Thursday, May 26, 2011

EL NUEVO "OPIO" DEL PUEBLO

El presidente ecuatoriano Rafael Correa compite a diario consigo mismo en proferir los mayores dislates, sobre el más variado tipo de temas en los cuales él cree sobresalir fente a cualquier rival, de ahora o de siempre, del Ecuador o de allende las fronteras.

El último dislate, que no ha merecido ni el despliegue ni los comentarios que cabía esperar, es su promesa de dedicar toda su sabiduría académica a desentrañar las causas por las cuales la prensa “burguesa” se ha convertido en el nuevo “opio” de los pueblos de América Latina.

La profundidad de su análisis, dice, comenzará tan pronto deje de ser presidente, lo que incomodará a muchos de sus fanáticos pues nadie sabe a ciencia cierta cuándo decidirá dejar de hacer felices a los ecuatorianos desde el Palacio de Carondelet. Así que imposible adivinar si el fruto de su mente magistral se conocerá en 2, 4 o más años.

Correa afirma, según un despacho de la agencia francesa de noticias AFP, que este “opio” de la prensa “burguesa”, constituye uno de los mayores problemas para la región. Entre otras razones “porque los medios nos quieren convencer de seguir siendo explotados, de no cambiar nada, son los árbitros supremos del bien y del mal y que sin ganar elecciones quieren legislar y gobernar”.

(Si cree válido decir que la prensa es el nuevo “opio”, entonces cree que el antiguo “opio”, la religión según Carlos Marx, es también una comparación valedera. ¿Abjura así de su pasado como monaguillo en una iglesia católica y de sus estudios en instituciones de esa fé? Si no hay tal, tendría que aclararlo.)

Afirma, siempre según la nota de AFP, que la prensa es un poder “ilegítimo” erigido con dinero para dominar. No nos dicen la verdad, continúa, “sino su verdad, por lo que ignoramos lo que no nos cuentan. ¿Se imaginan lo vulnerable que es nuestra sociedad y cómo nos quieren lavar el cerebro para mantener el poder?”

Correa, como acostumbra, esta vez tampoco respalda con hechos ninguna de sus acusaciones. Y revela, pese a sus títulos académicos en universidades de Bélgica y los Estados Unidos, un raquitismo intelectual y sobre todo un divorcio total con la realidad y el sentido común. ¿En qué se basa para sostener que la prensa o los medios quieren sustituir al gobierno para legislar y gobernar?

Podría ahorrarse estudios cuando deje el poder y se radique en Bélgica, como lo adelantó en una entrevista con algún medio “burgués y corrupto”. Podría más bien dedicarse a escribir sus memorias lo que permitría entender mejor cómo un individuo de sus características pudo acceder al poder, para evitar equivocaciones similares en el futuro.

En cuanto a torturar su cerebro académico para intentar desentrañar el misterio del nacimiento y expansión de los medios de comunicación, no solo en América Latina sino en el mundo entero, habría que aconsejarle algo mucho más simple. Echar una mirada a su entorno, a su familia, a sus amigos, al vecindario.

¿Cuál es uno de los signos vitales de la existencia humana? La necesidad y el poder de comunicación. No hay, en condiciones normales, individuos aislados, silentes, encasillados en si mismos. El solo encuentro entre dos seres humanos sucita el diálogo de gestos, miradas, palabras. Ese inicio elemental se multiplica y ahonda a medida que la comunidad crece.

En el barrio, la escuela, el trabajo, la ciudad, la nación. el orbe, es un imperativo la necesidad de intrecambiar ideas, opiniones, informaciones. El interés por lo que sucede a otros dentro y fuera de los confines habituales es tan esencial como respirar. La comunicación, es pues, consustancial a la naturaleza humana.

La comunicación ha evolucionado con la técnica. La información pasó hace mucho tiempo de ser exclusivamente oral, para perpetuarse en documentos manuscritos y luego impresos. Surgió luego la transmisión por la radio y más tarde con sonido e imagen por la TV, hasta el advenimiento en estos días del Internet.

En los siglos XVII y XVIII, pero sobre todo en el siglo XIX la comunicación se tradujo en boletines, libros, semanarios y diarios. Algunos diarios fundados en esta época aún circulan en Londres, Nueva York, Santiago. En el siglo pasado surgieron las transmisoras de radio y TV, cuyos mensajes ahora son difundibles por satélite instantáneamente a todas partes, directamente y por Internet.

Tanto en el pasado como en el presente, la creación de medios demanda la inversión de capital. En algunos casos las inversiones son millonarias ya por el alto costo de los equipos como el de producción y operación y pago de personal. La meta de los inversionistas no es controlar el poder político, como sugiere Correa, sino divulgar información y opinión al mayor número de “clientes” en un mercado altamente competitivo.

Un mercado competitivo es clave para que un medio alcance niveles de calidad. El inversionista de cualquier medio busca redimir su capital y lograr un justo lucro, mediante la circulación y los avisos publicitarios. Pero si el informe que esparce es sesgado, el mercado rechazará al medio, la circulación caerá y por ende los avisos. La empresa dejará de ser rentable.

¿Cómo garantizar un mercado estable y próspero? Pues entregar al público consumidor un producto profesional, lo que implica independencia y honestidad.

En el Ecuador del siglo XIX y comienzos del siglo XX, no había medios de comunicación que transmitieran comunicación de modo profesional e independiente. Generalmente eran medios de contenido político partidista, liberales o conservadores. En algunos casos el gobernante de turno financiaba e incluso redactaba esos medios para defenderse de la oposición o para atacarla.

La información estaba inmersa en insultos y muchos medios no pasaban del nivel de pasquines. En 1906, en Quito, surgió la iniciativa privada de crear un medio que no estuviera al servicio de un partido o secta política y que se auto financiara con la publicación de avisos. Nació así el diario El Comercio, aún muy firme en su tarea pese al asedio constante de Correa.

No es la primera vez que un goberante autoritario amenace a los diarios y medios indpendientes como El Comercio. Este diario incluso ha sido clausurado, pero tras cada afrenta ha renacido más sólido. Lo que es distinto es el ataque de un presidente a todos los medios independientes, escritos y audivisuales. No los ha clausurado, pero busca aherrojarlos con una ley mordaza aprobada en referendum.

Carlos Mantilla Jácome, co fundador de El Comercio, solía decir que desoía insinuaciones de que incursionara en política para aspirar a la presidencia, porque se sentía con más poder y trascendencia que un jefe de Estado. Pero el poder al que se refería no era el político, como dice Correa, sino el poder para observar, informar, criticar y denunciar los excesos de los gobiernos, cuando los hubiere.

Es esta opción, la de juzgar y discrepar, la que irrita a Correa y a todos los que, como él, se inclinan por la autocracia. Los medios, a la postre, son el conducto y reflejo de la opinión popular, en sus distintos matices. Cuando Correa quiere silenciarlos, en el fondo lo que quiere es acallar opiniones ciudadanas no alineadas con su ideología y modo de gobernar.

La alternativa que ofrece, la de los medios bajo control del gobierno, empeora cualquier deficiencia en la difusión de la “verdad” por parte de los medios privados. Porque la competencia desaparecería y con ello la independencia. La única verdad entregada al público sin derecho a réplica sería la verdad oficial. Es decir, la “verdad” de Correa.

Lo penoso es que la ley mordaza va a expedirse con la aprobación de la mayoría de ecuatorianos. Son los ecuatorianos los que perderán, no tanto los “ricos y explotadores” que podrán invertir sus capitales en otros fines o en otros países. Pero un pueblo sin prensa libre es un rebaño sin defensa frente a la megalomanía de Correa.

Igualmente penoso es el libre albedrío de los ecuatorianos. A poco de posesionarse de su cargo, Correa se quitó la máscara y comenzó a gobernar como un caudillo con el membrete tomado de Hugo Chávez de “socialista del siglo XXI”. Se comentaba que si en la campaña el candidato hubiese anunciado que haría la “revolución ciudadana”, no habría sido elegido.

Ahora hay dudas, dado que sigue con un respaldo de 2/3 de la población y gana en las urnas con cualquier proposición, por disparatada que fuere. Si sometiese al voto sus recientes acciones en favor de las FARC, Hugo Chávez, Ahmadinejad y en contra de USA, la mayoría votaría a su favor.

¿Qué recurso les queda a los medios atacados por el caudillo? Quizás no solo la protesta en editoriales y columnas, que Correa descarta. Sino acaso alguna acción de boicot. ¿Por qué no cerrar el espacio al enemigo declarado de la prensa? Correa se podría desahogar en los medios incautados. Pero ¿con qué lectoría, descontados sus esbirros y algunos burócratas temerosos?


Sunday, May 15, 2011

UN JUEZ CON "COJONES"

Últimamente se ha popularizado en los Estados Unidos el uso de la palabra española cojones para exaltar la gallardía y entereza de la personas, hombres o mujeres, que defienden sus puntos de vista no obstante las amenazas para permanecer callados.

Este es el caso del juez de la corte penal de Pichincha que ha absuelto al director del Hospital Militar de Quito, acusado por el presidente Rafael Correa de tramar su asesinato en la asonada del pasado septiembre 30, resultante de una irresponsable actuación del mandatario.

El Director, coronel de policía César Carrión, fue apresado el 27 de octubre en compañía de otros tres oficiales supuestamente cómplices. El juicio, pese a la precariedad del sistema institucional en el Ecuador, culminó el viernes pasado con la absolución y orden de libertad de Carrión y los tres oficiales.

Horas antes el ministro del Interior (de gobierno y policía), José Serrano, que acababa de reemplazar a Alfredo Vera (un izquierdista a quien Correa inexplicablemente despidió del cargo), en sus primeras declaraciones advirtió al juez del Tribunal, Hugo Sierra, que si el fallo era contrario a los deseos de Correa (o sea condenatorio), lo enjuiciaría.

El juez y los conjueces no se amilanaron. Los oficiales de policía están libres para iracundia del Presidente, quien afirma que apelará de la sentencia. Es probable que o bien la apelación sea retirada o que, si se concreta, la sentencia se ratifique. Lo que queda muy claro es la actitud caudillista, intemperante y fascistoide del jefe de Estado.

Es irónico que una de las 10 preguntas de la Consulta Popular que acaba de concretarse con triunfo total de Correa, se refiera a la libertad que el pueblo le concede para reestructurar la Función Judicial a su antojo, de suerte que la integren únicamente “jueces probos” e independientes.

Lo último que persigue Correa es independencia de las tres funciones o poderes, clásica en el sistema democrático. A comienzos de su mandato clausuró el Congreso y lo sustituyó (tras la venia popular expresada en otro refrendo) por una Asamblea a su entera disposición. Con apoyo de los asambleistas incondicionales, ha intervenido ya en la función judicial de modo directo e indirecto, pero con la última Consulta va a acertarle la estocada final.

Si bien la última consulta no la ganó Correa con los mismos amplios márgenes de las cinco precedentes, de todas maneras la ganó. Si el juez de Quito tuvo “cojones”, aún falta mucho para que la mayoría en el Ecuador recupere su virilidad testicular y cierre el paso al caudillo. Habría que averiguar a los especialistas qué tratamiento hormonal conviene a los ecuatorianos para que superen tal deficiencia.

La impotencia e incapacidad para vivir en democracia no es nueva en el Ecuador, como tampoco lo es para otros países similares del tercer mundo. Lo que acaso si no tenga precedente es que el apoyo para debilitar la democracia y fortalecer al autócrata haya sido libremente resuelto con votos por la mayoría del pueblo, no una sino varias veces en una misma administración.

¿Por qué ese apego al caudillismo? Quizás los antecedentes, en el Ecuador, se remonten a la era de la dominación inca, seguida sin transición por la dominación española. Los españoles, a diferencia de los anglosajones en América del Norte, no crearon nuevas instituciones de gobierno sino que trasladaron lo peor del sistema feudal de la Madre Patria. Filtros como las Leyes de Indias no sirvieron para nada.

Con la independencia subsistió el régimen hacendario con una clase dominante y una vasta población indígena y mestiza, sumisa y obediente. La Revolución Liberal de Alfaro fue inconclusa y contradictoria en cuanto a las concepciones democráticas. El “liberador” terminó de caudillo incinerado por las turbas. Sucesivamente advinieron regímenes elegidos en las urnas, si, pero con tantas falencias de fondo y forma que dificilmente podrían ser considerados democráticos.

En 1948 se inició una fase de estabilidad propulsada por Galo Plaza, que se prolongó hasta 1960 con José María Velasco Ibarra y Camilo Ponce. Pero las esperanzas de que la estabilidad continuaría para que madure el proceso de institucionalización democrática se vino al suelo cuando el pueblo volvió a elegir a JMVI en 1960. Su mandato fue caótico y los militares se vieron forzados a intervenir.

No por ello el pueblo entendió y aprendió. En 1968 volvió a elegir a JMVI y 4 años más tarde otra vez los militares se tomaron el poder. La herencia del caudillo ha sido intensa y se ha regado por todos los poros de la cultura nacional. No han escapado de ella sino pocos gobernantes y el actual por supuesto no es ninguna excepción.

A Correa le incomoda la democracia. Porque la democracia es tolerancia y él es esencialmente intolerante. La democracia es compartir el poder que se recibe del pueblo en tres funciones: legislativa, ejecutiva y judicial. Correa quiere absorber todos los poderes. Toda disidencia, como la de la prensa, la juzga subversiva y mediocre y busca acallarla con cualquier recurso.

Ahora cuenta con el recurso que el pueblo le ha dado: una junta que regule los contenidos de los medios, aprobando los que apruebe Correa y reprobando los que repruebe Correa. Como dijo en la campaña para la consulta, así es como él quiere garantizar la independencia de la prensa “corrupta”: con una sola orientación, pura y correcta, la suya.

A los medios de comunicación del Ecuador también les ha faltado “cojones”. A una víbora como Correa no se la domina con simples editoriales ambiguos y corteses, ni con marchas de empleados de las empresas. Hay que combatirlos con frontalidad. Los propietarios de diarios están organizados en un comité pero no han hecho uso de su poder para amansar a esta sierpe.

Los insultos contra los periodistas y la libertad de expresión son diarios y la prensa sigue dándole espacio sin protesta. Ha habido clausuras de radios y televisoras y apropiaciones, sin consecuencias. Correa veja y ordena suspender permisos de cobertura a los medios y nada pasa.

¿Por qué no un boicot al gran insultador? Cuando JMVI ordenó a El Comercio que publicara un comunicado ofensivo contra uno de los diarios y para el periodismo en general, el entonces director, Jorge Mantilla Ortega, se negó. Los gendarmes llegaron al edificio del Diario y lo apresaron, clausurando el medio.

Fue una jornada de gloria para el periodismo. A la postre Velasco cedió, Mantilla quedó libre y el periódico se reabrió con el aplauso de todos. El director recibió elogios y preseas internacionales por su gallardía, es decir por sus “cojones”. ¿Qué director de algún diario u otro medio en el Ecuador sería acreedor a un galardón parecido por enfrentarse al gran insultador de hoy?

Es probable que la vacilación de los medios obedezca al temor de que sus negocios sufran por retaliaciones del líder. En verdad, se trata de decisiones riesgosas, pero la inacción es peor. Acaba de comprobarse con la última Consulta. Ahora Correa puede hacer y deshacer de los medios y de la libertad de expresión, cobijado como está “por la voluntad popular” expresada en la mayoría de votos de respaldo.

Cualquier abuso que se cometiere a futuro (más allá del abuso que ya es en si el antidemocrático Comité para la Regulación de los Medios), no podrá ser cuestionado ante los tribunales. Porque éstos van a ser reestructurados como una rama más del Ejecutivo, a capricho de Correa y siempre con el respaldo popular.

Respaldo que recuerda el que le dieron los alemanes, incluídos judíos, a Hitler en 1933 y que luego han tenido, para llegar al poder o perpetuarse en él, autócratas fascistas como Nasser, Fidel Castro o Hugo Chávez. ¿Se sentirán más felices los adoradores de Correa en el Ecuador con esta comparación?

Saturday, May 7, 2011

LA GRAN "HAZAÑA" DE OBAMA

La mayoría, exceptuada gran parte del mundo islámico, ha sentido alivio con la desaparición de Osama Bin Laden. En la penumbra durante 10 años desde su golpe maestro contra las Torres Gemelas, era sin embargo el símbolo de la guerra a muerte contra la democracia de Occidente.

No obstante, como toda obra y palabra de quien autorizó liquidarlo, Barack Hussein Obama, el hecho está envuelto en tinieblas, contradicciones, falta de coherencia y consecuentemente incertidumbre. No es la primera vez que quien se ha encaramado en la Casa Blanca de muestras de misterio y falta de transparencia.

Obama, de lo poco que se conoce de su paso por la universidad o como “community organizer”, mas tarde senador y luego Presidente, se mostró siempre como un izquierdista de extrema que detestaba a la institución militar de los Estados Unidos y sus intervenciones en el extranjero. A poco de asumir el mando, viajó a Europa y Medio Oriente para pedir perdón.

Ahora los medios de comunicación, casi todos de izquierda y afines al pensamiento de Obama, lo exaltan por su coraje en la lucha contra el terrorismo y su decisión de ordenar a los Navy Seals ejecutar a OBL. No mencionan, por cierto, que como candidato y al comenzar su presidencia, se negó a condenar a los musulmanes terroristas y a llamarlos con este calificativo.

Con su pasado musulmán ancestral (hay quienes sostienen que todavía lo es) se dedicó a ensalzar a esa religión y sus contribuciones al desarrollo de la cultura y de la paz, no solo en Oriente Medio, sino en los Estados Unidos, aseveración que carece de fundamento histórico. Dijo buscar con ellos no la controversia, sino la amistad.

Como lo prometió en la campaña quiso clausurar la cárcel de Guantánamo en Cuba, creada por George W Bush como sitio ideal para encerrar e interrogar a los islámicos terroristas. A Obama le pareció esta prisión inhumana y mientras gestionaba el cierre, prohibió que continúen los interrogatorios, especialmente los de inmersión, por considerarlos tortura.

Igualmente, ordenó que los juicios a los combatientes de mayor riesgo sean juzgados no por tribunales militares, como se estila en tiempos de guerra, sino por tribunales civiles y en la ciudad de Nueva York. Los acusados, en esas circunstancias, podrían acogerse a las protecciones legales y a la Contituición norteamericana, como cualquier delincuente común.

El repudio a Obama y su Fiscal General Eric Holder por tales decisiones fue en todo el país unánime y ambos proyectos están frenados. Se ignora si la orden de matar a OBL hará cambiar a Obama su posición sobre estos temas, así como sobre otros, como el atinente a los interrogatorios.

George W Bush, con el consenso de sus asesores civiles y militares en seguridad nacional y de delegados bipartidistas del Congreso, resolvió que a los detenidos en Guantánamo y otras prisiones especiales en Europa, había que extraerles la mayor cantidad de información por ser clave para desmantelar la red terrorista internacional y bloquear sus proyectos de exterminio.

Para ello había que reforzar las técnicas de interrogación. Una de ellas, nada nueva, era la de someter al reo a inmersiones continuas en agua, hasta el límite máximo de resistencia. El objetivo no era ni es que ese momento confiesen, sino que acepten cooperar para las confesiones usuales. No es tortura. No hay heridas, no hay amputaciones, no hay muerte.

Pero Obama y sus áulicos creen que es una tortura que puede afectar a la sensibilidad de los terroristas y por eso la suprimió el dia mismo en que se posesionó. Ahora se vanagloria de su coraje por ejecutar a OBL, pero bien sabe que la información que condujo a ello fue obtenida gracias a la inmersión que regía en la anterior administración.

Parecería que Obama, horrorizado ante la posibilidad de que OBL pudiese ser capturado vivo y sometido a las inmersiones (o “waterboarding”, en inglés), prefirió dar la orden de asesinarlo con un par de tiros en el ojo izquierdo y arrojar su cadáver en el mar. Una y otra decisión serán motivo de un debate sin fin.

Pero previamente hay que reflexionar. ¿Fue espontánea y sincera la actitud de Obama al ordenar la muerte del símbolo del terror? La pregunta es válida, porque su pasado demuestra que siempre estuvo contra la respuesta militar al terrorismo. En El Cairo prometió, en su lugar, extender la mano al buen musulmán e idéntico mensaje envió al Irán.

¿Cambió Obama de la noche a la mañana? ¿Se volvió de pronto un sincero seguidor de la doctrina Bush? Porque lo que decidió contra OBL es lo que quería Bush desde la tragedia del 9/11 y que él y los demócratas en mayoría en el Congreso lo impidieron con toda suerte de obstrucciones de carácter legal.

Desde el 2009, cuando Obama reemplazó a Bush, los interrogadores de la CIA (los mismos que han permitido la “hazaña” de matar a OBL) están sometidos a juicio por el Procurador Holder. Los interrogatorios, como quedó dicho, se han suspendido en Guantánamo. Los fondos de la CIA se han reducido (al igual que su moral) y para el próximo presupuesto Obama tiene previstos inmensos recortes de fondos para disminuir el poder militar norteamericano.

Hay indicios de que Obama fue forzado a tomar la decisión que tomó, tanto por parte del Director de CIA, Panetta, como del grupo militar una de cuyas ramas son los célebres Navy SEALS. Las investigaciones habían avanzado al punto de máxima evidencia y no cabían vacilaciones, como la de Bill Clinton que ordenó no disparar a OBL cuando los de la CIA lo tenían encañonado en un desierto de Sudán.

Obama, el domingo pasado, jugaba golf. Panetta lo trajo de urgencia a la Casa Blanca, a los pocos hoyos de juego. Le dijo, estamos en ésto, tienes que optar por lanzar un cohete a la mansión de OBL o enviar los comandos que están listos para el asalto. Prefirió esta última opción, que era la más razonable.

Pero en lugar de capturarlo vivo, dio orden de matarlo. Estaba inerme. No había resistencia armada en el complejo. Tomar posesión de él sin pérdida de vidas no era un imposible para superhombres como los SEAL. Pero éstos cumplen órdenes y lo mataron. Con Bush, Hussein fue capturado vivo y sometido a un juicio penal por los iraquíes.

¿No habría sido mejor para la humanidad que OBL hubiera comparecido ante un mini tribunal de Nuremberg? ¿Y por qué se lo lanzá al mar y por qué no se divulgan fotografías de este acto incomprensible así como de su ajusticiamiento? Sea de ello lo que fuere, OBL ha desaparecido de la faz de la tierra no por Obama, sino a pesar de él.

Luego de la caida del Muro de Berlín y la fracción del imperio soviético, el presidente Bill Clinton dispuso que se resten fondos a la CIA y a las fuerzas armadas. Para él, su personal bonhomía era suficiente para aplacar a los enemigos de USA o para seducir a las Lorenas Lewinskys de su entorno.

Es ls misma mentalidad demócrata de los Obamas. Cuando por fuerza de sus funciones elogian a los militares, lo hacen de labios para afuera. No aceptan que su papel sea comparable a la hemoglobina para combatir las enfermedades. Éstas, como los enemigos, jamás desaparecerán, como no desaparecerá nunca el mal. Lo militar existe en USA no para expandir un imperio inexistente, sino para defender un sistema de vida en libertad.

Obama, con encuestas de opinión cada vez más negativas por su mala conducción del gobierno especialmente en lo económico, ha tratado de resarcirse con su “hazaña”. Pero el repunte ha sido magro y en el fondo es más bien una aprobación a las estrategias antiterroristas de Bush. Para la reelección en el 2012, Obama necesitará mucho más que la ficción de su sorpresivo y supuesto amor por lo militar para triunfar.

La economía está por los suelos con una inflación acelerada, con precios de la gasolina en una imparable alza, con un desempleo que no baja del 9% o más y una política exterior y de defensa nacional vacilante e imprecisa. No son factores ciertamente que la vayan a favorecer con el voto en los próximos comicios presidenciales.