Muy saludable que Mitt Romney haya anunciado que no se presentará por tercera vez en las primarias presidenciales del partido republicano. Quiere dejar libre el campo a un “hombre nuevo” y claramente conservador para garantizar la victoria frente al rival demócrata en los comicios del 2016.
Se equivocaron quienes pensaban que Mitt iba a retirarse para “endosar” a Jeb Bush en la contienda. Aunque a ambos se los ha identificado como del “establishment” del partido, Romney ha puesto en claro que no se logrará un triunfo si nuevamente media un candidato del GOP vacilante.
Jeb Bush nada tiene de nuevo. Si desoye la advertencia de Romney y persiste en la campaña y gana, cometería los mismos errores de eludir una confrontación con Hillary Clinton, la segura candidata demócrata, como lo hizo Mitt con Obama y antes John McCain con el mismo Obama en la primera elección.
Jeb Bush gobernó ocho años la Florida con criterio conservador, pero yerra cuando dice que “ la era Reagan es cosa del pasado”, olvidando que si se recuerda su nombre es por el vigor con el que defendió los principios conservadores, que constituyen el cimiento de la cultura norteamericana.
El respaldo de Jeb Bush al programa CORE, que dejaría en total control de Washington la educación del país, es antípoda de la prédica del GOP por reducir el influjo federal en los estados. La conducta de Jeb también se ha enturbiado al revelarse que prestó su nombre por 15.000 dólares para integrar el directorio de una firma fraudulenta InnoVida.
El presidente de la compañía fue sentenciado a prisión y Jeb responde a los cuestionamientos diciendo que “nada sabía” de la firma. ¿Nada? ¿Tras ocho años de gobernador? Lo que sin duda si sabía es que Hillary Clinton estuvo directamente involucrada en la tragedia de Benghazi, Libia, en la cual murieron asesinados por una turba terrorista el embajador Christopher Stephens y otros tres altos funcionarios.
El episodio ocurrió en septiembre del 2012, poco antes de las elecciones de noviembre. Obama y Hillary (entonces Secetaria de Estado) tejieron una red de mentiras para impedir que trasluciera que la tragedia fue resultado de la negligencia del gobierno. Como resultado de la pusilanimidad de Romney para denunciarlo, Obama fue reelegido. Pese a las evidencias de culpabilidad, Jeb Bush la condecoró un año más tarde con la medalla a la Libertad.
Los Clinton, de otro lado, gozan de una simpatía inexplicable en la familia Bush. George W. llama a Bill su hermano “en otra madre” y sus dos hijas lo conocen como “el tío Bill”. ¿Sería capaz el candidato Jeb de desafiar a su condecorada Hillary sobre Benghazi, el mal manejo de la política exterior y sobre su colaboración íntima y por tanto de responsabiliad compartida con el gobierno Obama?
Si Romney quiere y con razón, que llegue gente nueva, debe estar pensando en cualquiera menos en Jeb Bush. Aún sin los defectos anotados, bastaría el hecho de su apellido para calificarlo de todo menos de nuevo. Su padre y su hermano ya estuvieron en la Casa Blanca. Estados Unidos es una democracia dinámica, que repudia la perpetuación de linajes con tufillo a monárquicas.
Al menos dentro del partido republicano, abundan los nuevos valores. Hay más de una docena de nombres como precandidatos. Cualquiera de ellos sería mejor que Obama, cualquiera mejor que Hillary Clinton. El mismo Mitt Romney habría sido incomparablemente superior a Obama, pero no supo enfrentarlo y perdió. Así lo acaba de admitir con su decisión final.
En el lado demócrata opuesto, la situación es la contraria. La sola opción parece ser Hillary. ¿Y cuál es su mayor mérito? Aparentemente ser mujer, como ser negro fue el “mérito” de Obama. ¿Qué atractivo ven las mujeres en Hillary? ¿Acaso los cuernos que le puso y sigue poniendo su cónyuge? Son muchos, pero obviamente el más célebre es el de Monica Lewinsky.
Bill cometió el adulterio no en una alcoba confortable sino a hurtadillas en la oficina de la Sala Oval de la Casa Blanca. Mancilló así el honor y la respetabilidad de su función y cuando el Congreso Federal le interrogó al iniciar un proceso de interpelación para censurarlo, mintió bajo juramento. La interpelación no prosperó. Hillary no se divorció porque separada de Bill, su carrera política se habría ido al sifón.
Hillary por si misma no vale nada, vale por su marido infiel a quien adoran los demócratas y “liberals” de este país. Todos ellos cerrarán filas tras ella y de ahí el peligro, pues como siempre no dudarán en utilizar cualquier artilugio para quebrar y desprestigiar a cualquiera que resulte candidato del GOP. Mitt ha hecho bien en sair a tiempo mutis por el foro y tras él debería salir también Jeb Bush.
De la decena o docena de precandidatos republicanos, los que aparecen con mayores cualidades de liderazgo renovado, transparente, directo e indeclinable que los norteamericanos anhelan tras la pesadilla Obama y al cual aludió Romney, son Scott Walker y Ted Cruz. Éste último, senador ante el Congreso Federal por Texas, hijo de cubano, ha descollado por su retórica implacable contra el transformismo “progresista” del régimen.
Los medios audiovisuales y escritos lo tienen de huésped con frecuencia por su oposición frontal al obamacare, el manejo de la política exterior que ha permitido el avance del terrorismo y una economía que ha desalentado la inversión y el empleo. No así Scott, a quien los medios no le han dado el espacio merecido por sus logros en Wisconsin, estado demócrata del cual es gobernador.
Lo ha sido tres veces, pese a que Obama y el partido demócrata invirtieron millones y todo el peso gubernamental en su contra. Doblegó también a los sindicatos públicos y privados, siempre demócratas e impuso reformas en el Estado de Wisconsin que han significado no solo una reducción del déficit fiscal, sino superavit y una baja récord en el desempleo.
Es un ejemplo vívido de cómo desde la Casa Blanca, al igual que desde Madison, se podría comenzar a poner en orden el caos económico y moral dejado por Obama en el país. La deuda pública sobrepasa los 18 trillones de dólares y él sigue burlándose de la humanidad exigiendo más y más tributos a todo lo imaginable. Incluso al aire so pretexto del “calentamiento global”.
Cruz o Walker, cualquiera de los dos tendría un magnífico desempeño en la campaña electoral y más tarde en la Casa Blanca. A Walker le aventaja el hecho de haber sido gobernador de extrarodinaria eficiencia y múltiples ocasiones, en un medio tan hostil como Wisconsin. La campaña con Hillary y la misma maquinaria trituradora de Chicago de Obama será sangrienta y requiere de un hombre con la experiencia de Walker para enfrentarla.
De todos modos, para sellar la victoria, el GOP deberá archivar candidatos tipo John McCain, Mitt Romney o Jeb Bush. E inclinarse por un binomio aguerrido, resuelto, inspirador de total confianza y que no tenga temor en utilizar culaquier recurso lícito para triunfar. Ese binomio sería el de Scott Walker para Presidente y Ted Cruz para Vicepresidente.
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