestra y siniestra al que se le ocurre, sin medir las consecuencias, por lo pronto de palabra –aunque ya ha habido carcelazos-, incluyendo el fin de semana pasado nada menos que al presidente de Perú Alan García, un dignísimo caballero que utilizó en su mesurado discurso un término técnico que Correa, muy enojado, consideró que no pertenece al ámbito de la economía…y así le hizo saber, muy enojado, no faltaba más.

Sexto: Correa ya no tiene con quién pelear internamente y necesita desesperadamente un adversario. Por lo tanto, hay que buscarlo en el exterior.

Conclusiones a considerar: ¿Sería posible que Correa quiera embarcarnos en alguna clase de conflicto serio con Colombia? Sería la ocasión para matar dos aves de un tiro: primero cohesionar al país detrás de él y ganar las próximas elecciones y, segundo, fabricar la oportunidad de oro para comprar armas a los rusos, o a los iraníes, que no se hacen problemas a la hora de pagar buenas comisiones…Y eso que el país estcya en crisis por efecto de la baja de los precios del petróleo y la reducción del comercio internacional, entre otras cosas. Claro que el argumento de la 'soberanía', el 'patriotismo' y otras sandeces por el estilo debidamente empacadas y publicitadas permitiría quitar el pan de la boca a los pobres del país y convertirlo en armas que no van a servir de nada frente a una Colombia aguerrida, perfectamente entrenada debido al permanente estado de guerra interna y muy bien apertrechada; tanto que ni el mismo Chávez se atrevería a enfrentarse a ella dada su enorme potencia militar.

Pero así son los psicópatas, incapaces de reflexionar y aptos para cualquier acción que signifique un alivio para sus frustraciones y complejos y, cuando tienen la oportunidad, muy capaces de llevar a cabo sus enfermizas fijaciones mentales.

En todo caso, es claro que Correa es una real amenaza para el país dada su incapacidad de relacionarse civilizadamente con propios y extraños, entre otras muchas razones.

César Mora.

Wednesday, October 29, 2008

El señor César Mora, quien eventualmente envía comentarios al BLOG acerca de los artículos que allí se publican, ha remitido una nota de suma preocupación acerca de las decisiones que el presidente Rafael Correa está adoptando en materia de política exterior. Dado el interés, se la transcribe a continuación. Tras su lectura, uno se pregunta ¿por qué tanto odio a los Estados Unidos y a la cultura democrática que representan?

Sunday, October 26, 2008

SI OBAMA NO FUERA NEGRO

Si Barak Hussein Obama, el candidato presidencial demócrata, no hubiese sido negro con seguridad que habría quedado último en las elecciones primarias que el partido celebró para designar al candidato finalista.
Habría quedado último por detrás de Joe Biden, quien terció como pre candidato y ahora es su compañero de fórmula para la vicepresidencia. Obama sorprendió a todos y pasó a disputar la final con una mujer, Hillary Clinton, que había sido la favorita indiscutida de sus admiradores en los medios de comunicación y entre los más populares analistas políticos y no solo del ala liberal.
Pero Hillary, si bien tenía sus fans también tenía una implacable oposición en el partido por su arrogancia y excesiva ambición y porque fue demasiado débil en su actitud frente a las infidelidades y perjurio de su marido y ex presidente Bill.
Obama, ayudado por un 51% de los demócratas que no quería que Hillary fuese la escogida, surgió como espuma con su retórica populista y con lo que muchos califican de carisma. Pero acaso lo que más le sirvió en su auge fue el hecho de que era negro (si bien su madre era blanca).
La primera persona en destacar este hecho no fue republicano: fue una mujer demócrata, Geraldine Ferraro, la primera en optar por la vicepresidencia de la república, con Walter Mondale como candidato presidencial. Ambos perdieron y en esta ocasión, Ferraro respaldaba a Hillary.
Las palabras de Ferraro generaron la inmediata y furibunda protesta de los obamistas, quienes la tildaron de racista. Lo que dijo Ferraro era y es un hecho real e indiscutible. Los obamistas, desde entonces, no han dejado de utilizar el recurso del racismo para proteger a Obama de toda pregunta o acusación que se le hace en torno a su brumoso pasado político y familiar.
(Un juez federal acaba de rechazar el juicio que se le seguía a Barak Obama en
Filadelfia para exigirle que exhiba su partida de nacimiento legal. Según las investigaciones, documentadas con testimonios de su abuelastra nigeriana y sus dos hermanastros, él no nació en Hawaii sino en Kenia, lo que lo descalificaría como candidato presidencial. Los certificados de su nacimiento en Hawaii son contradictorios y no convincentes. John McCain, su opositor demócrata, nació en Panamá pero los documentos los exhibió sin tardanza para probar que nació en la Zona del Canal de jurisdicción entonces de los Estados Unidos).
Barak Hussein Obama es, en efecto, el candidato con menos calificaciones y con menos experiencia que registra la historia política de los Estados Unidos. No obstante, a 9 días de las elecciones presidenciales las encuestas le atribuyen una ventaja de entre 6 y 12 puntos. En cuanto a experiencia y calificaciones McCain tiene las condiciones exactamente opuestas a las de Obama.
¿Cuál la explicación de este fenómeno, que de concretarse en una victoria para Obama colocaría a los Estados Unidos en igualdad de condiciones que países tercermundistas, como un Ecuador con Rafael Correa? La respuesta está dada en el análisis de Geraldine Ferraro, sustentado y fundamentado en la historia de esta nación.
Los demócratas fueron el partido de la esclavitud. Cuando en 1960 Abraham Lincoln se perfiló como candidato presidencial republicano con la misión de iniciar el proceso de liquidación de lo que calificaba como el peor crimen moral de los Estados Unidos, los demócratas especialmente del Sur se escandalizaron y amenazaron con la secesión si triunfaba. Lincoln triunfó y los demócratas desencadenaron la Guerra Civil.
Tras centenares de miles de muertos de ambos bandos, la Unión se preservó y la esclavitud fue finalmente abolida. Sin embargo, los negros no llegaron a gozar a plenitud los derechos civiles como el resto de norteamericanos, pese a los esfuerzos, por ejemplo, del general Ulysses S. Grant (el que condujo a la victoria de la Unión y fue más tarde Presidente 1869/1877) por poner en práctica el Plan de Reconstrucción. Este buscaba complementar lo hecho por el asesinado presidente, para que los negros pudiesen votar y acceder a las oportunidades generales para prosperar, sin discrimen por el color de su piel.
Hubo de transcurrir más de 100 años para que la discriminación contra el negro comenzara a ceder en los Estados Unidos. Para prohibirla se dictó una ley. El encargado de firmarla y ejecutarla fue Lyndon Johnson, presidente demócrata converso de su activismo segregacionista.
Está bien, por cierto, que alguien rectifique una cultura de odio y se resuelva a abogar por la causa de sus anteriores víctimas (como Robert Byrd, el senador demócrata por West Virginia, un ex miembro del Ku Klux Klan todavía en funciones con sus más de 90 años de edad) . Lo que no está bien es que se trate de rehacer la historia. Casi no hay negro de los Estados Unidos que no sea y vote demócrata, pero pocos admiten que quien los liberó de la esclavitud fue un republicano que optó por la Guerra Civil para defenderlos aunque fue otro presidente, esta vez demócrata, John Kennedy (parecería ahora republicano por sus políticas fiscales) quien envió tropas militares para que el estudiante negro James Meredith ingrese a la universidad de Mississipi sin ser discriminado.
El pasado esclavista de los demócratas parece rondar aún en el alma y espíritu de los demócratas. Todavía siguen considerando al negro como Jefferson los consideraba: inferiores, de segunda clase. Ello explica la expedición de la ley Affirmative Action que obliga a las universidades estatales que reciben subsidio fiscal a aceptar una cuota mínima de estudiantes negros (se incluyó también a hispanos y mujeres), aunque estos no se ciñesen a los niveles académicos mínimos de ingreso. La penalidad por incumplir con la cuota es la suspensión de los fondos y subsidios fiscales.
Los resultados han sido funestos. Puesto que no todos estos negros, hispanos y mujeres eran aptos para el ingreso, redujeron los estándares de admisión para llenar la cuota y la calidad académica se resintió. Los negros mal preparados se sintieron ellos mismos discriminados y se refugiaron en ghettos. Cuando algunos estudiantes blancos acudieron a universidades negras para ingresar con similares derechos, fueron rechazados.
Esta visión despectiva del negro ha impedido su total integración a la sociedad norteamericana. Martin Luther King, el apóstol de la negritud, predicó que soñaba en el día en que los ciudadanos en este país fuesen juzgados no por el color de su piel, sino por su carácter, su personalidad y atributos intrínsecos de cualquier ser humano.
La discriminación racial persiste, aunque no en el grado de asignar a los negros ubicación especial en ómnibus, bares y restaurantes o cerrarles el acceso a los centros educativos o recibir trato especial en las fuerzas armadas. Pero no será ese sentimiento despreciativo del demócrata hacia el negro el que termine por eliminar el discrimen sino cuando todos convengan, negros incluidos, que esa etnia tiene tantas dotes para superarse y enfrentar los retos como cualquiera de las demás.
Obama y su mujer Michelle se educaron en las universidades de Harvard y Princeton, de las de mayor prestigio en el país. Se titularon y ambos ocuparon y ocupan posiciones prestantes en el mercado profesional y él es, por cierto, un político prominente.
Pero ambos destilan amargura y resentimiento. Se asociaron por más de 20 años con gente que odia a los Estados Unidos, cuya prosperidad está basada en el sistema democrático capitalista que aborrecen y prometen sustituir por un socialismo de corte europeo. Condenan a las fuerzas armadas y Obama, en su visita a Berlín, pidió perdón por los excesos por ellas cometidas (¿como liberar acaso a Europa de tiranías tras dos guerras mundiales?).
Como un Correa cualquiera, Obama rechaza a la gente de éxito, a los ricos y ha prometido reiteradamente elevar los impuestos directos a ellos, a sus empresas y a las ganancias de capital. Quiere que no se exporten capitales ni mano de obra, pero aumentará los impuestos por sobre el 35% que hoy rige en USA, uno de los más altos del mundo.
A Pepe el Plomero (Joe the Plumber) le dijo que si gana más de 250.000 dólares en la pequeña empresa que sueña en crear, le caerá con impuestos “para que se propague la riqueza a los demás”. Es el mismo concepto igualitario y empobrecedor de los correas y chávez de la América Latina. Los impuestos van al fisco y no a los bolsillos de los pobres, pero la idea fascina a los ingenuos.
Los negros votarán por Obama porque es negro, la raza que los demócratas se empeñan en sobreproteger juzgándolos minusválidos, para aumentar más aún su dependencia del fisco. Mas el fisco no crea riqueza, absorbe impuestos y en general estimula la corrupción y el desperdicio. Si suben los impuestos, decrece la inversión y disminuye la producción y el empleo. ¿No es así, “economista” Correa?
Pero no solo los negros votarán por Obama. Votarán los “liberal democrats”, que así buscan expiar sus sentimientos de culpa esclavista y expresar su rechazo al sistema que tanto detestan desde el decenio de 1960 y la guerra de Vietnam. Y votarán los judíos liberales que quieren evitar así ser racistas si prefieren a McCain. Lo cual recuerda el voto que dieron a Hitler en 1933 para que asumiera poderes absolutos, que usó para desencadenar la II Guerra Mundial y el Holocausto.

Sunday, October 12, 2008

PELIGRO DE UN "CORREAZO" EN USA

La candidatura presidencial del republicano John McCain se ha desplomado y se especula, con base a las encuestas, que su rival demócrata Barak Hussein Obama podría ganar las elecciones del 4 de noviembre próximo por avalancha de votos.
El derrumbe se inició con la detección de la crisis bancaria y financiera que aún no se resuelve y que se originó en el mal manejo de la concesión de préstamos hipotecarios a prestatarios que carecían del debido respaldo para cumplir con las obligaciones crediticias.
Los bancos prestamistas se vieron forzados a esa política irresponsable por regulaciones o desregulaciones populistas de los regímenes demócratas de Jimmy Carter, primero y de Bill Clinton después. El propósito fue facilitar acceso a gente con escasos recursos o ninguno para que contaran con vivienda propia. Para cubrir los riesgos se creó una agencia gubernamental para compra y recompra de hipotecas, lo que desembocó en una burbuja que ha estallado más tarde que temprano.
Hubo quienes advirtieron que el asunto era peligroso, que había que regular y revisar cuentas para impedir una catástrofe. El Presidente George W Bush lo dijo a poco de posesionarse en el 2001 y más tarde fue el ahora candidato John McCain quien lo reiteró por escrito y con respaldo de 12 legisladores.
Los demócratas bloquearon los pedidos de auditoría y control y la debacle se hizo inevitable y ahora se trata de amainarla con el estratosférico salvataje a la banca por 700.000 millones de dólares que tardará en aplicarse y que hasta la fecha no logra disipar la desconfianza, ni en los Estados Unidos ni en el resto del mundo.
Se entendía que el presidente Bush no haya querido referirse a los orígenes del problema económico, porque su propósito ha sido poner en práctica de modo urgente y global una operación de rescate en la que todos cooperan, tanto dentro como fuera de la nación.
Igual se presumía inicialmente de McCain, quien interrumpió su campaña para involucrarse directamente en el proyecto de salvataje en Washington con los congresistas. Pero el proyecto a la postre se aprobó con apoyo bipartidista y no se comprende por qué McCain no se ha decidido ahora a explotar en su favor la verdadera historia del descalabro en su favor.
Se esperaba que lo hiciera en el segundo debate que tuvo con Obama el martes pasado. Se refirió al hecho solo tangencialmente y no aprovechó la oportunidad para referirse a otras debilidades de su contendor, como el hecho de que su vida política se inició e impulsó con un terrorista confeso y que luego tuvo el respaldo moral por más de 20 años de un pastor antinorteamericano.
Por cierto que Bush no queda exento de culpa en la crisis económica, pues si supo de la situación caótica del mercado hipotecario, debió ejercer su autoridad para forzar a cambiar el rumbo. En ese sentido, también McCain y sus colegas republicanos del Congreso son susceptibles de reproche. Pero la causa principal es la ideología proteccionista y populista de los demócratas.
No obstante se supone que McCain quiere derrotar a su rival el 4 de noviembre y para ello debería utilizar todo instrumento legítimo a su alcance para tratar de debilitarlo y anularlo. Aparentemente no lo desea y ha preferido una conducta de contemporización con Obama, que ha desmoralizado a sus simpatizantes, entre las que se cuenta Sarah Palin, la brillante gobernadora de Alaska que él mismo escogió como su candidata a la vicepresidencia.
El problema de la personalidad de McCain, conocido como un Maverick, es la pretensión de nadar a dos aguas y de aparecer independiente en asuntos que él considera correctos, aunque su partido discrepe. Pero ha llegado al extremo de aparecer rojo (republicano) y azul (demócrata) al mismo tiempo, equivalente a no ser ni lo uno ni lo otro.
Cita con frecuencia a Ronald Reagan como a su héroe modelo. Pero Reagan no ganó la presidencia con una posición bipartidista, sino todo lo contrario: su visión republicana fue clara, inmutable y jamás pensó en variarla para atraer a “indecisos” independientes o a “blandos” de los otros bandos. Fue esa firmeza de liderazgo lo que le significó la victoria, lo que realmente atrajo a indecisos y no indecisos de toda la nación. Y esa fue la tónica de su gestión gubernamental.
En días pasados McCain recibió la protesta en vivo de partidarios que no están satisfechos con su actitud bipolar. Lo hicieron en distintas reuniones conocidas como “town halls”, durante las cuales gente sencilla o “gente del pueblo” tiene oportunidad de plantear preguntas directas (sin moderadores o filtros) a los candidatos.
Le reclamaron más energía para denunciar las debilidades del opositor, tanto en sus inclinaciones socialistas (cada vez mayor ingerencia del ejecutivo en las actividades privadas) como en sus relaciones del pasado y presente con gente indeseable, todo sustentado en hechos probados.
McCain desconcertó al decir que estaba en desacuerdo y que Barak Hussein Obama es un hombre decente del cual nada había que temer si llegaba a la Casa Blanca. Descalificó así automáticamente la campaña de avisos de su propio partido que ha cuestionado la personalidad de Obama y los discursos en el mismo sentido de Sarah Palin.
Irónicamente, el discurso agresivo y mordaz le ha estado rindiendo a Palin magníficos resultados. En múltiples oportunidades los organizadores de los eventos han tenido que buscar a última hora locales más amplios para alojar a multitudes de volumen mucho mayor del calculado. Sarah convoca a más gente que McCain o Joe Biden combinados. Es verdad que ella es atractiva, pero lo que más atrae es el tono de principios firmes de su oratoria.
Los asesores más próximos a McCain entrevistados por las emisoras de TV y radio no pueden ocultar su desconcierto. No atinan a defenderlo ni a superar la contradicción entre lo que ha dicho sobre Obama y la campaña para delatar al Obama real, virtualmente nacido de la nada.
El miércoles próximo se realizará el debate tercero y último entre los candidatos. Pocos seguidores de McCain creen que vaya a producirse algo que revierta la ventaja amplia de su rival. Palin, erigida como la campeona del pensamiento y la doctrina auténticamente republicana y “reaganista” después de todo no es sino candidata a la vicepresidencia. Y el principal parece haber “echado la toalla” aún antes de iniciarse el encuentro boxístico final del 4 de noviembre.
Como en el Ecuador, si gana Obama no será porque gane el mejor sino porque no hubo un rival de categoría. Rafael Correa triunfó porque a su rival Álvaro Noboa le faltaron condiciones de liderazgo. Correa no califica para jefe de Estado, pero el pueblo lo sigue respaldando. Si Obama llega a la Casa Blanca es indudable que su gestión será desastrosa.
En cuatro años habrá la oportunidad de sustituirlo. ¿Serán dos mujeres las finalistas? ¿Esto es, Hillary Clinton por los demócratas y Sarah Palin por los republicanos? Intrigante incógnita a ser despejado a muy corto plazo.

Sunday, October 5, 2008

LA POLÍTICA EN USA

A comienzos de este año, el tema favorito del partido demócrata para denostar al gobierno de GWBush era el “fracaso” de la intervención militar de los Estados Unidos en el Irak y la necesidad de fijar un plazo límite para el retiro de todas las tropas, prácticamente sin condiciones.
Bush consideró que ello equivaldría a capitular ante el enemigo, como ocurrió ya antes con Vietnam. Por tanto no solo que rechazó fijar plazos para la retirada sino que ordenó incrementar 30.000 hombres a las fuerzas asignadas al Irak y cambiar de tácticas al mando del general David Petraeus.
La nueva táctica, en suma, implicó una campaña de persuasión al pueblo para que identifique al enemigo y se adhiera a las fuerzas militares comandadas por los Estados Unidos, pero integradas por misiones de una veintena de países con el aval de las Naciones Unidos.
Los frutos fueron impresionantes. Los terroristas musulmanes, auspiciados por la dirigencia iraní, siria y de otros países con regímenes extremistas, iniciaron un repliegue y el apoyo que hallaban en insurgentes de las tres facciones de Irak comenzó a debilitarse y desaparecer.
El incremento de tropas y la táctica habían dado resultados. La victoria aún no es completa ya que el gobierno iraquí libremente elegido por el pueblo precisa todavía del apoyo militar y táctico de las fuerzas de Naciones Unidas para garantizar por completo la seguridad interna y externa del país. Pero la paz y armonía se han restablecido en Bagdad y otras ciudades clave y la economía prospera y expande.
El tema principal de batalla para la campaña electoral que culminará en Estados Unidos en un mes ha perdido fuerza entre los demócratas y pacifistas de variada especie. El pacifismo que abogan es el mismo de los años sesenta: capitulación, diálogo con el enemigo, cesión de posiciones, renuncia a defender el sistema de vida norteamericano basado en la libertad.
Barak Hussein Obama es el candidato presidencial demócrata y su contrincante es John McCain. El contraste, desde el punto de vista de la seguridad nacional, no admite discusión. McCain, héroe de Vietnam donde estuvo preso por casi 6 años, es un militar de ancestro y no admite otra opción que terminar la guerra contra el extremismo musulmán con la victoria. Fue él quien pugnó porque sean enviadas más tropas al Irak con ese objetivo.
Obama votó desde un comienzo contra la intervención en Irak y ha votado por la fijación de un plazo máximo de 16 meses para el retiro de las tropas, negándose también a la asignación de más fondos para la defensa sin la inclusión del plazo.
Él y su candidato a la vicepresidencia, Joe Biden, han reafirmado en la campaña que la alternativa es dialogar con enemigos como Ahjmadinejad, Hugo Chávez o líderes del terrorismo Hamas y similares, sin opción de guerra en ningún caso.
La reacción popular, expresada en las continuas encuestas, indica que McCain goza de un respaldo de 3 a 1 como potencial comandante en jefe de las fuerzas armadas para defender al país. Los estrategas de la campaña de Barak Hussein Obama estaban en un callejón sin salida si el tema Irak hubiera continuado siendo el primordial en la contienda electoral.
Brotó entonces, casi por ensalmo para ellos, el problema de la economía. Y de él se asieron como de un salvavidas y lo siguen asiendo y manipulando día a día para acortar las diferencias. Lo han hecho bien hasta el momento ya que Obama ha repuntado y lleva una delantera de 5, 6 u 8 puntos en las encuestas.
McCain no ha clarificado aún los orígenes reales de la crisis de manera tal que la ventaja se revierta en su favor y a favor de los republicanos. Si no lo hace en las siguientes horas de un modo contundente, sobre todo en el segundo debate con Obama el próximo martes en la noche, podría pensarse que para él y para su magnífica selección de Sarah Palin como candidata a la vicepresidencia, la perspectiva de triunfar se difuminará.
Obama insiste en sostener que la crisis bancaria y financiera es consecuencia de la política de 8 años de Bush de levantar las regulaciones y dejar que todas las actividades del área sean resueltas por las fuerzas del mercado. Es falso. Lo opuesto es exactamente lo que desencadenó la catástrofe.
El mal radica en esa actitud del partido demócrata de pretender favorecer a los desprotegidos de la sociedad con más intervención del Estado. Acaso sea por el intento de borrar la historia de su partido, que se opuso a que Lincoln terminara con la esclavitud de los negros y luego se opuso al programa de la Restauración para ayudar a gente de esa raza a integrarse a la sociedad.
Lo irónico es que la mayoría de negros en los Estados Unidos es demócrata y en las próximas elecciones votará por Obama solo porque es negro. Los demócratas, con apoyo republicano, forzaron en la época de Johnson a aprobar la ley conocida como Affirmative Action, que fija cuotas mínimas de admisión de negros y otras minorías en las universidades, so pena de perder apoyo financiero estatal.
Las universidades, cuya mayoría de dirigentes y profesores es demócrata, se vieron en el caso de admitir a miembros de las minorías sin la debida preparación para cumplir con las cuotas mínimas. Y para superar el desnivel entre éstos y los blancos que fueron admitidos con las normas usuales, optaron por bajar el nivel académico general, con tremendas consecuencias para la academia.
Pero inclusive con esa aberración, los negros no se han integrado ni en las universidades (donde formaron ghettos) ni en la sociedad, como erradamente se pretendía con las medidas. Algo parecido ha ocurrido con la banca y el sistema financiero que han colapsado y han tenido que recurrir al astronómico susidio fiscal de 700.000 millones de dólares.
Con Clinton, el gobierno decidió que los pobres tenían derecho a tener su casa propia. No puso en marcha para ello un programa con fondos públicos, como sugieren los demócratas para ampliar la cobertura de salud a todos, sino que impuso estímulos y protecciones para que la banca privada otorgue préstamos hipotecarios a todo el que lo solicite, sin los debidos respaldos.
La banca vio negocio en ello, pues las hipotecas de riesgo las vendió a una institución creada esta si con la garantía del gobierno, Fannie Mae y Freddie Mac. Los bancos y sus abogados ganaban con la transacción y la carga quedaba transferida a esa corporación, que a su vez se dedicó a comprar créditos por debajo de la tasa vigente, para inversiones y reinversiones que a su vez generaron una cadena de aseguraciones y re aseguraciones que terminaron por involucrar a todos: prestamistas, prestatarios, garantes, es decir, hay que repetirlo, todos.
Fannie Mae y Freddie Mac siempre ha estado manejado por negros demócratas que además tuvieron el “ingenio” de hacer “lobbying” ante los congresistas para que evitaran cualquier auditoría o examen sobre la marcha de sus operaciones. Bush y John McCain lo advirtieron del peligro latente, el primero a poco de posesionarse en el 2001 y el segundo en el 2005 cuando propuso una resolución para impedir que continúe el caos en el manejo hipotecario.
Los líderes demócratas Barney Frank, en el Cámara de Representantes y Chris Dodd en el Senado y otros de la misma ideología bloquearon todo examen y declararon que Freddy Mae y Freddie Mac marchaban de maravilla y que los republicanos lo único que querían era acabar con un programa para los “pobres”. Los cabilderos pagaron mucho dinero a las campañas de los congresistas, sobre todo a los demócratas.
Ex dirigentes de las dos corporaciones son ahora asesores económicos de Obama (el mayor beneficiario después de Dodd de cuantiosas donaciones). La hecatombe financiera está siendo contrarrestada con una medida de subsidio opuesta al pensamiento republicano, que hubiera preferido que sea el propio mercado el que se recupere de todas las contradicciones que se cometieron por no sujetarse a uno de sus más básicos principios: el sentido común.
¿No es de sentido común no prestar a alguien que no te garantiza el pago en un tiempo y en condiciones concertadas por las dos partes? Si prestas a un amigo o a un pariente convencido tú de que dado el bajo nivel de sus ingresos jamás recuperarás lo prestado, entonces lo que estás otorgando no es un préstamo sino una donación, un regalo.
Clinton y los demócratas tienen esa doctrina. Pretenden crear bienestar y riqueza desde el gobierno y fracasan. El “New Deal” de Franklin D Roosevelt, que reflejaba esa ideología para salir de la Depresión, no mejoró la situación en los Estados Unidos: solo aplazó y agravó la crisis. Lo que le salvó a los Estados Unidos fue la Segunda Guerra Mundial y la movilización social y popular para incrementar la producción agroindustrial para derrotar a las fuerza del Eje.
Algunos opinan que la actual crisis ha terminado con el American Dream y la noción del mercado como fuerza motora de las economías. Es todo lo contrario. La crisis demuestra que cuando hay interferencias indebidas en el mercado, sobreviene el colapso. Ahora Bush y McCain se han unido pese a sus ideologías contrarias al intervencionismo para salvar al país de la negativa interferencia de los demócratas, pero son éstos quienes pretenden lucrar políticamente de esta situación.
Si McCain no explica con énfasis la realidad de lo ocurrido, Obama continuará ganando puntos en ruta hacia la victoria. Si tal ocurre, por primera vez accedería a la Casa Blanca un candidato que no cree ni siente que Estados Unidos sea la sociedad ideal, ni que sus sacrificios por defenderla en dos guerras mundiales y en la actual contra el terrorismo, tengan sentido.