Esta tarde volvió a tomarle del pelo a los norteamericanos al presentar (eso si por primera vez en sus seis años de gobierno) un presupuesto estatal que incluye un aumento de impuestos por 320.000 millones de dólares, para incrementar aún más la deuda pública que ya supera los 18 trillones de dólares.
Obama, solo él, ha aumentada esa deuda en 7 trillones de dólares, más de lo que lo hicieron en conjunto los 43 presidentes de la República que lo precedieron. La pretensión del presidente, con síntomas delirantes, está de hecho DOA (Dead on arrival), es decir, “muerta al llegar” al Congreso.
Fidel Castro y su guignol parlante Raúl están conscientes de la siquis en mal estado de Obama, tras su capitulación a la que nadie le forzó frente a la dictadura cubana. Buscan aprovecharse de esa debilidad. Si quieren “honrarse” con restablecer relaciones con nosotros, han dicho, alcen el embargo y páguennos por los daños que nos ocasionaron.
Si nada le impidiese, con seguridad Obama estaría dispuesto a entregarle a Raúl no solo los 100.000 millones de dólares que reclama por daños del embargo, sino mucho más. Porque él está convencido y así lo ha dicho, que los Estados Unidos han sido malos con Cuba y malos con el resto del mundo, al que ha explotado y sigue explotando.
Para Fidel y Raúl, embargo y bloqueo son sinónimos. Pero aclárese que bloqueo hubo solo cuando Kennedy frenó la instalación de una base de cohetería nuclear en la isla, ordenada por Jrushov. El bloqueo duró horas. En cuanto al embargo, se lo impuso para impedir el comercio de Estados Unidos con Cuba, tras la confiscación de inversiones norteamericanas.
Todos los demás países del planeta siguieron y siguen comerciando con la isla por decisión propia y conveniencia. Estados Unidos no lo impide. Si no hay más comercio e inversiones en la isla, es porque las condiciones no son atractivas. El hipotético levantamiento del embargo, sin un cambio de régimen político y económico en Cuba, no alterará en lo más mínimo el nivel miserable de vida de sus ciudadanos.
El monto de las confiscaciones de Fidel hacia 1962 se calculó en 7.400 millones de dólares (57.810 millones de dólares a precios de hoy). Se ignoran el detalle y explicaciones que da Raúl para cifrar en más de 100.000 millones de dólares el costo del embargo de los Estados Unidos a la isla. Sería dable pregunarle ¿en cuánto valoran, él y Fidel, el costo de la riqueza perdida por Cuba desde que asumieron el mando absoluto hace más de 50 años?
El periodista y escritor cubano Carlos Alberto Montaner, residente en Madrid, hace una digresión acerca de los costos que la revolución de los Castro han significado para Cuba y el mundo. No cita, porque no cabe, una imposible traducción en dólares del costo de miles y miles de opositores fusilados en el Paredón ni de la pérdida irrecuperable hasta hoy de la libertad en la isla.
Por su valía, oportunidad e interés, se transcribe a continuación el artículo de Montaner, publicado ayer en el Diario El Nuevo Herald, de Miami:
Raúl Castro le ha puesto condiciones a Barack Obama para reestablecer relaciones diplomáticas. Una de ellas es recibir una compensación por los daños producidos por el embargo comercial.
¿A cuánto asciende el perjuicio? Según los puntillosos contables del gobierno cubano, la cifra es exactamente 116,860 millones de dólares. No tengo la menor idea sobre cómo han llegado a esa suma monstruosa, pero démosla por buena a los efectos de esta columna.
Naturalmente, eso nos precipita a una pregunta inevitable: cuánto le ha costado la incompetencia y la injerencia de la revolución cubana al mundo.
Hagamos unos apresurados apuntes.
Primero, claro, están los perjudicados cubanos. En 1959, Cuba tenía 6,000,500 habitantes. Al margen de 1,800,000 viviendas, existían 38,384 fábricas, 65,872 comercios y 150,958 establecimientos agrícolas. Todo eso fue estatizado sin compensación real, provocando el súbito empobrecimiento de la sociedad cubana. ¿A cuánto asciende el desastre? Probablemente el Estado les debe a los propios cubanos 30 veces lo que hoy Raúl Castro le reclama a Obama. Pasaron de los primeros lugares de desarrollo en América Latina a los últimos.
Estados Unidos.Los norteamericanos, muy conservadoramente, valoran en 7,000 millones las propiedades confiscadas en la Isla. No incluyen en la cuenta, por ejemplo, el costo enorme de integrar a dos millones de refugiados cubanos en Estados Unidos (el 20% de la población de la Isla), ni los daños provocados por los miles de criminales deliberadamente sacados de las cárceles cubanas y enviados a USA durante el éxodo del Mariel en 1980. Deberían sumarlos.
España.La “Sociedad 1898”, constituida en Madrid para defender los intereses de los españoles perjudicados en la Isla –dueños en Cuba de una buena parte del comercio minorista–, afirma que sólo a las tres mil familias españolas que han logrado localizar, a valor del dólar actual, les deben unos 8,000 millones.
URSS.Según la economista rusa Irina Zorina, los subsidios a Cuba, sin contar las cuantiosas donaciones de armamentos, excedieron los 100,000 millones de dólares. En el verano del 2014, Vladimir Putin le condonó a Cuba el 90% de una incobrable deuda de 35,000 millones reconocidos a Rusia. El 10% restante, que tampoco cobrará, hipotéticamente se invertiría en la Isla.
Venezuela.El economista Carmelo Mesa-Lago calcula el subsidio venezolano en unos 13,000 millones de dólares anuales. Ernesto Hernández-Catá lo sitúa en 7,000. En todo caso, una cifra descomunal que explica, entre otras razones, la magnitud del desastre venezolano.
Argentina.La deuda original de 2,400 millones, contraída en los años setenta, al no pagarla, hoy excede los 11,000 millones.
Japón.Cuba le debía 1,400 millones. Los japoneses le condonaron el 80% de la deuda y el 20% restante lo aplazaron en 20 años. Naturalmente, les eliminaron las líneas de crédito.
México.Hizo más o menos lo mismo que Japón. Cuba le debía 487 millones de dólares y el gobierno mexicano le perdonó 341 y le aplazó el remanente a lo largo de una década.
Y ahora acerquémonos, parcialmente, a la injerencia, pero con más preguntas que respuestas, porque, que sepamos, nadie todavía le ha puesto números al costo de la intromisión cubana en los asuntos internos de otros países.
¿Cuánto le costó a Venezuela el desembarco de guerrillas cubanas en los años sesenta y el apoyo de los Castro a las guerrillas y terroristas venezolanos durante más de una década?
¿Cuánto le costó a Bolivia el intento del Che Guevara, acompañado de militares cubanos, de derrocar al gobierno de ese país?
¿Cuánto le costó a Chile la radicalización del gobierno de Salvador Allende, en gran medida motivada por la presencia de las tropas especiales cubanas en ese país y por el consejo suicida de La Habana?
¿Cuánto le costó a Centroamérica en vidas humanas y en recursos económicos la ayuda de Cuba a la creación y mantenimiento de guerrillas en El Salvador, Guatemala y Nicaragua? (Nicaragua, por ejemplo, todavía no ha recuperado los índices de desarrollo económico que tenía en 1979, año del triunfo sandinista).
¿Cuánto la vinculación de Cuba en Colombia al Ejército de Liberación Nacional o ELN, al M-19 de Jaime Bateman y a las FARC?
¿Cuánto pagaron los argentinos por combatir al Ejército Guerrillero del Pueblo, organizado por Cuba y dirigido por Jorge Ricardo Masetti, como prueba el periodista e historiador Juan Bautista Yofre en su libro Fue Cuba, o el insensato ataque al cuartel de La Tablada, con armas cubanas, durante el gobierno de Raúl Alfonsín?
¿Para qué seguir? La pequeña isla de Cuba, dirigida por un loco que, como tantos, se creía Napoleón Bonaparte, pero que realmente intentó serlo y a ello dedicó toda su vida, ha sido una catástrofe, no sólo para los cubanos, sino para medio planeta. Una catástrofe que les ha costado una inmensa cantidad de dinero.
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