Wednesday, August 6, 2014

DE HIROSHIMA Y DE GAZA


No deja de conmover cada año la conmmemoración en Japón del estallido de las dos bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki. Juntas causaron la muerte instantánea de más de 200.000 personas y muchas más luego por efecto de la radiación.
Fueron arrojadas hace 69 años y, según relata la historia, ni siquiera ese efecto horrendo bastó para convencer al comando de las fuerzas armadas del Japón a rendirse. Para ello fue indispensable la intervención “divina” del Emperador Hirohito, a fin de que se impusiera la rendición.
El general Douglas MacArthur comandó las fuerzas de ocupación. Japón no se convirtió en una colonia sino en democracia y ahora es una de las mayores potencias económicas del globo. El emperador Hirohito continuó en funciones, pero despojado de su divinidad. 
Con cada año de recordación de Hiroshima y Nagasaki, aflora la retórica anti belicista y anti nuclear. Se vuelven a proyectar las imágenes de los efectos devastadores de las bombas, de las víctimas, de las ruinas y obviamente el sentimiento de solidaridad y aborrecimiento por la violencia desatada es unánime.
No podría ser de otro modo. ¿Quién podría solazarse con los destrozos de la guerra, no solo nuclear sino en cualquiera de sus formas? En estos mismos días estremecen las fotografías de las víctimas ocasionadas por la guerra en Gaza, especialmente con la visión de niños, mujeres y ancianos muertos, heridos o ensangrentados.
Tales escenas, tanto del Japón de hace 69 años como las de Gaza de hoy, como que promueven un concurso internacional de llantos, quejas, acusaciones, insultos, amenazas, invectivas, venganzas, comparaciones, superlativos e interjecciones sin freno.
En cuanto al Japón, la discusión debería haberse archivado. Si los Estados Unidos no se adelantaban a Alemania en desarrollar el arma atómica, la II Guerra Mundial se habría inclinado en su favor. Y si no la empleaba contra Japón, acaso ni con el sacrificio de medio millón más de soldados hubiera podido derrotarla.
Quienes, como todos, se conduelen con las imágenes de los efectos de las guerras, bien harían en reflexionar que esas imágenes no existirían si esas guerras no se hubieran producido. Los Estados Unidos fue renuente tanto en la I como en la II Guerra Mundiales a ser parte de los conflictos. Pero dadas las circunstancias, tuvo que hacerlo.
Israel, como los Estados Unidos, siempre ha peferido la paz. Su suerte ha sido precaria debido a su religión. Desde hace 5.000 años, desde hace 2.000 años su pueblo ha sido forzado a vivir intermitentemente en el exilio hasta que recuperó parte de su Judea original en 1948, por decisión de las Naciones Unidas luego del Holocausto a manos de los nazis.
Desde la formación misma del moderno estado de Israel, el acoso por parte de los musulmanes ha sido permanente. Ha resistido y ha triunfado en todas las guerras nunca iniciadas por los israelíes. Pese al asedio de 300 millones de árabes a una nación de 6 millones de judíos, el Estado de Israel ha llegado a ser modelo de prosperidad y democracia.
Militarmente es el país mejor preparado de la zona. Pero sus militares no piensan en la conquista, sino en la defensa. Los terroristas justifican ante la TV que han lanzado 3.000 cohetes a poblaciones israelíes para defenderse de ataques judíos. Pero la ocupación militar israelí en Gaza, por ataques previos, cesó hace 9 años.
La muerte de civiles, cuando se desatan las guerras, no las desea nadie. Con excepciones. En Gaza, allí están las prueba testimoniales y visuales de que los terroristas del Hamas utilizan a niños y mujeres como escudos para recibir el ataque de represalia. Luego las fotografías y videoclips se divulgan urbi et orbi como prueba del “genocidio” israelí.
¿Cómo evitar el daño colateral civil cuando es forzoso destruir objetivos militares ubicados estratégicamente en escuelas, hospitales, mezquitas y mercados? Desde esos objetivos claramente identificables y ubicables con los modernos dispositivos tecnológicos, se lanzan día y noche los misiles dirigidos desde Gaza a Israel.
Hitler, con quien los palestinos se aliaron en la II Guerra Mundial, no vaciló en atacar a los civiles cuando asediaba por las noches a Londres y otras ciudades del Reino Unido. Ni cuando acordó la “solución final” contra los judíos de todo el continente europeo. Hoy los judíos no están dispuestos a aceptar otro holocausto.
Los que ahora sueltan gruesos lagrimones por las víctimas de Gaza deben admitir que los autores de esas víctimas y guerras son los mismos que hace 70 años se subieron al carro hitleriano de exterminio de judíos. Calificar a Netanyahu de nuevo Himmler y a Gaza del nuevo ghetto polaco, porque Israel se defiende de estos neonazis, es una aberración.
Y repiten lo de los terroristas de que Gaza está cercada. Claro que a Israel no le queda otra alternativa que vigilar sus fronteras para evitar el ingreso de más y más armas y explosivos para matar judíos. Pues el cemento y el dinero y más ayuda que Israel ofrece, generalmente cae en manos de Hamas no para construir escuelas sino túneles para almacenar armas y cohetes, para llegar a territorio israelí a matar y secuestrar. 
Hay túneles de hasta 10 millones de dólares. Tienen electricidad (israelí), aire acondicionado, telefonía y tan espaciosos que no uno sino dos y hasta tres terroristas pueden caminar de pie. ¿Sirven estos túneles para la paz, la defensa o para atacar? Si es para defenderse ¿de qué atacantes?
Desafortunadamente, las guerras como el odio, son consustanciales a la naturaleza del hombre. No terminarán nunca. Para detenerlas no basta el deseo ni la buena voluntad de no quererlas. Es necesario estar preparados para enfrentarlas y derrotarlas, a fin de que prevalezca el otro lado del odio.
Cuando en estos momentos se está imponiendo un criterio favorable al terrorismo, parecería que es el signo del odio el que está prevaleciendo. Como en los años que precedieron al estallido del nazismo y a las dos bombas en Hiroshima y Nagasaki. O como ahora en Gaza, que resume el odio musulmán por los valores occidentales que casi se hacen añicos con la insurgencia demoladora del Eje. ¿Estamos quizás al borde de la resurrección de un odio similar que partirá al mundo en dos?

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