Wednesday, September 25, 2019

¿SUICIDIO POLÍTICO COLECTIVO?

Los dirigentes del partido demócrata, desesperados por su impotencia ante la eficiencia y popularidad del Presidente Donald J. Trump, a quien ven imposible evitar que sea reelegido en los comicios del 2020, han resuelto iniciar el proceso de "impeachment" o enjuiciamiento político en el Congreso para intentar destituirlo.
Es una maniobra que no tiene sustento legal ni político y que con seguridad no tomará cuerpo ni siquiera en el momento inicial de ser sometida a votación en la Cámara de Representantes. El llamado al "impeachment", para comenzar, no fue tal sino que se lo hizo  para establecer si hay o no lugar a cargos contra el Presidente para el impeachment.
El llamado lo hizo ayer la presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi, no obstante que previamente el presidente de la comisión judicial de la Cámara, Jerry Nadler, había iniciado trámites e interrogatorios orientados al mismo fin del impeachment. Peor aún, Pelosi dijo que el enjuiciamiento a Trump urgía al saberse que dialogó con el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky.
Según un "whistleblower", o denunciante protegido, que reveló dicho diálogo, Trump habría forzado a Zelensky a que ahonde la investigación de un negociado fraudulento del hijo del ex-vicepresidente Joe Biden y ahora pre candidato presidencial, para que obtenga un contrato con una petrolera ucraniana con un sueldo de 50.000 dólares mensuales  y una suma multimillonaria adicional.
Joe Biden y su hijo Hunter presionaron al anterior gobierno de Ucrania a que cancele al Fiscal de entonces opuesto al negociado y luego viajaron a China para sellar otro negociado por 1.500 millones de dólares. Estas peripecias ocurrieron años atrás durante el régimen de Obama, pero la prensa demócrata pro Obama lo ocultó.
Pelosi, sin conocer aún el texto del diálogo de Trump con Zelensky de julio pasado e ignorando a Nadler, dio paso al inicio del impeachment. Pero Trump hizo pública hoy la versión escrita de la conversación, previa la venia de Zelensky. En ningún acápite hay presión alguna que denote interferencia o condicionamiento y así lo confirmó hoy en rueda de prensa el propio mandatario ucraniano en Nueva York.
En suma, ocurre que Trump llamó a Zelensky para felicitarlo por su victoria y para desearle buen éxito en su cruzada contra la corrupción que heredaba de su antecesor. Dentro de ese tema, le pidió que revisara la conducta de los Biden y las acusaciones de acciones inapropiadas, lo cual en alguna forma se ligaba con la investigación de Moeller sobre la fallida acusación de colusión rusa contra Trump fraguada por los demócratas y que resultó totalmente falsa.
En todo caso, los cargos para aceptar un impeachment en el Congreso deben traducirse en artículos planteados por la Cámara de Representantes, en el supuesto de que el Presidente haya cometido un delito mayor, un crimen de corrupción o de traición a la Patria. Difícilmente podría encasillarse en alguno de esos cargos el pedir que se investigue la conducta fraudulenta de un ex Vicepresidente de la República, en una nación que justamente acababa de elegir a alguien que, como Trump, se había comprometido a combatir la corrupción. 
(Una vez aprobado el impeachment en la Cámara, el Senado tiene que aprobarlo con mayoría de 2/3, presidido por el presidente de la Corte Suprema de Justicia)
Los demócratas progresistas siguen bloqueados mentalmente frente a la realidad de la victoria de Trump en el 2016. Lo quieren derrocar a como de lugar. Con el Informe Moeller fracasaron e igual ocurrió con el boicot en dos etapas a Kavanaugh, el juez de la Suprema. En la campaña para el 2020 sus candidatos no aciertan a idear una oferta original y se limitan a las utopías e insultos.
El resultado es que la popularidad de Trump aumentó ayer al 52% y es probable que suba más tras el fracaso de la charada del "impeachment" o juicio político del Congreso. Este último intento de los demócratas más parece un suicidio político resultado de la angustia colectiva de un partido que zozobra a la deriva.

Tuesday, September 17, 2019

ACABAR CON LA REPÚBLICA

Esa sería la consecuencia de triunfar alguno de los candidatos presidenciales demócratas en las próximas elecciones del 2020: la paulatina e irreversible extinción de la República, tal como fue ideada y estucturada por los Founding Fathers de esta Nación, o Padres de la Patria, allá por los años 1776 y 1778.
El principio que inspiró a los Fundadores fue garantizar las libertades individuales mediante la formación de un gobierno por consenso, el cual se encargaría de crear las leyes apropiadas para organizar la sociedad alejada del peligro de las tiranías contra las cuales se había librado la gran lucha independentista.
En un momento sin par para la historia, mentes lúcidas convinieron en delegar el poder popular en tres ramas que estuviesen en constante vigilancia mutua, para evitar que cualquiera de ellas se excediese en sus atibuciones y rompiera el equilibrio en desmedro de las libertades colectivas e individuales.
Los principios fundamentales quedaron plasmados en la Declaración de la Independencia y su aplicación social y política se plasmó en la Constitución, tras intenso debate que duró dos años entre los congresos y los intelectuales y políticos de las 13 Colonias independizadas de la monarquía de Jorge III. Esa Constitución no se ha quebrantada en 242 años de vigencia y ha recibido solo 27 enmiendas.
Estados Unidos ha probado con ello ser una nación de leyes, único ambiente propicio para la prosperidad en libertad. Esas cualidades la han convertido en la mayor potencia económica, política, cultural  y  militar del mundo y todas las naciones que han imitado su sistema son ahora prósperas. Mientras más centralistas y autoritarios los regímenes, mayor la miseria y opresión de sus pueblos.
Los demócratas, ahora encasillados como "progresistas" creen que la Constitución de 1778 es obsoleta. No han querido respetarla desde tiempo atrás. Cuando Lincoln juzgó que había que aplicarla a profundidad en uno de sus aspectos más sensibles, la abolición de la esclavitud, los demócratas se opusieron. Se desató la Guerra Civil y 600.000 murieron.
Los frutos de la Guerra en pro de la igualación de los esclavos, implícita en la Declaración y la Constitución, hallaron una muralla en los demócratas primero con el asesinato de Lincoln y luego la obstrucción al voto, a otros derechos, la Ley Jim Crow y similares vallas segregacionistas que se prolongaron hasta muy avanzado el siglo XX.
Los demócratas de hoy ya no creen en el gobieno por consenso. Sino en el Ejecutivo fuerte. Poco a poco lo han ido logrando con la presión sobre el Congreso para que ceda su poder de legislar en favor del Estado Administrativo que mediante Comisiones legislan, ejecutan y juzgan. Similar cesión de poder se ha dado a las Cortes que ya no solo juzgan y dirimen, sino que legislan.
Los demócratas progresistas están convencidos de que el Ejecutivo debe promover los cambio hacia una directa redistribución del ingreso. Todos los candidatos presidenciales los proclaman. Dentro de esa proclama, abogan por la atención médica estatal gratuita, el perdón a la deuda de los estudiantes, el levantamiento de las fronteras, el indulto a los inmigrantes ilegales. Todas propuestas anticonstitucionales.
Unas veces anuncian que los servicios "gratuitos" serán pagados con fuertes impuestos a los más ricos, otras ocasiones omiten decirlo cómo, otras simplemente dicen que el Estado "lo financiará". Ligan estas "obras sociales" con la necesidad de defender el medio ambiente prohibiendo la explotación petrolera y el uso de los plásticos y todo transporte movido por sus derivados.
Son chifladuras que en el fondo invocan el retorno a sistemas políticos superados con la Revolución Americana. Los demócratas de hoy quieren lograr cambios culturales y políticos no "por consenso", como estipularon los Fundadores, sino por otras vías. El aborto es práctica "legalizada" por  decisión condicionada de la Corte Suprema de Justicia, igual que la aceptación del matrimonio homosexual y el Obamacare.
Ahora pretenden borrar las fronteras, que se institucionalice que  ciudades y Estados protejan como "santuarios" a los inmigrantes ilegales acusados de crímenes, que voten los indocumentados, que haya juicios políticos para destituir jueces de la Corte Supreama sin cargos probados, que se suprima la policía de fronteras, que se borre la elección presidencial mediante Colegio Electoral.
Los "progresistas" se han tomado los principales medios de prensa y TV, controlan los sindicatos de profesores de escuelas y colegios, la academia es de ellos e igual la Cámara de Representantes. Solo un líder de la envergadura de Trump ha podido enfrentar con ventaja esa muralla de desinformación y odio que representan. En noviembre del 2020 se  comprobará si nuevamente sale victorioso y si es así, la República de los "Founding Fathers".