El senador republicano Rand Paul, que acaba de anunciar su aspiración a ser nominado candidato presidencial por el GOP, tiene presentada ante el Congreso una fórmula que podría reducir de modo radical el avance del aborto en este país y, por resonancia, en el mundo entero.
No se trata de una enmienda constitucional, sino de la aprobación de un acta llamada en inglés Life Conception Act. Lo que haría es proporcionar al Congreso una mayor claridad para que se aplique la Enmienda XIV de la Constitución de los Estados Unidos, que garantiza la vida de toda persona nacida o naturalizada en este país.
El Acta especificaría que la vida comienza con la concepción, algo ahora científicamente incontrovertible. Algunos dudaban de ello hacia 1973, cuando la Corte Suprema de los Estados Unidos falló en favor del aborto, desquiciando el sistema legal de los 50 Estaods, que había prevalecido por milenios en la humanidad.
La Sección 5 de la Enmienda XIV de la Constitución faculta al Congreso a proveer las regulaciones indispensables para la aplicación del artículo. Esa Life Conception Act estaría cumpliendo exactamente ese cometido y si es aprobada, aprovechando la mayoría republicana de legisladores, entonces la cruzada antiaborto se facilitaría de manera contundente.
Porque dicha Acta estaría vinculada con los preceptos de la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos de 1776 y la Constitución de 1778 que entre sus principios fundamentales, inalienables como lo estipula la Declaración, está el derecho a la vida: la cual, se ratificaría, comienza con la concepción.
Dejarían de tener valor las discusiones sobre cómo atenuar el aborto con campañas para prohibirlo pasados los tres meses de embarazo. O para que se permita disuadir del aborto a las madres exhibiéndoles films de fetos, o mediante sermones. Pues el aborto pasaría a ser un crimen que la Constitución y las leyes sancionan con severidad.
El fallo Roe vs Wade de la Corte Suprema, de enero de 1973, se basó en el testimonio falso de una texana que mintió haber quedado embarazada por una violación. Ella nunca abortó el fruto de ese encuentro sexual, se arrepintió y, convertida al cristianismo, es ahora ardiente defensora de los movimientos pro vida.
La CSJ, de otro lado, dejó en vilo la resolución al manifestar que quedaba pendiente de “adjudication” ( es decir un tema sujeto a análisis y decisión), el hecho de determinar cuándo comienza la vida o la viabilidad del feto, como lo dice la terminología jurídica.
Desde entonces y tras el sacrificio de casi 58 millones de seres humanos, la polémica en Estados Unidos persiste y se ha reavivado en estos días a propósito de una entrevista hecha a Paul sobre el tema. El entrevistador quiso forzar al pre candidato a que aparezca como opuesto a los derechos de la mujer.
Paul, médico oftalmólogo, pidió al reportero que más bien dirija esa pregunta a Debbie Wasserman (dirigente del partido demócrata), en el sentido de que si ella cree que está bien abortar un feto de siete libras. En otra entrevista, Wasserman eludió la respuesta y dijo que eso es un asunto a ser resuelto entre la madre y el médico, sin intrusión del gobierno.
Para los demócratas el gobierno debe regularlo todo y más eficiencia se ha de lograr cuantas menos sean las “anticuadas” obstrucciones constitucionales como la división de poderes en tres ramas, para concentrarlas en una sola, el Ejecutivo, tal cual está ocurriendo con Obama. Pero Wasserman, directora del DCN, cree que el gobierno nada tiene que ver con la defensa de un nonato.
Los demócratas se dicen campeones de los desamparados, de los más débiles, de las minorías, de los ilegales, de los gays y los transexuales. ¿Y al mismo tiempo van a las pantallas de la TV y a las columnas de los diarios y a cualquier tribuna para defender el derecho a seguir segando la vida de los más indefensos, los nonatos?
Si esquivan la discusión desde el punto de vista ético, moral y religioso, al menos los demócratas deberían sumarse a la lucha anti aborto desde el ángulo político y económico de su partido. Gracias a su “progresismo”, cada vez hay menos matrimonios y menos hijos dentro y fuera de matrimonio. El uso de anticonceptivos se ha generalizado y cuando fallan, hay el recurso del aborto financiado y fomentado por el Estado.
Los demócratas engordan la burocracia, inflan sus sueldos con más impuestos, multiplican los subsidios a una población que se alimenta sin trabajar y ahora sin reproducirse. Paralelamente, el sector privado, que genera riqueza e impuestos para ese sector público voraz, es acosado y persistentemente genera menos empleo y menos tributos. ¿De dónde va a provenir el dinero para el Estado Benefactor?
¿Cuál va a ser el destino de los demócratas (y de los Estados Unidos y el mundo) si continúa esa lucha contra la la vida y en favor de la muerte? En Europa el índice de natalidad es negativo, igual en Japón, Rusia y ya lo es en este país, si se descuentan los ilegales. La cultura de la muerte se ha expandido por doquier y está llegando también a la América Latina.
La “revolución” sexual y la “revolución” femenina iniciadas en el decenio de 1960 en los Estados Unidos, tuvo su remate en enero de 1973 con el fallo de la Corte Suprema. Sus mensajes se han irradiado instantáneamente por el orbe y los efectos negativos se palpan a diario.
Si la Life Conception Act fuese aprobada, su efecto acaso también podría repercutir, pero esta vez positivamente, en el exterior. Obama la vetaría, por cierto, pero el Congreso podría rechazar ese veto si para entonces ya se ha estructurado un gran movimiento popular en contra de la cultura de la muerte, que irónicamente está patrocinada hoy desde la Casa Blanca.
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