Friday, September 28, 2012

LAMENTABLE FALTA DE INTEGRIDAD


Esta vez ha sido la revista Vistazo de Guayaquil la que recibe una multa de 80.000 dólares impuesta por el presidente ecuatoriano Rafael Correa, debido a un artículo de análisis político que no le gustó.
Anteriormente decretó una multa de 40 millones de dólares al diario El Universo por haber publicado un artículo del director de opinión Emilio Palacio, en el que lo criticaba. El periodista se exilió en Miami y a la postre el presidente perdonó al Diario.
Desde su posesión Correa ha arremetido contra los periodistas y los medios de comunicación, calificándolos de “corruptos”. Lo ha hecho y sigue haciéndolo especialmente en sus cadenas radiales de los sábados, con un lenguaje procaz, propio de gangsteres de barrio.
Ese constante agravio amedrenta a los dueños de los medios que en lugar de respaldar a sus periodistas injuriados, complacen al gobernante y permiten que renuncien a sus cargos para silenciar su voz. Tales los casos de Jorge Ortiz, Carlos Vera, el mismo Palacio y recientemente una comentarista de TV, Jeanette Hinostroza.
Claro que las sanciones no fueron impuestas directamente por Correa sino por los jueces, pero eso es parte de la charada con la cual él pretende que en el Ecuador se vive una democracia. Los jueces son sus súbditos y una de las pruebas es la sentencia a El Universo dictada y grabada en Palacio por el abogado de gobierno y enviada al juez.
La respuesta de los periodistas, gremios y medios de comunicación al asalto dictatorial de Correa contra la profesión ha sido casi inexistente y los resultados están a la vista. Correa sigue campante en su campaña y tiene así asegurada su reelección, puesto que la oposición, si existe, carece de voz.
Si hubiese habido entereza y real convicción en los principios de la libre expresión del pensamiento, Correa debió haber sido frenado desde el primer momento en que insultó y vejó a los medios e intentó callarlos con solo diatribas. No hubo un reclamo frontal por las injurias, ni aislada ni corporativamente.
Cuando quien ésto escribe se iniciaba en la carrera periodística en el diario El Comercio, a inicios del decenio de 1960 vivió un episodio ejemplar en cuando a consciencia del derecho a la libre información y expresión del pensamiento. Se desarrolló en el Congreso Plenario de entonces, cuando se interpelaba al ministro de gobierno Manuel Araujo Hidalgo, en el régimen del José María Velasco Ibarra. 
La sesión era indefinida y se había prolongado hasta las primeras horas del día siguiente. Los reporteros escuchaban fatigados a interpelantes e interpelado, cuando súbitamente Araujo se refirió a 40 generales de las FF.AA. como traidores, cuando se debatían tópicos relacionados con Fidel y la revolución cubana, de la cual el ministro era ferviente admirador. 
Semejante acusación fue desapercibida por los otros colegas. Calculando que el cierre de la edición era inminente, “volé” a la Redacción del Diario en la calle Chile y redacté rápidamente mi versión. El jefe de Información de turno era Enrique Echeverría, quien leyó la nota y me preguntó: ¿es verdad que lo dijo? Respondí, si.
Con gran despliegue apareció en primera página el reportaje. El escándalo y los reclamos de gobierno sobrevinieron, pero el Diario, cuyo director en ese entonces era Carlos Mantilla Ortega, se mantuvo firme y en lo último que se pensó es en echar por la borda al reportero. Por fortuna la acusación de Araujo estaba grabada por la Secretaría del Congreso y la versión fue luego confirmada.
Los debates continuaron y a la postre Manuel Araujo Hidalgo fue destituído por Velasco Ibarra, quien al poco tiempo lo designó embajador en el “paraíso” cubano. El reportero del cuento siguió en sus funciones y con el paso de los años llegó a puestos de mayor responsabilidad.
Años atrás, en el único velasquismo que duró cuatro años (1952/1956), el diario El Comercio, esta vez dirigido por Jorge Mantilla Ortega, tuvo otra confrontación con el autoritarismo. Velasco Ibarra y su ministro Camilo Ponce Enríquez pretendieron imponer la publicación de un comunicado contra el diario El Nacional de Guayaquil, de oposición, ofensivo no solo para ese diario sino para la profesión del periodismo.
Jorge Mantilla Ortega se negó. Velasco y Ponce ordenaron la clausura de El Comercio y la prisión de Mantilla. El diario siguió publicándose gracias a la hospitalidad de El Día y a la vuelta de pocas semanas el régimen se vió obligado a levantar la clausura debido a la presión internacional. Mantilla se convirtió en una “celebridad internacional” y recibió el premio Maria Moors Cabot por su defensa de la libertad de información.
Qué contraste con lo que hoy ocurre, en el mismo país pero con diferente liderazgo. Los dueños de TV, radio, revistas y diarios, unidos o aislados, se han limitado a emitir comunicados pusilánimes y extemporáneos, como para probar lo que dice Correa: que están corruptos. No hay la gallardía para correr riesgos en defensa de  principios trascendentes, sin amilanarse ni acomodarse a los deseos del autócrata temporal.
Años más tarde, en un nivel de más jerarquía, este reportero dialogaba con  Jorge Mantilla Ortega, sentado en su sillón de Director. Circulaba entonces la idea de que los principales diarios se agrupen para una mejor defensa de sus intereses. Mantilla se mostró opuesto. “El Comercio”, dijo, “irá solo y defenderá sus principios como siempre. Si otros quieren sumarse a la causa, bienvenidos”.
¿Qué ha hecho la AEDEP, del cual ahora El Comercio es parte, para defender la causa de la libertad de prensa en el Ecuador? La respuesta es obvia y vergonzosa y le da plena razón a Mantilla en su resolución de no formar parte de ese clan.
Correa cree que la libertad de información es una dádiva administrada selectivamente y con cuentagotas por él y su gobierno. Las conferencias de prensa han sido sustituídas por las cadenas radiales de los sábados, en las cuales ningún reportero independiente tiene derecho a preguntas y re preguntas.
Por su sola voluntad ha prohibido a los funcionarios reunirse con los periodistas para que informen al pueblo sobre sus gestiones. ¿Cree él que la información de la gestión pública es privativa de su capricho a hacerlo o no? ¿O que es una obligación ya que están en esos cargos temporalmente por un mandato popular?
La falta de claridad de miras y de funciones de los medios y gremios tiene otra grave repercusión, la de mantener poco informados, mal informados o desinformados a los receptores de los mensajes. Quizás ello explica el absurdo de que, según últimas encuestas, el 80% de los ecuatorianos respalda a Correa, pese a su atroz desempeño.
Ecuador no está solo en ese aspecto. Un fenómeno parecido está ocurriendo en los Estados Unidos con los medios de comunicación de mayor cobertura en TV, radio y periódicos. La información y opinión se han corrompido para proteger al presidente Barack Hussein Obama, quien busca la reelección en las próximas elecciones del 6 de noviembre.
Obama y los medios (con excepción de FoxNews en TV y The Wall Street Journal entre los grandes) eluden discutir las causas del mayor desastre en la conducción de la economía desde la recesión del decenio de 1930, de la criminal política foránea pro árabe y del asedio contra las libertades religiosas de que se tenga memoria.
En lugar de ello han acentuado su campaña para desprestigiar al rival republicano, Mitt Romney, con toda suerte de acusaciones sin respaldo en la realidad. El problema es que Romney no se decide, al menos en estos últimos días, a combatir a Obama diciéndole lo que es: un fraude, un impostor con el objetivo de arrasar con el sistema de libertades y sustituirlo por una autocracia de corte fascista. 
Salvadas las distancias, Obama y Correa se identifican. Detestan a quienes no piensan como ellos. Ambos piensan en ahondar el influjo del gobierno en la vida ciudadana con la utopía de la redistribución de la riqueza que inalterablemente conduce a la anarquía y a la igualación de la miseria, con la salvedad de la nómina en el poder.
Es lo que está ocurriendo en Europa, principalmente en España y Grecia, donde se aplicó el criterio de gastar más allá de los ingresos colectados con impuestos a los que trabajan y crean riqueza. Cuando las arcas fiscales se agostan, estos gobiernos fascistas/socialistas recurren a la emisión de más y más dinero sin respaldo.
La inflación se dispara, los gobiernos recurren tardíamente a la austeridad, ésta es denigrada y sobreviene el caos. Correa tiene el petróleo, Europa no. Estados Unidos, pese a los 16 trillones de deuda alcanzada con Obama, es todavía muy rico y potente y podría salvarse de ese caos.
Pero no si Obama es reelecto. No si Romney deja de lado su pusilanimidad y entiende que esta campaña es una guerra en la que no hay lugar a prisioneros y en la cual se deben decir las cosas como son, aun si ello no es “políticamente correcto”. La opción sería otra derrota como la que tuvo John McCain en el 2008, frente al mismo Obama. 

Sunday, September 9, 2012

SE ACLARAN LAS OPCIONES


Concluídas las dos convenciones de los partidos republicano y demócrata , las opciones para las próximas elecciones presidenciales del 6 de noviembre en los Estados Unidos han quedado más claras que nunca: el pueblo tendrá que escoger entre volver al pasado o ir hacia el futuro.

Barack Hussein Obama, el presidente demócrata que aspira a ser reelecto, no quiere discutir sobre el fracaso de su gestión en su primer mandato de cuatro años y exhorta a sus partidarios que lo ignoren y que más bien “miren hacia el futuro” que según él será de prosperidad plena si votan por él para reelegirlo.

En su discurso de aceptación de la nominación, Obama no explicó cómo en un segundo período de su administración la situación mejorará. No alteró ninguna de sus promesas del 2008 y reiteró que los males de la economía desaparecerán con más gasto público, con más control centralizado de las actividades humanas, con más deuda.

“Forward” (adelante), en ese sentido, no es tal. Estancarse en lo mismo con una deuda de 16 trillones de dólares (superior al total de la riqueza nacional), un desempleo que no ha bajado del 8% desde que asumió el mando y prometer cuatro años de lo mismo, no es avanzar. Ese estancamiento, en términos políticos y humanos, es retornar al pasado.

En efecto, en sus discursos y avisos de campaña, Obama y el clan de Chicago que la orienta, reiteradamente exaltan las virtudes de un gobierno fuerte y centralizador como receta para la prosperidad uniforme y general de la población. Es la fórmula socialista/fascista que ha fracasado sin ninguna excepción en la historia.

La convención demócrata que concluyó el viernes pasado tuvo la virtud de  exponer esa doctrina socialista y centralizadora que quedó sin tapujos, eufemismos ni hipocresía. Obama lo dijo: si es reelegido concluirá la misión de cambiar a esta nación demócrata/capitalista por un  sistema de gobierno centralmente planificado.

Mucho lo ha logrado en su primer término. Los que aún creen que el sistema de libertad de comercio, propiedad y expresión es el mejor medio para aumentar la riqueza material e intelectual, consideran que Obama ha fracasado porque los indicadores oficiales ya citados lo comprueban. 

Pero para Obama y los suyos la tarea aún está inconclusa. Quieren cuatro años más de poder para acentuar el estado de dádivas que castiga a los creadores de la riqueza, para confiscarla y redistribuirla con una regimentación programada por el gobierno y que a la postre implica corrupción y reducción de la riqueza nacional.

Obama promete aumentar los impuestos a los afortundos, cuyo aporte tributario ya es del 76% del total de las recaudaciones, frente a cero impuestos del 52% de la población activa. Con demagogia populista, trata de convencer que de ese modo reducirá la deuda pública. Pero aún si hubiere un impuesto del 100% a los “ricos” y en el supuesto de que todo esa suma se destine a la deuda, ésta no bajaría ni en un 2%.

El problema no es más impuestos sino menos gasto. Las recaudaciones para reducir los 16 trillones de deuda pueden subir si el gasto innecesario baja y se estimula la inversión. Con menos impuestos habrá más inversión, más transacciones de compraventa, más tributos. Eso ocurrió con Reagan aquí, igual en Bolivia, de 1993-97 con Gonzalo Sánchez de Lozada, en Lituania postsoviética y en otras naciones de distintas regiones y culturas en las que prevaleció, aunque espodrádicamente, la cordura.

La demonización del empresario y su natural lucro al que tiene derecho legítimo tras arriesgar su capital y aportar inventiva y liderazgo, han echado raíces en muchos de sus seguidores de variado nivel y etnia. Se les escucha decir que las corporaciones deben ser suprimidas, que las utilidades empresariales tienen un origen inmoral de explotación y también deben desaparecer o sujetarse a un tope fijado por el gobierno.

Obama ha logrado esparcir en amplias capas de la sociedad la prédica de sus mentores socialistas de su juventud universitaria y que está generalizada en la academia universitaria y en los principales medios de comunicación dese el decenio de 1960 y el fracaso militar en Vietnam. 

El sistema capitalista es malo per se, dicen y debe ser sustituido por uno en el que exista un gobierno fuerte, que frene y a la postre extinga a los ricos para así crear la utopía platónica de un mundo feliz en que todos ganen poco pero igual y en el que desaparezca la tortura de pensar por si mismo y discrepar. Pues todo está dado, no por Dios, sino por el gobierno.

La supresión de la palabra Dios en la nueva plataforma del partido en su última convención no fue un desliz que luego se corrigió. Fue coherente con la doctrina de Obama y los neo demócratas y decir que fue excluída sin su consentimiento es un disparate. Exactamente igual que declarar que Jerusalén no es la capital de Israel, pues refleja sin rodeos la actitud anti semita de Obama en sus obras y discursos.

En vista de la merma en su popularidad, Obama convenció a Bill Clinton, el ex presidiente demócrata cuyo cónyuge Hillary es su empleada, para que hable en la Convención y lo respalde. Clinton (que debió haber sido censurado por el Congreso por perjurio en el caso de Mónica Lewinski con quien tuvo sexo oral en la Oficina Oval de la Casa Blanca y luego lo negó), fue bufonesco en su actuación.

Gran parte de su alocución la dedicó a si mismo y a darle lecciones a Obama para que haga lo que él hizo para lograr la reelección. ¿Qué hizo él? Cuando encargó a Hillary “que le venda” al público y los congresistas su versión del Obamacare, fracasó. Y cuando la economía estaba en zoletas y pretendió aplicar las fórmulas estatistas propias de los demócratas, el Congreso le frenó.

La Cámara de Representantes estaba entonces dirigida por Newt Gingrich (que perdió las primarias republicanas frente a Mitt Romney). Es en esa Cámara que se discuten y aprueban los presupuestos e impuestos. Gingrich elaboró una propuesta sensata, con reducciones tributarias y de asignaciones sociales. Clinton la rechazó tres veces, pero a la postre cedió. Y barrió en los comicios de reelección.

Clinton recordó que aceptó acuerdos con otros republicanos, como Reagan cuando él era gobernador de Arkansas y con los dos Bush. Pero Obama ha sido, es y será inflexible en su posición. El único compromiso con los republicanos que aceptaría es cuando éstos claudiquen en sus principios. Así fue con el Obamacare: respaldo 0 del GOP. Y con sus tres proformas presupuestarias: respaldo 0 de republicanos...y demócratas.

El partido republicano, con sus candidatos Mitt Romney y Paul Ryan, es acusado constantemente de representar una vuelta al pasado, a 1812 según dijo el presidente de la Convención Demócrata Villareigosa, de ancestro mexicano. Pero la verdad es otra. La democracia capitalista gestada en 1776 es siempre dinámica y mira al futuro.

Los fundadores juzgaron con sabiduría que todo lo humano es imperfecto y por eso forjaron un sistema en el cual las imperfecciones siempre podrían ser perfectibles, sin perjuicio de la libertad. El mecanismo fue la creación de las tres funciones de  poderes equivalentes, que se controlen mutuamente para evitar excesos del absolutistas.

Reemplazar esa idea, que ha funcionado bien, por la del centralismo autocrático, que ha funcionado mal, es una aberración intelectual y moral. Es un regresión, que por desgracia anida en las mentes socialistas, aquí mal llamadas demócratas o liberales. Desafortunadamente, es un cáncer que se ha expandido últimamente en el planeta, pese a los horrendos sacrificios humanos de dos guerras mundiales y otras regionales.

Usualmente la idea socialista se ha encaramado en el poder por la vía de la fuerza, como con Lenín, Fidel Castro, Corea del Norte, China. Pero el uso del terror y la guerrilla ha fracaso reientemente, sobre todo con el Ché Guevara en Bolivia y África. La fórmula, aconsejada por Mao a Fidel, es ahora otra y está probando ser efectiva: tomarse el poder no por las armas sino por las urnas, para luego destrozar al sistema democrático por dentro.

Es lo que ha sucedido en Cuba, Egipto, Libia, Venezuela, Ecuador, Nicaragua, Argentina y que se sigue diseminando. En Colombia el presidente Santos ha caído en la trampa: cederá con los asesino narco terroristas de las FARC, firmará un acuerdo de paz  y ellos entrarán así de inmediato en política para sustraerse el poder político “en democracia”. 

Con apoyo de los Estados Unidos, Europa y los pacifistas, las FARC serán perdonadas y su prédica demagógica les encaminará al poder. En poco Colombia podría convertirse en otro satélite más de Chávez, como lo son Correa, Evo Morales, Fernández, Ortega. Pero estos son, a la final, países del “tercer mundo”, como despectivamente se los califica.

Lo grave para la humanidad sería que este fenómeno de masoquismo colectivo se repitiera en los Estados Unidos en noviembre. Romney aparece mucho más convincente y seguro a raíz de su selección de Paul Ryan para la vicepresidencia. Pero nadie puede aún garantizar que logre derrotar a Obama y su maléfica maquinaria porpagandística de Chicago. Aún faltan 58 largos y angustiosos días para saberlo.