Tuesday, November 25, 2014

EL JURADO FALLÓ, PERO TAMBIÉN OBAMA


Los doce miembros del Gran Jurado de Ferguson, Misuri, acordaron que no había suficientes pruebas para incriminar al policía Darren Wilson por la muerte en defensa propia de Michael Brown, en formidable demostración de honestidad y apego a la ley, pese a la hostilidad azuzada desda la Casa Blanca y la Procuradoría General.
Minutos después del anuncio el presidente Barack Hussein Obama llamó a cadena nacional de TV, hacia las 10 de la noche, para hacer un llamado no a la aceptación cívica del fallo del Jurado, sino para atizar el veneno del racismo una vez más. Sea esta la ocasión, dijo, para revisar los códigos de la Policía, a fin de limpiarla de su constante prejucio contra los negros.
Como en anterior ocasión lo dijera el Procurador General, Eric Holder, Obama aprovechó para recordar que él ha sido víctima de la discriminación racial en su juventud, aunque aceptó que se han hecho avances para superar el “legado racista” en los últimos años, sin citar su caso, el de haber sido electo y reelecto presidente por ser mulato.
En su alocución de anoche, como lo ha hecho al referirse a víctimas del terrorismo, hizo una exhortación glacial esta vez de llamado a la calma. Y acto continuo insinuó que el fallo del Jurado podía y merecía ser rechazado en las calles, por lo que aconsejaba a la Policía mesura en las medidas de control. 
El Presidente y el Procurador sabían o intuían con antelación cuál iba a ser la decisión del Jurado. Los intentos por presionar a los jurados con la difusión de falsos testimonios de testigos negros del incidente en el que murió Brown, tratando de hacerlo aparecer como resultado del excesivo uso de fuerza de Wilson, estaban fracasando frente a la realidad.
La realidad resultó distinta, según lo explicó claramente el Fiscal de Misuri, Bob McCulloch, al presentarse ante las cámaras de la TV y los periodistas, que luego le hicieron preguntas. Durante casi 30 minutos el fiscal detalló cómo los 12 jurados estudiaron por 70 horas, durante tres meses, todo lo concerniente al caso: testimonios, fotos, videos, pruebas DNA, balística, autopsias.
Para el Presidente, sus seguidores y una mayoría de negros, los hechos, pruebas, documentos y leyes de nada valen. Su motivación es emocional y prejuiciada. Proclaman ser víctimas de una conspiración supremacista blanca y de la derecha conservadora. No reflexionan que el fiscal McCulloch es demócrata y que a los actuales miembros del Gran Jurado  los escogió el Juez en mayo pasado, antes del incidente.
La figura del Gran Jurado nace en la Inglaterra del siglo XII y ha cambiado significativamente hasta la hora actual en los Estados Unidos. Es una vía única de apoyo que el fiscal tiene para decidir si un caso merece o no ser llevado a juicio de los tribunales. La decisión recae en un jurado de número variable (antiguamente muy numeroso, de ahí su nombre), escogido por un juez entre ciudadanos calificados y representantivos de la comunidad. 
Al jurado se le presentan todas las pruebas disponibles, para que delibere en libertad y en secreto absoluto. No hay abogados ni defensores ni acusadores y obviamente la identidad de los jurados se mantiene en absoluto anonimato. El veredicto solo califica (no juzga) el caso, en el sentido de si es enjuiciable o incriminable o no. No hay lugar a posiciones intermedias.
Obama, con su intervención de anoche, confirmó que no es el estadista en el cual soñaron quienes lo eligieron en el 2008 y lo volvieron a elegir en el 2012. Muchos votaron por él pensando que ayudaría a dejar atras los últimos resquicios del racismo, que costó casi 600.000 muertos con la Guerra Civil del siglo XIX y una lucha constante contra la discrimación.
En lugar de invocar a la unidad y a la fraternidad, como lo habría hecho ese gran humanista (y negro) Martin Luther King, imitó a seres cargados de odio revanchista como los “reverendos” Sharpton y Jackson, que desde el día de la muerte de Brown han presionado a los de su raza a “vengarse” por lo que ellos califican de otro asesinato racial.
Obama, Holder, Sharpton, Jackson protestan porque haya tantos policías blancos controlando a las comunidades negras, como suponiendo que los policías negros   serían  distintos. Giuliani, ex alcalde de Nueva York, dice que los policías están donde está el crimen y están acaso más entre los negros porque el 93% de los crímenes contra negros son cometidos por negros.
Brown, un gigante negro de 250 libras, afectado por la marihuana había robado una caja de cigarros cara en una tienda de Ferguson, cuando hubo llamadas del dueño para aprehenderlo. Fue entonces que acudió Wilson. Si el gendarme hubiese sido negro y reaccionaba diferente a como mandan los código policiales, entonces habría muerto. Un buen policía lo es no por el color de su pìel, sino por su personalidad y grado de profesionalización.
El prejuicio racial lo tienen individuos como Obama, los reverendos y los que insisten en considerar al negro como un ciudadano de segunda clase al que hay que sobreprotegerlo. La “affirmative action” es una prueba: se bajan los estandares de admisión en las universidades para que lleguen “más negros” y así aparezca “menos discriminación”: el nivel académico general se reduce. ¿Algo igual se pide para la Policía?
Cuán distinto habría sido que Obama se hubiese considerado por una sola noche, no un individuo resentido de su raza, sino un presidente de todos los norteamericanos, orgulloso de su nación, de su historia y de la manera cómo ha funcionado a la perfección el sistema de justicia. Debió exaltar al sistema, pedir que se acepte el fallo y que cualquier desacuerdo se lo ventile con el diálogo, no con la violencia en las calles.
Giuliani enalteció el coraje de los jurados, algunos de los cuales dijo que bien podrían ser propietarios de los almacénes y bienes asaltados y quemados por las turbas motivadas por la Casa Blanca. Si algún llamado de parte de Obama cabe en esta hora, es a terminar con la dependencia de los negros a los subsidios estatales de alimentos, vivienda, pensiones y salud.
Y a terminar la animadversión contra la fuerzas policiales cuya misión es la de salvar vidas y propiedades, sin discriminación de raza, como bien lo saben Obama y Holder, aunque prediquen lo contrario. La criminalidad  negra disiminuirá cuando el núcleo familiar se robustezca, la niñez crezca con la guía paterno/maternal firme y la educación se cimente a todo nivel, para evitar desmanes como en Ferguson y otras ciudades del país.
El “paternalismo” estatal es un engaño. Nació con la Gran Depresión de FDR. Hasta entonces, el negro era tradicionalmente republicano, como lo el Lincoln de la Guerra Civil. La traslación se acentuó con las promesas de Johnson y continúa con Obama. El proceso no ha dejado de ser emocional, lo es con el caso Ferguson. 
Las emociones y buenos deseos no bastan para obtener resultados. El desempleo entre los negros es el más alto en la nación, del orden del 27% y, como se dijo, la criminalidad, a más del aborto, la drogadicción, el narcotráfico y las madres solteras tienen índices impresionantes. Cuando el paternalismo desaparezca y al negro se le reconozcan iguales derechos y méritos intelectuales que a cualquier otro norteamericano, su condición mejorará.
De otro modo, seguirán los charlatanes que achacan a los blancos todas las desventuras de la raza y piden venganza. Como ocurrió anocho tras el  veredicto del Gran Jurado de Misuri.

Friday, November 21, 2014

UNA OPORTUNIDAD PERDIDA


Cinco de los supuestamente once millones de personas que están en el país sin documentos, ya no tendrán que preocuparse de ser sorprendidos y eventualmente deportados. El presidente Obama, que afirman fue profesor adjunto de Derecho Constucional en Chicago, acaba de romper la Constitución para concederles amnistía.
La oposición republicana, tras escuchar anoche esa decisión, ha prometido que hará todo lo que esté a su alcance para evitar que la amnistía de facto se concrete, pero ahora todos se marcharon a casa sin anunciar ninguna medida ni estrategia concretas. Y es probable que nada consigan, pues lo único que cabría es la interpelación y eso nadie la quiere.
Obama, sus expertos y sus seguidores en las cámaras legislativas y en los medios audiovisuales e impresos que le son adeptos en su mayoría, dicen que la acción ejecutiva que legaliza a casi cinco millones de personas es un recurso ya empleado por otros presidentes, citando concretamente a Reagan y Bush I. Pero éstos actuaron con consensos legislativos.
También esgrimen el argumento de que el Congreso frenó en la Cámara de Representantes, de mayoría republicana, un proyecto de reforma a la ley que había aprobado el Senado con mayoría demócrata. Allí no solo los republicanos sino también algunos demócratas pidieron que se simplifique el proyecto de casi 3.000 páginas, para aprobarlo por partes.
Harry Reid, el líder de mayoría del Senado, encargado de filtrar los proyectos llegados a la cámara, advirtió al líder republicano de la Cámara de Representantes que tal propuesta no sería bien vista ni por Obama ni por él. El proyecto se congeló y con la decisión “imperial” de anoche del Presidente, probablemente habrá muerto para siempre.
Gran parte de la culpa de la situación actual obedece a la obstrucción que el propio partido republicano (GOP) opuso al proyecto de reforma que en el 2007 llevó a la Cámara el presidente George W. Bush. El objetivo era  facilitar la legalización de los once millones de ilegales, mediante una acción paralela de seguridad de fronteras, escrutinio y registro de los ilegales, un proceso de conversión a la legalidad, más un programa de trabajadores huéspedes temporal.
La ley inmigratoria que existe no está quebrada, como sostienen los demócratas. Lo que pasa es que los gobiernos de ambos signos políticos no la han hecho cumplir, como fue el compromiso de la última amnistía decretada por Reagan, con la venia del Congreso. La falta de control de las fronteras, sobre todo la que linda con México y el no seguimiento de los que ingresan con visas de plazos fijos ocasionó el desborde de ilegales.
Luminarias de la derecha como Rush Limbaugh o Ann Coulter dijeron y aún dicen que ninguna reforma para superar la crisis debe considerarse sin garantizar previamente que las fronteras estén herméticamente cerradas. Bush estaba de acuerdo qeu se cierren, pero pedía que al propio tiempo se tramiten las demás opciones para la regularización de ilegales.
La mirada de los críticos apuntaba y apunta, probablemente, a la frontera con México, de 3.185 kilómetros. Y menos a la frontera con Canadá, de casi 9.000 kilómetros (si se incluyen Alaska y demás), ni a los espacios aéreos y marítimos. Pero aún si solo se pensara en la frontera con México ¿cuántos años se requerirían para probar que las vallas o muros de contención sean eficaces para bloquear el acceso de intrusos?
Mientras corre ese tiempo de prueba ¿qué hacer con los ilegales que ya están aquí y cuyo número seguirá engrosándose con quienes se quedan más allá del tiempo de visa que obtuvieron para venir por tierra, mar y aire? Es ese un problema real. De ahí que la propuesta de GW Bush era y es pertinente y que el GOP perdió la oportunidad de bien manejarla.
Se la apropiaron los demócratas. El proyecto antepone una amnistía simulada a la seguridad de fronteras y ello empantanó la aprobación.  A Obama realmente no le motiva la compasión por los indocumentados. Si hubiese sido así, habría presionado para que un proyecto congruente pase sin tropiezos en los primeros dos años de su gobierno, cuando tenía bajo su control las dos cámaras legislativas y como siempre, a la gran prensa.
Cuando luego del bienio la Cámara de Representantes pasó a control de los republicanos, Obama nada hizo en favor de los indocumentados, pese sus continuas imploraciones. Le bastaba negociar las observaciones con republicanos y demócratas para llegar a un consenso, como mandan la Constitución y la cultura democrática de este país.
Hizo lo contrario. En el 2007, cuando el proyecto Bush fue negado por el Congreso, el Presidente lo acató, como es lo constitucional. En el 2013 y hasta anoche, el proyecto venido del Senado aún no había sido votado en la Cámara de Representantes, en espera de negociar un acuerdo que nunca llegó. Y que con lo acontecido anoche, acaso jamás llegará.
Es difícil avizorar lo que ocurrirá entre el Congreso y la Casa Blanca hasta el 31 de diciembre, fecha en que cesará la mayoría demócrata en el Senado. La opción de congelar recursos para que la acción ejecutiva se frustre o dilate hasta enero, cuando los republicanos logren mayoría en las dos cámaras, es improbable por difusa y de inciertos resultados. A partir de enero, las dudas no se alcaran, más bien se acentúan pues el “impeachment” o interpelación y potencial destitución del Presidente no es aplicable. El ambiente no está dado, ni la seguridad de los  votos y la perspectiva de que quien lo sustituya sea el bufón del vicepresidente Joe Biden, es todavía peor.
Tampoco está claro cómo se aplicará la amnistía. Algunos creen que los ilegales podrían acceder a mejores empleos con mejores sueldos, lo que implicaría más impuestos y gastos en consumo. Otros predicen nuevas avalanchas de ilegales, incluídos narcotraficantes y terroristas. Y más cargas fiscales por entrega  de beneficios a los ilegales de pocos recursos vía subsidios, obamacare, foodstamps, educación. 
Pero la victoria va, sin duda, para Obama. En el 2009 se propuso refundar a la nación. Con este golpe su meta se ha afianzado. El Obamacare ya fue un gran mazazo contra la Constitución. El pueblo, en las elecciones del pasado 4 de este mes y exactamente como en las del 2010, le dijo no a Obama en su propósito de destruir al país para rehacerlo dentro de una horma estatista/socialista.
Lejos de rectificar en el 2010, Obama continuó. No tocó el tema inmigración para concentrarse en el Obamacare. En el 2012 y pese a los pronósticos, fue reelecto. El llamado del 2014 no lo ha cambiado, está más desafiante que nunca. Para el 2016 evidentemente quiere que se repita la sorpresa del 2012 y que se elija a un sucesor demócrata en la Casa Blanca.
La legalización de cinco millones de violadores de la ley, según el prisma de Obama y sus estrategas, es acopiar votos demócratas adicionales para los comicios que se avecinan. De esa manera piensa atropellar la lógica que, conforme a los resultados electorales recientes, induciría a pensar que la oleada roja del GOP sería indetenible para la contienda presidencial del 2016.
Así se pensaba en la campaña del 2012, pero Obama continuó en la Casa Blanca. Él no podrá volver a ser candidato, pero estará en su lugar Hillary Clinton. ¿La magia de Barack Hussein será tanta como para encumbrarla al solio presidencial, contra toda la lógica la hora actual?

Wednesday, November 19, 2014

CINCO RABINOS Y UN SOLDADO


Es increíble que alguien tenga el desparpajo de igualar moralmente a los asesinos de Gaza y sus víctimas, los cuatro rabinos que oraban temprano en la mañana en una sinagoga de Jerusalén, a más de un soldado que acudió a defenderlos. Pero eso es lo que acaba de hacer Barack Hussein Obama tras enterarse de la masacre.
Luego de las frases de condolencia de rigor, instó a Israel a cooperar para reducir las tensiones con los palestinos, como insinuando que el asesinato fue resultado de una provocación israelí que pudo evitarse. No lo dijo pero se refería a la autorización de Israel para construir nuevas viviendas en tierrras  próximas a Jerusalén y al problema de Ala  Akra.
Dichos asentamientos, cuestionados por Obama y los radicales palestinos, son legales y no negociables según el gobierno de Israel. En las precarias e inacabables conversaciones para llegar al reconocimiento formal de un estado palestino, el tema de la territorialidad de esos asentamientos no está en discusión.
En cuanto a Al Akra, alude a la Explanada de las Mezquitas o Monte del Templo en Jerusalén, que los musulmanes de extrema como el Hamas afirman que está bloqueada por los judíos ortodoxos. Sin embargo, el primer ministro Benjamín Netanyaju ha reiterado que los cargos carecen de fundamento y que el acceso de los islámicos está garantizado.
Obama, en su breve condolencia, hace un llamado a las partes para que se reanuden las conversaciones de paz. Como que si nada hubiera pasado, o como si el horrendo sacrificio de los rabinos (tres de ellos con ciudadanía dual israelí/norteamericana, el cuarto con ciudadanía israelí/británica) fuese comparable con una infracción de tránsito.
Antes de ser acribillados por los soldados israelíes, los asesinos árabes se lanzaron al ataque en la sinagoga al grito de guerra Ala Akbar (Alá es grande), blandiendo puñales y armas de fuego. Las imágenes de TV divulgaron escenas macabras con los regueros de sangre por pisos, biblias y más objetos religiosos.
Paralelamente, en Gaza y otras ciudades de Autoridad Palestina se vieron escenas igualmente macabras, pero de árabes celebrando con cánticos y bailes la consumación de la masacre en Jerusalén. Un voluntario servía gratuitamente pastelillos a los circunstantes que no ocultaban su alegría. Igual a lo que ocurrió tras el holocausto del 9/11.
¿Cómo negociar la paz con una horda de asesinos? El Islam no es una religión de la paz. Su inspirador Mahoma fue un guerrero despiadado cuyo símbolo fue la cimitarra, no la cruz. Él y el Corán no predican el amor, sino la conversión forzada de infieles, amenazada su resistencia con la muerte.
Por desgracia, en el campo religioso también pretende imponerse la regla de la igualación. Todas las religiones son iguales, es la nueva prédica, que incluso llega desde el Vaticano con el Papa Francisco. Hace poco convocó al jefe de la Autoridad Palestina y al Presidente de Israel para que juren amarse entre sí en su presencia y el resultado fue la guerra de Gaza que duró cinco semanas.
Algo parecido está ocurriendo en Colombia con el presidente Juan Manuel Santos, que prometió y no cumplió con seguir con la política de derrotar a las narcoguerrillas de las FARC. Como ministro de Defensa de su antecesor Álvaro Uribe, Santos tenía el campo despejado para lograr la capitulación final de la narcoguerrilla, que ha azotado a Colombia desde hace unos cincuenta años.
Pero prefirió negociar. Lo ha estado haciendo desde hace dos años y en un territorio todo menos que neutral, Cuba. Parece que fracasará. Las FARC han secuestrado a un general y a un soldado, además de una  abogada, “porque incursionaron en territorio enemigo” o “zona de guerra”, como ellos la llaman. 
Un anterior presidente, Andrés Pastrana, concedió a los guerrilleros un  territorio libre del tamaño de Suiza para que se movilicen con los narcos. El actual, Santos, negocia con el “enemigo” mientras éstos no han dejado las armas para negociar y, por lo visto, siguen muy campantes en sus áreas soberanas. ¿Obama aconseja a Israel que negocie de igual a igual con los jihadistas, como Santos con los asesinos narcotraficantes? ¿O como él con Teherán?
Cuando el terrorismo se mezcla con lo religioso, el conflicto se agudiza exponencialmente, como se observa con el Islam, ahora victorioso en su meta de expandir el califato del Isis por todo el Medio Oriente. No tiene en sus propósitos a un verdadero rival en Obama, siempre sinuoso en sus relaciones con ese credo. Muchos de sus asesores pertenecen al CAIR, organización musulmana que los mismos árabes la han calificado de terrorista.
No. No todas las religiones son iguales. Al menos las Judeo/Cristianas y las Islámicas no pueden ser más incompatibles. No cabe parangón alguno entre un pedófilo que predica la violencia y alguien sacrificado por predicar el amor. Como tampoco es dable equipararlas con el mormonismo, cuyo fundador Joseph Smith tuvo (es ahora versión oficial) cuarenta mujeres, muchas de ellas casadas (lo que le convierte en adúltero) y una menor de edad (que lo condena por pedófilo, como Mahoma).

Tuesday, November 18, 2014

VA MÁS ALLÁ DE LO POLÍTICO


No es un blanco “supremacista” del extinguido Ku Klux Klan ni tampoco un portavoz de la derecha como Rush Limbaugh quien lo dice, sino un negro, Ben Carson, del mismo color de piel que Barack Hussein Obama, pero de condición humana infinitamente superior.
Carson, neurocirujano de fama internacional, declaró esta mañana en TV que Obama ha traspuesto los límites del simple debatir político, para caer en lo inmoral. Se refería a su empecinamiento por mentir en sus ya casi seis años de gobierno, ahora sobre el Obamacare.
En estos últimos días se han hecho públicos varios videos de Jonathan Gruber, el principal asesor y diseñador del Obamacare, en los cuales queda clara la estrategia del Presidente de mentir acerca del verdadero alcance del proyecto de ley, para conseguir que se lo apruebe.
Los videos datan de la época previa a la elección de Obama, cuando era senador, luego candidato y ya como Presidente en funciones. El proyecto se presentó al Congreso con la premisa de que el objetivo no sería acabar con el servicio privado de salud, sino hacerlo extensivo a todo ciudadano, al tiempo de bajar los costos. 
Esta “magia” fue rechazada por el público, que no comprendía cómo se podría ampliar la cobertura y reducir al mismo tiempo los costos. El “mago” de la maniobra era Gruber quien instruyó al presidente, a los legisladores demócratas y a los medios de comunicación a decir que el proyecto no se financiaría con impuestos, subsidios, ni alza de primas sino con mandatos individuales, so pena de multas.
El partido republicano GOP se opuso al proyecto desde el inicio por inconstitucional. Según la Constitución, ninguna prestación de servicios puede ser forzada por el Estado, ni menos ser penada con multa al no cumplirse. En cuanto a creación de impuestos, ello es privativo de la Cámara de Representantes, nunca del Ejecutivo.
La Corte Suprema de Justicia, ante la encrucijada de bloquear el proyecto por inconstitucional en cuanto al mandato individual, optó por complacer a Obama y dijo que la ley no establecía un mandato, sino un impuesto y con el voto conservador dirimente de John Roberts, el Obamacare se ratificó como ley de la República.
Lo imperdonable, desde el punto de vista moral al que alude Carson, es que el jefe de Estado haya mentido reiteradamente sobre el contenido de la ley. Menudean los videtapes en los que él afirma en el 2009 y años sucesivos que el Obamacae abarataría los costos de los servicios de salud, que quienes están contentos con los seguros privados que en la actualidad tienen los pueden conservar y que la meta no es el control estatal total de los servicios.
La realidad ha sido otra. Millones de ciudadanos que estaban contentos con sus seguros, los perdieron y se vieron forzados a optar por la opción estatal. Las primas en general se han elevado y muchos han perdido sus empleos a tiempo completo, porque los empleadores han preferido reducirlos a medio tiempo o despedirlos, para abaratar costos.
Obama y sus seguidores mintieron porque de otro modo el proyecto de ley no habría sido aprobado, como no lo fue el que pretendió Bill Clinton cuando su cónyuge Hillary la promovió. El sistema privado era y es el mejor del mundo y sus vacíos caben remediarse dentro del sistema privado, no con una mayor y perniciosa ingerencia estatal.
Los defensores del Obamacare lo justifican porque amplía la cobertura a los no asegurados y porque prohibe que se rehusen seguros a pacientes con enfermedades pre existentes. Ya en la campaña presidencial del 2008 el partido republicano proponía exención del impuesto a la renta de 5.000 dólares para ampliar la cobertura. El otro escollo es fácilmente solucionable, acaso allí si con subsidio estatal.
Pero la intención demócrata es incrementar el control del Estado en la vida de los ciudadanos. El sector salud representa el 1/6 de la economía. En parte alguna de la Constitución hay un precepto que mande al Ejecutivo garantizar la salud para todos. Pero para mentalidades “progresistas” como la de Obama, nutridas de las doctrinas de Woodrow Wilson y FDR, salud, educación, internet, alimentos, religión, modo de pensar ...todo tiene que estar regulado por el Estado.
Es la gran mentira demostrada como tal por la historia y que sin embargo vuelve una vez más a tratar de ser reinstaurada. No han bastado dos guerras mundiales para evitar el avance de las dictaduras estatizantes extremas del nazifascismo y el comunismo, ni los resultados nulos de los gobiernos ineficientes que de uno u otro modo se descarrilan por esas vías, para convencer a la gente que la única ruta hacia el progreso es la libertad.
La libertad presupone respeto a la ley, lo que a su vez no es dable sin un alto contenido moral en la comunidad y sus integrantes. Los fundadores de esta nación pensaron en la bona fide y la mutua confianza cuando  levantaban los cimientos de la nueva sociedad. No nueva en el sentido de enterrar las tradiciones y valores, sino en el sentido de establecer una forma de bloquear el mal endémico de las tiranías.
Ese sistema, cuyos pilares son la Declaración de la Independencia y la Constitución, no privilegia al Ejecutivo: lo equipara con las otras dos ramas de gobierno, la legislatura y la judicial. El poder indivisible sigue en manos del pueblo, concretado en la Constitución. La sola cesión de poder temporal, el pueblo a su vez la expresa mediante el voto.
Con el voto el pueblo elige legisladores para que expidan leyes y  elige representantes del Ejecutivo en sus distintos niveles para que ejecuten dichas leyes, no para que las modifiquen o suspendan a su antojo como lo ha hecho el Presidente con el Obamacare. Si el Congreso, con mayoría republicana a partir de enero próximo, decide anular o no financiar dicha ley, estará en su pleno derecho.
Máxime si se ha confirmado que todo se basó en la mentira y que Obama sigue mintiendo. Acaba de decir que nunca conoció a Guber, pese a que hay constancia de su visita a la Casa Blanca en más de una docena de ocasiones y pagos por más de 400.000 dólares por sus servicios, aparte de avisos oficiales de propaganda por TV del proyecto con su imagen.
Cuando se demostró que la Casa Blanca ordenó retaliaciones al GOP por parte del IRS para debilitarlo en la campaña por la reelección del 2012, dijo igual, que nunca supo del hecho. Como tampoco del fiasco del operativo Fast and Furious en la frontera con México que costó la vida de un guardia ni del espionaje electrónico a un reportero de FoxNews.
Ben Carson, aspirante a la candidatura presidencial por el GOP, ha dicho algo innegable: Obama ha violado el principio  sustantivo y moral en el que se fundamenta esta nación: credibilidad, confianza, respeto a la palabra y la ley. El pueblo está harto de él y sus falacias. Lo expresó muy claramente en los comicios del martes 4 de noviembre. 
Solo aguarda con impaciencia los resultados.

Thursday, November 13, 2014

LA INFAMIA DEL OBAMACARE


El Obamacare, ley orientada al control estatal de los servicios de salud en los Estados Unidos, fue aprobada sin un solo voto republicano a favor y con la oposición del 64% de la población encuestada. Ahora se confirma que para lograrlo, el gobierno mintió de comienzo a fin del proceso.
El principal gestor del proyecto, un profesor del MIT, explicó repetidamente a académicos y expertos que el propósito de la ley era proveer servicios a toda la población, con amenaza de multa a quienes se resistieran, lo cual está prohibido por la Constitución.
Además, lo dijo antes y después de aprobada la ley (según videos que se han divulgado en estos días), que ésta se financiaría incrementando los costos de los usuarios en jóvenes y personas con altos ingresos, en favor de viejos y gente de menores ingresos. Para aquellos sin recursos, estaba previsto un subsidio federal.
Jonathan Gruber, que así se llama el economista del MIT, dijo que se había convenido en mentir acerca de la verdadera estructura del proyecto a los ciudadanos y a los medios de comunicación, pues de otro modo se habría repetido el mismo fracaso que tuvo Hillary Clinton cuando promovió un proyecto similar durante el gobierno de su cónyuge.
El Obamacare, sin tapujos, establece forzadamente un servicio prohibido por la Constitución y un impuesto que se negó existía. Se mintió, con Obama a la cabeza, al decir que el proyecto abarataba costos y que nadie estaba en peligro de perder su seguro privado si así lo quería, ni perder a los médicos escogidos si asi lo deseaban. 
La verdad es otra. Millones de ciudadanos perdieron sus pólizas con las cuales estaban satisfechos, obligados a optar por alternativas del Obamacare, tortuosas y más caras. Infinidad de jóvenes que gozan aún de magnífica salud, ve con repulsión que se les force a adquirir una póliza que no quieren y muchos la siguen eludiendo.
Las empresas de toda magnitud han preferido reducir la nómina de sus empleados de tiempo completo a medio tiempo, o despedirlos, para reducir costos de afiliación médica. Algunas prefieren pagar la multa por no afiliar a sus empleados. Otras empresas le hacen el juego a Obama, apoyándolo en su política pro ilegales, pues al emplearlos se eximen de hecho a asegurarlos.
Cuando la redistribución del ingreso vía mayores costos de prima para los de mayores ingresos no basta, Gruber y su equipo idearon los subsidios a los sin recursos. El subsidio federal, que se lo administra a través de los Estados que se acogen al Obamacare. Aquí surge otro problema, pues en la mayoría de  Estados (32 de 50)  los gobernadores son republicanos  y  ninguno de ellos simpatiza con el Obamacare.
Los obamistas sostienen que ello no impide que Washington de subsidios en los Estados sin Obamacare, pero otros opinan lo contrario. El asunto será resuelto por la Corte Suprema de Justicia a comienzos del año próximo. Fue gracias a la CSJ, por capitulación de su presidente John Roberts, que el Obamacare está vigente.
Contra toda lógica y jurisprudencia, Roberts (nombrado por George W. Bush) falló que el Obamacare era constitucional. Nunca supo explicar por qué, por lo cual hubo quienes especularon que su decisión, alineada con los demócratas, obedeció probablemente a alguna amenaza  o maniobra oscuras de Obama.
Esta vez el fallo podría ser diferente debido al resultado de las elecciones de la semana pasada, cuando las políticas radicales de Obama, incluída de manera saliente su Obamacare, han sido claramente repudiadas. Si la CSJ actúa acorde con la voluntad popular, que está reflejada además en la nueva mayoría del Congreso, el proyecto de salud debería ir al tacho de basura.
Igual destino tendría que darse al proyecto de amnistía para casi seis millones de inmigrantes ilegales (indocumentados), que Obama va a anunciar la próxima semana. Quiere hacerlo antes de que el Congreso se renueve el 3 de enero, con mayoría republicana en ambas cámaras. En la Cámara de Representantes está detenido un proyecto de reformas a la ley de inmigración, aprobada por el Senado demócrata en el 2013.
Los republicanos, en mayoría, objetan muchos puntos del proyecto y su extensión de casi 3.000 páginas, tantas como las del Obamacare, que ni los demócratas leyeron. Quieren que se lo apruebe por partes, concienzudamente, no en paquete y a ciegas. Lo cual disgusta al líder que quiere “resultados ya”, como con el Obamacare.
El proyecto del Senado podría ser muy bello, enternecedor y paternal, o “lleno de amor”, como quisiera Jeb Bush, pero no bastan esos ingredientes para que el Presidente coja una pluma y firme un Decreto Ejecutivo que lo sustituya. Porque la Constitución prohibe al Ejecutivo legislar. Máximo que co-legisle, al enviar proyectos al Congreso para que los estudie, lea, apruebe, enmiende o rechace.
Obama tiene un conflicto consigo mismo. Aguien le declaró predestinado y desde entonces pudo llegar a senador de Ilinois, luego a Washington como senador federal, más tarde a candidato presidencial y finalmente figurar como huésped por cuatro años en la Casa Blanca. Hubo templos griegos para proclamarlo vencedor en la contienda, pero sobraron las coronas de laureles pues se sentía ya más que emperador, mesías. 
La Constitución siempre le ha incomodado, tanto o más que el uso de la verdad. Aún antes de estar en la Casa Blanca, mintió sobre su identidad, sus estudios, tarjeta de seguro social, mentores, religión. Y una vez en el gobierno ha seguido mintiendo sobre Benghazi, el IRS, el operativo de fronteras, el Obamacare, los ilegales.
Acaso en lo único que no ha mentido es acerca de su propósito de re fundar a esta nación, porque según él sus cimientos son de arena. De ahi su irrespeto por la Constitución y la Declaración de Independencia, que son los pilares de esos “cimientos de arena” a los que él alude.
El país y el mundo están maltrechos a su paso. El terrorismo árabe continúa creciendo impune, el sistema privado está más débil que nunca, Obama se ha inclinado reverente ante China (en un gesto como el que tuvo con el monarca saudí) al acordar sobre contaminación atmosférica, Putin sigue mofándose de él y altos oficiales de las fuerzas armadas de USA continúan siendo dados de baja, sin explicación ninguna.
La avalancha antinorteamericana de Obama acaba de tener, por fortuna, una respuesta en los últimos comicios, inocultable pese a los silencios y tergiversaciones que pretenden esgrimir algunos medios de prensa. La “doctrina Obama” será bloqueada por el Congreso a partir de enero, hasta la expulsión final de este extraño y maligno huésped de la CB en el 2016.

Monday, November 10, 2014

NO A LA GUERRA DE OBAMA


Los resultados de las elecciones del martes pasado en los Estados Unidos han cambiado radicalmente la visión acerca de cómo se ha manejado la política exterior del presidente Barack Hussein Obama, especialmente en el Medio Oriente.
Tan pronto se enteró de la aplastante derrota sufrida por él y su partido  demócrata, Obama ordenó enviar 1.500 soldados más al Irak y pidió al Congreso autorización formal para continuar la guerra contra el Isis, más la asignación de casi 6.000 millones de dólares con ese objetivo.
Los republicanos, que en enero controlarán las dos cámaras del Congreso, primeramente deberían aplazar la discusión del asunto hasta el próximo año, para luego negarla. La decisión militar de Obama es tardía y confirma que es política, pues la adoptó a la espera de conocer los resultados de los comicios.
No solo entre los republicanos sino en todos los sectores hubo descontento por la falta de coraje de Obama para detener el avance del terrorismo árabe en el Medio Oriente y otras regiones. El retiro de las tropas de Irak tras asumir el mando en el 2009 fue fatal, al permitir la expansión terrorista que culminó con la formación del Isis.
Se le presionó para que revise sus tácticas y refuerece al Irak para detener al Isis, que se había convertido en califato o estado islámico con un ejército de 50.000 hombres bien apertrechados con armamento USA, pero se limitó a autorizar bombardeos por aire, sin ataques por tierra con tanques, soldados e inteligencia.
Su teoría y su promesa no fue acabar con el Isis, sino debilitarla. Es por ello probablemente que se ha negado a declararle la guerra formal, con o sin la venia del Congreso. Una guerra declarada no se detiene cuando el rival se ha debilitado, sino cuando se lo ha pulverizado o ha capitulado. Dice Obama que para enfrentar al Isis, busca la ayuda del Irán.
Pero Estados Unidos no puede ni debe aliarse con Irán. Es un estado terrorista, que ha financiado y financia el terror dentro de la zona y fuera de ella, como en Argentina. Y cuyo objetivo nacional es la desaparición de Israel, hasta hoy aliado cercano de USA. El Irán, además, se resiste a inspecciones internacionales para despejar acusaciones de que está en el proceso de crear armas nucleares.
Obama negocia con Teherán sobre ese tema y le acaba de enviar una nueva misiva comprometedora, a espaldas del Congreso, que se especula es de aceptación al programa de nuclearización parcial de Irán. El Senado, en manos republicanas, tiene el mandato de frenar esta maniobra.
La supuesta rectificación de última hora, post eleccionaria, de Obama con respecto al Irak, no engaña a nadie. Como lo ha confesado desde el inicio de su mandato, su espíritu pro musulmán es notorio, no solo cuando se prosternó 90 grados ante el rey de Arabia Saudita, sino en muchos actos de gobierno.
(En días pasados, el canal de TV PBS divulgó un documental biográfico de la actual Reina Isabel de Gran Bretaña. Fue reconfortante ver escenas de su visita, junto a su cónyuge, a los jeques de Arabia Saudita y otros monarcas que se ahogan en petrodólares: las columnas vertebrales de los  célebres visitantes nunca se doblaron ni una pulgada)
Cuando un ex-marine norteamericano cruzó la frontera mexicana e hizo una maniobra equivocada, cayó preso porque en su coche había armas que la ley de ese país prohibe. Permaneció siete meses en la cárcel y según sus familiares, Obama no hizo ninguna gestión para averiguar de su suerte ni menos para tratar de obtener su libertad.
Pero cuando un soldado en Afganistán, convertido al Islam, desertó de su unidad y se entregó al enemigo, Obama lo liberó (con gran despliegue de publicidad) a cambio de cinco de los peores asesinos de la prisión de Guantánamo. Esos y otros talibanes han regresado a sus puestos de combate en Afganistán, Irak o Siria para seguir luchando contra los Estados Unidos. 
Como lo afirma el general Ray Odierno, veterano de las campañas de Irak y Afganistán, las guerras de Medio Oriente tienen que ser resueltas hoy por las tribus que se están peleando allí entre sí. Una intervención  tardía y parcial como la que ahora propone Obama, no le beneficia a los Estados Unidos sino a uno de los grupos en pugna, el que lidera Irán.
El columnista Pat Buchanan, que cita a Odierno, parece insinuar que la mejor opción para USA y para Occidente es, en este instante -con Obama aún en la Casa Blanca- que allá en Medio Oriente se libre algo así como una “guerra ecológica” en la que los unos se coman a los otros, hasta que sobreviva el más fuerte.
Ese sobreviviente, como todo terrorista musulmán, continuará señalando a los Estados Unidos y a Israel como a sus peores enemigos y continuará empeñado en destruirlos “en el nombre de Alá”. Para impedirlo habrá que revigorizar a las Fuezas Armadas de esta nación que han perdido con este régimen la fe en si mismas y el 50% de su presupuesto.

Friday, November 7, 2014

OBAMA, MISTERIO INSONDABLE


Barack Hussein Obama acaba de recibir el inequívoco mandato popular de cambiar, ya, sus políticas estatistas de inspiración socialista con las cuales ha pretendido transformar a esta nación, pero su respuesta ha sido  de arrogancia.
En circunstancias parecidas, cuando gobernaba el presidente demócrata Bill Clinton, éste anunció que asimilaba el llamado del pueblo y rectificó su modo de gobernar. Archivó el proyecto de estatización de los servicios de salud y acogió puntos salientes de la agenda de la oposición republicana liderada por Newt Gingrich. 
Obama es distinto. Y tanto, que no cabe compararlo con ninguno de los 43 presidentes norteamericanos que lo han precedido. Porque todos ellos, sin excepción, demostraron vívidamente su apego, su devoción y amor por este país, su cultura y valores trascendentes.
Principios que están transcritos como una revelación en dos documentos sobrios, la Declaración de la Independencia y la Constitución. Para Obama la doctrina allí contenida ha caducado, pues él aprendió, desde la cuna, que el futuro de la humanidad es el socialismo, llamado a sustituir al sistema aquí vigente del “capitalismo explotador”.
Nunca llegaron a los tribunales ni fueron suficientemente difundidas en los medios de comunicación las investigaciones probatorias de que Obama no tenía certificados auténticos de haber nacido en los Estados Unidos, ni de que su tarjeta de Social Security era verdadero.
Se conoce que sus abuelos maternos eran comunistas registrados, al igual que lo fue su madre, Ann Dunham. Ann conoció al estudiante Barack H. Obama, de Kenya, musulmán y comunista, en una clase de ruso en Hawai; se casaron y tuvieron en 1961 al hijo que ahora ocupa la Casa Blanca, con el mismo nombre del padre, Barack.
A los dos años se divorciaron. Ann divorciada pronto contrajo nupcias con otro musulmán, esta vez de Indonesia, el estudiante Lolo Soetoro. En 1967, Suharto llamó a Soetoro a Indonesia y allá fueron Ann y su hijo. Éste fue adoptado por Lolo, quien le gestionó la ciudadanía de su país y un nuevo nombre, Barry Soetoro.
En 1971, Ann resolvió que Barry viaje a Hawai y viva con sus abuelos maternos y estudie. Barry nunca cambió de nombre ni de ciudadanía y en ese ambiente pudo trabar íntima amistad con Frank Marshall Davis, un activista negro marxista que se convirtió en su mentor, hasta muy avanzados sus estudios en el colegio de Hawai. 
Luego se mudó a la universidad Occidental de Los Angeles, pero desde allí está bloqueada toda información acerca de sus estudios, tesis, notas y más detalles propios de cualquier estudiante. Excepto que en los registros odficiales consta que recibió una beca en calidad de estudiante extranjero.
Hay un viaje a Pakistán en 1981, en compañía de musulmanes con los que hizo amistad, pero se ignoran motivos y resultados de la aventura. Luego, por menciones vagas de quienes lo vieron ocasionalmente, se sabe que estuvo en la universidad de Columbia y en Harvard y que allí fue presidente de la Law Review. Pero se ignora qué hizo, que escribió o habló.
Cuando finalmente se mudó a Chicago como abogado, se enlistó como Community Organizer o Agitador Social, poniendo en práctica lo aprendido de su maestro marxista Saul Alinsky y de su coideario Bill Ayerst, célebre cofundador de Weather Underground, grupo terrorista autor de atentados mortíferos con bombas en domicilios y recintos públicos.
Se afilió al DSA, Democratic Socialist Party of America, miembro de la Socialist International, organizaciones que prueban que si bien cayó el muro de Berlín en 1989, la internacional comunista subsiste. Obama, en Chicago, fue abogado de ACORN, que tiene juicios pendientes por fraude electoral en por lo menos 14 Estados de la Unión.
En esa ciudad también conoció y se unió a la grey del reverendo Jeremiah Wright, que lo casó con Michelle y bautizó a sus dos hijas. El pastor se hizo célebre por sus diatribas anti USA y contra la raza blanca, sobre todo cuando dijo: “God bless America? No, no, no. God damn America.” (¿Dios bendiga a los Estados Unidos? No, no, no. Dios maldiga a los Estados Unidos”.)
¿Qué podía esperarse de un hombre “amamantado” de odio contra los Estados Unidos? Todo, menos que llegase a ser su Presidente. De allí el misterio. Se conoce quienes son sus mentores y orientadores, en la niñez, adolescencia y juventud. Algunos, como Alinsky y Ayerst, lo han sido también de Hillary Clinton.
Pero por si solos, imposible que pudieran haberlo encumbrado hasta colocarlo en la senaduría estatal de Illinois, primero; en la federal después y, por último, en la Casa Blanca. Hay algo detrás de todo ésto que todavía no se sabe ¿Quiénes son, qué se proponen (o proponían) hacer del país con él? Algún día se sabrá. Por lo pronto, la conspiración parece haber sufrido un vuelco con las elecciones del martes pasado.

Wednesday, November 5, 2014

ESTADOS UNIDOS ES DIFERENTE

Con la votación de ayer el pueblo norteamericano demostró al mundo que los Estados Unidos es, en realidad, una nación excepcional pese a que el presidente Obama intentó durante los casi seis años de su gobierno probar lo contrario.
Obama y los demócratas que lo han respaldado fueron arrasados en todos los flancos en los comicios de ayer. En el 2008 el pueblo lo eligió, acaso en la confianza de que con él se expiarían las culpas de la esclavitud, todavía reverberantes en la conciencia colectiva puritana de muchos.
Otros votaron por él por su retórica izquierdista, herencia de Franklin D. Roosevelt y perpetuada por otros demócratas como Lyndon B. Johnson, Jimmy Carter y Bill Clinton. Por el color oscuro de su piel, la mayoría de negros votó siempre por él sin pensarlo dos veces.
A poco de posesionarse en enero del 2009, Obama comenzó a convertir   su retórica en hechos. La nación, lo dijo en referencia a sus fundadores del siglo XVIII, tiene cimientos de arena y hay que refundarla. Para él los principios contenidos en la Declaración de Independencia y la Constitución carecen de credibilidad.
En seis años ha preferido gobernar sin negociar con el Congreso, según manda la Constitución. Los proyectos de carácter económico se originan en la Cámara de Representantes, dominada por los republicanos, pero en el Senado controlado por los demócratas, el líder del grupo los ha bloquedado casi todos por tozudez partidista.
FDR ideó el New Deal para unir a los ciudadanos en una guerra contra la Gran Depresión. Su idea no mejoró la economía, sino que la agravó. Pero surgió la II Guerra Mundial y la maquinaria industrial y productiva de los Estados Unidos experimentó un impulso gigantesco que salvó al país y de paso al presidente demócrata.
LBJ también tuvo su caballo de batalla para unificar a la gente alrededor de su liderazgo estatista. Aunque no se vivía una depresión como la de FDR, creó la “guerra contra la pobreza” y prometió la felicidad con una Gran Sociedad en la “ciudad del hombre” (no la ciudad de Dios de San Agustín) que brotaría con la magia redentora del partido demócrata.
Cincuenta años más tarde y 50.000 millones de dólares de gasto fiscal, la pobreza sigue igual o peor y la “ciudad del hombre” creada por regímenes demócratas persistentemente, está quebrada o en ruinas o infestada por la delincuencia y las drogas como Detroit, Chicago y la misma Nueva York, que tienen deficits que solo un manejo republicano podría remediar.
Obama también quiso su equivalente al New Deal y La Gran Sociedad: el Obamacare. Mas los servicios de salud no estaban en crisis y si bien, como toda obra humana, era susceptible de mejoras, no justificaba que la estatización de los servicios se convirtiera en el objetivo que unifique al pueblo tras del “gran líder”.
El 64% de ese pueblo rechazó el Obamacare y aún lo rechaza después de entrar parcialmente en vigencia con mentiras, abusos y maniobras. Todos los candidatos republicanos prometieron impulsar la reversión del Obamacare, que ha aumentado los costos y ha comenzado a deteriorar la calidad del servicio.
El Obamacare, como en el caso de las deudas hipotecarias creadas por los demócratas en tiempos de George W Bush, han aumentado la deuda pública. La ley, en vigencia parcial, sin embargo tiene excepciones que ha dictado Obama, pese a que ello es exclusivo del Congreso según la Constitución.
La deuda en general ha llegado con Obama a los 18 trillones de dólares y la alternativa para él ha sido recortar gastos para la defensa, más deudas con China y Japón y continuar imprimiendo moneda sin respaldo, que no genera aún una inflación desbordante porque las tasas de interés siguen artificialmente congeladas.
Concordante con su visión “imperialista” de los Estados Unidos, desbarató los logros militares en Afganistán e Irak, lo que fomentó la expansión del terrorismo y la formación de un estado, el Isis, fuertemente apertrechado y hasta la fecha invulnerable. En el resto del Medio Oriente y Noráfrica, los musulmanes jihadistas se toman cada vez más y más países.
Aún con su aureola mesiánica recién impuesta, Obama fue recibido en triunfo en Berlín en el 2009. Ahora Europa lo desprecia y Putin y el mundo bajo su control, se mofan de él. La doctrina Obama de hacer la guerra “desde la retaguardia” se ha reducido a permancer ahí, en la retaguardia. El otrora líder del mundo libre ha dejado de serlo, es ahora objeto de burla.
Los votantes que lo encumbraron al poder en el 2008 y que lo reeligieron en el 2012 pese a sus errores, han decidido decir basta! Desde 1920 los demócratas no han sufrido tan devastadora derrota. Ni el Tea Party ni menos los dirigentes del establishment del GOP imaginaron la cuantía de la victoria. Muchos dudaron que se daría e inclusive temían que hubiera manipulación y fraude.
La realidad es otra. La reacción del pueblo es una ratificación colectiva de la fe en los principios tutelares de esta nación, grabados monolíticamente en dos documentos cristalinos y escuetos del siglo XVIII, la Declaración de la Independencia y la Constitución. El instante en que uno de los tres pilares del sistema pretende superponerse al otro, la estructura se tambalea.
En el 2010 Obama recibió un aviso del pueblo para que corrija la dirección de su gobierno y se sujete a los mandatos constitucionales. Lo prometió y no los cumplió. Al contrario, maquinó para destruír a la oposición mediante obstrucciones ilegales con el IRS y el espionaje electrónico y consiguió ser reelegido frente a un candidato opositor, eso si endeble. 
Esta vez sus estrategias fallaron. Quizás vuelva con sus promesas, pero ya ello poco importa. La oposición al giro ideológico que encabeza Obama es irreversible. Estados Unidos ha probado no ser Brasil, ni Europa. Ha resuelto continuar por el camino de siempre, de la libertad, libre comercio, inversión, competitividad.
-Con Harry Reid alejado de la dirección del Senado, el GOP está obligado a pasar la autorización para construir el Keystone XL Pipeline para traer el crudo de Canadá y reafirmar el liderazgo en energía hidrocarburífera con la explotación de los esquistos;
-Podrá reiniciar los esfuerzos para reformar el sistema de impuesto a la renta, a fin de simplicarlo con el flat tax, tasa igual para todos;
-Tendrá que forzar la reducción del gasto fiscal, para que no siga creciendo la monstruosa deuda de 18 trillones de dólares, que significa un peso de 300.000 dólares por familia;
-Hay infinidad de gastos superfluos que recortar. No los de defensa, que Obama los ha recortado en un 50%;
-Deben eliminarse instituciones como Fannie Mae y Freddie Mac, ideado por los demócratas para facilitar créditos hipotecarios sin respaldo, que ocasionaron el descalabro económico internacional del 2008;
-Hay que impulsar el proyecto de enmienda constitucional propuesto por el senador Rand Paul, que señala que la vida comienza al momento de la concepción (que equivale a decir “el sol sale por el Oriente”, pero necesaria para  anular la legalización del aborto);
-El Obamacare tiene que ser invalidado. Puesto que su autor se opondrá, habrá que quitarle fondos a su aplicación;
-Hay que poner punto final a la discusión sobre la ley de inmigración. 
En cuanto a la inmigración, es falso el mito esparcido por la izquierda de que los latinos son demócratas que apoyan la amnistía. Según la Oficina Nacional de Censos, en julio 1 del 2013 había en los Estados Unidos 54 millones de latinos o hispanos, calculando que para el 2060 la cifra llegaría a 160 millones. En la actualidad los hispanos son el 17% de la población total.
Muchos de esos hispanos nacieron en California, Texas, Nuevo Mexico y otros Estados, antes que muchos anglosajones. Y otros, los más, son inmigrantes que llegaron a estas tierras por vía legal o descienden de inmigrantes que se naturalizaron según las reglas existentes. No ven con simpatía que haya intrusos que quiebren la ley.
El Congreso con mayoría republicana tiene que rechazar a Obama si persiste en su amenaza de aprobar la amnistía por decreto ejecutivo, por sobre sus atribuciones constitucionales. Lo que si pueden sugerir los legisladores es que se acelere la entrega de 4.4 millones de “green cards” a inmigrantes que están en la línea de espera innecesariamente.
Si Obama coopera con el Congreso para la concresión de éstas y otras propuestas del Congreso, tanto mejor para él y para el país. Lo que no pueden esperar ni Obama ni los demócratas, como algunos de ellos y  ciertos republicanos sugieren, es que el Congreso republicano “coopere” con Obama para que esta vez si la “agenda” obamista logre salir adelante.
Obama tuvo seis años para que su visión “progresista” transforme al país y en ese afán el Senado de mayoría demócrata le fue sumiso. Por ello y por otras causas señaladas, se aprobó el Obamacare. El tiempo obamista se eclipsó. El futuro está ahora en manos republicanas. Si claudican estarían traicionando un claro mandato popular. 
(El actual líder republicano de la Cámara de Representantes, John  Boehner y el casi seguro líder republicano del Senado a partir del próximo enero, Mitch McCconnell, publican hoy en el diario The Wall Street Journal un artículo acerca de lo que se proponen hacer en lo que resta del período de dos años del régimen de Obama. Por dificultades técnicas para incluir el link, se transcribe su texto)

Americans have entrusted Republicans with control of both the House and Senate. We are humbled by this opportunity to help struggling middle-class Americans who are clearly frustrated by an increasing lack of opportunity, the stagnation of wages, and a government that seems incapable of performing even basic tasks.
Looking ahead to the next Congress, we will honor the voters’ trust by focusing, first, on jobs and the economy. Among other things, that means a renewed effort to debate and vote on the many bills that passed the Republican-led House in recent years with bipartisan support, but were never even brought to a vote by the Democratic Senate majority. It also means renewing our commitment to repeal ObamaCare, which is hurting the job market along with Americans’ health care.
For years, the House did its job and produced a steady stream of bills that would remove barriers to job creation and lower energy costs for families. Many passed with bipartisan support—only to gather dust in a Democratic-controlled Senate that kept them from ever reaching the president’s desk. Senate Republicans also offered legislation that was denied consideration despite bipartisan support and benefits for American families and jobs.
These bills provide an obvious and potentially bipartisan starting point for the new Congress—and, for President Obama , a chance to begin the final years of his presidency by taking some steps toward a stronger economy.
Editorial Page Editor Paul Gigot advises the President on how best to spend the next two years governing with a GOP-led Congress. Photo credit: Getty Images.
These bills include measures authorizing the construction of the Keystone XL pipeline, which will mean lower energy costs for families and more jobs for American workers; the Hire More Heroes Act, legislation encouraging employers to hire more of our nation’s veterans; and a proposal to restore the traditional 40-hour definition of full-time employment, removing an arbitrary and destructive government barrier to more hours and better pay created by the Affordable Care Act of 2010.
We’ll also consider legislation to help protect and expand America’s emerging energy boom and to support innovative charter schools around the country.
Enacting such measures early in the new session will signal that the logjam in Washington has been broken, and help to establish a foundation of certainty and stability that both parties can build upon.
At a time of growing anxiety for the American people, with household incomes stubbornly flat and the nation facing rising threats on multiple fronts, this is vital work.
Will these bills single-handedly turn around the economy? No. But taking up bipartisan bills aimed at helping the economy that have already passed the House is a sensible and obvious first step.
More good ideas aimed at helping the American middle class will follow. And as we work to persuade others of their merit, we won’t repeat the mistakes made when a different majority ran Congress in the first years of Barack Obama’s presidency, attempting to reshape large chunks of the nation’s economy with massive bills that few Americans have read and fewer understand.
Editorial Page Editor Paul Gigot on why the Republican Senate victory is a rebuke of the President and his polices. Photo credit: Associated Press.
Instead, we will restore an era in which committees in both the House and Senate conduct meaningful oversight of federal agencies and develop and debate legislation; and where members of the minority party in both chambers are given the opportunity to participate in the process of governing.
We will oversee a legislature in which “bigger” isn’t automatically equated with “better” when it comes to writing and passing bills.
Our priorities in the 114th Congress will be your priorities. That means addressing head-on many of the most pressing challenges facing the country, including:
• The insanely complex tax code that is driving American jobs overseas;
• Health costs that continue to rise under a hopelessly flawed law that Americans have never supported;
• A savage global terrorist threat that seeks to wage war on every American;
• An education system that denies choice to parents and denies a good education to too many children;
• Excessive regulations and frivolous lawsuits that are driving up costs for families and preventing the economy from growing;
• An antiquated government bureaucracy ill-equipped to serve a citizenry facing 21st-century challenges, from disease control to caring for veterans;
• A national debt that has Americans stealing from their children and grandchildren, robbing them of benefits that they will never see and leaving them with burdens that will be nearly impossible to repay.
January will bring the opportunity to begin anew. Republicans will return the focus to the issues at the top of your priority list. Your concerns will be our concerns. That’s our pledge.
The skeptics say nothing will be accomplished in the next two years. As elected servants of the people, we will make it our job to prove the skeptics wrong.
Mr. Boehner (R., Ohio), is the House speaker; Mr. McConnell (R., Ky.) is currently the Senate minority leader.