Sunday, October 30, 2011

CRISIS GLOBAL Y PATRÓN ORO

Frente a la crisis económica que afecta no solo a los Estados Unidos y a Europa sino al mundo entero, no se está poniendo énfasis suficiente en el hecho de que dicha crisis es, por sobre todo, monetaria: hay más gasto público que ingresos porque se emite dinero sin control.

Históricamente las transacciones de compra venta, el ahorro y la inversión se sustentaban en un valor invariable: el oro. Por mucho tiempo el medio de cambio fueron las monedas de oro y eventualmente de plata, al no caber el trueque generalizado de mercancías.

Las monedas metálicas más tarde fueron complementadas por otro medio de cambio más dúctil y flexible, el papel moneda. Pero este papel no fue creado en el aire, se lo respaldaba con el oro depositado en los bancos privados originalmentre creados en Florencia y que paulatinamente fueron adquiriendo mayor complejidad en las transacciones.

Mientras el patrón oro, que así llegó a llamarse, servía de horma para la emisión de papel moneda, cheques y demás papeles fiduciarios, el sistema monetario a nivel mundial se mantuvo estable. Los gobiernos de países con problemas internos optaban eventualmente por devaluar sus monedas con respecto al oro, pero con deterioro de la calidad de vida.

Hacia los años 1920 y 1930 sobrevino la depresión e Inglaterra abolió la “horma” oro con lo cual sobrevino una ola inflacionaria con el consiguiente desempleo, antesala de la II Guerra Mundial y tejida sobre los errores cometidos por quien vencieron en la I Guerra Mundial.

Concluída la guerra segunda, el caos monetario y financiero buscó una salida en la reunión de Bretton Woods. Allí se reimplantó el patrón oro marcando un acelerado crecimiento económico con estabilidad, sin precedentes en todo el orbe. Los gobiernos no podían imprimir dinero al antojo político de sus líderes sin sufrir graves consecuencias financieras.

Estados Unidos, como primera potencia económica, sustituyó a la libra esterlina como moneda de transacción internacional y de libre convertibilidad. Los países consideraron al dólar tan confiable como el oro por lo cual buscaron acerecentar las reservas, como si reservasen oro. Hasta que vino la crisis de la guerra de Vietnam y la escalada de los precios del petróleo orquestada por la OPEP.

Algunos países, especialmente Francia, comenzaron a convertir los dólares en oro y ello precipitó una merma peligrosa en las reservas auríferas de los Estados Unidos, que para 1970 mutó su papel de exportador de petróleo por el de importador neto.

El presidente de entonces, Richard Nixon, republicano, con el consejo de luminarias de la economía como Milton Friedman, decidió en 1971 eliminar la libre convertibilidad del dólar generando una crisis que reverbera aún hasta estos días. La máquina impresora de billetes en Washington, que comenzó a funcionar sin respaldo aún antes de que se abandonara el patrón oro, se desquició y ha alcanzado un ritmo de locura con el actual presidente demócrata Barack Hussein Obama.

Los bancos centrales se contagiaron por los cinco continentes. La situación se agravó con la presión de sindicatos públicos y privados, que redoblaron sus exigencias para lograr “conquistas sociales” en cuanto a aumentos salariales y de pensiones jubilares, reducción de la jornada laboral y edad de retiro y más. Los gobiernos y empresarios sucumbieron a las amenazas, acaso suponiendo que todo no era sino “imprimir más dinero”.

Eso es lo que se ha hecho en Estados Unidos y de manera superlativa en Europa. Europa está en bancarrota. ¿Cuál ha sido la “inteligente” solución a la crisis del pasado fin de semana? Imprimir dinero, comprar deudas a los quebrados como Grecia, luego será Portugal, más tarde España e Italia. La crisis no se ha solucionado, el golpe definitivo de quiebra solo se ha aplazado. ¿Hasta cuándo?

Hay quienes creen que la medida respaldada por Merkel, la líder alemana, no durará más de dos semanas. La solución de fondo tendrá que ser la declaratoria de quiebra de Grecia y similares y su separación de la Unión Europea y la utopía de unir a las desigulaes para igualarlos ¿a qué y con qué rasero?

Mientras Europa se derrumba, Obama quiere arrastrar a los Estados Unidos al mismo sifón inflacionario de quiebra y corrupción. A comienzos de su administración, en enero del 2009, botó casi 1.000 millones de dólares al mercado para impulsar la economía y el empleo. Fracasó: la economía se estancó y el desempleo trepó al 9.1% o más.

Frente a esta evidencia, Obama propuso al Congreso una nueva emisión de papel moneda sin respaldo, por 500 mil millones de dólares para seguir subsidiando a los sindicatos con beneficios onerosos y a los empleados públicos que ganan ya casi más del doble que los empleados privados. El Congreso, a pesar de contar con muchos demócratas, negó el pedido.

Puesto que para su campaña por la reelección en el 2012 no puede exhibir logros positivos, se ha dedicado a una guerra de clases contra los ricos, a los que quiere cargar con más impuestos y a blandir su condición de mulato para acusar a sus opositores de racistas. Pero la deuda llega a casi 15 trillones de dólares que ni toda la riqueza de los ricos confiscada alcanzaría a reducirla en lo más mínimo.

Como sostienen los republicanos, el problema no es de ingresos, sino de gasto. Hay que reducir los descomunales gastos fiscales magnificados en este régimen y cesar la lucha de clases al tiempo de reducir las regulaciones y facilitar la inversión, el ahorro y la creación de empleo en el sector privado.

Lo cual es lógico. Pero juntamente debería iniciarse una campaña de persuasión para que el mundo retorne al patrón oro como un vehículo probado para frenar la inflación, resultante de la irresponsable impresión de papel moneda por parte de los bancos centrales. No parece haber otra alternativa mejor. Si la hubiere, sería interesante que alguien la exponga.

(Se ha sugerido una enmienda constitucional para obligue al gobierno y al Congreso aprobar el presupuesto federal únicamente si está libre de déficit, como en Ohio. Pero ello, si bien deseable, solo sería complementario)


Sunday, October 23, 2011

SE CUMPLE OTRO OBJETIVO: LA RETIRADA

El presidente demócrata Barack Hussein Obama continúa triunfante en su propósito de campaña de transformar a los Estados Unidos de primera potencia mundial en todos los órdenes, en un “imperio” en ruinas. La orden de retirada de tropas en Irak es otra prueba.

Tan pronto se posesionó en enero del 2009, Obama comenzó a poner en práctica lo que aprendió de sus maestros izquierdistas/marxistas, para quienes USA y la democracia capitalista son los responsables de todos los males del mundo, por lo cual hay que pulverizarlos.

Entre sus principales mentores figuran el pastor Jeremiah Wright, de la Iglesia Trinity United Church of Christ de Chicago, a la cual asistió Obama y en la cual casó con Michelle y bautizó a sus dos hijas y el catedrático de la Universidad de Illinois, Bill Ayers, terrorista confeso en su juventud.

Las prédicas de Wright, incendiarias y racistas, fueron escuchadas por el ahora ocupante de la Casa Blanca por mas de veinte años continuos. Nadie que no comparta y acepte sus criterios de ataque a la esencia cultural e histórica de esta nación podría tolerar sus sermones, ni siquiera por un día.

En cuanto a Ayers, autor de un atentado terrorista en sus años de estudiante universitario, lo ha justificado aduciendo que fue un esfuerzo de protesta contra el sistema que “no produjo muertes” ni daños mayores, por lo que fue absuelto. En sus escritos y libros y en sus clases, aboga por la destrucción de la democracia capitalista debilitándola desde adentro, sin guerrillas, mediante votos, manipulando sus fragilidades.

Es un recurso ahora en boga a raíz del consejo de Mao Zedong a los extremistas, tras el fracaso de los intentos revolucionarios del Che Guevara en Angola y Bolivia imitando las acciones guerrilleras que llevaron al poder a Fidel Castro hace más de 50 años en Cuba, junto con camaradas como el propio Che.

Hay varios discípulos victoriosos del nuevo estilo de infiltración en los sistemas capitalistas endebles: Hugo Chávez en Venezuela, Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia, Daniel Ortega en Nicaragua, Cristina Fernández en Argentina. A los que habría que sumar los casos de un socialismo distinto, pero igual de destructor, en Europa.

Lo impredecible ha sido el surgimiento en los Estados Unidos, bastión del capitalismo, de un líder de esa laya. Obama, desde su posesión en la Casa Blanca no ha cesado de divulgar urbi et orbe que este país está en declinación, pidiendo excusas por los supuestos errores cometidos por una forma de vida que ha resuelto liquidar.

En lo interno, la economía está en ruinas. Y en el frente externo, todas sus decisiones se encaminan a lo mismo. Obama, como senador, se opuso siempre con otros pocos legisladores a la guerra contra Irak, pese a las evidencias de la inteligencia de USA y Europa de que allí había armas nucleares y químicas, estas últimas utilizadas para asesinar masivamente a sus conciudadanos kurdos.

A la postre no se detectó la presencia de estas armas, pero es presumible que en el lapso entre la advertencia a Hussein de aceptar la inspección a expertos de Naciones Unidas y la guerra, el líder árabe pudo transportar dichas armas a Siria, según se probó con las fotografías satelitarias de grandes camiones cruzando el desierto en esa dirección. (Israel bombardeó más tarde las instalaciones que Siria montaba en su territorio con esos artefactos).

Bush continuó la guerra y reforzó el número de tropas para alcanzar la victoria. Se estableció un gobierno democrático libremente elegido por votación popular y se hubiera alcanzado la paz duradera de no mediar la oposición interna de demócratas como Obama y la debilidad de Bush de no haber declarado formalmente la guerra al terrorismo islámico para alcanzar rápidamente la victoria (como inicialmente en Afganistán).

Las “rules of engagement”, es decir las reglas de juego para guerrear, habían sido paulatinamente ablandadas por los demócratas tras el proceso de socialización que arrancó en los años de 1960, luego de las dos grandes guerras que no ganaron los Estados Unidos: la de Corea, que terminó en un armistición que aún perdura y la de Vietnam.

Al error táctico/político de Bush se sumó su inhabilidad de resisitir a las presiones de la izquierda “pacifista” de tratar al enemigo como delincuente común, con derechos constitucionales. Al soldado norteamericano en los campos de batalla se le ha llegado a obligar a pedir permiso al superior para defenderse con las armas, por temor a herir los derechos del enemigo que, como terrorista, no está sujeto a ninguna ley. Así mismo, la decisión de Obama de permitir a los soldados homosexuales a que revelen y practiquen abiertamente su homosexualidad traerá consecuencias nefastas en lo militar.

Pese a que las fuerzas armadas de USA siguen siendo las mejor equipadas y adiestradas, no pueden ganar las guerras en esas condiciones, porque ha prevalecido el sentimiento derrotista de los políticos de izquierda en Washington, acentuado especialmente a raíz de Vietnam.

El general Douglas McArthur, héroe de la II Guerra Mundial y responsable de la reconstrucción y pacificación del Japón, decía que cuando una nación va a la guerra, el único propósito que existe es ganarla. En la de Corea, planteó con esa doctrina medidas para derrotar al enemigo norcoreano y sus promotores de China y la URSS. Pero Truman se opuso y optó más bien por destituirlo. El resultado fue el armisticio.

En cuanto a la guerra de Vietnam, no se la perdió militarmente sino por imposición de Washington. Los estudiantes universitarios organizaron revueltas por todo el país contra la guerra, con muertes, inspiradas no por principios sino para evadir el reclutamiento militar obligatorio. El Congreso se hizo eco y retiró los fondos para la guerra y ésta se perdió.

Obama sigue en la mismo línea. Si bien envió refuerzos a Irak, en ningún momento ocultó su menosprecio por la institución militar y por “la guerra de Bush”. Es verídica la versión de que el envío de mas tropas era un pretexto para confirmar que la guerra no era ganable y que, como lo había prometido en campaña, había que retirarse de Irak sin la victoria.

Acaba de confirmarlo. Ningún soldado quedará en ese país hasta fines de este año, salvo contingentes para resguardo de la sede de la embajada en Bagdad. El sacrificio de 4.400 soldados norteamericanos (muchos más que los 3.000 de las Torres Gemelas) y miles y miles de heridos y amputados ha sido en vano pues Irak, al igual que Afganistán, caerán en manos del terrorismo islámico bajo el liderazgo de Irán, que contará o cuenta ya con armas nucleares.

En la Alemania nazi fascista y en el Japón y Corea aún hay tropas que han evitado la regresión de las dictaduras que originaron la II Guerra Mundial y se creó la NATO para reforzar esa previsión. Con ello se evitaron los errores del armisticio que dio fin a la I Guerra Mundial y dejó sembradas las semillas para la subsiguiente conflagración global.

Sin el respaldo militar e ideológico, Irak y Afganistán caerán en manos de los talibanes y las milicias que financian y promueven los extremistas de Irán. Su influjo se extenderá a toda la región del Medio Oriente, como está ocurriendo en estos mismos instantes en Egipto, Siria y Libia. Obama, con su filosofía, ha facilitado ese proceso, desde la retaguardia según se ufana.

Las perspectivas son sombrías. China y la URSS por el momento son una incógnita, pero el islamismo terrorista se declara abiertamente enemigo de los Estados Unidos e Israel, porta estandartes de la vida en democracia. Pero este sistema se corroe por dentro (el canje de un prisionero israelí por 1.028 asesinos palestinos lo prueba) y, a menos que ocurra algún milagro, podría avizorarse su fin.

Si la izquierda extrema se está aprovechando de las fragilidades del sistema democrático para fracturarlo, la única forma de frenarla está también dentro del mismo sistema: los votos. En noviembre del 2012 los norteamericanos tendrán la oportunidad de bloquear la reelección de Obama. Si no lo hacen, la marcha degenerativa de la democracia seguirá su curso. Pero las elecciones parciales de noviembre del 2010, cuando el pueblo dijo rotundamene no al obamismo, alientan la esperanza para la redención.

Sunday, October 16, 2011

¿SUBLEVACIÓN GLOBALIZADA?

Quedaron resonando las advertencias de Glenn Beck, un controvertido animador de radio y TV de este país. Dijo tener pruebas de que los motines que comenzaron en Wall Street y que se han extendido a otras ciudades y continentes, son promovidos y financiados por grupos de extrema izquierda empeñados en disminuir el potencial e influjo de USA.

Beck tiene ahora su propio canal de TV y en la entrevista en el O’Reilly Factor de Fox News no dio detalles sobre los documentos que posee. Pero la sincronización de los movimientos y la similitud en los mensajes contra el sistema capitalista identificado por Wall Street, siembran dudas e inducen a pensar que, en efecto, hay una coordinación internacional en las revueltas.

Lo penoso es que el presidente de los Estados Unidos, Barack Hussein Obama, ha sido el primero en respaldar a los rebeldes “occupiers” de un parque privado adyacente al distrito bancario y financiero de Wall Street, en la ciudad de Nueva York. A él se han sumado, por cierto, los principales líderes del partido demócrata que lo llevó a la Casa Blanca en el 2008.

Hay coherencia en esa decisión de los demoliberals. Obama, al momento de posesionarse, prometió no cambiar ni mejorar a los Estados Unidos y su sistema, sino transformarlo. Se transforma solo algo que está mal, que no funciona, para sustituirlo por algo mejor. Y es éso lo que dicen a gritos y con carteles los hacinados en el parque de Wall Street.

Los ataques se enfilan contra la banca de Wall Street, culpándola del mal estado de la economía nacional y el alto desempleo, oficialmente del 9.1% pero que realmente asciende al 16%. Los amotinados que se defecan, orinan, emborrachan, se drogan y fornican a vista y paciencia del alcalde Bloomberg, pasan por alto que Wall Street dio más de 70 millones de dólares a Obama en su campaña, más que a todos los 4 o 5 candidatos presidenciales (sumados) que le precedieron.

Tampoco analizan que el multimillonario subsidio o bailout de billones de dólares para la banca quebrada por operaciones fraudulentas, fue dada por Obama, sin beneficio alguno para la economía y la falta de empleo. De ahí que el diario The Miami Herald, demócrata, publica hoy una caricatura sobre los “occupiers” en la que dice que los verdaderos “occupiers” de Wall Street son Obama y sus áulicos.

Muchos interpretan el surgimiento de los “occupiers” como una respuesta de los estrategas demócratas pro reelección de Obama para el 2012 como una respuesta al Tea Party del lado republicano, que barrió en las elecciones de medio tiempo de noviembre del 2010 y con cuyo apoyo se busca derrotar a Obama en los comicios presidenciales que se avecinan.

Pero hay diferencias sustanciales de fondo y forma entre los dos movimientos. Para comenzar, los del Tea Party no apestan. Ha habido convocatorias de hasta 300.000 personas (en Washington D.C.), siempre con autorización policial. Terminados los encuentros, los participantes se retiran en paz, sin dejar tras de si ni una colilla o un vaso plástico de basura.

El contraste con los “occupiers” es fétido. El alcalde Bloomberg rogó a los manifestantes que se retiren temporalmente para limpiar e higienizar el campo ocupado, pero dio marcha atrás con la resistencia. Y les pidió disculpas si algún agente del orden fue violento. Los amotinados percibieron la debilidad y, con más coraje, planearon para la noche del sábado una “toma” de Times Square. Fueron dispersados y hay unos 70 presos.

El Tea Party no quiere la muerte del capitalismo, ni la prisión para los banqueros de Wall Street, ni la transferencia de la riqueza de unos para los que no la tienen. Su prédica es la no alza o creación de mas impuestos y la supresión de las corrupciones para no debilitar más al sistema democrático, capitalista, liberal. La corrupción se origina en gran parte en las interferencias inconsultas y contraproducentes del gobierno en el sector privado.

La banca privada y la economía en general entraron en crisis al término de la administración del republicano George W Bush, como resultado de la presión demócrata para que conceda préstamos de vivienda a todos los que lo solicitaren, aún sin probar su capacidad de pago. Como muchos préstamistas no quisieron correr el riesgo de conceder créditos hipotecarios incobrables, el Estado les garantizó la recuperación.

Bush, al comprender que se cernía una hecatombe, quiso frenar esta práctica anti mercado pero un Congreso de mayoría demócrata le obstruyó. Al término de su gestión y en acuerdo con su sucesor Obama, se acordó crear un fondo de 850.000 millones de dólares de subsidio para la banca y corporaciones en quiebra. Obama lo puso en práctica a su antojo y los resultados ahondaron la crisis.

Un principio fundamental del sistema democrático capitalista es el riesgo. Cada individuo o empresa privada están en libertad de escoger la inversión que deseen y manejarla como mejor lo juzguen, siempre dentro de la ética y regulaciones vigentes. Si el proyecto marcha positivamente, los inversores tienen todo el derecho para gozar del lucro, ahorrar, gastar o reinvertir.

Pero puede darse el caso contrario. Por mala gestión o por vicisitudes imprevisibles del mercado, que la inversión fracase. Los perdedores son los que arriesgaron su capital y nadie más. El sistema de libre mercado, por si mismo, les castiga. Ninguna inversión, por mínima o gigantesca que fuere, debe quedar exonerado de esta alternativa.

Fue en este punto que erraron Bush y Obama, al decidir subsidiar a institucionens “demasiado grandes para quebrar”. Pero Bush dejó el poder y quien manipuló el gasto del subsidio fue Obama. La responsabilidad es, por tanto, exclusivamente de él. Ahora quiere corregir los errores y las frustraciones de la medida con un nuevo error que conduciría a más frustración: otros 450.000 millones de dólares de bailout, que el Senado con mayoría demócrata ya negó.

Los “occupiers”, cuando son presionados a responder con qué sustituirían al capitalismo, divagan. Son impermeables al diálogo, a la información, a la controversia. Repiten los mismos esquemas mentales aprendidos en las universidades dominadas por gente de izquierda extrema que adoctrina a los jóvenes como Obama a su tiempo (y Correa, en el caso de Ecuador).

No dicen en concreto qué tipo de gobierno, si comunista, socialista o de otra índole. Pero se intuye cuál es su posición, que es la de Obama: el capitalismo es malo, injusto, inmoral, hay que reemplazarlo por un gobierno fuerte que redistribuya la riqueza, mediante altos tributos a los ricos y más regulaciones obstructivas a los empresarios.

En el fondo, los que así piensan repiten las utopías que afloran de tiempo en tiempo a lo largo de la historia: con igualdad hay prosperidad para todos y desaparecen la injusticia y la explotación de unos a otros. La misma historia y el sentido común, que con ellos se eclipsa, prueban exactamente lo contrario. Mientras más intrusivo y autoritario es un gobierno, hay más miseria con la pérdida de libertad.

Porque la útopica igualdad no se da sino con un régimen escaladamente autoritatorio que restrinja y elimine las libertades de los “desiguales”. Pero la igualdad no es opcional ni imponible: está en la naturaleza. Ni la pareja familiar crea hijos iguales, ni lo son los siameses. Las diferencias entre individuos comienzan en el momento mismo de la concepción y si el feto no es abortado, se transparentan y frortalecen al nacer y crecer.

No hay nada condenable en ello, sino lo contrario. No todos nacemos hombres y no todos los hombres y mujeres son iguales entre si. La diversidad acaso pueda crear conflictos, pero tambien crea felicidad, competitivid positiva, estímulos, goces. Tratar de borrar las diferencias por métodos artificiales, culturales o de otra índole, produce resultados degenerativos y castrantes. Hay la tendencia en las escuelas, por ejemplo, de eliminar calificaciones según las aptitudes en estudios y deportes, para así no ofender a los menos aptos.

Eliminar la competencia es matar la creatividad. Es un mercado abierto al intercambio de ideas el que motiva ingenios asombrosos que ahora todos alaban, como el de Steve Jobs y sus fabulosos productos Apple. Si el mercado es aherrojado y controlado férreamente, como lo quieren Obama y sus coidearios Castro, Chávez, Correa y Kim Jong, habrá miseria y los potenciales Steve Jobs no brillarán jamás.

(La única igualdad tolerable y deseable es la igualdad de oportunidades, a fin de que todos la tengan para desarrollar en libertad sus potencialidades).

Algunos comparan a los “occupiers” con los que promovieron la “primavera árabe” en Medio Oriente. Falso. Allí, en Egipto y otros países, las revueltas se organizaron contra gobiernos como el de Mubarack, a quien terminaron por deponer. Aquí, en USA, los revoltosos están con el presidente Obama, unidos ambos contra el sistema que libremente lo llevó al poder.

Por lo visto, lo que identifica a los rebeldes de éste y otros países no es algo concreto como “menos gobierno, menos impuestos” que proclama el Tea Party, sino amenazas como “muera el capitalismo, mueran los millonarios” y algo obsceno como “F--- USA”. En definitiva abogan por un gobierno global comunista y autoritario al estilo URSS o nazifascista.

Para lograrlo Obama y sus seguidores demócratas y los del parque de Wall Street tendrán que forjar alguna estratagema distinta a la del proceso normal de las elecciones. Porque si la situación sigue como ahora, o peor, (que es lo más probable), cualquier republicano nominado candidato presidencial lo arrollará en los comcios de noviembre del 2012.

Sunday, October 9, 2011

¿PARADOJA? OBAMA SALVADOR DE USA

El presidente Barack Hussein Obama ha sido uno de los más nefastos mandatarios que ha tenido los Estados Unidos, acaso peor que Jimmy Carter (1977/1981), quien como él era un militante del partido demócrata.

Y sin embargo y precisamene por su mala gestión gubernamental en lo político y económico, Obama podría pasar a la historia como el líder que aglutinó al pueblo norteamericano para echarlo del poder con una enorme votación, acaso tanta como la alcanzada por Reagan para derrotar a Carter en 1981.

Pero el triunfo republicano en el 2012 quizás tendría una mayor trascendencia, pues podría significar el fin de la tendencia de los últimos tres o cuatro decenios de conducir a esta nación, la más próspera en la historia de la humanidad, por el sendero del estatismo socializante que ha llevado a la virtual quiebra a otros países, incluidos los de la Unión Europea.

Cuando Obama se posesionó en enero del 2009, propuso transformar a los Estados Unidos tal como han sido conocidos hasta la fecha. No dijo mejorarlo, superar sus debilidades o corrupciones: concreta y enfáticamente propuso su transformación. En casi tres años de gestión administrativa, sus promesas comienzan a ser verdaderas.

Y eso no gusta a la mayoría de norteamericanos. Porque presupone un rechazo al sistema democrático, capitalista, competitivo y tolerante que se basa en el esfuerzo libre del sector privado, para sustituirlo por uno en el cual el Estado es lo preponderante. Las libertades individuales ceden paso a las regulaciones estatales cada vez más severas, restrictivas y coercitivas.

La tendencia hacia la socialización no nace con Obama. Se arrastra desde la terminación de la segunda guerra mundial y se aplicó primeramente en el Reino Unido, cuando Winston Churchill fue derrotado por el laborismo y se inició el viaje hacia el “welfare state” o estado sobreprotectivo que intenta redistribuir la riqueza desalentando el potencial creador de riqueza de la comunidad.

Ahora Europa está en crisis y la solución a la que se está recurriendo es subsidiar a la banca y a los gobiernos que sucumbieron al ilusionismo de ofrecer bienestar con dinero ajeno o inexistente. En lugar de presionar para que la UE retorne a los principios fundamentales del libre mercado, o sea gastar conforme a los recursos disponibles, se da más dinero (impreso) para aumentar el gasto público y los subsidios, en una acción comparable a dar más licor a un alcohólico irredento.

En Grecia, para dar ejemplos al vuelo, los burócratas públicos son más numerosos que los empleados privados, sus sueldos son mayores, se acogen a la jubilación a los 45 años de edad, gozan de ocho semanas de vacaciones anuales, y en el sector privado, los sindicatos no se quedan atrás en sus “conquistas” laborales.

Por desgracia, la máquina impresora de billetes no cuenta con el respaldo de aumento en la producción y productividad, por lo cual su efecto es inflacionario. La sola salidad a la crisis en Grecia y la Unión Europea es frenar el gasto innecesario, abolir los sindicatos públicos, bajar los impuestos y entonces aspirar a un crédito estabilizador.

En Estados Unidos también se ha caído en la seducción redistributiva de posguerra. Los demócratas, que prefirieron una Guerra Civil y la secesión a renunciar a la esclavitud y que luego se opusieron a que los negros tuvieran plenos derechos ciudadanos con la Restauración, 100 y más años después se inclinaron por medidas extremas para proteger a “pobres” y a los negros como forma de expiar las culpas del pasado.

Con Lyndon B Johnson (1963/1969) aprobaron medidas como la Lucha contra la Pobreza que ha gastado inútilmente trillones de dólares sin resultados positivos demostrables. O la “Affirmative Action”, que otorga privilegios a los negros y a otras minorías para ingresar a las universidades o acceder a empleos, no por sus calificaciones sino por su condición de negros, o hispanos o mujeres, ubicándolos de hecho como ciudadanos de segunda clase.

Los avances de su aparente sentido compasivo no se han detenido allí. Al igual que en Europa, los sindicatos públicos y privados han rebasado las posibilidades de negociación equilibrada. En uno y otro caso han contado con el respaldo de los demócratas en el Ejecutivo y en el Congreso. Y éstos, por ese hecho solidario, han recibido sus votos y dinero.

La Boeing, por ejemplo, quiere instalar una planta ultramoderna en Carolina del Sur, donde no es obligatorio que los empleados y obreros se sindicalicen, como lo es en California y otros Estados. Los beneficios serían inmensos en cuanto a empleo e inversión. Mas Obama objeta la inversión, exigiendo que la sindicalización sea obligatoria, en interferencia más allá de sus atribuciones.

En la General Motors el sindicato quebró a la fábrica más grande del mundo, por las excesivas exigencias de los obreros y empleados. Como en Europa, hay empleados que se jubilan a temprana edad y con pensiones incluso superiores a sus últimos sueldos y hay empleados que reciben sueldos sin trabajar. Para evitar la quiebra, Obama subsidió a la GE con cereca de 20.000 millones de dólares, pero los privilegios sindiclaes no fueron afectados en absoluto.

Los empleados públicos, como en Europa, superan en número e ingresos a los del sector privado. En el sector privado al menos los empresarios tienen la opción de compensar mejoras salariales y beneficios con revisión de gastos y aumento en la productividad. En el sector público, tanto a nivel federal como estatal y municipal, la única alternativa para aumentar salarios y pensiones es aumentar impuestos.

Los abusos, que se dan por la obscena complicidad con los demócrtas, no pueden ser interminables. Como en Europa, los Estados Unidos están al borde de la quiebra. La deuda llega ya a los 15 trillones de dólares y supera al PNB (la deuda Obama es mayor que la de todos los presidentes que le han precedido, desde Washington hasta el primer presidente Bush). Obama echó al mercado 850.000 millones de dólares en el 2009 para estimular la economía y generar empleo, pero los resultados han sido frustrantes.

El desempleo sigue oficialmente en el 9,1%, que algunos demuestran que llega en realidad a más, talvez al 15% y entre los negros al 17%. Y ahora pugna porque se le autorice gastar otros 450.000 millones de dólares más para los mismos fines y con seguridad los mismos resultados. Al parecer su proyecto será rechazado por el Congreso y no solo por republicanos sino también por muchos demócratas.

Estas políticas dilapidadoras (sin tomar en cuenta sus fracasos en política exterior), ya fueron rechazadas de manera contundente en las elecciones de medio tiempo, en noviembre del 2010, cuando los republicanos retomaron la mayoría en la Cámara de Representantes. Ahora el propósito de la oposición es impedirle la reelección de Obama y recuperar la mayoría en el Senado en los comicios de noviembre del 2012.

Factor decisivo para la victoria del 2010 fue al acción del Tea Party. Surgió de manera espontánea por todos los rincones, no tiene liderazgo definido, no aspira a convertirse en un tercer partido político y solo quiere que se detenga la tendencia estatizante que se esparce por el mundo y que Obama la quiere acentuar en este país.

Convencidos del impacto del Tea Party, los estrategas para la reelección de Obama se han ingeniado un remedo, los “ocupantes de Wall Street”. Ellos aspiran a contrarrestar el influjo del Tea Party para la reelección. Los principales medios de comunicación, que protegen a Obama y vilipendian al Tea Party, elogian y enaltecen ahora a los congregados en un parque cercano a Wall Street y reeclaman para la respetabilidad que negaron a los del Tea Party.

Pero son dos grupos distintos. El Tea Party quiere cambios dentro del sistema para que el sistema no se debilite con la excesiva intromisión del Ejecutivo, alza de impuestos, más regulaciones y deuda. Los “ocupantes” buscan, con Obama, abolir el capitalismo y vacilan y titubean cuando se les pregunta con qué forma de gobierno o sistema lo sustituirían.

En el decenio de 1960 surgieron las protestas contra la guerra en Vietnam. No había muchachos idealistas anti guerra, sino cómodos usufructuarios de la bonanza de posguerra que querían librarse del servicio militar obligatorio. Cuando la guerra se perdió, pudiendo ganarla, nada dijeron estos muchachos ni sus protectores sobre las terribles matanzas que se dieron con Nordvietnam, en Laos y con el Pol Pot en Camboya, con más de dos millones de muertos.

Los de hoy en Wall Street no quieren empleos de salarios mínimos para comenzar, como declararon en TV, sino directamente de seis cifras tomando el dinero de los “ricos”. Muchos de los “papis” de estos jóvenes de seguro que trabajan en Wall Street, comentó Donald Trump.

En suma y gracias a Obama, la sociedad norteamericana finalmente parece que se está definiendo con más claridad tras decenios de experiencias socializantes cuyas consecuencias algo brumosas en unos casos, han sido recibidas con impasibilidad. Ahora la división es precisa: o se está con la doctrina estatizante y redistributiva de Obama (tipo Chávez, Correa o Europa) o se está por el sistema democrático y capitalista, que es el que ha engrandecido a esta nación.

La respuesta se conocerá en noviembre del 2012.