Ha sido necesario un torrente de entrevistas, reportajes, digresiones y más a propósito de la masacre de París, para que los sesudos comentaristas llegasen a una conclusión que previamente parecía tan obvia: los Estados Unidos y el mundo libre están en guerra con el terrorismo musulmán.
Eso por lo menos lo acaba de declarar el presidente Francois Hollande de Francia e igual el Premier del Reino Unido. Y toda gente sensata. Toda, menos Barack Hussein Obama y su Fiscal Eric Holder, quien estuvo ayer en París pero no fue a la manifestación de protesta contra el atentado.
Al menos un mérito se le debería reconocer a los dos altos funcionarios del gobierno norteamericano. De haberse sumado a la marcha en la que hubo casi cuatro millones de personas, ello habría constituído una total hipocresía, pues siempre han demostrado simpatía por lo islámico.
Obama y Holder se resisten a vincular el terrorismo musulmán con el Islam. En entrevistas desde París y hasta último momento, Holder afirma que lo ocurrido en la capital francesa es un hecho aislado de individuos escudados en la religión para asaltar y matar. Los hechos lo desmienten como lo han confirmado desde Yemén.
Estados Unidos y los aliados del mundo libre no han iniciado la guerra contra el Islam. Cristianos, árabes y judíos convivieron en la Tierra Santa por centurias, hasta que surgió el apóstata Mahoma, quien a sangre y fuego impuso su religión hacia el año 600. Más tarde, con ayuda turca, el Islam se tomó Jerusalén y destruyó la Iglesia del Santo Sepulcro.
Fue entonces que el Papa Urbano II invocó a los cristianos a la recuperación de Jerusalén y el Santo Sepulcro y con ello el derecho a visitar la Tierra Santa. Los soldados de la Primera y sucesivas Cruzadas tuvieron como emblema una cruz (de ahí su nombre), en contraste con la cimitarra de los sarracenos islámicos.
Los árabes extendieron su poder e influjo por el mundo, doblegando a las Españas por 600 años. Ese poder declinó con la expulsión de los árabes tras el potenciamiento hispano con el descubrimiento de América. Es falsa la idea de que previamente hubo armonía judeocristina y árabe en España, pues lo que hubo es subyugación.
Judíos y cristianos, como en la Colombia de las FARC, con los hacendados, debían pagar altos tributos para sobrevivir, a menos que se convirtieran. Es lo que sigue ocurriendo en el califato Isis/Isil en el Medio Oriente, con el agravante, como antaño, de que la negativa a la conversión o el tributo, se paga con la muerte.
El islamismo es tan apóstata como el mormonismo fundado por el profeta Joseph Smith (1805/1844) en los Estados Unidos. Con la diferencia de que los mormones se sujetan a las leyes, no matan a infieles, se dedican a hacer buenos negocios (como la cadena Marriott) y uno de ellos, Mitt Romney, aspira por tercera vez a la presidencia de la República. Con votos, no con terrorismo.
Los Estados Unidos nunca iniciaron una guerra contra los musulmanes. Fueron ellos los que asaltaron a las naves mercantes que navegaban por el Mediterráneo sin pagar tributos. El presidente Thomas Jefferson, siempre opuesto a ese pago indebido, se vio forzado a declarar la guerra (1801) y enviar buques de la armada por el Alántico para vencer al atacante.
Desde entonces el país siempre ha sido renuente a involucrarse en guerras foráneas. La situación cambió con la conflagración europea en la cual su participación fue clave para la victoria. El presidente Woodrow Wilson soñó, como tantos otros, que con el Tratado de Versalles y la Liga de las Naciones las guerras desaparecerían para siempre.
La ilusión duró poco. Hitler surgió y con él Holocausto y el sacrificio de millones de vidas humanas e inconmensurables pérdidas materiales. Los Estados Unidos no tuvieron otra opción que lanzar dos bombas atómicas en el Japós para terminar la II Guerra Mundial, a la que se sumó contra su voluntad tras el ataque a Pearl Harbor en 1941.
Como potencia dominante, intentó estabilizar las fuerzas mundiales para una garantía más duradera de la paz mediante la cooperación. Dueña única de la tecnología nuclear, quiso compartirla con los aliados para destinarla exclusivamente a fines pacíficos. La URSS se negó. En lo político buscó consenso para garantizar que naciones vencedoras y vencidas, por igual se autodeterminen libremente.
La URSS nuevamente se negó. Los países liberados de los nazis por los soviéticos quedaron subyugados a un régimen totalitario férreamente controlado desde Moscú. Alemania se dividió en dos. Moscú extendió sus tentáculos por todo el orbe y creó un imperio cercado por un telón o cortina de hierro, a lo que aludió Churchill en 1946 y que solo se rompió cuando cayó el Muro de Berlín en 1989.
La URSS, con China, vulneró el pacto del paraleo 38 en la península de Corea y pretendió avanzar hasta Seúl. Fuerzas de la ONU comandadas por Estados Unidas lo impidieron, pero no hasta la victoria sino hasta el armisticio. En Vietnam sucedió algo parecido, excepto que Estados Unidos por primera vez fue derrotado militarmente, por auto decisión.
La expansión comunista abarcó a los cinco continentes, mediante la agitación armada, la subversión y el espionaje. llegó y aún sigue a 150 kilómetros de la Florida, en Cuba, una vez que Fidel Castro se desdijo de su anticomunismo y se entregó a los designios de Nikita Jrushov. Casi hubo una guerra nuclear por el intento fallido de instalar bases de cohetería atómica en la isla.
No hay un solo caso de una guerra que los Estados Unidos haya iniciado por capricho o afán de conquista. La actual guerra contra el terrorismo de los musulmanes arranca con la masacre del 9/11. No ha terminado, aunque Obama quisiera hacerlo pero no con la victoria sino con la retirada.
Sacó las tropas de Irak y Afganistán y con ello brotó y se fortaleció el Califato Isis en Siria/Irak. El ataque de París fue hecho a nombre de ellos y de Yemén y del Jihad y de todos los terroristas musulmanes, que son uno solo con un solo dios vengador, Alá. Obama ha liberado a los más peligrosos asesinos de Guantánamo y sigue haciéndolo.
Cinco de ellos salieron a cambio de un desertor que fugó a los talibanes en Afganistán. El desertor regresó a casa y recibió 350.000 dólares por pagos atrasados en el ejército al que traicionó. Todos los actos de terroristas musulmanes ocurridos dentro o fuera de los Estados Unidos en seis años de mandato, solo últimamente acepta llamarlos tales y no “actos de violencia”.
Nunca los vincula ni los vinculará con el Islam, sin duda por sus raíces musulmanas (de las que no se desarraiga) que adquirió durante su niñez y adolescencia en Indonesia. Si se descartara el factor religioso Islam del terrorismo árabe ¿por qué habría de existir terrorismo árabe? ¿A qué lo atribuirían Obama y Holder? ¿A la pobreza de las naciones petroleras?
Que Obama niegue el nexo que existe entre terrorismo árabe e Islam es todo menos ingenuidad o desinformación, como dicen algunos. Es una admisión tácita, aunque no expresa, de un credo distinto al judeo cristiano.
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