Tuesday, February 25, 2014

CORREA PERDIÓ EL PLEBISCITO

Pese a cierto escepticismo, el presidente ecuatoriano Rafael Correa perdió el referendo del domingo pasado por una aplastante mayoría. Luego de  siete años de gobierno autoritario, su mito de invulnerabilidad ha comenzado a esfumarse irremediablemente.

Técnicamente las elecciones no fueron convocada para ratificar o no al mandatario, como lo han hecho en el pasado otros autócratas. Pero la idea de que votar o no por los candidatos a alcaldes y prefectos del oficialismo equivalía a evaluar a Correa, la difundió él mismo convirtiendo el voto en un referendo a su labor.
En una acción política descarada, que no tiene precedentes, el presidente se dedicó a tiempo completo a hacer campaña en favor de sus protegidos, a lo largo y ancho del territorio. Para ello incluso tuvo la desfachatez de abandonar el despacho presidencial “con licencia”, aunque sin dejar de usar la maquinaria y fondos fiscales para movilizarse y actuar.
En tiempos normales, ha habido casos en que los jefes de gobierno en el Ecuador, cuando han mediado elecciones seccionales en sus períodos, han expresado una opinión favorable a candidatos del partido del régimen. Pero jamás se ha registrado una intervención tan grosera en la campaña como la de Correa en los comicios del domingo.
El Presidente, una vez electo y en funciones, se supone que lo es de todos los ecuatorianos y no de una facción. Ni siquiera debería regularse esta evidencia, resultante del sentido común sobre la cual se basa una democracia. Mas en Correa lo único que al pareceer le es común es atropellar y no solo verbalmente.
Esa actitud pendenciera ha sido celebrada por cierta gente afín con su  espíritu revanchista. Y ha sido veladamente tolerada por muchas otras personas, que al parecer se han abstenido de expesar su rechazo por temor. El miedo a la represalia las ha forzado a callar, hasta que ahora han podido expresarse silenciosamentre en las urnas. 
Siete años es mucho tiempo para cualquier gobernante sobre todo si no se ha frenado en despilfarros, corrupción, destrucción y alteración de las estructuras básicas del sistema democrático y bloqueo al desarrollo de una economía de mercado e inversión libres. Pero, más vale tarde que nunca.
Una vez quebrado el mito del Correa mesiánico y desaparecido o al menos  reducido el miedo, la gente en el Ecuador debería mirar hacia el futuro, sin  detenerse a analizar o castigar a culpables y cómplices del mito. Pues urge perfeccionar una agenda de recuperación del Ecuador democrático, que si bien nunca lo ha sido a niveles de excelencia, tampoco había llegado a consagrar con votos a un autócrata y no una sino varias veces a lo largo de siete años.
En adelante debería diseñarse, por  ejemplo, la forma de evitar los desafueros que Correa lanza verbalmente los sábados en sus sabatinas y en toda las ocasión que tiene un micrófono por delante para degradar a quienes no piensan como él. En su lugar, hay que restituir la práctica democrática de las periódicas conferencias de prensa, que inclusive las dictaduras militares las celebraban.
Particularmente los periodistas y dueños de las empresas de comunicación audiovisuales y escritas, todavía independientes, deberían despojarse del temor al líder y decir y difundir la verdad sobre él sin circunloquios, con la entereza de siempre y resueltos a resistir (individual o colectivamente)cualquier nuevo intento por reprimir la libre expresión.
Correa impuso una ley de comunicación que jamás debió permitirse. No se trata de modificarla: hay que eliminarla. Si un medio o un comunicador se extra limita en sus funciones, ya existía legislación para juzgarlo, por falsía o por calumnia. En cuanto a la calidad del contenido de los mensajes, no existe mejor juez para aprobarlo o desaprobarlo que el consumidor.
Sustituir a ese gran juez que en definitiva es el pueblo lector o espectador por un burócrata, por calificado que fuere, es una aberración del sentido común, es decir, del concepto de democracia y libertad. Las penalidasdes que Correa impuso a El Universo, a columnistas, a un caricaturista, por el solo hecho de disentir con él o criticarlo, son abominables.
Nunca los medios debieron permitir que el proyecto de ley avance de las manos de Correa a una Asamblea servil. Que la mejor ley de información es la que no existe, es un principio dogmático de la democracia. Dichos medios, que en el Ecuador están unidos en un cartel, debieron haberse aliado para expesar se alarma, descontento y protesta y como último recurso de rechazo debieron planear un boicot informativo al gobernante.
Se cita este hecho histórico, para que no se repita. Porque el influjo de los medios de comunicación en una sociedad libre, es determinante. En esta nueva etapa, ahora sin el miedo que los amordazó, los medios podrán nuevamente volver a desempeñar el papel decisivo que se opacó durante esta larga etapa de siete años de “correismo”.
Quito, Guayaquil, Cuenca, Manta, Portoviejo y otras grandes y menores ciudades del país le han cerrado el paso al arrogante líder. No cabe lucubrar más acerca de esta derrota. Frente a ella Correa no se corregirá, no está en su ADN, en su temperamento. Sus primeras reacciones lo confirman. Los mismos insultos, la misma arrogancia y vituperación a los opositores. 
El no cambiará, pero la oposición si tiene que hacerlo. La meta sería llegar a estructurar un par de movimientos que, consolidados, se conviertan en los partidos políticos básicos que aniquiló Correa. Lo sustancial que les diferencie debería ser un mayor o menor apego a la intervención estatal, o una mayor fe en el potencial de los individuos para alcanzar el bienestar.
La fórmula ha funcionado óptimamente en otras sociedades y puede y debe ocurrir igual en el Ecuador. El requisito es contar con líderes de pensamiento antípoda al de Correa, que entiendan los principios sustantivos de la democracia, uno de los cuales es evitar que una rama del poder tripartito, la del Ejecutivo, quiebre el equilibrio y se erija en dictador virtual o simulado.
Si las esperanzas se confirman, podría hablarse entonces de que terminado la era no solo del correismo sino del velasquismo cuya simiente ha seguido germinando hasta en el mismísimo Correa, no obstante haberse asentado en el país hace ya casi una centuria. Caso contrario continuará esparciéndose como la mala hierba del peronismo en la desdichada Argentina.

Friday, February 21, 2014

¿SE RUBORIZAN LOS ECUATORIANOS?


Con seguridad habrá muchos ecuatorianos que hayan accedido a las informaciones que estos días están difundiendo los medios audiovisuales y escritos acerca de lo que ocurre en Kiev (Ucrania) y en Venezuela.
¿Cuántos de ellos, especialmente jóvenes, sentirán rubor al comparar la reacción que en esos paíeses han generado los actos despóticos de los respectivos gobernantes, al punto que el pueblo se ha lanzado a las calles a exigir rectificaciones?
En Kiev la protesta es contra un líder que ha coartado las libertades individuales, complaciendo a Putin y frustrando el deseo de la mayoría por cimentar la independencia de Ucrania y su inclinación a vincularse más con Europa que con Moscú. Tal inclinación fue reprimida durante la URSS.
La rebelión popular se inició hace varias semanas, no obstante que en esa región se iban a realizar y se están realizando los juegos olímpicos de invierno, para lo cual Putin invirtió 50 mil millones de dólares para crear una imagen favorable a su régimen, en remedo al Hitler de 1936.
Las protestas en calles y plazas fueron duramente castigadas por las fuerzas policiales y militares, no obstante lo cual no amainaron. Ahora se anuncia que el autócrata ha cedido, que adelantará las elecciones para ser sustituído a fines de año y que se convocará a una reforma constitucional para impedir a futuro más acciones despóticas.
En Venezuela la rebelión popular contra Maduro, el títere insufrible puesto por Chávez, continúa y al parecer solo terminará con la expulsión de quien ha pervertido la función presidencial en esa nación. Venezuela está en ruinas en lo económico, político y de dignidad nacional. La degeneración la inició Chávez, pero Maduro la pudrió.
La rebelión, en los casos de Ucrania y Venezuela, la iniciaron los jóvenes y  particualrmente en Caracas los estudiantes. Pese a la represión, también en el caso venezolano se vislumbra una resistencia que podría echar abajo a un régimen corrupto, sobre todo si se consolida el liderazgo de Leopoldo López, quien acaba de entregarse voluntariamente a los gendarmes de Maduro.
López, graduado en Harvard y que ha ocupado la alcaldía más importante de Caracas, hasta que el régimen le prohibió terciar en más elecciones de votación popular, luce mucho más brillante, resuelto y convincente que Henrique Capriles, quien no obstante tuvo un papel loable de oposición a Chávez y Maduro.
Cuando los ecuatorianos lean lo que está sucediendo en estos dos puntos de rebeldía ¿podrán contener su vergüenza al comparar lo que por allá ocurre con lo que ha pasado en el Ecuador en los últimos siete años de Rafael Correa? En el Ecuador no solo que no ha habido una reacción popular relevante: el 80% de la población lo respalda.
Correa no necesitó de armas para dar un golpe de Estado que transforme a la nación y le conceda todos los poderes. Le bastó su verborrea de arrabal y un hábil manejo de hombres sin espina dorsal para imponerse. Al inicio de su primer mandato disolvió el Congreso, convocó a uno dócil a sus designios y obligó a que expedan una nueva Constitución ad-hoc.
Como Chávez,  Correa podría gobernar hasta cuando le plazca, a menos que le ataque un cáncer o se estrelle en otro vuelo en el nuevo helicóptero presidencial. Le basta con desearlo y armar la trama para ser reelegido en cualquier instante de farsa electoral. 
Ahora está preocupado porque podría perder la Alcaldía de Quito. Allí quiere ser reelegido un sumiso a Correa quien se ha lanzado en forma repugnante a apoyarlo, inclusive con la audacia de dejar de gobernar con licencia -que nadie se ha atrevido a objetar. Pero su campaña noi se limitó a Quito, sino que se extendió a todo el país.
Los comicios se realizarán el próximo domingo. Por lógica y dignidad, la mayoría de votantes debería expresar su rechazo a la presión obscena de Correa, no reeligiendo al alcalde Barrera. Pero si tal ocurre, nada extraño sería que haya manipulación en el conteo de votos, sobre todo en lo concerniente a nulos y blancos, cuyas regulaciones son confusas.  
Mas si las encuestas son verosímiles, el pronóstico debería favorecer a Barrera y así le ahorrarían maniobras a Correa. El gobernante seguiría campante, feliz de que las armas hayan sido sustituidas por votos para confirmarle en el poder omnímodo, por tiempo virtualmente indefinido.
Para cumplir sin tropiezos en esa misión ha logrado anular todo vestigio de oposición de los partidos políticos y del periodismo. Las pocas voces rebeldes han sido acalladas con decisiones seudo legalistas que implican multas, rectificaciones humillantes y que, en muchos casos, han culminado con separación la de los medios e incluso el exilio de los columnistas atrevidos.  
Para garantizar el silencio de los medios, dispuso además que se cree una ley que regule el ejercicio de la libertad de expresión. La ley por cierto no regula la libertad: la suprime. Ya ha sido aplicada en dos o tres ocasiones  y lo más probable es que no haya más litigios, debido a que el miedo ha impuesto una preventiva auto censura.
Un autoritarismo sin dinero no perdura. En el caso venezolano, Chávez y su monigote contaban con el petróleo a manos llenas. Lo han dilapidado y ahora la economía está en crisis debido al gasto irresponsable y al deterioro de la producción del sector privado. En el Ecuador Correa también se ha respaldado en el petróleo.
Claro que los ingresos petroleros son en el Ecuador diez veces menores pero de todas maneras, los aumentos del precio del crudo en el mercado mundial le han permitido a Correa dilapidar también esos recursos en burocracia, gastos onerosos, obra pública sin licitaciones, subsidios injustificados. Los fondos se agostan pero él se las ha ingeniado para compensar el déficit: China.
La deuda con ese país ha crecido en miles de millones (¿6 mil, 8 mil?, sin que se sepa la cifra exacta, pagaderos a futuro y fundamentalmente con petróleo. Eso explica, por ejemplo, que la inicial retórica populista/izquierdista/ambientalista de Correa haya cambiado por una “pragmática”. El “santuario” Yasuní ya no vale la pena defenderlo, hay que pedirle a China que lo explote. 
¿Hay protestas juveniles, sindicales o empresariales contra tanto abuso y mentira? No: hay respaldo. Correa es íntimo de Viktor Yanukovych, el presidente de Ucrania e íntimo de Maduro. A lo sumo ha dicho que los conflictos en esos países deden resolverse dentro de esos mismos países, sin intervención ni consejo de nadie. Habla como Obama.  
En Kiev y en Caracas hay esperanzas de cambio. En el Ecuador, Bolivia, Argentina, Nicaragua no se vislumbra ninguna.

Tuesday, February 18, 2014

OBAMA EL INTOCABLE



Ahora resulta que el presidente Barack Hussein Obama no puede ser interpelado por sus constantes violaciones a la Constitución, simplemente porque el color de su piel es negro.
Así lo admiten incluso líderes del partido republicano de oposición, que sin embargo no cesa de señalar los múltiples yerros cometidos desde hace cinco años por este gobernante, cuya etnia en realidad es mixta (mulata).
Las violaciones a la Constitución son múltiples, pero las más notorias de los últimos días es la aplicación selectiva del Obamacare, ley cuya meta final es sustituir la actual oferta de servicios de salud privada por una única estatal.
La ley se aprobó sin un solo voto republicano y debe aplicarse a partir del 1 de enero de este año en su totalidad y no por partes al antojo y conveniencias políticas del Presidente, lo que prohibe la Constitución.
Desde que la ley comenzó a tratar de captar asociados por Internet en octubre del año pasado, fue evidente que era un desastre, no solo por la deficiente tecnología utilizada, sino por el fondo de la propuesta. Cerca de seis millones de ciudadanos con seguro privado qudaron sin él.
Según la nueva ley, si los seguros de esas personas no tenían los mínimos requeridos, tenían que ir al mercado a negociar los nuevos seguros. Entre los absurdos exigidos, figuran cobertura obligatoria de anticonceptivos para hombres y mujeres, ginecología para hombres, gerontología para jóvenes.
Los casi seis millones afectados están en el limbo, pues no tienen opción a un buen sustitutivo. Igual conflicto enfrentan las empresas obligadas según el número de empleados a concederles nuevos seguros o pagar multas. La mayoría prefirió transformar la nómina de tiempo compleo a medio tiempo, para evitar las multas.
Los enrolados en el Obamacar no llegan ni a tres millones y de éstos en su mayoría son candidatos al Medicaid, subsidiado por el Estado. La meta de tener por lo menos siete millones de nuevos afiliados hasta el próximo mes y en su mayoría jóvenes sin siguro, será inalcanzable. 
En tales condiciones la estrategia demócrata es recurrir al subsidio con el objetivo final de implantar el seguro estatal obligatorio para todos, lo que eliminaría el mercado privado de servicios médicos que ha sido el motor de las innovaciones y de la calidad sobresaliente del sistema en este país.
Mientras en otros países, sobre todo europeos, se introducen reformas para corregir los graves defectos del seguro estatal unificado, ampliando las oportunidades al sector privado, Obama y los suyos, que se califican a si mismos como revolucionarios, quieren forzar al país a un retroceso en una materia en la que USA ha descollado sin rivales.
Dadas las falencias de la aplicación del Obamacare, su autor ha resuelto por propia iniciativa, sin consulta previa con el Congreso, introducir 17 modificaciones a la ley, para, entre otras cosas, aplazar hasta el 2016  a grandes y medianas empresas la obligatoriedad de cumplirla o pagar multas. 
Se trata de otra maniobra política tendiente a evitar el castigo en las urnas durante las próximas elecciones de noviembre (legisladores, gobernadores) y del 2016, cuando el pueblo decidará si apoya o no la inspiración demócrata en la conducción de este país. 
Si el sentimiento de rechazo que a estas alturas tiene la mayoría de electores se mantiene o aumenta para el día de los votos, el esfuerzo maniobrero de Obama y los suyos será inútil. Según las últimas encuestas el 71% de los que votaron dos veces por Obama (para elegirlo y reelegirlo en el 2012), se arrepiente de haberlo hecho.
Integrantes del establishment del GOP y algunos del Tea Party se asustan de actitudes como las del senador Ted Cruz, frontalmente opuestas a todo lo mal de este régimen. Creen que esa posición puede interpretarse como “racista”, dado el color de la “víctima”, lo que ahuyentaría más a los negros y a los “independientes”.
Ese análisis es falso. A Obama hay que exponerlo y criticarlo por lo que hace y lo que dice, sin importar su raza. No hacerlo es racismo al revés. Obama seguirá contando con los votos de los negros, diga lo que diga y haga lo que haga, según han confesado. Y con el voto de los que se resisten a ver la realidad.
Ronald Reagan, ahora ensalzado casi unánimemente, ganó y fue reelecto por amplias mayorías de votos no por adoptar tácticas esquivas para seducir a los “independientes”, sino por predicar en todo momento la verdad, dicha en forma persuasiva, elegante e ingeniosa. Todo republicano votó por él y a ellos se sumaron innumerables demócratas e independientes honestos.
El próximo mes comenzará la selección de candidatos a las elecciones de medio tiempo. Si en el GOP prevalece el criterio escapista de los últimos años, no es difícil que se repitan las derrotas, pese a las ventajas obvias que al parecer tienen los republicanos sobre los demócratas y su doctrina de regresión al pasado.
Mitt Romney y antes John McCain se abstuvieron de atacar directamente a Obama en todas sus falencias y perdieron. En contraste, el líder negro que fue ungido por el clan de Chicago, abusó de su condición racial y se dedicó en las tres campañas a lanzar los más burdos ataques contra sus rivales,  en la mayoría sin fundamento.
Obama no es un rival cualquiera, no se parece a ningún otro en la historia de este país. No por el color de su piel, sino por su pasado oscuro, por su ineptitud, por su falsía constante en predicar una cosa en la campaña y hacer otra muy distinta como Presidente. 
Su especialidad no es la de abogado constitucionalista, sino la de agitador comunitario. Como tal, quiere promover desde la Casa Blanca la agitación para transformar al país en una sociedad socialista en la que los derechos individuales se esfumen, para dar paso al autoritarismo de Estado.
Hace pocos días, en las “propias barbas” de los legisladores reunidos en Pleno les dijo que si no aprobaban leyes como él las quería, gobernaría sin ellos y con decretos ejecutivos. Lo está haciendo con el Obamacare. Y seguirá haciéndolo armado “de un teléfono y un lápiz” como gráficamente lo dijo en una entrevista.
Cuando acompañó a su coideario Hollande, presidente francés, a visitar el museo Monticello de Jefferson, Obama dejó escapar algo que refleja muy bien sus sentimientos y egolatría. Al desobedecer alguna inocente regla del guía, dijo: “Es lo que me encanta de ser Presidente, puedo hacer lo que me da la gana...”
Es lo mismo que piensan, hacen y a veces dicen también jefes autoritarios de naciones especialmente tercermundistas como Correa en Ecuador o Maduro en Venezuela. Pero en los Estados Unidos la situación es otra, por lo menos hasta hoy: un jefe de Estado no puede ni debe hacer lo que le da la gana, sino ceñirse a lo que la Constitución le permite hacer.
No está en su capacidad ni juzgar ni legislar, sino específicamente cumplir y hacer cumplir las leyes provistas por un Congreso cuyos integrantes son elegidos por voto popular. Tampoco es su facultad interpretar las leyes ni menos aplicarlas selectivamente. La tarea de juzgar es exclusiva de jueces y juzgados, supuestamente independientes.
Dado el desastre del Obamacare, ahora los demócratas intentan desviar la atención hacia la necesidad de acabar con la desigualdad de los ingresos. Es otra falacia socialista/fascista. No hablan de igualdad de oportunidades, sino de igualdad de resultados. Y para ello buscan redistribuir los ingresos para enriquecer a los pobres y empobrecer a los ricos.
Es una de las más perversas utopías de esa facción, ahora en el poder. Nada en el planeta tierra es igual. Todos los seres humanos son distintos e inclusive todo es distinto en cada ser. Nunca firmamos igual, cada diente es diferente, cada cerebro piensa con su individualidad. Igual en el reino de animales y vegetales, en las olas del mar, en los bosques.
Una humanidad homogénea, como Orwell visualizaba ficticiamente, es un imposible. Y nada mejor que sea así, pues la falta de contrastes haría la vida insufriblemente aburrida. Lo que si es deplorable y condenable es que existan barreras que obstruyan a los seres humanos, sin importar su género, raza e idiosincracia, el aprovechamiento al máximo de sus cualidades en una libre búsqueda de la felicidad.
No sería aventurado sostener que la “lucha eterna” de la humanidad es la de alcanzar un sistema ideal de convivencia que permita desarrollar con libertad esas virtudes inmersas en cada individuo. Hasta la fecha, el sistema más próximo a ese ideal es el democrático.
Cuando Obama quiebra la Constitución y amenaza con “hacer lo que le da la gana”, no actúa como demócrata. Hay que frenarlo. Y no como aconseja el establishment del GOP, sino de manera frontal, a la Reagan cuanto más que, como lo dice Obama, los republicanos no son sus adversarios sino sus enemigos.
Obama está enfrascado, pues, en una guerra para liquidar a su enemigo. No es una simple campaña política más entre ciudadanos de distinta ideología. A un enemigo de esta calaña, que ha prometido “transformar” a este país de modo radical, no se lo derrotará con almíbar, ni circunloquios, ni eufemismos. Se lo va a derrotar con la verdad simple y desnuda.

Friday, February 7, 2014

EL GOP Y LA INMIGRACIÓN


Todavía la gente sigue especulando acerca de las posibles causas por las cuales fue reelegido el presidente Barack Hussein Obama en el 2012, pese a que sus primeros cuatros años de gobierno habían llevado a los Estados Unidos al más alto nivel de desempleo y deuda pública.
Durante la campaña para la reelección, no prometió ningún cambio en su estilo ni en su propósito de ahondar la “transformación profunda” de este país, entendida como un alejamiento de los principios sustentados en una democracia de amplias libertades políticas y económicas.
Esa transformación se tradujo en una intervención cada vez mayor del Estado en la vida cotidiana de los ciudadanos, lo cual ha acarreado una absorción creciente de recursos fiscales en buroracia y en proyectos nada rentables, factores que han incidido en el debilitamiento del sector privado, la inversión y el empleo.
Lo obvio era suponer que la mayoría de electores repudiaría a Obama por sus políticas (no por su condición racial mixta, como aseveran algunos). Los resultados de la mala gestión estaban y están a la vista, sobre todo porque no se crean empleos, aumentan los subsidios de alimentos y no hay perspectivas de rectificación sino de ahondamiento de errores.
Para muchos, el factor determinante de la victoria fue la debilidad del contendor, el republicano Mitt Romney. Se le acusa de no haber utilizado armas legítimas para proyectar al electorado las falencias y falsías de Obama, como en el caso del más fresco de los escándalos a la época culminante de la campaña, el ataque terrorista de Benghazi del 11 de septiembre del 2012.
Romney, en el segundo de los tres debates por TV y luego de haber vapuleado a su rival en el primero, se negó a acusarlo de responsable directo de la masacre, en la que murieron el embajador en Líbano y tres otros diplomáticos y militares a manos de una horda terrorista, que no tuvo la resistencia armada denegada por Obama.
Nadie ha planteado a Obama por qué se inhibió de decir cosa tan obvia en esa entrevista y él jamás lo ha explicado de mutuo propio. Pero lo cierto es que quienes lo observaron en esa ocasión, suspiraron diciendo: “la pelea está perdida”. El tercer debate lo probó, al ver enfrentados a un Obama envalentonado y a un Romney en retirada.
Otros sostienen que aparte de la falta de un líder de mayor robustez, influyó el hecho racial. Todos los ciudadanos de la raza negra votaron por él, sin reflexión ni análisis de su conducta. Obama es negro (mulato) y votamos por él a como de lugar, parecía ser el consenso unánime de sus congéneres de raza.
Pero no fue solo la minoría negra la que votó hechizada por Obama. Hubo otra minoría significativa que lo hizo: la hispana, la proveniente de México y demás países latinoamericanos, que tan solo en la elección anterior del republicano George W Bush inclinó su voto por el GOP.
Sin duda la explicación de este fenómeno debe hallarse en la actitud obcecada de una fracción del partido republicano, que no quiso ni quiere saber nada de proponer una fórmula factible que de curso a la legalización de 11 o más millones de inmigrantes que están en el país sin documentos.
La existencia de los indocumentados es algo real, no una ficción. No cabe ignorarla ni tampoco sugerir soluciones al problema que no son tales. El propio Romney, en la campaña, llegó a plantear la repatriación voluntaria a los ilegales, para que retornen “una vez cumplidos con los requisitos de ley”. Una idea cantinflesca.
George W Bush comprendió que no cabía esquivar el problema y propuso una reforma a la ley sensata y comprensiva. Pero como era del GOP, los demócratas se opusieron, lo cual era de esperar. Lo que si fue inesperada fue la obstrucción irrazonada de muchos de los propios líderes del GOP.
En tales circunstancias Bush, un republicano demócratico, retiró el proyecto, lo que contrasta con la conducta de Obama, demócrata poco demócratico, que utilizó todos los recursos legales e ilegales a su alcance para lograr que se apruebe el Obamacare, al cual se oponía y opone el GOP y más del 60% del electorado. No hubo un solo voto republicano a favor, algo sin antecedentes en la historia política de este país.
El GOP perdió la oportunidad de marchar con Bush hacia la rectificación de los vacíos de la ley inmigratoria, con lo cual hubiera continuado con el respaldo de esa minoría que ya es la mayor entre las minorías incluída la negra. Los ilegales no votan, pero si sus familiares.
La oportunidad perdida por la GOP ahora está en manos de los demócratas, que basan su propuesta en lo esencial en la misma de Bush. En suma, se trataría de reforzar el control de fronteras y al mismo tiempo idear un mecanismo de paulatina transición hacia la legalidad de los ilegales, incluídas multas y otros requisitos.
Ciertos líderes del GOP y comentaristas de esa línea afirman que eso equivaldría a conceder nuevamente la amnistía a los ilegales, en perjuicio de los que esperan la ciudadanía o ya lo hicieron, sujetándose al trámite de las leyes vigentes. Primero, dicen, resguardemos las fronteras.
Se refieren a la frontera terrestre con México. Se han invertido billones de dólares en construir paredones y sistemas electrónicos de control, pero poco positivo se logra. La mayoría que inmigra (salvo narcotraficantes y terroristas) busca trabajo que no existe o es precario en sus países de origen y muchos quisieran no quedarse sino ir y venir por temporadas.
Ello ha estado ocurriendo normalmente desde hace algún tiempo, hasta que advino el abuso. Lo lógico es, pues, regular con eficiencia el flujo de inmigrantes, legalizar su ingreso, garantizar el control de su destino y de su posible temporalidad o deseo de residencia plena. La medida no es solo compasiva, es pragmática y de beneficio mutuo para los que buscan trabajo y para los que necesitan de su mano de obra.
Cuando el republicano Reagan decretó, él si, la amnistía a los ilegales en 1986, lo hizo justamente con la esperanza de que en el futuro la llegada de inmigrantes siga por cauces racionales y controlables. Pero no ocurrió tal y la responsabilidad recae por igual en regímenes y congresos tanto republicanos como demócratas. 
Consecuentemente, es obligación de ambos partidos cooperar para una solución viable. No la deportación voluntaria o forzada, porque es ilusa e irrealizable. Ni el aplazamiento indefinido “hasta que se cierren las fronteras”, no solo porque es imposible con la línea de 2.000 millas con México sino porque hay otras intapables por aire, agua y con Canadá.
El GOP dejó solo a Marco Rubio, el joven líder republicano que, como hijo de inmigrantes cubanos, quiso aportar algo en el caso. Por desgracia, quedó envuelto en las garras del demócrata Charles Schummer y otros de su laya y el proyecto derivó hacia fines exclusivamente de beneficio para ese partido. Rubio se eclipsó tras esa aventura.
Luego han surgido otros republicanos, encabezados por el líder de la Cámara de Representantes, John Boehner, con una propuesta que simplifica el proyecto demócrata, lo encauza más en la línea Bush y despeja toda duda de que los demos concedan la amnistía ya, para conseguir más votos de los ilegales (que no pueden votar, salvo con fraude).
Pero la obstinación persiste. Rush Limbaugh, la estrella de radio del ala conservadora ha llegado a decir que la contrapropuesta republicana solo persigue distanciarle más al electorado noteamericano del GOP, porque en realidad el “establishment” del GOP no quiere ganar “con mucho” las próximas elecciones de noviembre ni las presidenciales del 2016.
Sorprende que un comentarista con talento tan espléndido diga semejante disparate. Su premisa, tomada de algún columnista, es que la ganancia del GOP está más allá de garantizada debido a tantos errores cometidos por Obama. ¿Y qué pasó en el 2012? Con jugadores tan avezados como Obama y su pandilla, nadie puede estar seguro de ganarlo.
El Wall Street Journal publicó el artículo de un especialista que sostenía que si el peor temor del GOP es a la amnistía de 11 millones o más de ilegales, pues su obecada posición lo que va a conseguir es precisamente la amnistía de facto, por inmutable, de esa millonada de personas ilegales.
Entre los opositores a un entendimiento figuran muchos cubanos que prefirieron exiliarse a USA antes que sacrificarse y establecer la resistencia en su país. Pero también irrita que entre los críticos se incluya a jefes de Estado de los  países de los que fugan los ilegales.
Nadie, salvo excepciones, decide emigrar si las condiciones de vida en su habitat son aceptables. Una de las peores sanciones en Grecia era el ostracismo. Los individuos huyen para mejorar. Nadie emigra a Cuba, por ejemplo, ni a Venezuela, Norcorea o países similares. Lo hacen hacia zonas prósperas y libres y la meta principal es USA.
Los Estados Unidos han sido el país más generoso y hospitalario de la historia y en la cual, por su sistema y cultura políticos, más oportunidades de prosperar ha ofrecido a los inmigrantes. La corriente migratoria no tiene que frenar, pero si regularse y controlarse y pasar por un filtro que impida el acceso de maleantes e indeseables.
Boehner acaba de anunciar que, dados los tropiezos, no cree que en este año se aprueben reformas a la ley de inmigración. Queda por verse, si se da esa circunstancia, que el vaticinio de Limbaugh (quien se vanagloria en su programa radial de acertar en el 99.7% de lo que dice) se cumple también esta vez.

Tuesday, February 4, 2014

LA OBSESIÓN POR EL PODER NO VARÍA


La condición humana, en lo esencial, es la misma desde el comienzo de los tiempos. Claro que ha habido cambios positivos sobre todo en lo que respecta al respeto a la vida, pero en general sigue la misma en cuanto a la visión sobre la concepción de lo bueno y lo malo.
Hasta el advenimiento de la cultura judeo cristiana, el menosprecio por la vida del prójimo era generalizado. Y no solo en lo concerniente a batallas y guerras, sino al sacrificio en rituales de seres inocentes, mujeres y niños o la tortura y martirologio de rebeldes o delincuentes.
Por cierto que en el transcurso de los 2.000 años de judeo cristianismo en el mundo occidental se han registrado incontables horrores de torturas y martirios, no solo de delincuentes sino de hombres de fé o renuentes a la aceptación de tiranías. Pero a diferencia del pasado, estos sacrificios no se han celebrado, al menos últimamente, con festejos populares como antaño.
Algo que permanece inmanente es la imposibilidad de que las sociedades logren estructurarse establemente con la noción de que el poder absoluto o el poder absorbente, son perjudiciales para esa buena convivencia y que hay que aplicar mecanismos para disuadir y fracturar cualquier intento por concentrar el poder, sin responsabilidad, en manos de pocos.
La lucha ha sido eterna, pero la prevalencia de esa concepción de convivencia humana ha tropezado con gente, acaso bien intencionada, que cree que las falencias siempre presentes en toda comunidad, han de superarse con gobiernos autoritarios, con limitada o nula posibilidad de réplica por parte de ciudadanos, grupos u organizaciones de culaquier tipo.
A medida que los individuos se asocian y crean comunidades y ciudades, surge la necesidad obvia de idear un liderazgo que regule y organice las relaciones internas y con el exterior. Con anterioridad a la colonización de los normandos y sajones, el ahora Reino Unido y la Republica de Irlanda no eran sino un conglomerado disperso de tribus.
Paulatinamente, con el influjo de los anglosajones, se fueron forjando formas de gobierno que se transformaron en reinados. Lo que caracterizó y diferenció a estos reinados era el afán de gobernar buscando modos de consenso con los súbditos. Esa concepción cultural heredada dio origen más tarde a la Mesa Redonda, al Parlamento Bicameral y, en definitiva, a la primera monarquía democrática de la historia.
Fue semilla para la modernización del concepto de gobernar con ideólogos como Hobbes, Rousseau y los fundadores de los Estados Unidos, primer país en aplicar el principio de la división de poderes en las tres ramas clásicas de Ejecutivo, Legislativo y Judicial. La experiencia, que muchos creen tuvo inspiración providencial, continúa sólida aunque siempre amenazada por fuerzas internas y externas.
El actual presidente, Barack Hussein Obama, pertenece al grupo que no se alinea con los principios de democracia, libertad y capitalismo, sustentos de la estructura política de los Estado Unidos y explicación del progreso constante desde que se fundó hace más de 200 años.
Sus argumentos son los mismos de todos los que creen que un régimen fuerte es necesario para remediar los males que perdurarn (y perdurarán para siempre) en la sociedad. Aparentan condolerse de los marginados y desvalidos de la sociedad, pero la receta que propungan para redimirlos invariablemente acentúan la pobreza y las desigualdades.
Casi sin excepciones, la riqueza de las naciones se ha cimentado en la captura de la riqueza de las naciones sojuzgadas por la fuerza. Eso ocurrió en Roma, donde la cultura floreció de modo impresionante con los tesoros  extraídos durante casi tres siglos de los pueblos que integraron el vasto imperio latino.
El esquema comenzó a fallar cuando estimuló el ocio y la corrupción y advinieron líderes desorbitados por el poder, como Julio César. La imparable máquina de guerra, debilitada, fue impotente para resistir la invasión de los denominados “bárabaros” y cayó el imperio. Roma y la Grecia que le precedió, no pudieron gozar de su democracia sino por un breve lapso de la historia.
Francia, cuna de Rousseau y Montesquieu, guillotinó a Luis XVI en 1789  y  tras ello advino la época de terror. Y Bonaparte que quiso ampliar su égida, pero fracasó con Rusia y Gran Bretaña. Desde entonces Francia vivió turbulencias, con restauración de monarquías, nuevas repúblicas, colonias, guerras, hasta desembocar en la democracia actual más o menos estable.
En el siglo XX hay las experiencias trágicas de las dos Guerras Mundiales  sofocadas con el aporte del principal enemigo de las autarquías autoras de esos conflictos: los Estados Unidos. En ambos casos los caudillos buscaban esparcir la felicidad por igual, a cambio “tan solo” de la renuncia de los pueblos a sus libertades individuales.
Nunca esa visión seudo protectora y autárquica ha sido fructífera. Todo lo contrario, ha empeorado los niveles de vida de todos y principalmente de los más débiles. Pero el problema se agudiza en la época actual, cuando los dirigentes utopistas y sus adláteres optan no por la imposición forzada de sus credos, sino la manipulación desde dentro del sistema democrático.
Ejemplo vívido de lo que está ocurriendo en esa dirección es Obama. Lo ha dicho en incontables ocasiones, el actual sistema en USA es opresivo y basa su potencial en la explotación de los trabajadores y la extracción de la riqueza de las naciones bajo su dominación, que según ellos es una nueva forma de colonización imperial. 
Quienes así piensan no reflexionan que la creación de riqueza en este país no ha seguido el mismo curso o diseño que otras potencias de la historia. Los Fundadores de esta nación forjaron una esturctura tal que descarte la creación de riqueza por robo como en tiempos de Roma, España o el Reino Unido y la sustituya con el esfuerzo propio. 
Quienes asi acumulen riqueza, serán exaltados como triunfadores a los que hay que imitar, no como asaltantes. Son ellos, a su vez, los que generan más riqueza con la multiplicación de empleos para la producción y el comercio de bienes y servicios. Obama  no lo entiende así y desde hace cinco años está resuelto a transformar de manera “profunda” a este país.
Si no se lo frena en noviembre próximo con las elecciones parciales para senadores, congresistas y gobernadores y en en el 2016 para designar a su sucesor, su propósito de demoler la cultura norteamericana es probable que continúe afianzándose.
Las muestras de su posición ant democrática son múltiples: la aprobación sin apoyo popular ni republicano del Obamacare; la suspensión a su antojo de cláusulas y artículos de esta ley; la elevación a 17 trillones de dólares de la deuda pública, que amenaza con quebrar la economía nacional e internacional; la promesa formal ante el Congreso de gobernar por decreto en los asuntos que la mayoría niegue; el colapso en política externa.
Son estas acciones y declaraciones las que han convertido a Obama en el jefe de Estado más impopular y antinorteamericano desde que se instauró la República con Gerge Washington el 30 de abril de 1789. La lógica indicaría que el ciclo ideológico de Obama y los suyos está condenado a la  desaparición en el 2014. Pero al parecer, la lógica no funciona con él.