Thursday, April 18, 2019

LA FARSA DE LA COLUSIÓN SE VAPORIZÓ

Por cerca de tres años los demócrata "progresistas" han pregonado a diario la mentira de que Donald J. Trump llegó a la Casa Blanca con la ayuda ("colusión") de los rusos, comandados por Vladimir Putin. La farsa era indigerible, pero la mayoría de medios la respaldaba también a diario.
Esa fantasía se ha desplomado con el informe dado a conocer hoy de las investigaciones del Investigador Especial Bob Mueller, que exime de toda culpabilidad a Trump y a su personal de campaña de nexos con los rusos para alterar los resultados electorales de noviembre del 2016.
En esos comicios Trump derrotó nítidamente a Hillary Clinton, candidata de los demócratas a la que creían segura ganadora. El inesperado resultado contrario afectó duramente a los demócratas y a sus aliados los principales medios escritos y audiovisuales, que comenzaron a fraguar ideas para desacreditar e inclusive anular la victoria de Trump.
Tras descartar varias opciones, se inclinaron por la de atribuir un supuesto influjo de Putin en las elecciones para favorecer a Trump, un billonario de Manhattan más bien antípoda del ideal para alguien como Putin, ex-Director de la KGB, cuyas simpatías se inclinarían mejor por Hillary, simpatizante marxista seguidora de Saul Alinsky.
La farsa se montó sobre la base de un dossier mentiroso preparado por un ex espía británico a un costo millonario pagado por Hillary, que relataba escenas obscenas de Trump con prostitutas en un hotel de Moscú. El entonces director del FBI, James Comey, indicó a Trump que tal documento era falso pero la decisión de investigar la supuesta colusión rusa siguió adelante, con Mueller como Investigador Especial.
Mueller, ex-Director del FBI, gastó algo más de 30 millones de dólares en la investigación y contrató a 17 abogados, todos ellos demócratas, incluído uno de la Fundación Clinton. Entrevistaron a millares de personas, accedieron a millones de documentos y, pese a que Trump constantemente afirmó que era inocente y que la investigación constituía una "cacería de brujas", jamás negó a la comisión documento alguno o acceso a ningún funcionario.
Vaporizada la acusación de colusión, los demócrata progresistas pretenden ahora cercar a Trump acusándolo de que hubo "obstrucción a la justicia" en la gestión de Mueller. Mencionan, para comenzar, que canceló a Comey. Pero lo hizo por recomendación del Inspector de la Fiscalía porque Comey perjuró ante el Congreso y cometió otros actos impropios. Además, la ley le permite deshacerse del Director del FBI en cualquier momento y sin explicaciones.
Citan otros motivos de supuestas interferencias obstruccionistas, que el actual Fiscal General William Barr explicó no tienen magnitud censurable. En todo caso, se observa que Trump siempre ha negado toda conexión con los rusos con fines de manipulación electoral, por lo cual mal podía querer maniobrar para obstruir la investigación sobre un delito que jamás cometió.
De otro lado, el punto central de la investigación Mueller es la colusión rusa. En el supuesto de que los demócratas encontrasen un acto de obstrucción a la justicia válido ¿cómo operó esa obstrucción? ¿se ocultó, se distorsionó algún factor de colusión, cómo actuó e influyó, si hubo, esa obstrucción en favor de Trump?
Si además se prueba la obstrucción ¿se anularía el informe Mueller, se anularía y descalificaría a Barr? ¿iría Trump al "impeachment"?
En el fondo los demócratas cada vez más pierden piso en su batalla para debilitar y destituir a Trump, que tuvo la "audacia" de bloquear a Hillary y al avance del "progresismo" de Obama, que no otra cosa es sino debilitamiento de la Constitución como garantía de que rija en el país un sistema democrático sustentado en la libertad, la tolerancia y la división del poder popular en tres instancias de mutuo control.
Esa concepción es la que está rescatando Trump y la está consolidando en menos de sus tres primeros años de gobierno pese al embate de una oposición ciega y medios de comunicación que les hacen eco irreflexiblemente. Ahora, para el 2020, una veintena de pre  candidatos presidenciales demócratas se proponen reanudar la tarea de radicalización, entre otros con un marxista sin tapujos, Bernie Sanders y el matrimonio homosexual de Pete the Mayor.
El uno, Sanders, representa una ideología que la historia ha probado es un fracaso total porque agudiza la miseria y suprime las libertades. Lo otro, porque el matrimonio gay simplemente constituye una aberración que va contra la ley natural. Dichas variantes, "innovadoras" según ellos, no son sino una garantía para que la reelección de Donald J. Trump en el 2020 sea un hecho seguro.
Pero quienes tramaron la farsa de la colusión y causaron tanto daño a tantas personas inocentes y ocasionaron tanto daño a la nación no pueden quedar impunes. Trump y la Fiscalía General tienen la misión moral y ética de investigar a los investigadores y sancionar a los responsables con todo el peso de la ley. Porque lo que hicieron es comparable con un acto de traición a la Patria.

Saturday, April 13, 2019

LA OPOSICIÓN NO ES SOLO ANTI TRUMP

El problema de la oposición de los demócratas/progresistas contra Donald Trump, que busca ser reelegido Presidente en noviembre del 2020, es que sus propuestas son tan radicales y contrarias a las leyes y cultura de este país, que están perfilándose no solo como anti Trump sino como anti USA. 
Varios son los ejemplos. El de la inmigración ilegal es concluyente. Uno de los mandatos primarios que la Constitución asigna a todo Presidente es velar por la seguridad territorial. Uno de los puntos más vulnerables de los últimos años es la frontera con México y Trump, desde el inicio de su gestión, ha pedido al Congreso los fondos necesarios para asegurar la frontera.
Los demócratas retomaron el control de la Cámara de Representantes en las elecciones de noviembre del 2017 y desde entonces se han negado a cooperar con el Ejecutivo para que cumpla con el mandato constitucional. Trump ha ensayado toda suerte de proposiciones transaccionales, pero la oposición ha sido  implacable.
Trump tuvo que declarar la emergencia para hacerse de fondos por sobre el bloqueo del Congreso, pero ello no basta. Hace falta reformar leyes obsoletas pues los invasores de ilegales aumentan y a pretexto de buscar asilo, tienen el derecho a ingresar al país hasta que se resuelvan sus casos. Casi sin excepción nunca retornan ante los jueces atiborrados de trabajo para finiquitar sus casos. A este paso, los nuevos ilegales sobrepasarían este año el millón.
Los precandidatos demócratas a la Presidencia han planteado eliminar todo obstáculo a los ilegales y 27 Estados se han declarado "santuarios" para protegerlos de la requisición y captura por la policía de fronteras, lo cual prohiben las leyes federales. Muchos ilegales así protegidos han cometido asesinatos y otros crímenes abominables.
Los sitios de albergue en las fronteras, para adultos y niños (muchos de éstos llegan sin sus padres como escudos para los ilegales) ya han rebasado su capacidad, por lo cual Trump ha advertido que no quedaría otra opción que el cierre de la frontera sur (excepto el paso autorizado por la autopista de enlace comercial entre los dos países) o el envío de ilegales a los Estados y  ciudades "santuarios".
Esta cuasi amenaza disgustó a los líderes demócratas partidarios de fronteras abiertas y ciudades santuarias, pues la mayoría de ellos habita lujosas y millonarias mansiones que se verían afectadas con la llegada de multitudes empobrecidas de refugiados, que huyen de la miseria de países mal gobernados, donde impera la corrupción y el irrespeto a la ley.
Un país sin fronteras o con fronteras mal protegidas, como el que abogan los demócratas por su rechazo a Trump, no es un país que se ciña a lo que estipulan la Constitución y las leyes. Igual actitud contraria a la ley es la que patrocinan los demócratas/progresistas en otros de sus ataques a Trump.
En las elecciones, la demócrata Hillary Clinton obtuvo 3 millones más de votos populares que Trump (65 millones vs 62 millones), pero perdió los votos electorales 306 frente a 232 con lo cual se convirtió nítidamente en Presidente. Los demócratas quieren eliminar el sistema del Colegio Electoral, consustancial a la noción federalista de la República. Si desapareciese, los presidentes serían electos por las mayorías de Nueva York y California sin que influyan los criterios de Estados menores.
Al crearse la República, las 13 Colonias previeron que cada una eligiera dos senadores y que éstos eligieran tantos diputados proporcionalmente a su población. Cada Estado eligiría tantos electores según diputados para Presidente, para así lograr un equilibrio de fuerzas. La reforma buscada por los demócratas, sin embargo, nunca pasará pues se requeriría de la aprobación de los 2/3 de cada una de las dos cámaras de cada Estado y los 2/3 de los 50 Estados.
También los demócrata/progresistas quieren violar la ley al reducir la edad para votar de 18 años a 16 años y hasta 14 años y también conceder el derecho al voto a los reclusos y a los ilegales. Todo en la convicción de que dichos votos serían favorables al partido demócrata, dado que a menor cultura y a menor información, mayor vulnerabilidad a la mitología marxista.
Se ha convertido también en dogma indispensable de afiliación para los  demoprogresistas la defensa del aborto, al que consideran derecho intocable de la mujer. El aborto, para ellos, es permisible en todas las etapas del embarazo e inclusive tolerable la muerte del ser que nace si ello  así lo resuelve la madre.
También los precandidatos presidenciales demócratas acaban de jurar ante Al Sharpton su voluntad a legislar si llegan a presidentes, que se asignen fondos a los descendientes de los esclavos. Las "reparaciones" tendrían que pagarlas todos los ciudadanos de Estados Unidos hoy, tengan o no vínculos con los esclavistas anteriores a 1865, a la gente que tenga o no vínculos con los esclavos de ayer, en cifras por montos que no se sabe quién ni por qué pudiera determinarlas.
Otro lema de batalla anti USA es la promesa de destruir el sistema de salubridad del país, reconocido como el más eficiente del mundo, para sustituirlo por uno de control absoluto del Estado. Los costos subirían en diez años a más de 32 trillones de dólares, el desempleo sería brutal, los servicios se volverían desastrosos y la corrupción alcanzaría niveles asfixiantes.
Para colmo, la destrucción del país más próspero de la historia se completaría con la idea de "sanear" el medio ambiente mediante la eliminación del uso de combustibles fósiles, la aerotransportación, la eliminación del ganado vacuno, la reducción de la reproducción humana (que ya está en declinación por el excesivo uso de  anti conceptivos, el aborto y la multiplicación del homosexualismo y los matrimonios gay).
El panorama aparece injustamente lóbrego debido a la resonancia que hallan los demócratas en la mayoría de medios de comunicación audiovisual e impresos. Pero la realidad parece ser otra si se observa como pese al bloqueo constante de los medios al discurso y a los logros de Trump, su popularidad ha  crecido últimamente del 47% al 51% según Rasmussen y del 37% al 45% según la encuestadora Gallup.