Saturday, October 23, 2010

MITAS, HACIENDA, SUMISION

Luego de la frustrada rebelión de los policías en el Ecuador y las nuevas demostraciones autoritarias del presidente Rafael Correa, los ecuatorianos le han reiterado su apoyo en casi un 70%, según las encuestas.

Casi en parecido porcentaje pero en otra dirección, los norteamericanos le han retirado su respaldo al presidente Barack Hussein Obama de los Estados Unidos, a consecuencia de su autoritarismo y desastrosos resultados de su política fiscal y financiera.

La primera potencia económica, militar y cultural del planeta corre peligro de entrar en franca declinación si Obama no es frenado en los comicios del 2 de noviembre próximo, en los cuales los republicanos podrían llegar a controlar las dos cámaras del Congreso Federal, gobernaciones y otras funciones de elección popular, ahora bajo dominio demócrata.

Si tal ocurre, como predicen muchas encuestadoras, el horizonte político de USA y por ende del mundo democrático podría esclarecerse, aún cuando el camino por recorrerse sería pedrogoso, dado lo mucho que hay que deshacer de las legislaciones y acciones de este régimen.

No es ese el caso del Ecuador. La población se ha alineado con el supremo líder y no hay esperanzas de que se deshagan las barbaridades que él ha hecho para debilitar y virtualmente desaparecer los últimos vestigios de convivencia democrática que existían en ese país.

Durante la asonada policial, por ejemplo, el líder ordenó clausurar todos los medios de comunicación durante 4 horas, violando la Constitución atrabiliaria que él mismo diseñó y ordenó aprobar a la Asamblea legislativa. Pero no hubo reacción significativa de protesta ni antes ni después de parte de los medios afectados, o líderes políticos o comunitarios. Al contrario, el 67% de los encuestados está de acuerdo con la medida.

Paralelamente la OEA, presidentes y cantantes latinoamericanos se han alegrado de que Correa “hubiese salido con vida” del “golpe de Estado” y van en peregrinación a Quito para rendirle pleitesía y genuflexo homenaje. Seguramente secundarán la idea de declarar al 30 de Septiembre como Día Nacional de Recordación por la “liberación” y “salvataje” del Amado Líder, como en Chile por el día en que se liberó a los mineros atrapados.

En estos días la directiva de la NPR (National Public Radio) de los USA, que se financia paracialmente con fondos del Estado desde que la fundó el demócrata Lyndon Johnson, canceló de su nómina al analista Juan Williams (de raza negra, nacido en Colón, Panamá) porque en otro medio, en el Canal Fox News, dijo algo que podía haber disgustado a los musulmanes.

Tanto izquierdistas (liberals) como derechistas (conservatives) estallaron en protestas por esta arbitraria cancelación, sin más trámite, de un periodista de izquierda de larga trayectoria y generalmente aceptado por la comunidad nacional. Y cobra terreno la idea de que se le corte el subsidio estatal de inmediato a NPR.

NPR es izquierdista y dentro de esa tendencia unipolar, es partidaria de la postura “politically correct” de los liberals según la cual es impropio decir de modo directo lo que se piensa de los enemigos u opisitores de los Estados Unidos. Williams dijo que a los musulmanes se les identifica con el terrorismo y ello, para los liberals, es incorrecto.

Obama, por supuesto, es el iniciador en jefe de este nuevo lenguaje eufemístico. Borró del léxico diplomático el término terrorismo, guerra contra el terrorismo, así como toda referencia al excepcionalismo de USA.

En cuanto a NPR, lo que irrita no es que sea izquierdista o derechista. Sino que cuente con subsidio estatal, que es dinero de los contribuyentes. Un medio de comunicación estatal es de facto un medio de propaganda y ni aún la BBC de Londres, que alcanzó cimas de profesionalismo durante las transmisiones de la II Guerra Mundial, se libra ahora de ese maleficio: se ha convertido, también, en vehículo de propaganda izquierdista.

Los medios audiovisuales e impresos financiados por el Estado se justifican cuando tienen el objetivo de debilitar al enemigo o corregir la mala información que difunde el lado contrario. La Voz de los Estados Unidos fue útil en la Guerra Fría para frenar el expansionismo y la desinformación de Moscú, al igual que Radio Free Europe o Radio Martí para Cuba.

Pero dentro de los Estados Unidos es reprensible que se tome dinero de los contribuyentes para montar una maquinaria propagandística, abierta o simiulada, en favor siempre de tesis izquierdistas compartidas o no por el gobierno de turno. NPR, pese a la indudable calidad de algunos de sus programas, debe desaparecer como ente público y abrirse a la inversión privada.

Como tal no importaría si se inclina a la izquierda o la derecha: si quiebra o es lucrativo, dependerá de la respuesta del mercado. Rush Limbaugh es el más exitoso de los comentaristas de radio. Para contrarrestar su influjo varios multimillonarios demócratas financiaron Air America Radio. No pudo sobrevivir más allá de un par de años y quebró.

NPR tendrá que someterse al mismo riesgo. En la actualidad no puede quebrar pues tiene detrás de si al financista Gobierno y a patrocinadores millonarios como el húngaro/norteamericano George Soros, que subsidia a todo lo extremista que propician Obama y sus demócratas.

La indignación por el excesivo intervencionismo del gobierno en la vida de los ciudadanos (que ha sido persistente del lado demócrata desde Johnson hasta Obama con el cual se han rebasado los límites), es evidente en la mayoría de la población, más allá de la ubicación político partidista.

Prueba de ello es el movimiento Tea Party, inspirado en la rebelión popular contra el despotismo británico que desencadenó la Revolución Americana que dió fin al colonialismo en 1776. Los del Tea Party no tienen liderazgo definido ni organización partidista alguna. Apoyan la tesis de la reducción del intervencionismo estatal, la rebaja de impuestos, y se openen al endeudamiento excesivo y la denigración de la dignidad patria.

Apoya, eso si, a los candidatos que comparten esas tesis y el respaldo popular hacia ellos es enorme. Si hay la votación victoriosa el 2 de noviembre, que sería repudio a Obama, en gran parte se lo deberá al Tea Party.

Ni por asomo hay algo similar en el Ecuador. Correa se ha apoderado de medios audiovisuales y escritos sin genuina oposición. Hay diarios como El Telégrafo, otrora decano de la prensa en el país, bajo total control de Correa, que nadie lee. Está permanentemente en rojo, pero no quiebra ni se cierra porque el fisco lo rescata. Igual ocurre con estaciones de TV, radio y otros medios a los cuales obligó a modificar el paquete accionario con regulaciones absurdas o los confiscó.

Los “juan williams” cancelados abundan en el Ecuador, pero allí “no ha pasado nada”: Carlos Vera, Jorge Ortiz y otras “luminarias” de la TV están ahora “en la calle” y es probable que haya más, si surgen otros periodistas con entereza para seguir esa línea.

En cuanto al ambiente político, el panorama es desolador. No hay líderes, no hay pensadores, críticos, analistas, cuestionadores. El vicepresidente de la República Lenín Moreno, tras el conflicto policial, denunció que algunos políticos, a los que no identificó, le insinuaron y trataron de persuadir para que asuma el poder, si el “golpe” se concretaba.

Es una actitud vergonzosa, que revela la cobardía del liderazgo político. Que no ha desplegado una oposición inteligente, coherente, capaz de arrastrar y multiplicar adeptos. Opta, según la denuncia, por estratagemas encubirertas, que los mantenga tras de bastidores, para salvar el pellejo si los hechos toman otro curso.

Y para medrar, si el poder cae. Mientras tanto, pefieren callar y transar con el autócrata, aún si sus políticas, especialmente financieras, les afecte parcialmente. Un 2 de noviembre liberador como el que se proyecta en los USA, parece por lo visto que no habrá en el Ecuador en mucho tiempo.

Friday, October 15, 2010

USA vs USA

Aunque parezca extraño, las próximas elecciones parciales del 2 de noviembre serán una contienda entre los que quieren preservar a los Estados Unidos como lo que han sido desde su fundación en 1776 y los que, comandados por Obama, quieren transformar al país desde sus cimientos.

No es novedad la existencia en este país de ciudadanos que detesten el sistema democrático, capitalista, de libre mercado y competencia que ha prevalecido aquí pese a todos los avatares y que le ha permitido erigirse en la primera potencia del orbe y de la historia.

Pero ellos siempre constituyeron una minoría y siguen siéndolo hoy. Lo diferente es que ahora se han tomado la Casa Blanca y las dos cámaras legislativas, lo que les está permitiendo introducir reformas extremas que, de perdurar, alterarían acaso para siempre el sistema.

Los radicales, conocidos en los Estados Unidos como “liberals”, “progressives” o neo fascistas, neo comunistas, o neo socialistas, nunca han alcanzado un nivel de poder político como ahora. En los últimos decenios, sin embargo, se inflitraron de manera dominante en el Departamento de Estado, las universidades y en medios de comunicación otrora tan respetables como The New York Times o las cadenas tradicionales de TV.

En el siglo XIX el anaraquismo europeo se regó hacia los Estados Unidos y uno de sus simpatizantes asesinó al presidente James Garfield en 1881. El florecimiento del marxismo en ese y el subsiguiente siglo también tuvieron simpatizantes en este país. Aún cuanto las evidencias, por cierto no divulgadas por diarios como el NYT, demostraban que la dictadura del comunismo se afianzaba en la muerte de millones de seres humanos y en el encarcelamiento y hambruna de otros tantos, hubo no obstante fervientes defensores de esos regímenes entre intelectuales, políticos y actores.

Cuando otra forma de dictadura se asentó en Alemania y comenzó a expandirse por Europa y Asia, millares de filo nazis expresaban su apoyo a Hitler mediante asambleas, marchas, revistas y panfletos. Solo cuando se declaró formalmente la guerra al Eje, se pudo silenciar a esos simpatizantes.

La Guerra Fría tuvo otras connotaciones y apenas si se pudo recurrir a la ley para desenmascarar y sancionar a los colaboradores de Moscú, entre ellos intelectuales, miembros del servicio diplomático, periodistas, estrellas de Hollywood. El senador McCarthy encabezó la cruzada contra comunistas y filo comunistas, con documentos irrefutables, pero su figura y su recuerdo son hoy escarnecidos.

La Guerra Fría concluyó con la disolución del imperio expansionista de los Soviets, pero el peligro para la existencia y estabilidad del sistema democrático de Occidente no ha desparecido. Los enemigos visibles del momento son los musulmanes, dispersos en múltiples Estados árabes, Asia y en países europeos y de América, a los que han inundado como inmigantes rehacios a integrarse a la cultura occidental.

Los musulmanes han atacado a Occidente con tácticas terroristas que no se acogen por cierto a regulaciones internacionales de guerra, como las de Ginebra. Tras el ataque del 2001, una coalición encabezada por los Estados Unidos e integrada por más de 50 paises contraatacó al terrorismo en Afganistán e Irak. Pero nunca hubo una declaratoria formal de guerra, como la que sucedió con Japón tras el episodio de Pearl Harbor en 1941.

Ese error lo están pagando muy caro los Estados Unidos. Ha dado pábulo para que prosperen los liberals en su empeño seudo pacifista para denostar a la clase militar y para presionar, abiertamente o no, a la retirada de tropas en los frentes iraní a iraquí. Es la misma posición derrotista frente el enemigo que ha caracterizado a los simpatizentes del fascismo y del comunismo en anteriores épocas (Vietnam, por ejemplo).

La corriente izquierdista o liberal en este país cree, como creen los izquierdistas del mundo que aborrecen a los Estados Unidos, que esta nación ha basado su grandeza en el empobrecimiento y dominación de las naciones pobres. Es lo que aprenden y enseñan en las universidades y lo que leen en libros de texto, revistas y periódicos. Esas creencias se han convertido en dogmas, impermeables a la discusión y la lógica.

El peligro actual es que están apoderados del poder político en la Casa Blanca y el Congreso. Por el influjo de esas dos armas de gobierno, más la complicidad de la función judicial que ya no solo juzga sino que legisla, se ha comenzado a debilitar el sistema en todos sus flancos. Le economía se ha estrujado, en el frente externo hay capitulación tras capitulación y en lo interno el intervencionismo estatal es asfixiante.

La democracia, como se la ha entendido y vivido en este país, no es en modo alguno perfecta. Pues no es rígida, es vital y por ende cambiante y permanentemente perfectible. Pero los liberals, con Obama, no quieren superar las deficiencias, sino derruir al sistema. Y han sido sordos a la protesta popular.

La reforrma al sistema de provisión de salud vigente, imperfecto pero si el mejor del mundo, fue aprobada por mayoría demócrata, sin un solo voto de los republicanos, algo sin precedentes en la historia política nacional. Si llega a su plena vigencia en un par de años, dañará la prestación de salud y encarecerá el servicio en cifras siderales.

El régimen obamista despilfarró el dinero para reafirmar el abuso de los sindicatos en las industrias de automotores como GMC, estatizándola. E igual procedimiento intervencionista ejerció en la banca, la industria de la energía, la educación, al tiempo que redujo recursos para las fuerzas armadas y para sectores emblemáticos como la NASA.

Obama se paseó por Europa, Egipto y otros lares para pedir perdón por los abusos cometidos por el “imperialismo yanqui” y aceptó sin quejas la condena y lecciones que le espetó frontalmente Hugo Chávez. Proclamó que los estadounidenses no tienen derecho a defender la “excepcionalidad” del país, pues para él es igual a cualquier otra nación. Dijo que el islamismo tiene tanta raíz en la cultura norteamericana como el cristianismo, lo cual es una mentira crasa. Favorece la construcción de la mega mezquita en el cementerio de Manhattan, donde los árabes inmolaron a 3.000 víctimas inocentes y afirma que hay una mayoría musulmana moderada (si la hay, no sigue el Corán y así dejaría de ser musulmana).

El actual presidente, que no ha presentado documentos fehacientes de su nacionalidad norteamericana, parece compartir las fantasías del grupo Bilderberg (La verdadera historia del Grupo Bilderber, por Daniel Estulín) de crear un gobierno global liderado por Estados Unidos y Europa, en el cual un grupo selecto de líderes fije la suerte de las masas en todos sus detalles, suprimiendo toda libre competencia.

Esa visión la ha traslucido en diversas declaraciones y en su respaldo a unas Naciones Unidas que hace largo tiempo dejaron de ser demócratas. Y en sus constantes arremetidas contra el sector privado y el libre mercado, lo que ha logrado es incrementar la depresión, el desempleo, la desconfianza y la incertidumbre.

Obama ha sido y sigue siendo impertérrito. No cede ni se arredra ante la evidencia de su impopularidad creciente (70%). Para los comicios del 2 de noviembre, ha abandonado su Oval Office para lanzarse en una frenética campaña en su favor, no de su partido demócrata o de las las leyes y decretos que ha puesto en marcha contra viento y marea.

Su lenguaje es insultante y contradictorio, con falsías y rectificaciones a pronunciamientos anteriores. No le importa si se le hace notar sus fallas retóricas, protegido como está por los mayores medios de comunicación. Confía en ganar (aunque él no sea candidato) y para ello apela vilmente al racismo (el 91% de los negros lo apoya, diga lo que diga) y a invectivas contra su predecesor GW Bush, que dejó el poder hace 2 años.

Si Obama hubiera dicho con claridad cuáles eran sus propósitos para gobernar, es probable que no habría sido elegido o lo habría sido por estrecho margen (dada la debilidad de su contendor McCain quien tampoco permitió que se diga la verdad...pero sobre su rival, algo que también podría aplicarse a Rafael Correa del Ecuador).

Muchísima gente que votó por él, por cualesquiera razón, está hoy arrepentida y así quiere expresarlo en las urnas. Movimientos como el Tea Party, de rechazo a la dirección contraria a lo que es esencial en esta nación, han florecido de manera admirable y los candidatos que tienen su respaldo serán casi los seguros ganadores.

Si el 2 de noviembre se confirma la victoria de las fuerzas democráticas sobre las fascistodes hoy en el poder, se habría desvanecido una pesadilla que puede destruir el sistema democrático, por cuya defensa se han sacrificado millones de vidas en una Gran Guerra Civil, dos guerras mundiales, la Fría, las de Corea y Vietnam y, ahora, la del terrrismo del Islam.

Las encuestas predicen la victoria. Pero, dadas las características del régimen, no habrá seguridad sino hasta el momento final del conteo electrónico de votos. ¿Se confirmará el triunfo o el pueblo dará otra vez más un salto hacía el vacío?

Estados Unidos, en tanto, sigue frenado en su desarrollo y en la búsqueda de la felicidad que le garantizaron los fundadores de la República hacia más de dos centurias. Siempre que el poder de los gobiernos se impone al poder y los derechos de los individuos, la historia se estanca.


Sunday, October 3, 2010

EL MIEDO A CORREA SE ESFUMA

Algunos medios impresos fuera del Ecuador, como el Miami Herald, titularon en sus primeras páginas que la doblegada sublevación de la Policía en ese país había “fortalecido al presidente Rafael Correa”.

Es una apreciación disparatada, pues la revuelta policial y la humillación que sufrió Correa al intentar dominar la insurreción con su sola presencia en el Regimiento Quito, lejos de fortificarlo lo han debilitado, acaso para siempre.

Correa pudo fortalecerse si hubiese actuado como un Jefe de Estado responsable para controlar el conflicto. Hizo lo contrario y los resultados son seis o más muertes y casi dos centenares de heridos. El alzamiento no adquirió mayor volumen pues se limitó a un grupo social y a un reclamo que pudo tratarse en paz por la vía legal.

Correa, en su iracundia y prepotencia, quiso adquirir dimensiones heróicas y acusó a los insurrectos de tramar un golpe de Estado y de quererlo asesinar. Esta figura se ha desvanecido con los hechos. Tras recibir gases y vejaciones, los mismos policías llevaron al Presidente al hospital policial contiguo al Regimiento para protegerlo y asistirlo.

Los médicos atestiguan que quedó en plena libertad para comunicarse vía telefónica para ejercer el poder y para salir del recinto cuando lo deseara. Él, sin embargo, se negó a hacerlo pacíficamente y a sus ministros, que iban y salían del hospital sin tropiezo, les conminó a difundir que estaba secuestrado y en espera de ser rescatado.

Médicos y enfermeras cuentan que Correa quería que los militares vinieran en plan de combate y al hacerle notar que ello podría causar violencia con los policías, con muertes y heridos, comentó: “Eso a mi no me importa”. Y se empecinó en su posición.

Más tarde, ya “liberado”, lloriqueó ante el micrófono y dijo que le dolían los muertos. Declaración hipócrita, pues lo que buscaba es precisamente eso, los muertos para crear el marco dramático y falso de secuestro y golpe de Estado, lo cual fue divulgado profusamente en el exterior.

Hillary Clinton, Sarkozy, varios presidentes latinoamericanos y de otras áreas le congratularon a Correa y se alegraron por el triunfo de la “institucionalidad democrática”, por sobre una supuesta intentona para derrocarla. Y no faltaron las comparaciones con el caso de Honduras.

Pero allí la situación fue diametralmente opuesta. Fueron las instituciones democráticas las que prevalecieron frente al intento del presidente Zelaya de someter al país a los dictados de Hugo Chávez y su “Revolución Socialista del siglo XXI”. En el Ecuador ocurrió y sigue ocurriendo algo muy distinto.

Correa se encaramó al poder por elecciones libre, no para defender la democracia sino para triturarla y guiarla por la ruta Chávez hacia la informe revolución socialista que, en definitiva, no es sino caudillismo en el cual desaparece el equilbrio y mutuo control de los tres clásicos poderes que conforman el sistema democrático.

La democracia no estuvo en peligro con la revuelta policial del jueves. Se halla en peligro desde que Correa está en el gobierno para manipular y distorsionar los recursos de la propia democracia, para destrozarla. En el país dejaron de existir Congreso y Función Judicial independientes. Es Correa quien legisla con una asamblea servil e igual sucede con la administración de justicia.

Correa no va a caer por la fuerza de una revuelta policial ni por un golpe de Estado militar, como otrora. Las fuerzas armadas, como en Venezuela, han sido aduladas por el régimen y los respaldan en cualquier instancia.

No obstante ello, Correa salió debilitado este pasado jueves y con su actuación y sus mentiras, bien podría decirse que determinarán que su historia o biografía en Carondelet sean muy diferentes antes y después de la asonada.

¿Cómo detener el frenesí del “correismo”? Si no por la fuerza ¿cómo? La respuesta, quizás, esté en la utilización de las mismas tácticas para manipular el sistema, que Correa aprendió de Chávez y Fidel Castro. Éste, dicen que con la ayuda reflexiva de Mao, vio que la revolución armada que el Che Guevara pretendió divulgar sin resultados por África y Ámerica Latina, había que descartarla por imposible.

En su lugar, el consejo fue tomarse el poder por las urnas y, una vez en él, implantar el “socialismo” o “fascismo” con manipulaciones de apariencia legalista y constitucional. Chávez fue el primer discípulo en aplicar la nueva doctrina. Le siguieron Correa, Morales, Ortega y lo está haciendo Obama en los Estados Unidos.

Pero ya hubo una clarinada, la de Honduras. El presidente Zelaya se fue y pese a la presión de partidarios confesos y no confesos de Chávez (el gobierno Obama, por ejemplo), se vigorizó en Honduras la democracia, las elecciones presidenciales se cumplieron y hay allí ahora un régimen libre que resistió heróicamente cual David frente a un Goliat multifacético.

¿Podría ocurrir algo parecido en el Ecuador frente a Correa? Es decir ¿frenarlo sin las armas, sin volencia? Parecería que si en vista de que lo que en principio parecía una quimera inalcanzable, ahora toma fuerza: reunir votos para revocar el mandato del Presidente, recurso que consta en la mañosa, contradictoria e irritante Constitución que él mismo ordenó aprobar en la Asamblea.

El movimiento lo dirige el periodista Carlos Vera, inicialmente un fervoroso partidario de Correa en la campaña eleccionaria y en los comienzos de su administración. Se pueden hacer críticas a su carácter veleidoso, a su concepto ambiguo y ambivalente sobre la profesión del periodismo y la política activa, pero no se le puede negar coraje.

El mito de la invulnerabilidad de Correa está fracturado. Su miedo a él y a sus implacables colaboradores va a declinar, como es propio con estos tiranuelos de lengua latigueante, con la que pretenden disimular su cobardía. La incógnita radica en saber si Vera logrará respaldo y fondos para culminar con su campaña.

Correa, por su parte, envanecido por su “victoria” del jueves, no asimilará lecciones y persistirá en sus acciones autoritarias. Es probable que trate de aplastar a quienes promueven la revocatoria. O que la desconozca, si resultare positiva. Para ello tendría que utilizar nuevamente la violencia y la represión, lo que precipitaría al país en el caos.

De todos modos, bien vale la aventura de la revocatoria “dentro de los cauces legales”, como es la proclama del día. Hay resultados fructuosos, no solo el de Honduras, sino también el de Venezuela. La opción tiránica va contra natura y termina derrotada, como lo demuestra la historia.

¿Por qué los defensores de Correa y la democracia no han protestado por sus constantes violaciones de la democracia? La liquidación del “Mono Jojoy”, principal cabecilla de las FARC, refresca la memoria de esa otra brillante acción militar colombiana para terminar con “Raúl Reyes” en el campamento en territorio ecuatoriano, protegido por Correa.

Correa, en campaña electoral y ya de Presidente, se mostró protectivo con las FARC, a cuyos integrantes se negó a calificarlos como lo que son, narcoterroristas. Los llamaba “luchadores por la libertad”. Cuando supo de la muerte de Reyes, rompió relaciones con Colombia. Al caer el Mono Jojoy prefirió no comentar, pero su canciller insistió en que el gobierno sigiue dispuesto a mediar entre los asesinos y el gobierno de Santos.

Esa mediación no fue aceptada por Álvaro Uribe ni por su sucesor, porque no se negocia con el enemigo sino cuando éste es derrotado. En Colombia la diputada Córdoba, íntima de las FARC, quiso mediar y la Fiscalía la acusa de traición, la descalifica y le prohibe ejercer cargos públicos por 18 años. Si hubiese una fiscalía nacional (o regional, como ahora quiere UNASUR), Correa recibiría igual castigo y ya no sería necesaria la revocatoria.

Con Santos hubo dudas en un comienzos sobre su posición, resultado de sus coqueteos con Chávez. Pero está clara su posición frente a la narcoguerrilla. Con Uribe fue él el ejecutor del asalto contra Reyes y fue él el determinante del asalto al Mono Jojoy. Es un ejemplo no solo para América Latina sino para el mundo en lucha contra el terror.

La eficiencia militar y de inteligencia de las fuerzas armadas de Colombia cuenta con la ayuda financiera y tecnológica de los Estados Unidos. ¿Cree alguien que la primera potencia militar no hubiera dado término hace tiempo con la resistencia en Irak o Afganistán, si el gobierno de este país así lo hubiere dispuesto?

Pero Obama no habla de victoria, quiere la retirada. Es la mentalidad derrotista y falsamente pacifista de los demócratas de extrema, como el que ahora está de tránsito en la Casa Blanca. Lo confirma el libro que acaba de publicar el periodista Bob Woodward. Obama busca transar con los talibanes, con Ahjmadinejad, con el terrorismo islámico. Por eso ordena a los soldados no disparar, aún si fueren atacados.

Pero es axiomático que con los enemigos no se transa, a menos que haya una rendición incondicional de su parte. En Colombia se transó, se cedió territorio a los terroristas y la guerra se prolongó por cinco décadas. En Afganistán se combate ya diez años. Si Bill Clinton hubiera actuado a su tiempo como un Uribe o un Santos, Al Qaida y Bin Laden estarían pulverizados.

En suma: si alguien pudiera salir fortalecido del levantamiento policial del jueves en el Ecuador, podría ser Carlos Vera. Siempre que el pueblo y sus dirigentes despierten, se sacudan del miedo y hablen y actúen. Por los “cauces legales” como ahora predican los correístas y sus admiradores.