Tuesday, January 6, 2015

EL ARTE DE GOBERNAR


Comienza un nuevo año y todos anhelan, en lo político, que los malos gobiernos, que los hay en exceso, sean reemplazados por gobiernos con gente sensata. No con iluminados que pretendan intuirlo y saberlo todo, sino con personas dotadas con esa cualidad tan escasa que es el sentido común.
Aristóteles decía que el arte del estadista es la “phronesis”, o “sabiduría práctica”, compuesta por dos tipos de conocimiento: el conocimiento de lo bueno y de lo malo -que involucra justicia en el plano de lo político- y el conocimiento de lo práctico -acerca de cómo un régimen funciona y de lo que es posible alcanzar con las leyes, las costumbres y las opiniones vigentes.
Probablemente no llegue ni a media docena el número de gobernantes que se ajusten al concepto aristotélico. Lo que abundan son los predestinados que ven como un estorbo a su misión mesiánica la oposición de los políticos y los medios de comunicación. A ellos no les calza el clásico sistema de equilibrio de poderes.
En algunos casos, como en Venezuela o Ecuador, la ficción de democracia se mantiene pero se ha roto en realidad, pues las funciones encargadas de impartir justicia y hacer leyes están por completo subordinadas al Ejecutivo. Allí la libertad de expresión política y en los medios de comunicación está controlada de modo severo, directa e indirectamente. 
En los Estados Unidos la situación es distinta porque Obama ha contado desde el inicio de su mandato en el 2009 con el apoyo de los mayores medios de comunicación impresos y audiovisuales. Ello le ha permitido, en seis años, comenzar a alterar la cultura política de esta nación carcomiendo su sistema de capitalismo democrático, que le ha engrandecido desde su fundación en 1776.
No obstante el influjo de los medios, que si bien explican la reelección de Obama en el 2012, no fue suficiente para impedir a la oposición republicana que reasuma en noviembre pasado el control del Senado (y con él el Congreso), lo que alienta la esperanza de frenar a tiempo la cruzada anti sistema del actual presidente. La opción mayor, por cierto, está en las elecciones presidenciales del 2016.
Con seis años de Obama la deuda pública subió más de 7.5 trillones de dólares, para colocarse en 18 trillones. Una irresponsabilidad imperdonable que tiene que comenzar a ser confrontada por el Congreso. Si en algo hay una falta de “phronesis”, es en esta manera de manejar la economía de “bienestar”, que ha quebrado a Cuba, que está quebrando a Venezuela y de la que trata de salir Europa.
Rafael Correa es otro ejemplo de mal gobernar. Cuando el petróleo subió a 140 dólares por barril, en lugar de seguir con el fondo de reserva para contingencias que heredó de gobiernos anteriores, dilapidó la fortuna en “bienestar”, subsidios, burocracia, obras viales concedidas a dedo y sin control. Y canceló el pago de la deuda externa por “ilegal”.
Ahora los precios del crudo han caído por debajo de 40 dólares para el Ecuador y Correa está en aprietos. Previamente vendió el oro del Banco Central y buscó reanudar relaciones financieras con el “imperio” yanqui. No le bastan esos esfuerzos y ha ido a Beijing, a prosternarse y pedir más créditos para más gastos. La ficción de que la economía estaba firme porque el gasto público superaba a la inversión privada, se esfuma.
Obama, en contraste, a su regreso de jugar golf dos semanas en Hawaii, anuncia una gira por tres ciudades para vanagloriarse por el repunte de la economía nacional. Aunque el desempleo sigue cerca del 7% y la resistencia es cada vez más intensa contra el Obamacare, hay cierto alivio en la economía por la baja en los precios del petróleo y las gasolinas.
La explicación es simple, como lo dijo Janet Yellen, presidente del Banco de la Reserva Federal: la caída de los precios del crudo ha sido como una baja de impuestos. El galón de gasolina ha caído de casi 4 dólares a menos de 3 dólares y ello significa que el ciudadano corriente tiene más dinero para invertir y ahorrar. El efecto positivo para la economía es no solo material: es emocional.
Obama y los demócratas que lo siguen, que repudian al sistema, están pensando ya en gravar el precio a las gasolinas. Quieren seguir inflando el gasto público, para así incrementar el control de toda actividad humana para, a la postre, lograr redistribuir la riqueza gravando más a quienes más tienen, vía absorción tributaria por parte del fisco.
Según ha demostrado la historia, la búsqueda de la igualación en ingresos e igualación en cualquier otro orden de la vida, es anti natural y por ende imposible de alcanzar. Con la imposición forzosa de la redistribución de la riqueza, sea por métodos socialistas/comunistas o fascistas o cualquiera otra combinación intermedia, solo se consigue destruir la riqueza, generalizar  la pobreza y perder la libertad. 
Es lo que se observa en Cuba y Norcorea, lo que está ocurriendo en Venezuela y lo que podría pasar en el Ecuador o Nicaragua, Argentina y Grecia si no se corrigen conceptos desviados de gobernar. En Estados Unidos, por fortuna, la pesadilla Obama ha comenzado a languidecer con los resultados de las elecciones de noviembre pasado y fundadas esperanzas se tienen de que desaparezca del todo para el 2016.

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