En el Ecuador acaba de implantarse, por orden del Presidente, una ley tributaria “progresiva” (o sea confiscatoria), el alza en un quinto del salario mínimo vigente y a partir del miércoles los topes a las tasas de interés bancario.
Es como si el autor de estas decisiones hubiese decretado la pena de muerte al mercado. Casi lo dice así según la versión de su perorata radial de ayer aparecida en el diario El Nuevo Herald de Miami, cuando afirma que en el Ecuador no existe el mercado competitivo, por lo que el Estado tendrá que regularlo.
¿Qué mercado en si mismo no es competitivo? El mandatario ecuatoriano Rafael Correa, con títulos académicos en Economía, debe entender que su afirmación es una tontería. Porque el mercado simplemente es un encuentro entre quien ofrece un bien o un servicio y otro que lo demanda.
La transacción, en tiempos modernos, se pacta a través del dinero y sus diversas formas, como medida del valor de la transacción de dichos bienes. Los valores fluctúan permanentemente y están sujetos a los volúmenes de la oferta y la demanda y, por cierto, a la calidad. El mercado intrínsicamente implica competencia entre oferta y demanda y puede ser más o menos competitivo con otros mercados, que oferten bienes y servicios similares.
Pretender “matar” al mercado es risible, porque el mercado es algo inherente a la condición humana. Es como respirar, dialogar, caminar, pensar, crear. Lo que Correa quiere es coartar al mercado y controlarlo rígidamente con decisiones emanadas del Ejecutivo, frente a las cuales nadie tenga capacidad de discutir.
Para impedir el debate o la disensión, el Ejecutivo tiene que recurrir a la fuerza para reprimir esa libertad. Tal tendencia autocrática se ha observado con frecuencia en Correa. La última fue con relación a la aprobación absurda de la absurda ley tributaria por la Asamblea Constituyente. El proyecto no fue debatido y se obstruyó a los alcaldes del país que expongan los fundamentos que tenían para oponerse.
El mercado florece cuando mayor es la libertad que le rodea. Esta libertad no es ilimitada, se la regula para impedir que afecte a otros individuos y a través de ello a la comunidad. Una libertad primitiva de mercado es proclive a los abusos de quienes acumulen mayor poder económico. Eses temor da origen a leyes anti monopolio y conexas.
En el Ecuador es probable que el mercado no sea transparente, porque el cumplimiento de la ley no rige para todos. Un sistema democrático imperfecto es campo propicio para la corrupción, tanto de parte de quienes tienen que cumplir la ley como de quienes tienen que hacerla cumplir.
La solución no está en trasladar toda la fuerza y todo el control del mercado a un Ejecutivo autocrático, como es el de Correa. Si le ley tributaria aprobada sin objeción ni discusión grava y castiga más a los que más tienen y libera del pago al 85% de los contribuyentes, los resultados serán desastrosos. Caerán los ingresos fiscales, contrariamente a lo que cree su autor, pues proliferarán las “trampas” para optar por deducciones para pagar menos o nada.
Y no hay que ser suspicaces para advertir lo que sucederá con el alza en los tributos para los bienes considerados suntuarios. Aumentarán el contrabando y los ingresos para quienes lo ejerzan, que además no pagarán un solo centavo de impuestos.
Correa dispuso que el salario vital aumento de 170 a 200 dólares por mes y para los empleados domésticos de 120 dólares a 170 dólares por mes. Los que no cumplan con la ley serán sancionados. Si la cumplen, la mayoría se verá forzada a despedir empleados o a no contratar nuevos si tenían proyectado una expansión del negocio. En el área de las domésticas, aumentará el desempleo o la trampa.
El manejo de los salarios por el Ejecutivo es otra intromisión condenable en el mercado. No cabe que cada año el gobierno fije, con o sin aceptación de las partes, un aumento salarial inflexible y general para todo el país. Lo ideal, lo técnico, sería que el mercado oriente el flujo de los salarios hacia arriba o hacia abajo, según la demanda y la oferta.
Ciertamente que cabe una tasa mínima, un pago de cierta suma por hora que sirva como pauta general y que podría revisarse cada cierto lapso amplio con margen de seguridad para las fluctuaciones. Pero no es aceptable que cada año haya un aumento que tenga que aplicarse por igual en empresas grandes o pequeñas, eficientes o ineficientes, nuevas o experimentadas, de los grandes centros urbanos o de áreas rurales.
Es una intervención gubernamental que distorsiona y desalienta el empleo y la inversión. Si la idea de Correa es favorecer a los pobres y desempleados, con estas medidas conseguirá lo opuesto. Peor aún si hace cierta su amenaza de enviar a la cárcel a quienes no paguen los nuevos tributos o sancione, acaso no solo pecuniariamente, a quienes no acaten las alzas salariales.
Dentro del mismo esquema mental revanchista de Correa está su iracundia contra las fundaciones. Éstas han funcionado muy bien en sociedades de mercado liberales. La idea es exonerar del pago del impuesto a la renta a las personas y corporaciones que donen dinero a instituciones sin fines de lucro, cuya misión sean de beneficio a la comunidad en las artes, la salud, la lucha contra epidemias, el saneamiento ambiental y otras obras caritativas.
El impacto benéfico es múltiple: por un lado las personas individuales y las empresas o corporaciones ven reducido el peso tributario con las donaciones. Si bien el fisco merma un tanto sus ingresos por esta causa, en cambio el impacto en la comunidad es inmenso por las obras que las fundaciones realizan en los distintos géneros, sin la interferencia estatal ni su burocracia.
No faltan rompimientos de la ley, como en toda acción humana. Hay ocasiones en que se detectan abusos por dilapidación de fondos en sueldos, viajes u otros gastos no autorizables por la ley de fundaciones. Pero los abusos se detectan y sancionan y el sistema sigue boyante.
Nada de esto le interesa a Correa y a sus vasallos. La ley tributaria fue aprobada ya no por únicamente los 80 asambleístas oficialistas vasallos del total de 130, sino por 90. El autócrata cuenta ahora con 10 nuevos vasallos. (Hitler y Mussolini también tuvieron congresos serviles en sus marchas hacia el fascismo, que tanto dolor y muerte causó a la humanidad)
¿Cuál fue el comentario de Correa a esta regalona ganancia de votos en la Asamblea? Pues: “Qué paliza les hemos dado a los “pelucones”…”
Sunday, December 30, 2007
Friday, December 28, 2007
¿EL PRESIDENTE CORREA ES IRREAL?
El líder de los ecuatorianos Rafael Correa, en el poder desde hace casi un año, dice y comete tantos disparates en una carrera insana contra reloj, que parece por momentos un personaje irreal.
Irreal porque con tantos atropellos verbales y jurídicos, este ciudadano ya debió haber sido sustituido hace tiempo por alguien más cuerdo, para ser internado en algún sanatorio, mejor si seleccionado en algún remoto pueblito de Bélgica.
No ha caído aún, pero quizás es momento de hacer apuestas: ¿durará un par de meses más, llegará a los seis? Difícil predecirlo. Pero si eso no ocurre la manera de interpretarlo sería por la ausencia de un líder que galvanice a la oposición, pero con talento.
Que Correa ha tenido talento es innegable. La gente en el Ecuador estaba frustrada por un sistema de estructura democrática imperfecta, que se traslucía por todos los poros del sistema: Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
Pero Correa, si bien captó esa frustración para si derrotando a su rival Álvaro Noboa con largueza, en cambio no tenía el propósito de corregir errores del sistema para favorecerlo. Lo que se proponía hacer y lo ha logrado, es la total destrucción del remedo de democracia que existía.
Ecuador necesita un líder, si, pero no de esas características, que por lo demás han pululado a lo largo de la historia ecuatoriana y latinoamericana. Requiere de alguien sensato, tranquilo, que tenga seguridad en sí mismo y en los principios democráticos que anuncie defender.
Álvaro Noboa, por desgracia, se halla distante de ese ideal. No porque haya heredado la mayor fortuna del país, sino por su conducta y su lenguaje. Su aseveración de que Correa es “un diablo con cuernos” al que hay que desnudar y descubrir, sin duda no le ganará partidarios, sino risa.
Que Correa sea maligno, no hay duda. Todo lo que ha hecho hasta el momento ha sido destructivo. La reforma tributaria que ha ordenado aprobar a la Asamblea en tiempo récord, es confiscatoria. No importa que sus vasallos le hayan pedido aceptar mínimas enmiendas para disimular su vasallaje. La objeción al proceso es de fondo.
La reforma tributaria, con o sin enmiendas, así como todas las demás leyes nuevas o rectificadas por la Asamblea carecen de validez. La Asamblea no fue convocada ni se instaló para sustituir al Congreso en la tarea de colegisladora. Su exclusivo fin era proponer enmiendas a la Constitución, para que se las pruebe o rechace en referendo.
De ahí que la presencia de los asambleístas no entregados sumisamente a los dictados de Correa, sea extremadamente precaria. Para el caso de la ley sobre impuestos, aún si arguyen y votan en contra la estarán avalando con su sola presencia.
La protesta de los no oficialistas ha probado ser inútil. Tal el caso del uso dictatorial de las fuerzas armadas para doblegar a los rebeldes en Dayuma, población oriental. Las protestas no sirvieron para nada. Cuando el presidente de la asamblea, Alberto Acosta, hizo un amago de solidarizarse con la protesta, Correa lo increpó y todo quedó archivado.
Idéntica suerte ha corrido la acción dictatorial para impedir a los alcaldes que se reúnan en Manabí y expongan sus puntos de vista contra la ley tributaria, que perjudicará a las rentas municipales y a las fundaciones conexas. La policía, por orden de Correa, bloqueó las carreteras y les impidió marchar por tierra a más de un centenar de alcaldes de todo el país.
Los no oficialistas de la Asamblea sugirieron que ésta proteste por estos actos e incluso Noboa pidió que se interpele a Correa. Nada consiguieron. Por un instante el bloque de oposición decidió abandonar el pleno para reafirmar su protesta. Pero se informa que minutos más tarde, todos retornaron como manso rebaño.
Correa -qué sorpresa- fue recibido la víspera con ovación en Montecristi, sitio al que fue junto a sus fieles y asalariados para respaldar a la Asamblea y su facultad de dictar leyes sin tener tal facultad. Con el tono desafiante de matón de barrio, pidió a la oposición que se le enfrente allí mismo, para probar fuerzas.
Hasta en ese detalle, inaceptable en un estadista, mintió. Ya había dispuesto que la Policía “blinde” al edificio de la asamblea y que se impida por la fuerza a los alcaldes y acompañantes que se encaminen a Montecristi.
(El “picarón” de Alberto Acosta llegó a anunciar que pedirá un informe al gobierno acerca de las razones por las cuales se prohibió la marcha de los alcaldes. ¿Acaso quiere exponerse a otra halada de orejas de su jefe?)
Asombra que Correa, quien pese a sus títulos en economía parecería estar incapacitado hasta para administrar una tienda de barrio, diga tantos disparates en materia tributaria. Afirma que los nuevos tributos, que gravarán a los ricos, darán un respiro al 85% de los contribuyentes que así “no pagarán nada”.
Es una declaratoria nebulosa, falsa, sin sustento ni pruebas, sin cálculos. Lo que trasunta es su odio a los que han acumulado dinero. Ahora ya no dice que el dinero favorecerá a los pobres, sino a la clase media. ¿Cómo? No lo aclara. Lo que busca es humillar a los que más tienen, como con su impuesto del 70% a la herencia.
Sin un claro concepto y una clara defensa de los derechos a la propiedad privada, el sistema capitalista, democrático y liberal simplemente no funciona. La abolición de la propiedad privada, radical o paulatina, tiene sus orígenes en un socialismo utópico de corte marxista y fascista. En todo lugar donde se ha intentado aplicarlo, ha fracasado.
Cuando Correa estigmatiza a los “pelucones”, habla de los ricos y, para él, no hay posibilidad de hacer fortuna sino a través del robo, el abuso, la violación de las leyes y la complicidad de las autoridades encargadas de hacerlas cumplir. Es probable que muchas fortunas en el Ecuador (y en otras partes) tengan esa génesis.
Pero el remedio no es degollar al sistema capitalista democrático y reemplazarlo por un capitalismo de Estado. El Estado no crea riqueza. Absorbe impuestos en determinada proporción –que previamente se debaten intensamente en cámaras legislativas para en ciertos casos someterlas a referendo- para invertir ese dinero que recaude en servicios a la comunidad.
Los impuestos no redistribuyen la riqueza. Su principal uso es garantizar la seguridad interna y externa de las naciones. Y luego para crear infraestructura básica en caminos, puertos, comunicaciones, energía. La idea es crear esos servicios y esa infraestructura para uso de los verdaderos creadores de riqueza: los ciudadanos, solos o asociados.
Para que el ciudadano común cree riqueza, hay que adicionalmente rodearle de un marco de libertad a su inventiva y para su inversión. Toda restricción en esos campos limita y constriñe los resultados. La libertad individual no debe cruzar el umbral de la libertad ajena. Para evitarlo, se crean leyes que igualmente son discutidas y aprobadas por consenso.
En ese plano ideal del consenso en libertad, resulta absurdo que Correa prometa la falsía de exonerar del pago de impuestos al 85% de la población (no lo dice, pero se supone que se refiere al impuesto a la renta). Una sociedad sana no debería excluir a nadie del pago de tributos, salvo los casos de excepción obvia.
Lo que debió proponer Correa, pero no a la Asamblea que no tiene atribuciones para ello sino al Congreso que clausuró, es varias opciones de reforma a la ley tributaria. Si hay una evasión del 60%, es elemental suponer que el que la falla no está en el contribuyente, sino el sistema impositivo. En lugar de castigar más el evasor, incluso con la cárcel, hay que revisar el sistema para hacerlo realista y eficiente.
En todo caso, el impuesto exorbitante e inconsulto, como a la herencia, es robo y el robo está penado por la ley ordinaria. Si yo acumulo fortuna ciñéndome a la ley, puedo hacer de ella lo que me plazca: dilapidarla o dejarla como legado a mis descendientes. El Estado no tiene porqué intervenir en ello ni tocarla, ni reducirla ni castigarme mediante impuestos confiscatorios.
La equidad jurídica según Correa es a la postre una desigualdad monstruosa que grava más a los que más tienen y pretende liberar parte o todo del pago a los que menos tienen. El impuesto, si es a la renta, deber tener el mismo peso tributario proporcional para todos los ingresos. La recaudación, en ese sentido, será mayor mientras mayores sean los ingresos de los contribuyentes.
Lo contrario tiene la fetidez del fetichismo y la envidia. Es perverso instigar en la gente al revanchismo cuando un sistema democrático imperfecto la ha frustrado. Lo que se debe aspirar es a dar mayores oportunidades a esa gente para que pueda progresar, crecer y capitalizar en base a sus propios talentos y no a través de repartir la riqueza de otros, que por cierto nunca les llegará, pues se quedará en manos del fisco.
Correa está navegando por cauces distintos. Es la ruta equivocada que lo llevará al abismo, acaso más temprano que tarde. Sobre todo si aparece el líder adecuado que canalice con sabiduría y decisión el descontento que ya comienza a esparcirse por la República.
El Alcalde de Guayaquil Jaime Nebot, el principal humillado por Rafael Correa en el incidente de la marcha, dice que no lo perdonará esta vez y anuncia que habrá vendavales contra él a partir del próximo año. Hasta la fecha, Nebot ha sido complaciente con el mandatario, dándole muestras de urbanidad y deseos de diálogo. Con seres así, es imposible.
¿Tendrá Jaime Nebot la entereza suficiente para enfrentarle de verdad a este “diablo”, como lo quisiera el magnate Noboa?
Irreal porque con tantos atropellos verbales y jurídicos, este ciudadano ya debió haber sido sustituido hace tiempo por alguien más cuerdo, para ser internado en algún sanatorio, mejor si seleccionado en algún remoto pueblito de Bélgica.
No ha caído aún, pero quizás es momento de hacer apuestas: ¿durará un par de meses más, llegará a los seis? Difícil predecirlo. Pero si eso no ocurre la manera de interpretarlo sería por la ausencia de un líder que galvanice a la oposición, pero con talento.
Que Correa ha tenido talento es innegable. La gente en el Ecuador estaba frustrada por un sistema de estructura democrática imperfecta, que se traslucía por todos los poros del sistema: Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
Pero Correa, si bien captó esa frustración para si derrotando a su rival Álvaro Noboa con largueza, en cambio no tenía el propósito de corregir errores del sistema para favorecerlo. Lo que se proponía hacer y lo ha logrado, es la total destrucción del remedo de democracia que existía.
Ecuador necesita un líder, si, pero no de esas características, que por lo demás han pululado a lo largo de la historia ecuatoriana y latinoamericana. Requiere de alguien sensato, tranquilo, que tenga seguridad en sí mismo y en los principios democráticos que anuncie defender.
Álvaro Noboa, por desgracia, se halla distante de ese ideal. No porque haya heredado la mayor fortuna del país, sino por su conducta y su lenguaje. Su aseveración de que Correa es “un diablo con cuernos” al que hay que desnudar y descubrir, sin duda no le ganará partidarios, sino risa.
Que Correa sea maligno, no hay duda. Todo lo que ha hecho hasta el momento ha sido destructivo. La reforma tributaria que ha ordenado aprobar a la Asamblea en tiempo récord, es confiscatoria. No importa que sus vasallos le hayan pedido aceptar mínimas enmiendas para disimular su vasallaje. La objeción al proceso es de fondo.
La reforma tributaria, con o sin enmiendas, así como todas las demás leyes nuevas o rectificadas por la Asamblea carecen de validez. La Asamblea no fue convocada ni se instaló para sustituir al Congreso en la tarea de colegisladora. Su exclusivo fin era proponer enmiendas a la Constitución, para que se las pruebe o rechace en referendo.
De ahí que la presencia de los asambleístas no entregados sumisamente a los dictados de Correa, sea extremadamente precaria. Para el caso de la ley sobre impuestos, aún si arguyen y votan en contra la estarán avalando con su sola presencia.
La protesta de los no oficialistas ha probado ser inútil. Tal el caso del uso dictatorial de las fuerzas armadas para doblegar a los rebeldes en Dayuma, población oriental. Las protestas no sirvieron para nada. Cuando el presidente de la asamblea, Alberto Acosta, hizo un amago de solidarizarse con la protesta, Correa lo increpó y todo quedó archivado.
Idéntica suerte ha corrido la acción dictatorial para impedir a los alcaldes que se reúnan en Manabí y expongan sus puntos de vista contra la ley tributaria, que perjudicará a las rentas municipales y a las fundaciones conexas. La policía, por orden de Correa, bloqueó las carreteras y les impidió marchar por tierra a más de un centenar de alcaldes de todo el país.
Los no oficialistas de la Asamblea sugirieron que ésta proteste por estos actos e incluso Noboa pidió que se interpele a Correa. Nada consiguieron. Por un instante el bloque de oposición decidió abandonar el pleno para reafirmar su protesta. Pero se informa que minutos más tarde, todos retornaron como manso rebaño.
Correa -qué sorpresa- fue recibido la víspera con ovación en Montecristi, sitio al que fue junto a sus fieles y asalariados para respaldar a la Asamblea y su facultad de dictar leyes sin tener tal facultad. Con el tono desafiante de matón de barrio, pidió a la oposición que se le enfrente allí mismo, para probar fuerzas.
Hasta en ese detalle, inaceptable en un estadista, mintió. Ya había dispuesto que la Policía “blinde” al edificio de la asamblea y que se impida por la fuerza a los alcaldes y acompañantes que se encaminen a Montecristi.
(El “picarón” de Alberto Acosta llegó a anunciar que pedirá un informe al gobierno acerca de las razones por las cuales se prohibió la marcha de los alcaldes. ¿Acaso quiere exponerse a otra halada de orejas de su jefe?)
Asombra que Correa, quien pese a sus títulos en economía parecería estar incapacitado hasta para administrar una tienda de barrio, diga tantos disparates en materia tributaria. Afirma que los nuevos tributos, que gravarán a los ricos, darán un respiro al 85% de los contribuyentes que así “no pagarán nada”.
Es una declaratoria nebulosa, falsa, sin sustento ni pruebas, sin cálculos. Lo que trasunta es su odio a los que han acumulado dinero. Ahora ya no dice que el dinero favorecerá a los pobres, sino a la clase media. ¿Cómo? No lo aclara. Lo que busca es humillar a los que más tienen, como con su impuesto del 70% a la herencia.
Sin un claro concepto y una clara defensa de los derechos a la propiedad privada, el sistema capitalista, democrático y liberal simplemente no funciona. La abolición de la propiedad privada, radical o paulatina, tiene sus orígenes en un socialismo utópico de corte marxista y fascista. En todo lugar donde se ha intentado aplicarlo, ha fracasado.
Cuando Correa estigmatiza a los “pelucones”, habla de los ricos y, para él, no hay posibilidad de hacer fortuna sino a través del robo, el abuso, la violación de las leyes y la complicidad de las autoridades encargadas de hacerlas cumplir. Es probable que muchas fortunas en el Ecuador (y en otras partes) tengan esa génesis.
Pero el remedio no es degollar al sistema capitalista democrático y reemplazarlo por un capitalismo de Estado. El Estado no crea riqueza. Absorbe impuestos en determinada proporción –que previamente se debaten intensamente en cámaras legislativas para en ciertos casos someterlas a referendo- para invertir ese dinero que recaude en servicios a la comunidad.
Los impuestos no redistribuyen la riqueza. Su principal uso es garantizar la seguridad interna y externa de las naciones. Y luego para crear infraestructura básica en caminos, puertos, comunicaciones, energía. La idea es crear esos servicios y esa infraestructura para uso de los verdaderos creadores de riqueza: los ciudadanos, solos o asociados.
Para que el ciudadano común cree riqueza, hay que adicionalmente rodearle de un marco de libertad a su inventiva y para su inversión. Toda restricción en esos campos limita y constriñe los resultados. La libertad individual no debe cruzar el umbral de la libertad ajena. Para evitarlo, se crean leyes que igualmente son discutidas y aprobadas por consenso.
En ese plano ideal del consenso en libertad, resulta absurdo que Correa prometa la falsía de exonerar del pago de impuestos al 85% de la población (no lo dice, pero se supone que se refiere al impuesto a la renta). Una sociedad sana no debería excluir a nadie del pago de tributos, salvo los casos de excepción obvia.
Lo que debió proponer Correa, pero no a la Asamblea que no tiene atribuciones para ello sino al Congreso que clausuró, es varias opciones de reforma a la ley tributaria. Si hay una evasión del 60%, es elemental suponer que el que la falla no está en el contribuyente, sino el sistema impositivo. En lugar de castigar más el evasor, incluso con la cárcel, hay que revisar el sistema para hacerlo realista y eficiente.
En todo caso, el impuesto exorbitante e inconsulto, como a la herencia, es robo y el robo está penado por la ley ordinaria. Si yo acumulo fortuna ciñéndome a la ley, puedo hacer de ella lo que me plazca: dilapidarla o dejarla como legado a mis descendientes. El Estado no tiene porqué intervenir en ello ni tocarla, ni reducirla ni castigarme mediante impuestos confiscatorios.
La equidad jurídica según Correa es a la postre una desigualdad monstruosa que grava más a los que más tienen y pretende liberar parte o todo del pago a los que menos tienen. El impuesto, si es a la renta, deber tener el mismo peso tributario proporcional para todos los ingresos. La recaudación, en ese sentido, será mayor mientras mayores sean los ingresos de los contribuyentes.
Lo contrario tiene la fetidez del fetichismo y la envidia. Es perverso instigar en la gente al revanchismo cuando un sistema democrático imperfecto la ha frustrado. Lo que se debe aspirar es a dar mayores oportunidades a esa gente para que pueda progresar, crecer y capitalizar en base a sus propios talentos y no a través de repartir la riqueza de otros, que por cierto nunca les llegará, pues se quedará en manos del fisco.
Correa está navegando por cauces distintos. Es la ruta equivocada que lo llevará al abismo, acaso más temprano que tarde. Sobre todo si aparece el líder adecuado que canalice con sabiduría y decisión el descontento que ya comienza a esparcirse por la República.
El Alcalde de Guayaquil Jaime Nebot, el principal humillado por Rafael Correa en el incidente de la marcha, dice que no lo perdonará esta vez y anuncia que habrá vendavales contra él a partir del próximo año. Hasta la fecha, Nebot ha sido complaciente con el mandatario, dándole muestras de urbanidad y deseos de diálogo. Con seres así, es imposible.
¿Tendrá Jaime Nebot la entereza suficiente para enfrentarle de verdad a este “diablo”, como lo quisiera el magnate Noboa?
Saturday, December 22, 2007
¿CON MÁS IMPUESTOS MENOS POBREZA?
Líderes populistas de corte fascista, como el presidente ecuatoriano Rafael Correa, creen que las desigualdades en el ingreso deben corregirse con más impuestos que graven a las personas y empresas más adineradas en una sociedad.
Suponen estos caudillos que mediante una tributación “más justa” que castigue a los “ricos” causantes de la desigualdad se producirá una redistribución a favor de los sectores más pobres de manera automática. Pero no mencionan con qué mecanismo prodigioso.
Los pobres de las naciones castigadas por gobiernos corruptos e ineficientes, como tantos en la América Latina y el tercer mundo, no obstante depositan su fe en estos “iluminados”. Pero no tardan en decepcionarse pues el mecanismo milagroso de la redistribución nunca aparece. Al contrario, la pobreza se generaliza y la corrupción de los burócratas aumenta.
El presidente Correa ha expresado su doctrina en el mensaje navideño. Afirma que si bien en el Ecuador el 90% de la población es cristiana, la sociedad no lo es debido a las desigualdades del ingreso. Promete superar la contradicción entre otras fórmulas con la reforma tributaria. Se deduce que con esos cambios él está convencido de que la sociedad ecuatoriana se volverá más cristiana.
Según algunos de los escasos datos biográficos del mandatario, en sus años de adolescente estuvo cercano a la Iglesia Católica, inclusive se hizo monaguillo. Pero aparentemente no asimiló bien las enseñanzas religiosas ya que las confunde y politiza. Como ocurre con sus nociones sobre Economía, pese a sus cursos en universidades de prestigio.
Cuando Jesús habla (en Mateo 20:24) de que más difícil será que un rico pase por el ojo de una aguja, no estaba condenando a los ricos por ser tales, sino por descuidar de la moral, obnubilados por su opulencia.
La Iglesia es la iglesia de los pobres, si, pero no en el sentido populista de Correa sino desde el punto de vista espiritual. Imposible utilizar artilugios retóricos para suponer que Jesucristo detestaba a los ricos y los estigmatizaba para sugerir que se los despoje de sus riquezas para trasladarlas a los pobres.
Correa, como Chávez y tantos otros autócratas de la historia reciente del siglo XX y actual, pretenden jugar a sustituir a Dios e implantar en la tierra paraísos imposibles, como el propio Papa Benedicto XVI acaba de expresarlo en una de sus últimas encíclicas (links en inglés y en español): “Un mundo marcado por tantas injusticias, sufrimiento inocente y cinismo de poder no puede ser el trabajo de un Dios Bueno», escribe el Papa. Sin embargo, afirma que la solución de éste sufrimiento no corresponde al ser humano, una idea «tan atrevida como intrínsecamente falsa», puesto que entender que el hombre es capaz de hacer lo que no realiza Dios y crear una nueva salvación en la Tierra es falso”.
Lo que corresponde a un buen gobernante, en naciones hasta mal gobernadas, es comprender que su papel no es fomentar el resentimiento y la envidia entre los sectores menos afortunados en contra de quienes han tenido mayor fortuna sino tratar establecer un sistema de convivencia que para abrir paulatinamente el acceso a mejores condiciones de vida a la mayor parte de la población excluida de ello, precisamente por efecto de los gobiernos ineficaces.
Correa y demás caudillos populistas generalmente se auto califican como revolucionarios. La revolución que proclaman es de redención de los pobres pero a la postre, su objetivo es concentrar el poder en sus manos. La riqueza de los acaudalados podrá disminuir, pero no se trasladará a los pobres sino al Estado. La inversión declinará y así el empleo, la oferta de bienes y servicios. La miseria y la pobreza se generalizarán.
La revolución propuesta es, en suma, una involución o regresión. Rafael Correa y sus súbditos en el gobierno y la Asamblea Constituyente, no está reformando nada en el sentido revolucionario hacia delante. Es un retroceso. Cuando una economía está en mala situación, como la ecuatoriana (tiene el índice más bajo de crecimiento en América Latina, por debajo del 3%), lo menos aconsejable es elevar impuestos.
El presidente George W Bush lo entendió así. Heredó de su predecesor Clinton una economía en crisis y redujo los impuestos. No solo a los “pobres” o a los de la clase media, sino a “todos”. Los resultados han sido fantásticos. La economía se recuperó, las recaudaciones rompieron los cálculos más optimistas y ni los gastos de guerra contra el terrorismo internacional determinaron una recesión.
Todo lo contrario. El déficit presupuestario se ha reducido, las ventas este año han sido las mayores en tres años y medio, el crecimiento ha sido del 4.9%, el nivel de desempleo el más bajo en un decenio, lo cual para la mayor economía industrial del planeta es algo colosal. La gente está satisfecha, la pobreza supera el nivel de riqueza de la clase media del decenio de 1960 y las inversiones internas y extranjeras siguen en aumento creciente.
Bush ha enfrentado a un Congreso demócrata durante el 2007, pero ha salido airoso en la confrontación. El respaldo a la guerra antiterrorista dentro de las organizaciones OTAN en Afganistán y ONU en Irak salió incólume pese a la oposición demócrata. En Alemania, Francia, Corea del Sur, Gran Bretaña la solidaridad en la causa antiterrorista no solo no se ha debilitado sino que se ha robustecido.
Pero Correa, economista estudiado en los Estados Unidos, cree que la receta para salir de la pobreza es elevar impuestos a las personas y las corporaciones de altos ingresos, a las herencias, a las tierras, a determinados consumos, a las importaciones, a las remesas de capitales al exterior. No tiene un Congreso adverso, tiene una asamblea sumisa.
Si quería una revolución hacia delante en materia tributaria, pudo haber estudiado lo que han hecho los países que se desligaron de la Unión Soviética comunista, a la que mira Correa con tanta nostalgia. Estonia, Lituania, Latvia, Ucrania e inclusive la misma Rusia de Putin decidieron echar al tacho de basura la noción fascista de los tributos imperante en la ex URSS y los sustituyeron de un solo tajo por el impuesto único “flat-tax”, por sus palabras en inglés.
Una vez en práctica ese sistema impositivo, las economías de aquellos países dejaron atrás “la larga noche del socialismo” y se abrieron al capitalismo, al libre mercado, a la libre inversión y competencia. El crecimiento fue y sigue siendo espectacular, al punto que Bush ha nombrado una comisión para tratar de imitar el flat-tax en los Estados Unidos agobiado por una red impositiva complicadísima y exasperante.
Gonzalo Sánchez de Lozada, en su primera administración, también impuso una innovación. Abolió escalas en la imposición a la renta y las sustituyó por una sola tasa del 10%. La recaudación tributaria se decuplicó, las finanzas del fisco y del sector privado mejoraron. El laberinto político de esa nación, que subsiste hasta la fecha, terminó dando al traste con el esfuerzo liberador de la economía.
Correa no solo no piensa en innovaciones, sino que quiere retornar a las épocas anteriores a las de su héroe Eloy Alfaro. Con el consejo del economista Stignitz, Premio Nobel, quiere endurecer las penas y retaliaciones contra los evasores de impuestos. Su asesor yanqui propone cárcel. ¿No fue Alfaro quien prohibió la prisión por deudas a comienzos del siglo pasado?
Si hay tanta evasión tributaria, debería estudiarse las causas y enmendarlas. Lo contrario, es decir incrementar el castigo al tiempo que se elevan los impuestos no significará sino mayor evasión por medios nuevos y tradicionales y, por cierto, una mayor desinversión.
La gente, ilusionada con la oferta Correa de alcanzar el paraíso a través de la Asamblea, ya está arrepentida. Las encuestas revelan que el 53% de los encuestados considera malas las gestiones del gobierno y su asamblea, solo el 14% los respalda. El presidente ha estado en el poder casi 12 meses, sin visible oposición. Ergo, su popularidad continuará en picada con el paso de los días.
¿Quién apoyará a Correa, por ejemplo, en su orden a la Asamblea para que dicte una ley de indulto a las “mulas”, o sea a quienes se prestan a transportar estupefacientes a los centros de consumo de Estados Unidos y Europa? Considera él que las multas, “impuestas por los Estados Unidos”, no guardan relación con el delito de transportar “apenas unos pocos gramos” de cocaína.
¿El indulto será total u ordenará a sus asambleístas que gradúen las penas a tanto en dinero y cárcel, según el peso de la droga que las “pobres madres sin empleo” se ven forzadas a transportar? Es una percepción innoble y maldita del problema y acaso solo se explique, sin justificarlo, por el hecho de que su padre fue encarcelado en USA por “mula” y condenado allí a tres años de prisión.
Suponen estos caudillos que mediante una tributación “más justa” que castigue a los “ricos” causantes de la desigualdad se producirá una redistribución a favor de los sectores más pobres de manera automática. Pero no mencionan con qué mecanismo prodigioso.
Los pobres de las naciones castigadas por gobiernos corruptos e ineficientes, como tantos en la América Latina y el tercer mundo, no obstante depositan su fe en estos “iluminados”. Pero no tardan en decepcionarse pues el mecanismo milagroso de la redistribución nunca aparece. Al contrario, la pobreza se generaliza y la corrupción de los burócratas aumenta.
El presidente Correa ha expresado su doctrina en el mensaje navideño. Afirma que si bien en el Ecuador el 90% de la población es cristiana, la sociedad no lo es debido a las desigualdades del ingreso. Promete superar la contradicción entre otras fórmulas con la reforma tributaria. Se deduce que con esos cambios él está convencido de que la sociedad ecuatoriana se volverá más cristiana.
Según algunos de los escasos datos biográficos del mandatario, en sus años de adolescente estuvo cercano a la Iglesia Católica, inclusive se hizo monaguillo. Pero aparentemente no asimiló bien las enseñanzas religiosas ya que las confunde y politiza. Como ocurre con sus nociones sobre Economía, pese a sus cursos en universidades de prestigio.
Cuando Jesús habla (en Mateo 20:24) de que más difícil será que un rico pase por el ojo de una aguja, no estaba condenando a los ricos por ser tales, sino por descuidar de la moral, obnubilados por su opulencia.
La Iglesia es la iglesia de los pobres, si, pero no en el sentido populista de Correa sino desde el punto de vista espiritual. Imposible utilizar artilugios retóricos para suponer que Jesucristo detestaba a los ricos y los estigmatizaba para sugerir que se los despoje de sus riquezas para trasladarlas a los pobres.
Correa, como Chávez y tantos otros autócratas de la historia reciente del siglo XX y actual, pretenden jugar a sustituir a Dios e implantar en la tierra paraísos imposibles, como el propio Papa Benedicto XVI acaba de expresarlo en una de sus últimas encíclicas (links en inglés y en español): “Un mundo marcado por tantas injusticias, sufrimiento inocente y cinismo de poder no puede ser el trabajo de un Dios Bueno», escribe el Papa. Sin embargo, afirma que la solución de éste sufrimiento no corresponde al ser humano, una idea «tan atrevida como intrínsecamente falsa», puesto que entender que el hombre es capaz de hacer lo que no realiza Dios y crear una nueva salvación en la Tierra es falso”.
Lo que corresponde a un buen gobernante, en naciones hasta mal gobernadas, es comprender que su papel no es fomentar el resentimiento y la envidia entre los sectores menos afortunados en contra de quienes han tenido mayor fortuna sino tratar establecer un sistema de convivencia que para abrir paulatinamente el acceso a mejores condiciones de vida a la mayor parte de la población excluida de ello, precisamente por efecto de los gobiernos ineficaces.
Correa y demás caudillos populistas generalmente se auto califican como revolucionarios. La revolución que proclaman es de redención de los pobres pero a la postre, su objetivo es concentrar el poder en sus manos. La riqueza de los acaudalados podrá disminuir, pero no se trasladará a los pobres sino al Estado. La inversión declinará y así el empleo, la oferta de bienes y servicios. La miseria y la pobreza se generalizarán.
La revolución propuesta es, en suma, una involución o regresión. Rafael Correa y sus súbditos en el gobierno y la Asamblea Constituyente, no está reformando nada en el sentido revolucionario hacia delante. Es un retroceso. Cuando una economía está en mala situación, como la ecuatoriana (tiene el índice más bajo de crecimiento en América Latina, por debajo del 3%), lo menos aconsejable es elevar impuestos.
El presidente George W Bush lo entendió así. Heredó de su predecesor Clinton una economía en crisis y redujo los impuestos. No solo a los “pobres” o a los de la clase media, sino a “todos”. Los resultados han sido fantásticos. La economía se recuperó, las recaudaciones rompieron los cálculos más optimistas y ni los gastos de guerra contra el terrorismo internacional determinaron una recesión.
Todo lo contrario. El déficit presupuestario se ha reducido, las ventas este año han sido las mayores en tres años y medio, el crecimiento ha sido del 4.9%, el nivel de desempleo el más bajo en un decenio, lo cual para la mayor economía industrial del planeta es algo colosal. La gente está satisfecha, la pobreza supera el nivel de riqueza de la clase media del decenio de 1960 y las inversiones internas y extranjeras siguen en aumento creciente.
Bush ha enfrentado a un Congreso demócrata durante el 2007, pero ha salido airoso en la confrontación. El respaldo a la guerra antiterrorista dentro de las organizaciones OTAN en Afganistán y ONU en Irak salió incólume pese a la oposición demócrata. En Alemania, Francia, Corea del Sur, Gran Bretaña la solidaridad en la causa antiterrorista no solo no se ha debilitado sino que se ha robustecido.
Pero Correa, economista estudiado en los Estados Unidos, cree que la receta para salir de la pobreza es elevar impuestos a las personas y las corporaciones de altos ingresos, a las herencias, a las tierras, a determinados consumos, a las importaciones, a las remesas de capitales al exterior. No tiene un Congreso adverso, tiene una asamblea sumisa.
Si quería una revolución hacia delante en materia tributaria, pudo haber estudiado lo que han hecho los países que se desligaron de la Unión Soviética comunista, a la que mira Correa con tanta nostalgia. Estonia, Lituania, Latvia, Ucrania e inclusive la misma Rusia de Putin decidieron echar al tacho de basura la noción fascista de los tributos imperante en la ex URSS y los sustituyeron de un solo tajo por el impuesto único “flat-tax”, por sus palabras en inglés.
Una vez en práctica ese sistema impositivo, las economías de aquellos países dejaron atrás “la larga noche del socialismo” y se abrieron al capitalismo, al libre mercado, a la libre inversión y competencia. El crecimiento fue y sigue siendo espectacular, al punto que Bush ha nombrado una comisión para tratar de imitar el flat-tax en los Estados Unidos agobiado por una red impositiva complicadísima y exasperante.
Gonzalo Sánchez de Lozada, en su primera administración, también impuso una innovación. Abolió escalas en la imposición a la renta y las sustituyó por una sola tasa del 10%. La recaudación tributaria se decuplicó, las finanzas del fisco y del sector privado mejoraron. El laberinto político de esa nación, que subsiste hasta la fecha, terminó dando al traste con el esfuerzo liberador de la economía.
Correa no solo no piensa en innovaciones, sino que quiere retornar a las épocas anteriores a las de su héroe Eloy Alfaro. Con el consejo del economista Stignitz, Premio Nobel, quiere endurecer las penas y retaliaciones contra los evasores de impuestos. Su asesor yanqui propone cárcel. ¿No fue Alfaro quien prohibió la prisión por deudas a comienzos del siglo pasado?
Si hay tanta evasión tributaria, debería estudiarse las causas y enmendarlas. Lo contrario, es decir incrementar el castigo al tiempo que se elevan los impuestos no significará sino mayor evasión por medios nuevos y tradicionales y, por cierto, una mayor desinversión.
La gente, ilusionada con la oferta Correa de alcanzar el paraíso a través de la Asamblea, ya está arrepentida. Las encuestas revelan que el 53% de los encuestados considera malas las gestiones del gobierno y su asamblea, solo el 14% los respalda. El presidente ha estado en el poder casi 12 meses, sin visible oposición. Ergo, su popularidad continuará en picada con el paso de los días.
¿Quién apoyará a Correa, por ejemplo, en su orden a la Asamblea para que dicte una ley de indulto a las “mulas”, o sea a quienes se prestan a transportar estupefacientes a los centros de consumo de Estados Unidos y Europa? Considera él que las multas, “impuestas por los Estados Unidos”, no guardan relación con el delito de transportar “apenas unos pocos gramos” de cocaína.
¿El indulto será total u ordenará a sus asambleístas que gradúen las penas a tanto en dinero y cárcel, según el peso de la droga que las “pobres madres sin empleo” se ven forzadas a transportar? Es una percepción innoble y maldita del problema y acaso solo se explique, sin justificarlo, por el hecho de que su padre fue encarcelado en USA por “mula” y condenado allí a tres años de prisión.
Friday, December 14, 2007
EL PODER NO ES COMPARTIDO
Aparentemente Alberto Acosta, presidente de la Asamblea Constituyente del Ecuador, no capta bien las sutilezas del sentido de humor y “fina” ironía de su gran jefe, el presidente Rafael Correa.
Cuando Alberto fue ratificado como presidente de la Asamblea, por gracia del mandatario y luego de la auto declaratoria de los asambleístas de asumir “los plenos poderes”, Correa le dijo: “muchacho, ahora te has convertido en el hombre más poderoso del Ecuador…”
Y Acosta le creyó, al menos por unas horas. Cuando familiares de las víctimas de la represión militar en el pequeño pueblo amazónico de Dayuma lo visitaron para quejarse por los atropellos, Alberto se creyó con facultades de “redentor” de los humildes y les ofreció hacer justicia.
Designó una comisión para que investigue las denuncias y acaso pensó que su gesto sería una prueba innegable de lo que había ofrecido con insistencia antes y después de la instalación de la Asamblea: que ésta sería independiente del Ejecutivo y por tanto autónoma.
Fue entonces que Rafael Correa se irritó y los llamó al orden tanto a Acosta como a sus súbditos oficialistas, que hacen mayoría en la Asamblea. Pareció decirles ¿no entienden que eso de los “poderes supremos” vale solo para mí y en ningún caso para ustedes? Mi referencia a Acosta solo era una broma…
Para mayor clarificación, el “muchacho más poderoso del Ecuador” recibió la orden de que se presente en el despacho en Quito, de súbito. ¿El hombre con los “plenos poderes” obedeciendo a alguien? Al menos debió haber fijado un campo neutral para el encuentro.
Pero no parece importarle a Alberto la imagen que proyecta. Si tenía dignidad, no solo no debió ir manso y vergonzoso a implorar perdón a Correa, sino que debió haber renunciado. En el caso de la percepción de dignidad y auto estima o no existe o tiene dimensiones desconocida para el común de los mortales. Él sigue en el cargo, sin el menor sonrojo.
Las fotografías que publicaron El Universo y El Comercio con Alberto Acosta eludiendo con salto atlético a los periodistas para refugiarse en un coche oficial, que sus guardaespaldas le tienen listo con las puertas abiertas, son elocuentes. Reflejan, sin palabras, la cobardía del personaje.
Alguna organización periodística debería premiar al autor de las fotos con algún galardón, por la expresividad, oportunidad y calidad profesional. Con seguridad no será el gremio de los periodistas profesionales, que ha optado también por la sumisión a Correa.
Acosta huía de los periodistas que cubren la Asamblea y que buscaban como era obvio interrogarlo acerca de lo que trató en Quito con el Presidente. Acaso por sentimiento de culpa o porque no había recibido instrucciones aún del jefe, prefirió no afrontar a los reporteros y hacer mutis por el foro. Pero los fotógrafos lo sorprendieron.
Al día siguiente, ya con libreto, Acosta declaró que todo se había superado entre él y Correa. Faltó comunicación, dijo, con respecto a Dayuma y ahora las cosas están claras. La Asamblea no volverá a interferir en las decisiones del Ejecutivo ni hará justicia por sus propias manos. Se limitará a legislar y a introducir reformas a la Constitución, conforme a… ¿a qué? A la voluntad de una sola persona: Rafael Correa.
Porque nada ni nadie, excepto el presidente, ha dispuesto que la Asamblea legisle en ausencia del Congreso clausurado. Tampoco nada ni nadie ha dispuesto que la Asamblea destituya y nombre a altos funcionarios públicos, acatando órdenes de Correa. La Asamblea se convocó e instaló exclusivamente para reformar la Constitución. Así reza el estatuto aprobado por voto popular.
La falta de comunicación a que alude Acosta probablemente deba entenderse como una comunicación en una sola vía: de Correa a Acosta, con órdenes, sin réplicas. Esa es la manera como el oficialismo interpreta la unidad “íntima” entre Asamblea y Gobierno, que permitirá la acción conjunta para “salvar” al país de la “la larga y triste noche del neoliberalismo”.
Lo de Dayuma, pues, se archivó. Correa insiste en que en la insurgencia hubo sabotaje terrorista y ahora cree instigado por la FARC, guerrilla narcoterrorista de Colombia que hasta hace poco calificó como grupo de “luchadores por la libertad”. Nunca quiso tildarlos como terroristas, que lo son y jamás aceptó colaborar con el presidente Uribe para combatirlos.
La prefecta de Orellana, Guadalupe Llori, fue detenida por los militares en Dayuma y trasladada a Quito. Ésta quiso acogerse al Habeas Corpus para recuperar la libertad, pero no pudo. El “héroe” del Cenepa, General Francisco Moncayo, alcalde de Quito, una vez más delegó esta responsabilidad a su subalterna Margarita Carranco y ésta complació a Correa denegando el recurso.
Anteriormente, Moncayo tampoco tuvo el coraje de aceptar el pedido de Habeas Corques de quien difundió los videos con las inmoralidades del ministro Patiño. Se fue al Asia y dejó instruida a la misma señora Carranco para que falle, pero en contra. ¿Dónde estuvo escondido Moncayo esta vez?
La Asamblea tiene despejada la ruta a seguir con su timonel Acosta, ahora ya bien informado y educado por su superior. El organismo será una costosa y farragosa falange del Ejecutivo que hará todo lo que a Correa le venga en gana. Nada de “dos cabezas”, como algunos ilusos comenzaron a lucubrar. Hay una sola, cobriza, nada pelucona, implacable, inflexible.
Desde el próximo lunes la maquinaria asambleísta comenzará a moler las leyes que el patrón de Carondelet necesita para “re fundar” la nación. La primera será la tributaria, con la que se propone dar la estocada final a la economía de libre mercado y reemplazarla por una en que las sutiles fuerzas del mercado sean reemplazadas por las dictatoriales del Ejecutivo. En un año de gobierno de Correa la economía del país registró el peor crecimiento en América Latina. Con su doctrina, la situación será peor.
A la tributaria seguirán otras leyes. Consagrarán con seguridad la militarización de sectores clave, como el petrolero, vial y similares, que ya está en curso por el capricho autócrata de Correa. Ninguna de las resoluciones legislativas venidas del Ejecutivo y aprobadas por la Asamblea podrá ser vetada ni modificada por organismo alguno del sistema actual. El referéndum que aprobará las reformas constitucionales, no podrá incluir consultas sobre dichas leyes.
Acaso en otra muestra de su sentido del humor, Correa ha prometido que las leyes que envíe a la Asamblea no vulnerarán la Constitución. ¿A qué Constitución se refiere? La que teóricamente debería estar en vigencia ha sido tantas violadas por él, que es un instrumento en desuso. ¿La próxima? No ha sido aprobada aún e incluso si alguna de las nuevas leyes no se ajusta a la nueva Carta, nada podrá hacerse pues “nadie” queda con facultades para ello, según así lo ha dispuesto la Asamblea de…Correa.
Cuando Alberto fue ratificado como presidente de la Asamblea, por gracia del mandatario y luego de la auto declaratoria de los asambleístas de asumir “los plenos poderes”, Correa le dijo: “muchacho, ahora te has convertido en el hombre más poderoso del Ecuador…”
Y Acosta le creyó, al menos por unas horas. Cuando familiares de las víctimas de la represión militar en el pequeño pueblo amazónico de Dayuma lo visitaron para quejarse por los atropellos, Alberto se creyó con facultades de “redentor” de los humildes y les ofreció hacer justicia.
Designó una comisión para que investigue las denuncias y acaso pensó que su gesto sería una prueba innegable de lo que había ofrecido con insistencia antes y después de la instalación de la Asamblea: que ésta sería independiente del Ejecutivo y por tanto autónoma.
Fue entonces que Rafael Correa se irritó y los llamó al orden tanto a Acosta como a sus súbditos oficialistas, que hacen mayoría en la Asamblea. Pareció decirles ¿no entienden que eso de los “poderes supremos” vale solo para mí y en ningún caso para ustedes? Mi referencia a Acosta solo era una broma…
Para mayor clarificación, el “muchacho más poderoso del Ecuador” recibió la orden de que se presente en el despacho en Quito, de súbito. ¿El hombre con los “plenos poderes” obedeciendo a alguien? Al menos debió haber fijado un campo neutral para el encuentro.
Pero no parece importarle a Alberto la imagen que proyecta. Si tenía dignidad, no solo no debió ir manso y vergonzoso a implorar perdón a Correa, sino que debió haber renunciado. En el caso de la percepción de dignidad y auto estima o no existe o tiene dimensiones desconocida para el común de los mortales. Él sigue en el cargo, sin el menor sonrojo.
Las fotografías que publicaron El Universo y El Comercio con Alberto Acosta eludiendo con salto atlético a los periodistas para refugiarse en un coche oficial, que sus guardaespaldas le tienen listo con las puertas abiertas, son elocuentes. Reflejan, sin palabras, la cobardía del personaje.
Alguna organización periodística debería premiar al autor de las fotos con algún galardón, por la expresividad, oportunidad y calidad profesional. Con seguridad no será el gremio de los periodistas profesionales, que ha optado también por la sumisión a Correa.
Acosta huía de los periodistas que cubren la Asamblea y que buscaban como era obvio interrogarlo acerca de lo que trató en Quito con el Presidente. Acaso por sentimiento de culpa o porque no había recibido instrucciones aún del jefe, prefirió no afrontar a los reporteros y hacer mutis por el foro. Pero los fotógrafos lo sorprendieron.
Al día siguiente, ya con libreto, Acosta declaró que todo se había superado entre él y Correa. Faltó comunicación, dijo, con respecto a Dayuma y ahora las cosas están claras. La Asamblea no volverá a interferir en las decisiones del Ejecutivo ni hará justicia por sus propias manos. Se limitará a legislar y a introducir reformas a la Constitución, conforme a… ¿a qué? A la voluntad de una sola persona: Rafael Correa.
Porque nada ni nadie, excepto el presidente, ha dispuesto que la Asamblea legisle en ausencia del Congreso clausurado. Tampoco nada ni nadie ha dispuesto que la Asamblea destituya y nombre a altos funcionarios públicos, acatando órdenes de Correa. La Asamblea se convocó e instaló exclusivamente para reformar la Constitución. Así reza el estatuto aprobado por voto popular.
La falta de comunicación a que alude Acosta probablemente deba entenderse como una comunicación en una sola vía: de Correa a Acosta, con órdenes, sin réplicas. Esa es la manera como el oficialismo interpreta la unidad “íntima” entre Asamblea y Gobierno, que permitirá la acción conjunta para “salvar” al país de la “la larga y triste noche del neoliberalismo”.
Lo de Dayuma, pues, se archivó. Correa insiste en que en la insurgencia hubo sabotaje terrorista y ahora cree instigado por la FARC, guerrilla narcoterrorista de Colombia que hasta hace poco calificó como grupo de “luchadores por la libertad”. Nunca quiso tildarlos como terroristas, que lo son y jamás aceptó colaborar con el presidente Uribe para combatirlos.
La prefecta de Orellana, Guadalupe Llori, fue detenida por los militares en Dayuma y trasladada a Quito. Ésta quiso acogerse al Habeas Corpus para recuperar la libertad, pero no pudo. El “héroe” del Cenepa, General Francisco Moncayo, alcalde de Quito, una vez más delegó esta responsabilidad a su subalterna Margarita Carranco y ésta complació a Correa denegando el recurso.
Anteriormente, Moncayo tampoco tuvo el coraje de aceptar el pedido de Habeas Corques de quien difundió los videos con las inmoralidades del ministro Patiño. Se fue al Asia y dejó instruida a la misma señora Carranco para que falle, pero en contra. ¿Dónde estuvo escondido Moncayo esta vez?
La Asamblea tiene despejada la ruta a seguir con su timonel Acosta, ahora ya bien informado y educado por su superior. El organismo será una costosa y farragosa falange del Ejecutivo que hará todo lo que a Correa le venga en gana. Nada de “dos cabezas”, como algunos ilusos comenzaron a lucubrar. Hay una sola, cobriza, nada pelucona, implacable, inflexible.
Desde el próximo lunes la maquinaria asambleísta comenzará a moler las leyes que el patrón de Carondelet necesita para “re fundar” la nación. La primera será la tributaria, con la que se propone dar la estocada final a la economía de libre mercado y reemplazarla por una en que las sutiles fuerzas del mercado sean reemplazadas por las dictatoriales del Ejecutivo. En un año de gobierno de Correa la economía del país registró el peor crecimiento en América Latina. Con su doctrina, la situación será peor.
A la tributaria seguirán otras leyes. Consagrarán con seguridad la militarización de sectores clave, como el petrolero, vial y similares, que ya está en curso por el capricho autócrata de Correa. Ninguna de las resoluciones legislativas venidas del Ejecutivo y aprobadas por la Asamblea podrá ser vetada ni modificada por organismo alguno del sistema actual. El referéndum que aprobará las reformas constitucionales, no podrá incluir consultas sobre dichas leyes.
Acaso en otra muestra de su sentido del humor, Correa ha prometido que las leyes que envíe a la Asamblea no vulnerarán la Constitución. ¿A qué Constitución se refiere? La que teóricamente debería estar en vigencia ha sido tantas violadas por él, que es un instrumento en desuso. ¿La próxima? No ha sido aprobada aún e incluso si alguna de las nuevas leyes no se ajusta a la nueva Carta, nada podrá hacerse pues “nadie” queda con facultades para ello, según así lo ha dispuesto la Asamblea de…Correa.
Sunday, December 9, 2007
¿PARA QUÉ LA ASAMBLEA?
¿Para qué la Asamblea Constituyente en el Ecuador?
Es otro de los caprichos del autoritario presidente Rafael Correa. La existencia de la asamblea se debe a su deseo de clausurar el Congreso Nacional para sustituirlo por ese organismo. El pueblo le dio la razón con una votación del 80%.
¿Dónde instalar la asamblea? Ya lo tenía pensado: en Montecristi, un pueblito célebre para los ecuatorianos porque allí nació Eloy Alfaro y célebre en el exterior porque allí se tejen los sombreros Panama Hats, llamados así porque la comercialización internacional se originó en ese país.
¿Por qué Montecristi? Porque él se cree descendiente biológico e ideológico de Alfaro, por la línea familiar Delgado (se ignora si hay información genealógica que lo confirme, lo cual en todo caso carece de importancia).
¿Por qué afinidad ideológica? Este detalle es más conflictivo. Si Alfaro es el “gran luchador” de las causas liberales, Correa está configurándose como el gran campeón de la destrucción de los principios liberales. Probablemente la afinidad que los una sea el autoritarismo. En el caso de Alfaro fruto de la fuerza y el fraude, en el caso de Correa por la manipulación de la Constitución y las leyes, respaldado por el sufragio popular.
En todo caso, Correa ordenó que se construya el edificio en Montecristi sin las molestas sujeciones a concursos y a un costo de 360 millones de dólares, mientras quedó vacío y sin uso el edificio del Congreso Nacional en Quito. Se requerirán casi 500 millones de dólares más para pagar sueldos a los 130 delegados a la Asamblea, empleados y mantenimiento.
Pero la dilapidación de los fondos fiscales, si bien condenable, no lo es tanto como la dilapidación del concepto y práctica de la democracia devenida con este organismo. La asamblea que acaba de instalarse en el Ecuador no es sino un instrumento servil del Ejecutivo, de Correa, según así se colige desde sus primeras resoluciones.
En una pueril declaratoria inicial la Asamblea asume poderes supremos que se superponen a los de toda otra autoridad e institución. Sería ingenuo suponer que incluso el propio Correa se someta a ello, en el supuesto de que alguna de las decisiones de los asambleístas pudiera contrariar su voluntad.
Acaba de demostrarlo. Si la Asamblea se inmiscuye en la tragedia de Dayuma en el Oriente, donde la población se levantó en protesta contra el gobierno y fue doblegada a sangre y fuego por los militares, Correa ha dicho que renunciará. Si la Asamblea de todos modos revisara las denuncias y emitiera decisiones de desafío al Presidente, sería muy hipotético que Correa renuncie.
El mandatario aludió concretamente a la posibilidad de que los 24 presos de ese villorrio sean indultados por la Asamblea. Los detenidos son ciudadanos modestos del lugar, acusados por Correa de “terroristas y saboteadores”. Aún no han sido sometidos a juicio ni peor sentenciados, pero el jefe de Estado se ha adelantado con la amenaza de renunciar si alguien en la Asamblea los defiende.
Correa ha estado pronto a defender a los terroristas de la FARC y a gobiernos que fomentan al terrorismo internacional como el de Irán. Pero califica a unos insignificantes campesinos de terroristas y está dispuesto a que se los condene hasta a 12 años de prisión, incluida la prefecta Guadalupe Llori. ¿Qué motivó la protesta de los habitantes? El incumplimiento de obras ofrecidas por gobiernos ineficientes y corruptos, tanto el actual como los precedentes. “La Patria ya es de todos” es el eslogan de esta administración, pero en la lista no cuentan ni los ricos ni los disidentes.
La asamblea se convocó para rehacer la constitución. Algunos ingenuos se ilusionaron y pensaron que era una buena receta para curar los males de un sistema democrático debilitado e inoperante. Pero ahora el tema “Constitución” es secundario. Con la asunción de todos los poderes comenzará a reformar al país contra reloj, en todas las instancias y en todos los niveles, sin que exista el peligro o la “molestia” de debates, discusiones ni oposiciones que interfieran.
Así lo quería y así lo quiere Correa. Y así actuarán los 80 asambleístas sumisos más algunos de los 50 restantes oportunistas y “genuflexos”. En tal situación ¿para que la Asamblea, para qué tanto gasto y pérdida de tiempo? Correa, un economista, pudo y aún puede ahorrarle al país si gobierna dictatorialmente de modo directo, sin la charada de esta asamblea inútil.
Algunos analistas creen que se ha producido una fisura en Acción País, el movimiento populista que ha respaldado a Correa desde el inicio de su aplastante marcha hacia el poder. Afirman que hay quienes quisieran darle un viso de legitimidad e independencia, bajo el liderazgo del presidente del organismo, Alberto Acosta, el asambleísta más votado. Pero el otro grupo es el de los incondicionales, al mando de Trajano Andrade, el más votado en Manabí.
Si la hipótesis funcionara a favor de Acosta, la Asamblea desoiría las amenazas de Correa y continuaría en la investigación de lo ocurrido en Dayuma. Si se confirmara que hubo excesos en el uso de la fuerza y sancionara a los culpables liberando a los presos, entonces Correa en cumplimiento de su palabra debería quedarse exiliado en Argentina. ¿Para que lo sustituya quién? ¿Acosta o Lenín Moreno el Vice de Correa?
Obviamente se trata de una hipótesis improbable, por pintorescos que sean los juegos especulativos en caso de cumplirse. En el país no hay, por el momento al menos, espacio para la disidencia, ni fuera y menos dentro del grupo populista del “césar” Correa. Éste es el supremo. Quien pretenda erguirse y criticarlo, o se prosterna y retracta, o es políticamente degollado, no importa cómo.
Mientras tanto, los asambleístas continuarán accediendo sin protesta a los pedidos del Presidente. Se dice que mañana darán paso al pedido de Correa para que la Constitución reformada se apruebe en referendo con la mayoría de votos válidos, excluyendo los nulos y en blanco. De esa manera creen que el Si tendrá una más fácil confirmación. (Correa, según él mismo lo dijo, tuvo la “viveza” de evitar los peligros de la Constituyente de Bolivia, ordenando que las reformas se aprueben con la mitad más uno de los votos, no con los 2/3)
A renglón seguido la Asamblea aprobará sin chistar una ley tributaria cuyos detalles nadie conoce, pero que se orienta a quitar la plata a los ricos para darla a los pobres. Esa es la imagen que quieren proyectar al “pueblo popular”. La nueva ley tendría el efecto de vasos comunicantes según el cual el dinero de los ricos fluye desde arriba hacia los pobres, como por arte de magia, física o gravedad.
Lo cual es, por cierto, a infantil. El dinero que se confisca a los “ricos” vía impuestos a la tierra, los depósitos bancarios y en general a los ingresos y patrimonio de los ciudadanos y el sector privado no va a fluir ni directa ni indirectamente a los pobres. Irá a engrosar las arcas del fisco corrupto y reducirá la riqueza colectiva, desalentando el ahorro y la inversión y agravando la pobreza del sector más empobrecido.
La Asamblea arrodillada también aprobará en tiempo récord la amnistía a las mujeres apresadas por narcotráfico. Correa revive así su frustración y rencor por el hecho de que su padre, ya fallecido, fue encarcelado en los Estados Unidos por actuar como “mula” para transportar cocaína.
Dolido por ese hecho, irrazonablemente quiere redimir a su padre y a los que han sido sorprendidos en similares acciones, sosteniendo que la sanción por tráfico ilícito de drogas es desproporcionada con respecto a la falta. Añade que el perdón se justificaría porque narcotraficantes como su padre no tuvieron mejor opción para colectar dólares con que alimentar a sus hijos, debido al alto desempleo.
Específicamente se conduele de las madres apresadas en las cárceles del Ecuador, que cayeron porque no tuvieron otro camino para atender a su prole. No reflexiona que si ese dinero mal habido pudiera dar pan los hijos de esas madres, en cambio la acción ilegal está contribuyendo a una red internacional de narcotráfico que envenena y mata, casi sin posibilidad de recuperación a millones de seres humanos en el mundo entero, sin excluir a niños y adolescentes.
Otra ley que Correa impondrá a la Asamblea será la que disponga más trabas y sanciones para el ejercicio de la libre expresión del pensamiento. Un individuo que no acepta sino el adulo y la venia a su modo de pensar y actuar, no quiere una prensa libre. La quiere subyugada y temerosa de la represión y represalias en el campo tributario, laboral, empresarial. La ley que va a enviar a la asamblea contemplará puntos específicos en esas áreas, según públicamente lo tiene anunciado.
Entre los 50 asambleístas que no pertenecen al oficialismo, hay gente ilustre que con seguridad argumentará con brillantez en contra de las arbitrarias propuestas de Correa. Pero su papel no pasará de allí pues prevalecerá la dictadura de la mayoría. ¿Cuál la alternativa, entonces? Un asambleísta disidente, Xavier Ledesma, de sinuosa trayectoria política, ha optado por dimitir al cargo, vista la impotencia. ¿Será una alternativa válida?
Algunos disidentes preferirán no abandonar y afrontar la lucha desigual con idealismo y coraje. A otros probablemente les sea difícil renunciar al jugoso salario de 4.100 dólares por mes y la oportunidad de la publicidad en diarios, radio y TV. El magnate Álvaro Noboa dice que asistirá en tanto no se viole la Constitución vigente. Pero la Constitución ya quedó rota con la clausura del Congreso y cuando la asamblea asumió los plenos poderes. ¿Hasta cuántas rupturas estará dispuesto a aceptar el heredero del imperio bananero?
La hipótesis del abandono de la Asamblea por parte de los 50 asambleístas no correístas sería espectacular. El organismo y su jefe, Rafael Correa, quedarían en ridículo interna e internacionalmente y todo lo que aprueben tendría la misma durabilidad efímera que se vislumbra tendrá este extraño experimento dictatorial en que es copartícipe una Constituyente, tal como en Venezuela. Porque aparte de sus victorias electorales, el gobierno de Correa no tiene nada positivo en su favor, ninguna promesa electoral cumplida.
Pero el pueblo venezolano reaccionó y votó en contra de Hugo Chávez a tiempo para frenar sus aberraciones socialistas del siglo XXI. Los universitarios y los militares, una vez más, jugaron el papel decisorio. El pueblo ecuatoriano podría quizás también despertar de su letargo si los asambleístas disidentes dejaran sus curules y abandonaran a Correa y los suyos, privándoles así del aval que su presencia y sus votos pudieran darle a la Asamblea.
Es otro de los caprichos del autoritario presidente Rafael Correa. La existencia de la asamblea se debe a su deseo de clausurar el Congreso Nacional para sustituirlo por ese organismo. El pueblo le dio la razón con una votación del 80%.
¿Dónde instalar la asamblea? Ya lo tenía pensado: en Montecristi, un pueblito célebre para los ecuatorianos porque allí nació Eloy Alfaro y célebre en el exterior porque allí se tejen los sombreros Panama Hats, llamados así porque la comercialización internacional se originó en ese país.
¿Por qué Montecristi? Porque él se cree descendiente biológico e ideológico de Alfaro, por la línea familiar Delgado (se ignora si hay información genealógica que lo confirme, lo cual en todo caso carece de importancia).
¿Por qué afinidad ideológica? Este detalle es más conflictivo. Si Alfaro es el “gran luchador” de las causas liberales, Correa está configurándose como el gran campeón de la destrucción de los principios liberales. Probablemente la afinidad que los una sea el autoritarismo. En el caso de Alfaro fruto de la fuerza y el fraude, en el caso de Correa por la manipulación de la Constitución y las leyes, respaldado por el sufragio popular.
En todo caso, Correa ordenó que se construya el edificio en Montecristi sin las molestas sujeciones a concursos y a un costo de 360 millones de dólares, mientras quedó vacío y sin uso el edificio del Congreso Nacional en Quito. Se requerirán casi 500 millones de dólares más para pagar sueldos a los 130 delegados a la Asamblea, empleados y mantenimiento.
Pero la dilapidación de los fondos fiscales, si bien condenable, no lo es tanto como la dilapidación del concepto y práctica de la democracia devenida con este organismo. La asamblea que acaba de instalarse en el Ecuador no es sino un instrumento servil del Ejecutivo, de Correa, según así se colige desde sus primeras resoluciones.
En una pueril declaratoria inicial la Asamblea asume poderes supremos que se superponen a los de toda otra autoridad e institución. Sería ingenuo suponer que incluso el propio Correa se someta a ello, en el supuesto de que alguna de las decisiones de los asambleístas pudiera contrariar su voluntad.
Acaba de demostrarlo. Si la Asamblea se inmiscuye en la tragedia de Dayuma en el Oriente, donde la población se levantó en protesta contra el gobierno y fue doblegada a sangre y fuego por los militares, Correa ha dicho que renunciará. Si la Asamblea de todos modos revisara las denuncias y emitiera decisiones de desafío al Presidente, sería muy hipotético que Correa renuncie.
El mandatario aludió concretamente a la posibilidad de que los 24 presos de ese villorrio sean indultados por la Asamblea. Los detenidos son ciudadanos modestos del lugar, acusados por Correa de “terroristas y saboteadores”. Aún no han sido sometidos a juicio ni peor sentenciados, pero el jefe de Estado se ha adelantado con la amenaza de renunciar si alguien en la Asamblea los defiende.
Correa ha estado pronto a defender a los terroristas de la FARC y a gobiernos que fomentan al terrorismo internacional como el de Irán. Pero califica a unos insignificantes campesinos de terroristas y está dispuesto a que se los condene hasta a 12 años de prisión, incluida la prefecta Guadalupe Llori. ¿Qué motivó la protesta de los habitantes? El incumplimiento de obras ofrecidas por gobiernos ineficientes y corruptos, tanto el actual como los precedentes. “La Patria ya es de todos” es el eslogan de esta administración, pero en la lista no cuentan ni los ricos ni los disidentes.
La asamblea se convocó para rehacer la constitución. Algunos ingenuos se ilusionaron y pensaron que era una buena receta para curar los males de un sistema democrático debilitado e inoperante. Pero ahora el tema “Constitución” es secundario. Con la asunción de todos los poderes comenzará a reformar al país contra reloj, en todas las instancias y en todos los niveles, sin que exista el peligro o la “molestia” de debates, discusiones ni oposiciones que interfieran.
Así lo quería y así lo quiere Correa. Y así actuarán los 80 asambleístas sumisos más algunos de los 50 restantes oportunistas y “genuflexos”. En tal situación ¿para que la Asamblea, para qué tanto gasto y pérdida de tiempo? Correa, un economista, pudo y aún puede ahorrarle al país si gobierna dictatorialmente de modo directo, sin la charada de esta asamblea inútil.
Algunos analistas creen que se ha producido una fisura en Acción País, el movimiento populista que ha respaldado a Correa desde el inicio de su aplastante marcha hacia el poder. Afirman que hay quienes quisieran darle un viso de legitimidad e independencia, bajo el liderazgo del presidente del organismo, Alberto Acosta, el asambleísta más votado. Pero el otro grupo es el de los incondicionales, al mando de Trajano Andrade, el más votado en Manabí.
Si la hipótesis funcionara a favor de Acosta, la Asamblea desoiría las amenazas de Correa y continuaría en la investigación de lo ocurrido en Dayuma. Si se confirmara que hubo excesos en el uso de la fuerza y sancionara a los culpables liberando a los presos, entonces Correa en cumplimiento de su palabra debería quedarse exiliado en Argentina. ¿Para que lo sustituya quién? ¿Acosta o Lenín Moreno el Vice de Correa?
Obviamente se trata de una hipótesis improbable, por pintorescos que sean los juegos especulativos en caso de cumplirse. En el país no hay, por el momento al menos, espacio para la disidencia, ni fuera y menos dentro del grupo populista del “césar” Correa. Éste es el supremo. Quien pretenda erguirse y criticarlo, o se prosterna y retracta, o es políticamente degollado, no importa cómo.
Mientras tanto, los asambleístas continuarán accediendo sin protesta a los pedidos del Presidente. Se dice que mañana darán paso al pedido de Correa para que la Constitución reformada se apruebe en referendo con la mayoría de votos válidos, excluyendo los nulos y en blanco. De esa manera creen que el Si tendrá una más fácil confirmación. (Correa, según él mismo lo dijo, tuvo la “viveza” de evitar los peligros de la Constituyente de Bolivia, ordenando que las reformas se aprueben con la mitad más uno de los votos, no con los 2/3)
A renglón seguido la Asamblea aprobará sin chistar una ley tributaria cuyos detalles nadie conoce, pero que se orienta a quitar la plata a los ricos para darla a los pobres. Esa es la imagen que quieren proyectar al “pueblo popular”. La nueva ley tendría el efecto de vasos comunicantes según el cual el dinero de los ricos fluye desde arriba hacia los pobres, como por arte de magia, física o gravedad.
Lo cual es, por cierto, a infantil. El dinero que se confisca a los “ricos” vía impuestos a la tierra, los depósitos bancarios y en general a los ingresos y patrimonio de los ciudadanos y el sector privado no va a fluir ni directa ni indirectamente a los pobres. Irá a engrosar las arcas del fisco corrupto y reducirá la riqueza colectiva, desalentando el ahorro y la inversión y agravando la pobreza del sector más empobrecido.
La Asamblea arrodillada también aprobará en tiempo récord la amnistía a las mujeres apresadas por narcotráfico. Correa revive así su frustración y rencor por el hecho de que su padre, ya fallecido, fue encarcelado en los Estados Unidos por actuar como “mula” para transportar cocaína.
Dolido por ese hecho, irrazonablemente quiere redimir a su padre y a los que han sido sorprendidos en similares acciones, sosteniendo que la sanción por tráfico ilícito de drogas es desproporcionada con respecto a la falta. Añade que el perdón se justificaría porque narcotraficantes como su padre no tuvieron mejor opción para colectar dólares con que alimentar a sus hijos, debido al alto desempleo.
Específicamente se conduele de las madres apresadas en las cárceles del Ecuador, que cayeron porque no tuvieron otro camino para atender a su prole. No reflexiona que si ese dinero mal habido pudiera dar pan los hijos de esas madres, en cambio la acción ilegal está contribuyendo a una red internacional de narcotráfico que envenena y mata, casi sin posibilidad de recuperación a millones de seres humanos en el mundo entero, sin excluir a niños y adolescentes.
Otra ley que Correa impondrá a la Asamblea será la que disponga más trabas y sanciones para el ejercicio de la libre expresión del pensamiento. Un individuo que no acepta sino el adulo y la venia a su modo de pensar y actuar, no quiere una prensa libre. La quiere subyugada y temerosa de la represión y represalias en el campo tributario, laboral, empresarial. La ley que va a enviar a la asamblea contemplará puntos específicos en esas áreas, según públicamente lo tiene anunciado.
Entre los 50 asambleístas que no pertenecen al oficialismo, hay gente ilustre que con seguridad argumentará con brillantez en contra de las arbitrarias propuestas de Correa. Pero su papel no pasará de allí pues prevalecerá la dictadura de la mayoría. ¿Cuál la alternativa, entonces? Un asambleísta disidente, Xavier Ledesma, de sinuosa trayectoria política, ha optado por dimitir al cargo, vista la impotencia. ¿Será una alternativa válida?
Algunos disidentes preferirán no abandonar y afrontar la lucha desigual con idealismo y coraje. A otros probablemente les sea difícil renunciar al jugoso salario de 4.100 dólares por mes y la oportunidad de la publicidad en diarios, radio y TV. El magnate Álvaro Noboa dice que asistirá en tanto no se viole la Constitución vigente. Pero la Constitución ya quedó rota con la clausura del Congreso y cuando la asamblea asumió los plenos poderes. ¿Hasta cuántas rupturas estará dispuesto a aceptar el heredero del imperio bananero?
La hipótesis del abandono de la Asamblea por parte de los 50 asambleístas no correístas sería espectacular. El organismo y su jefe, Rafael Correa, quedarían en ridículo interna e internacionalmente y todo lo que aprueben tendría la misma durabilidad efímera que se vislumbra tendrá este extraño experimento dictatorial en que es copartícipe una Constituyente, tal como en Venezuela. Porque aparte de sus victorias electorales, el gobierno de Correa no tiene nada positivo en su favor, ninguna promesa electoral cumplida.
Pero el pueblo venezolano reaccionó y votó en contra de Hugo Chávez a tiempo para frenar sus aberraciones socialistas del siglo XXI. Los universitarios y los militares, una vez más, jugaron el papel decisorio. El pueblo ecuatoriano podría quizás también despertar de su letargo si los asambleístas disidentes dejaran sus curules y abandonaran a Correa y los suyos, privándoles así del aval que su presencia y sus votos pudieran darle a la Asamblea.
Friday, November 30, 2007
Y LA ASAMBLEA ES...CORREA
El presidente Rafael Correa y quienes sumisamente le siguen podrán idear cualquier pirueta retórica para justificar lo que están haciendo con el Ecuador, pero jamás convencerán que la vía escogida es democrática.
“La Asamblea Constituyente ratifica y garantiza la existencia del Estado de Derecho” dice un documento oficial del organismo que acaba de instalarse en Montecristi, un pueblito cercano al puerto de Manta, en Manabí, célebre por la manufactura artesanal de sombreros de paja toquilla.
A su vez el Vicepresidente de la Asamblea, Fernando Cordero, a poco de anunciarse las primeras resoluciones del cónclave, ha declarado: “estamos fortaleciendo la democracia con más democracia”.
Las resoluciones se refieren a la clausura del Congreso Nacional, cuyos miembros fueron electos por sufragio popular. No hablan de clausura sino de receso, ni mencionan un lapso de reapertura del Congreso, porque no la habrá. Y dejan sin sueldos a diputados y empleados.
La Asamblea, convocada para introducir reformas a la Constitución, se ha autodeclarado omnímoda. Podrá dictar cualquier resolución, sobre cualquier tema, que nadie podrá cuestionarla, peor revocarla. Podría especularse que tan amplias facultades están por sobre las que supuestamente tiene el jefe de Estado. Pero no hay motivo para ese tipo de digresión: la Asamblea es Correa.
Correa se propuso acabar con el Congreso desde el momento primero de su campaña para convertirse en Presidente. No ha engañado y en su objetivo ha obtenido el respaldo d el 80% de los votos libremente consignados para cualquiera de las convocatorias en que se ponía en juego su autoridad.
¿Convalida ese respaldo de votos su condición de demócrata? Por cierto que no. La democracia es un sistema político y cultural por el cual los ciudadanos convienen en sujetarse sin excepción a leyes y regulaciones que impliquen respeto a la disensión, al libre albedrío, al derecho a la propiedad y credo religioso.
Los actos de Correa y la Asamblea no son democráticos. El oficialismo tiene 80 de 130 diputados y las primeras resoluciones que ha adoptado sin objeción son dictatoriales: la misma proclama de asumir poderes totales, la terminación del Congreso, la supresión de salarios de sus integrantes.
Correa no ha necesitado este extremo burlesco de instalar una asamblea sumisa en la tierra de Alfaro para actuar como dictador. Lo hizo al forzar la salida de una mayoría hostil en el Congreso para sustituirla por otra de fácil manipulación. Cuando este Congreso rehecho intentó contradecir su voluntad, desoyó sus decisiones y ahora simplemente lo clausura.
Intervino en instituciones como el Banco Central, la Superintendencia de Bancos, el Tribunal de Garantías Constitucionales, el Tribunal Supremo Electoral y quitó y puso a sus funcionarios a su antojo. La Asamblea completó la “limpieza” de una plumada, con otras destituciones y nombramientos pedidos por Carondelet.
Muchas han sido las demostraciones autocráticas previas de Correa. Violó los contratos petroleros libremente celebrados por las partes y decidió unilateralmente incrementar la participación del Estado en los excedentes de los precios del crudo en el 99%. Anuncia ahora que desconocerá el Derecho Internacional en los litigios con esas y otras empresas petroleras.
Cuando la caravana motorizada lo movilizaba por las calles de Quito en un día cualquiera, vio o quiso ver a un ciudadano que hacía gestos que le disgustaron. Lo mandó apresar. Cuando la protesta popular subió de punto, ordenó su libertad.
Cuando un asesor norteamericano colaboró (por contrato legal con el Estado) en la denuncia de la pesca artesanal ilícita de aletas de tiburón, que él autorizó que se la realice sin penalidades, montó en cólera y ordenó deportar al “gringo” de inmediato. Surgió la protesta y se supo, entre otros detalles, que estaba casado con ecuatoriana. Alzó el dedo, como César y perdonó su extradición.
Correa tiene mucha prisa por envolver a los ecuatorianos en la felicidad a la que no accedieron por “la larga noche del neoliberalismo”. Para ello no necesitó esperar a la Asamblea y comenzó a gobernar por decretos leyes de emergencia, para no rendir cuentas ni llamar a concursos para obras y servicios que se financien con recursos fiscales. El Congreso, por mandato de la ley, quiso poner freno a estos abusos pero Correa se burló de tal pretensión.
El mandatario ecuatoriano ha respaldado acciones y demandas contra las empresas petroleras extranjeras por parte de habitantes de la Amazonía. Pero no tolera que alguien ose cuestionar a Petroecuador, como lo han hecho los habitantes de Orellana en demanda de obras por parte de ese ente estatal. Los rebeldes forzaron al cierre de algunos pozos y la producción cayó en 30.000 barriles por día, con pérdida de ingresos de 3 millones de dólares diarios.
Petroecuador requiere con urgencia convalecer o desaparecer. Se cita que en 10 años la inversión del ente fue de 967 millones de dólares, en tanto que la del sector privado petrolero, pese a las dificultades, fue de 4.600 millones de dólares. El organismo estatal retiene el 80% de las áreas petrolera potencialmente productivas en contraste con el 20% consignadas a la empresa privada.
Para superar la crisis, Correa impuso un nuevo decreto de emergencia y canceló al presidente Pareja de Petroecuador. Lo ha reemplazado con un militar en servicio activo, el capitán de navío o almirante Fernando Zurita, hecho que solo ocurría con las dictaduras militares. ¿La misión principal que se le encomienda? No la búsqueda de mayor eficiencia en ese “agujero negro” burocrático, sino la represión a los habitantes de la Amazonía. Junto con el anterior presidente de Petroecuador, cayó la cabeza también del ministro de gobierno Gustavo Larrea. (¿Qué comentarán ahora él y su padre, Hugo Larrea Benalcázar, a quien también le “renunció” como ministro de gobierno su jefe José M. Velasco Ibarra?)
Correa, por lo visto, no tiene lealtad con nadie, salvo talvez con el superministro Patiño, a quien le creó el cargo ficticio de ministro del Litoral cuando fracasó como ministro de Finanzas. El presidente no guarda lealtad ni para con su cónyuge belga, a quien le ha prohibido ejercer la función tradicional y obvia de “primera dama”, que quiere decir simplemente ser esposa del líder principal y, por ende, acreedora al respeto, aprecio y figuración en la comunidad.
Cuando Correa y sus áulicos de la Asamblea Constituyente hablan de respetar el Estado de Derecho y fortalecer la democracia con más democracia, lo que están diciendo y haciendo es lo contrario. La historia comprueba la imposibilidad de fortalecer una democracia, quebrándola. Todas las revoluciones más y menos cruentas hechas para “redimir” al hombre, han concluido en muerte, sangre, supresión de libertades y colapso final.
El Papa Benedicto XVI ha hecho pública una encíclica sobre estos temas, precisamente hoy. Ha condenado revoluciones como la rusa o la francesa, cuyos cabecillas pretendieron implantar la igualdad a costa de las libertades. Los iluminados que quieren jugar a dioses se estrellan contra la realidad de las falencias humanas. Quien o quienes intentan la utopía del paraíso terrenal con la imposición de regímenes autocráticos está condenado a fracasar. No hay excepciones.
La meta de un líder con sentido común no es aspirar a utopías. La condición humana, con las implícitas y eternas contradicciones y conflictos entre el bien y el mal, no desparecerán el por capricho de ningún mitómano. La frágil condición humana es inherente a su naturaleza. Lo único razonable en un líder preocupado por la suerte de sus semejantes será propiciar un sistema de convivencia humana pacífica que procure atenuar las contradicciones y conflictos y que por lo mismo se sustente en la oferta real y libre de oportunidades para que la mayoría ciudadana progrese económica, síquica, física y anímicamente según sus facultades.
Esa búsqueda de la felicidad no debe coartarse con la supresión de libertades. Cuando el mitómano pretende la felicidad colectiva mediante la igualación de resultados está conminada a suprimir las alternativas de la libertad. Y sin libertad no hay democracia. Sin democracia se obstruye la opción, que esta si debería ser igual para todos, de buscar la felicidad. El irrespeto a las leyes y a las instituciones democráticas, no es democrático: es dictatorial.
Eso es lo que están haciendo en el Ecuador Rafael Correa y “su” Asamblea Constituyente. Los hechos están allí, son elocuentes por si mismos y cualquier palabrería en contrario no los altera.
“La Asamblea Constituyente ratifica y garantiza la existencia del Estado de Derecho” dice un documento oficial del organismo que acaba de instalarse en Montecristi, un pueblito cercano al puerto de Manta, en Manabí, célebre por la manufactura artesanal de sombreros de paja toquilla.
A su vez el Vicepresidente de la Asamblea, Fernando Cordero, a poco de anunciarse las primeras resoluciones del cónclave, ha declarado: “estamos fortaleciendo la democracia con más democracia”.
Las resoluciones se refieren a la clausura del Congreso Nacional, cuyos miembros fueron electos por sufragio popular. No hablan de clausura sino de receso, ni mencionan un lapso de reapertura del Congreso, porque no la habrá. Y dejan sin sueldos a diputados y empleados.
La Asamblea, convocada para introducir reformas a la Constitución, se ha autodeclarado omnímoda. Podrá dictar cualquier resolución, sobre cualquier tema, que nadie podrá cuestionarla, peor revocarla. Podría especularse que tan amplias facultades están por sobre las que supuestamente tiene el jefe de Estado. Pero no hay motivo para ese tipo de digresión: la Asamblea es Correa.
Correa se propuso acabar con el Congreso desde el momento primero de su campaña para convertirse en Presidente. No ha engañado y en su objetivo ha obtenido el respaldo d el 80% de los votos libremente consignados para cualquiera de las convocatorias en que se ponía en juego su autoridad.
¿Convalida ese respaldo de votos su condición de demócrata? Por cierto que no. La democracia es un sistema político y cultural por el cual los ciudadanos convienen en sujetarse sin excepción a leyes y regulaciones que impliquen respeto a la disensión, al libre albedrío, al derecho a la propiedad y credo religioso.
Los actos de Correa y la Asamblea no son democráticos. El oficialismo tiene 80 de 130 diputados y las primeras resoluciones que ha adoptado sin objeción son dictatoriales: la misma proclama de asumir poderes totales, la terminación del Congreso, la supresión de salarios de sus integrantes.
Correa no ha necesitado este extremo burlesco de instalar una asamblea sumisa en la tierra de Alfaro para actuar como dictador. Lo hizo al forzar la salida de una mayoría hostil en el Congreso para sustituirla por otra de fácil manipulación. Cuando este Congreso rehecho intentó contradecir su voluntad, desoyó sus decisiones y ahora simplemente lo clausura.
Intervino en instituciones como el Banco Central, la Superintendencia de Bancos, el Tribunal de Garantías Constitucionales, el Tribunal Supremo Electoral y quitó y puso a sus funcionarios a su antojo. La Asamblea completó la “limpieza” de una plumada, con otras destituciones y nombramientos pedidos por Carondelet.
Muchas han sido las demostraciones autocráticas previas de Correa. Violó los contratos petroleros libremente celebrados por las partes y decidió unilateralmente incrementar la participación del Estado en los excedentes de los precios del crudo en el 99%. Anuncia ahora que desconocerá el Derecho Internacional en los litigios con esas y otras empresas petroleras.
Cuando la caravana motorizada lo movilizaba por las calles de Quito en un día cualquiera, vio o quiso ver a un ciudadano que hacía gestos que le disgustaron. Lo mandó apresar. Cuando la protesta popular subió de punto, ordenó su libertad.
Cuando un asesor norteamericano colaboró (por contrato legal con el Estado) en la denuncia de la pesca artesanal ilícita de aletas de tiburón, que él autorizó que se la realice sin penalidades, montó en cólera y ordenó deportar al “gringo” de inmediato. Surgió la protesta y se supo, entre otros detalles, que estaba casado con ecuatoriana. Alzó el dedo, como César y perdonó su extradición.
Correa tiene mucha prisa por envolver a los ecuatorianos en la felicidad a la que no accedieron por “la larga noche del neoliberalismo”. Para ello no necesitó esperar a la Asamblea y comenzó a gobernar por decretos leyes de emergencia, para no rendir cuentas ni llamar a concursos para obras y servicios que se financien con recursos fiscales. El Congreso, por mandato de la ley, quiso poner freno a estos abusos pero Correa se burló de tal pretensión.
El mandatario ecuatoriano ha respaldado acciones y demandas contra las empresas petroleras extranjeras por parte de habitantes de la Amazonía. Pero no tolera que alguien ose cuestionar a Petroecuador, como lo han hecho los habitantes de Orellana en demanda de obras por parte de ese ente estatal. Los rebeldes forzaron al cierre de algunos pozos y la producción cayó en 30.000 barriles por día, con pérdida de ingresos de 3 millones de dólares diarios.
Petroecuador requiere con urgencia convalecer o desaparecer. Se cita que en 10 años la inversión del ente fue de 967 millones de dólares, en tanto que la del sector privado petrolero, pese a las dificultades, fue de 4.600 millones de dólares. El organismo estatal retiene el 80% de las áreas petrolera potencialmente productivas en contraste con el 20% consignadas a la empresa privada.
Para superar la crisis, Correa impuso un nuevo decreto de emergencia y canceló al presidente Pareja de Petroecuador. Lo ha reemplazado con un militar en servicio activo, el capitán de navío o almirante Fernando Zurita, hecho que solo ocurría con las dictaduras militares. ¿La misión principal que se le encomienda? No la búsqueda de mayor eficiencia en ese “agujero negro” burocrático, sino la represión a los habitantes de la Amazonía. Junto con el anterior presidente de Petroecuador, cayó la cabeza también del ministro de gobierno Gustavo Larrea. (¿Qué comentarán ahora él y su padre, Hugo Larrea Benalcázar, a quien también le “renunció” como ministro de gobierno su jefe José M. Velasco Ibarra?)
Correa, por lo visto, no tiene lealtad con nadie, salvo talvez con el superministro Patiño, a quien le creó el cargo ficticio de ministro del Litoral cuando fracasó como ministro de Finanzas. El presidente no guarda lealtad ni para con su cónyuge belga, a quien le ha prohibido ejercer la función tradicional y obvia de “primera dama”, que quiere decir simplemente ser esposa del líder principal y, por ende, acreedora al respeto, aprecio y figuración en la comunidad.
Cuando Correa y sus áulicos de la Asamblea Constituyente hablan de respetar el Estado de Derecho y fortalecer la democracia con más democracia, lo que están diciendo y haciendo es lo contrario. La historia comprueba la imposibilidad de fortalecer una democracia, quebrándola. Todas las revoluciones más y menos cruentas hechas para “redimir” al hombre, han concluido en muerte, sangre, supresión de libertades y colapso final.
El Papa Benedicto XVI ha hecho pública una encíclica sobre estos temas, precisamente hoy. Ha condenado revoluciones como la rusa o la francesa, cuyos cabecillas pretendieron implantar la igualdad a costa de las libertades. Los iluminados que quieren jugar a dioses se estrellan contra la realidad de las falencias humanas. Quien o quienes intentan la utopía del paraíso terrenal con la imposición de regímenes autocráticos está condenado a fracasar. No hay excepciones.
La meta de un líder con sentido común no es aspirar a utopías. La condición humana, con las implícitas y eternas contradicciones y conflictos entre el bien y el mal, no desparecerán el por capricho de ningún mitómano. La frágil condición humana es inherente a su naturaleza. Lo único razonable en un líder preocupado por la suerte de sus semejantes será propiciar un sistema de convivencia humana pacífica que procure atenuar las contradicciones y conflictos y que por lo mismo se sustente en la oferta real y libre de oportunidades para que la mayoría ciudadana progrese económica, síquica, física y anímicamente según sus facultades.
Esa búsqueda de la felicidad no debe coartarse con la supresión de libertades. Cuando el mitómano pretende la felicidad colectiva mediante la igualación de resultados está conminada a suprimir las alternativas de la libertad. Y sin libertad no hay democracia. Sin democracia se obstruye la opción, que esta si debería ser igual para todos, de buscar la felicidad. El irrespeto a las leyes y a las instituciones democráticas, no es democrático: es dictatorial.
Eso es lo que están haciendo en el Ecuador Rafael Correa y “su” Asamblea Constituyente. Los hechos están allí, son elocuentes por si mismos y cualquier palabrería en contrario no los altera.
Saturday, November 24, 2007
DE CAPITALISMO, MERCADO Y CAPITAL
Líderes autoritarios de todas las edades han absorbido poder político con la justificación de que la democracia del momento era demasiado débil para conservarla. Por lo que han resuelto adoptar la vía violenta para “redimirla”.
Las repúblicas griega y romana se hundieron en la tiranía transitando por la misma vía de la demagogia de quienes buscaron doblegar a la oposición por sobre las leyes para erigirse en dictadores. El corolario fue la devastación de los imperios.
El concepto de democracia es, sin duda, amplio y difuso y se presta por ello a torcidas interpretaciones. Pero existe un línea tenue y sutil, que muchos ven y otros no pero la presienten, que separa lo que ha de entenderse y respetarse como democrático y lo contrario.
Los líderes son seres distintos que emergen en un grupo social por sus dotes de conducción, de gestores de ideas, cambios, reformas y acción. Los hay en todas las áreas de actividad humana, pero quienes lo son en política se destacan por su influjo potencial en la organización social.
Los líderes políticos están dotados de talento distinto y superior para convocar y persuadir a la gente. No necesitan precisamente de un alto nivel cultural para entender lo que es una democracia y lo que es dable hacer y no hacer para preservarla. Si la contravienen, es porque lo hacen deliberadamente.
En tiempos de Sócrates se decía que todo es dable dentro de una democracia: disentir, cuestionar, oponerse y alternarse en los mandos de gobierno. Lo que no es permisible en democracia, es socavarla hasta extinguirla.
Y es eso lo que están haciendo ahora líderes como Hugo Chávez en Venezuela y Rafael Correa en el Ecuador. Sus acciones y afirmaciones orientadas a reafirmar la democracia, la están en realidad socavando. Ninguno de ellos convencerá a nadie que se pueda fortalecer la democracia destruyéndola.
En el Ecuador los artífices del engendro político que se vive ya y se avecina son Correa y el rebaño de 80 constituyentes comandado por Alberto Acosta. Las señales son inequívocas en cuanto a la ruptura de esa línea sutil que distingue y separa lo democrático de lo antidemocrático.
En el caso de Correa hubo el antecedente de su promesa avasallar al Congreso aún antes de ser electo Presidente. Ya posesionado, lo desintegró, lo rehizo, lo ridiculizó, lo ignoró, lo humilló. Igual actuó en contra de instituciones como los tribunales de Garantías, Electoral y la misma rama de justicia. Estas acciones son, sin defensa, anti democráticas.
La asamblea constituyente, a instalarse el próximo jueves, es todo menos democrático. El reglamento lo hicieron entre Acosta y Correa. Decidieron que la asamblea adopte cualquier resolución, sin opción a veto ni revisión de nadie. Las resoluciones las dictará desde Palacio Correa y las ejecutará en la asamblea su emisario Acosta. Dirigencia y comisiones han sido designadas y de ellas estarán expresamente excluidos los delegados de la oposición.
“¿Cómo vamos a incluir a la oposición?” ha dicho un portavoz oficialista. No cabe que traten de obstruir el avance de la revolución ciudadana, añaden para justificar lo injustificable. En cuanto al referéndum, Acosta ha aclarado que ello regirá solo para las reformas a la Constitución de la Asamblea, no para sus resoluciones.
La nueva Constitución será votada con un simple Si o No, sin lugar a discusión. Respecto al Congreso, ha dicho que si sus integrantes no se auto disuelven, él los obligará con la suspensión del pago de sus remuneraciones. Equivale a sitiar al palacio del Congreso y condenar al hambre a quienes en él se escuden para desafiar al poder dictatorial. Como en el Medioevo.
La asamblea fue convocada exclusivamente para discutir y aprobar reformas a la Constitución, que ulteriormente deberán ser aprobadas o negadas con el voto popular. No se mencionó a los poderes omnímodos de los que hoy hablan al unísono Correa, Acosta y sus áulicos.
Llámenlo como deseen, estos actos no son democráticos, sino lo contrario. Es una manipulación mañosa y perversa de los recursos que se emplean en un sistema democrático. No para buscar robustecer al sistema, sino para execrarlo.
El objetivo del dúo Correa/Acosta es la absorción sin freno del poder político para llevar al país al “socialismo del siglo XXI”. Ni ellos ni Chávez han logrado crear una cartilla, un librito rojo que lo explique. Afirman que es “un proyecto en construcción” o, como dijera el poeta, “es un camino que se hace al andar”.
Pero los esfuerzos de definición sobran, porque los actos de los jefes de Estado lo están diciendo todo. No es nuevo para la historia de esos países, ni para la historia latinoamericana ni, en suma, para la historia de la humanidad. Se trata de la formación, una vez más, de autocracias basadas en la comedia del supuesto respeto a las leyes y a la democracia.
¿Qué pretenden con la suma de poderes políticos? Correa dijo en Beijing que anhela “empezar a generar pensamiento y teorías que respondan a nuestra realidad”. Como ejemplo, citó lo que ha dicho en oportunidades pasadas: hay que buscar “la supremacía del trabajo humano sobre el capital… para generar valores de uso antes que valores de cambio”.
El mandatario ecuatoriano es académico, doctorado en Economía en reputadas universidades de los Estados Unidos y Bélgica. Desalienta, por tanto, que lance en China tal galimatías sobre temas que debía dominar y comprender. Lo que insinúa es luchar contra el sistema capitalista, sustento del sistema democrático y liberal. Y confunde conceptos, acaso con la intención a su vez de confundir.
Cuando dice que el trabajo humano debe prevalecer sobre el capital dice disparates. ¿No le enseñaron que el capital es un bien intangible? Hernando de Soto acaba de dar una conferencia en el Ecuador. Seguramente se refirió a éste y otros temas. Correa no estuvo allí, ni leyó reseñas, si las hubo. No le interesa, tiene ideas fijas para hacer la felicidad de los ecuatorianos. Y son “sencillas”: captar o raptar el “capital” de manos de la empresa privada y trasladarlo al manejo del Estado.
El capital, como enseñan no solo Soto sino Marx, es inmaterial por naturaleza puesto que la materia no es capital, sino el valor de la materia. El valor, por tanto, no tiene nada corpóreo en si mismo. Probablemente Correa esté pensando en los ricos, en el dinero que tienen los ricos y a eso llama capital. Pero el capital no es dinero, el dinero no es sino solo una de las formas en que se manifiesta el capital. La moneda, dicen los tratadistas, es la gran rueda de circulación, pero no es el capital pues el valor no puede residir en unas piezas de metal (Adam Smith). La moneda lo que hace es facilitar las transacciones, permitiéndonos comprar bienes y servicios, pero no agregan por si mismo valor de producción.
El capital, que tanta irrita a Correa, es un valor permanente que se multiplica y nunca perece. Es un valor que se desprende del producto que crea, se vuelve ente metafísico siempre en posesión de quien lo produce, por lo cual este valor puede adoptar formas distintas. Es como los caminos y carreteras: permiten movilizar bienes, pero no los produce.
Consecuentemente, el capital es un valor latente en espera de activarse con el ingenio y trabajo del hombre. De nada sirven los yacimientos petrolíferos bajo tierra si alguien no tiene el ingenio y recursos para extraerlo, transportarlo y procesarlo. O un lago en las montañas, cuyas aguas están inmóviles hasta que alguien las conduce a generadores, cuya electricidad tendrá un efecto productivo multiplicador, como en el caso el petróleo procesado.
El capitalismo es un sistema caracterizado por la propiedad privada individual o corporativa de bienes de capital, mediante inversiones que se determinan por decisiones privadas y por los precios, la producción y distribución de bienes que a su vez se determinan principalmente por la competencia en un mercado libre.
El mercado es simplemente un acuerdo social que permite a compradores y a vendedores hallar información y concretar un intercambio voluntario de bienes y servicios. Es una de las instituciones clave que forman el comercio junto con el derecho a la propiedad.
De ahí que el momento en que Correa habla de acabar con el capitalismo y el capital y contra “la larga noche del neoliberalismo”, está hablando de acabar con una entelequia, con algo inasible como una quimera. Lo que quiere es acabar con los “ricos” y trasladar su riqueza a los “pobres” a través de impuestos y/o confiscaciones.
De esa manera el capital sufrirá una traslación de manos privadas al Estado. No desaparecerá, se reducirá. El combate a la pobreza no viene con la eliminación de la riqueza, sino propiciando vías para acrecentarla. El dinero no es capital y lo que hace Chávez con los abundantes petrodólares es arruinar la economía de Venezuela con despilfarro, subsidios y obstrucciones a la formación del capital en las áreas agrícola, ganadera e industrial.
Con los subsidios, los precios fijados por el Estado y el estímulo a las granjas colectivas, en Venezuela la inflación se ha disparado y escasean la leche, la carne y los huevos. Correa lo imita multiplicando los subsidios y bonos a la pobreza con recursos fiscales. Eso no es crear capital, es fomentar el statu quo de la miseria.
Correa ha alabado el sistema chino y como antes lo hiciera el ex presidente ecuatoriano Rodrigo Borja, manifiesta que es la posición ideal entre el capitalismo y el comunismo. “China tiene una forma singular de aplicar el socialismo en función de su gente”, acaba de decir en Beijing, dando a entender que quisiera imitarlo para el Ecuador.
Es falso desde varios ángulos de apreciación. El régimen chino es autocrático y su espectacular crecimiento se ha basado en la ingente inversión de capitales y tecnología extranjeros, principalmente de los Estados Unidos. Correa repudia al capital extranjero, sobre todo de los Estados Unidos. Pero el crecimiento de la economía en China no está favoreciendo a las “masas”.
El sistema en China no es un sistema capitalista comparable al de la Unión Europea y menos al de Estados Unidos. Es absolutamente rígido y centralizado en cuanto al manejo de las decisiones de inversiones fuera de las áreas en las que el capital extranjero es bienvenido, ubicadas en la periferia costera del vasto territorio chino.
Allí no existe libre mercado, libre competencia, derechos de autor y de propiedad privada. Es una peligrosa burbuja que podría estallar en cualquier instante, sea por conmoción popular frente a las inequidades o por alguna catastrófica decisión de inversión dictada por el politburó dueño de vidas y haciendas en esa superpoblada nación.
Japón, mucho más liberal, estuvo al punto de la quiebra a fines del siglo pasado y su sistema bancario y financiero hubiera colapsado de no haber recibido apoyo de Occidente para recuperarse. Ahora el sistema es más estable porque es más abierto al libre juego del mercado.
El capital y el mercado no desaparecerán porque lo quiera y decida Correa. Lo que ocurrirá con su “socialismo del siglo XXI” será que capital y mercado serán controlados más firme y corruptamente que hasta ahora y los resultados serán los mismos que registra la historia en casos similares: pérdida de la libertad y empeoramiento en las condiciones de la vida de los ciudadanos.
La reducción y asfixia de la democracia conllevan el ahogamiento de libertades políticas, económicas e intelectuales. No hay ejemplo alguno de prosperidad en sociedades así clasificadas. China está excluida de tal lista. En cambio las naciones que han florecido con sistemas libres y abiertos se multiplican en la era actual, encabezadas por la más potente y estable: los Estados Unidos, país que coincidentemente es el que Correa más detesta.
x.x.x.x
P.S.: Noticias de última hora indican que Rafael Correa reclama derechos de autor por la iniciativa de que la OPEP cambie el dólar por el euro al comerciar su petróleo. Agradece la “gentileza” que Chávez y Ahmadinejad han trenido con él al acoger su idea. Añadió otra hipótesis absurda: que las fuerzas de la Coalición derrocaron a Hussein porque este propuso el cambio al euro. También, en tono de gañán, insistió que establecerá relaciones comerciales con la nación “árabe” de Irán aún si surge oposición, porque hay buenas perspectivas de mercado y, sobre todo, “porque a él le da la gana”. Irán ha sido dos veces sancionado por las Naciones Unidas por violar los derechos humanos, por diseminar y financiar el terrorismo internacional y por negarse a detener su carrera nuclear. Que se sepa, Estados Unidos no es las Naciones Unidas y el Ecuador no ha dejado de ser miembro de esta organización ni ha repudiado la resolución del Consejo de Seguridad. ¿Contra quién pelea Correa? Si adopta en el Ecuador el euro en lugar del dólar, el país tendrá que cambiar la dolarización por la “euroización”. La OPEP, integrada en su mayoría por naciones árabes aliadas a USA, está muy lejos de acatar las fantochadas de Chávez/Correa/Ahmadinejad. ¿Insistiría en ese caso Correa en seguir “jugándose la vida” por el euro, como acaba de decirlo cantinflescamente en China?
Las repúblicas griega y romana se hundieron en la tiranía transitando por la misma vía de la demagogia de quienes buscaron doblegar a la oposición por sobre las leyes para erigirse en dictadores. El corolario fue la devastación de los imperios.
El concepto de democracia es, sin duda, amplio y difuso y se presta por ello a torcidas interpretaciones. Pero existe un línea tenue y sutil, que muchos ven y otros no pero la presienten, que separa lo que ha de entenderse y respetarse como democrático y lo contrario.
Los líderes son seres distintos que emergen en un grupo social por sus dotes de conducción, de gestores de ideas, cambios, reformas y acción. Los hay en todas las áreas de actividad humana, pero quienes lo son en política se destacan por su influjo potencial en la organización social.
Los líderes políticos están dotados de talento distinto y superior para convocar y persuadir a la gente. No necesitan precisamente de un alto nivel cultural para entender lo que es una democracia y lo que es dable hacer y no hacer para preservarla. Si la contravienen, es porque lo hacen deliberadamente.
En tiempos de Sócrates se decía que todo es dable dentro de una democracia: disentir, cuestionar, oponerse y alternarse en los mandos de gobierno. Lo que no es permisible en democracia, es socavarla hasta extinguirla.
Y es eso lo que están haciendo ahora líderes como Hugo Chávez en Venezuela y Rafael Correa en el Ecuador. Sus acciones y afirmaciones orientadas a reafirmar la democracia, la están en realidad socavando. Ninguno de ellos convencerá a nadie que se pueda fortalecer la democracia destruyéndola.
En el Ecuador los artífices del engendro político que se vive ya y se avecina son Correa y el rebaño de 80 constituyentes comandado por Alberto Acosta. Las señales son inequívocas en cuanto a la ruptura de esa línea sutil que distingue y separa lo democrático de lo antidemocrático.
En el caso de Correa hubo el antecedente de su promesa avasallar al Congreso aún antes de ser electo Presidente. Ya posesionado, lo desintegró, lo rehizo, lo ridiculizó, lo ignoró, lo humilló. Igual actuó en contra de instituciones como los tribunales de Garantías, Electoral y la misma rama de justicia. Estas acciones son, sin defensa, anti democráticas.
La asamblea constituyente, a instalarse el próximo jueves, es todo menos democrático. El reglamento lo hicieron entre Acosta y Correa. Decidieron que la asamblea adopte cualquier resolución, sin opción a veto ni revisión de nadie. Las resoluciones las dictará desde Palacio Correa y las ejecutará en la asamblea su emisario Acosta. Dirigencia y comisiones han sido designadas y de ellas estarán expresamente excluidos los delegados de la oposición.
“¿Cómo vamos a incluir a la oposición?” ha dicho un portavoz oficialista. No cabe que traten de obstruir el avance de la revolución ciudadana, añaden para justificar lo injustificable. En cuanto al referéndum, Acosta ha aclarado que ello regirá solo para las reformas a la Constitución de la Asamblea, no para sus resoluciones.
La nueva Constitución será votada con un simple Si o No, sin lugar a discusión. Respecto al Congreso, ha dicho que si sus integrantes no se auto disuelven, él los obligará con la suspensión del pago de sus remuneraciones. Equivale a sitiar al palacio del Congreso y condenar al hambre a quienes en él se escuden para desafiar al poder dictatorial. Como en el Medioevo.
La asamblea fue convocada exclusivamente para discutir y aprobar reformas a la Constitución, que ulteriormente deberán ser aprobadas o negadas con el voto popular. No se mencionó a los poderes omnímodos de los que hoy hablan al unísono Correa, Acosta y sus áulicos.
Llámenlo como deseen, estos actos no son democráticos, sino lo contrario. Es una manipulación mañosa y perversa de los recursos que se emplean en un sistema democrático. No para buscar robustecer al sistema, sino para execrarlo.
El objetivo del dúo Correa/Acosta es la absorción sin freno del poder político para llevar al país al “socialismo del siglo XXI”. Ni ellos ni Chávez han logrado crear una cartilla, un librito rojo que lo explique. Afirman que es “un proyecto en construcción” o, como dijera el poeta, “es un camino que se hace al andar”.
Pero los esfuerzos de definición sobran, porque los actos de los jefes de Estado lo están diciendo todo. No es nuevo para la historia de esos países, ni para la historia latinoamericana ni, en suma, para la historia de la humanidad. Se trata de la formación, una vez más, de autocracias basadas en la comedia del supuesto respeto a las leyes y a la democracia.
¿Qué pretenden con la suma de poderes políticos? Correa dijo en Beijing que anhela “empezar a generar pensamiento y teorías que respondan a nuestra realidad”. Como ejemplo, citó lo que ha dicho en oportunidades pasadas: hay que buscar “la supremacía del trabajo humano sobre el capital… para generar valores de uso antes que valores de cambio”.
El mandatario ecuatoriano es académico, doctorado en Economía en reputadas universidades de los Estados Unidos y Bélgica. Desalienta, por tanto, que lance en China tal galimatías sobre temas que debía dominar y comprender. Lo que insinúa es luchar contra el sistema capitalista, sustento del sistema democrático y liberal. Y confunde conceptos, acaso con la intención a su vez de confundir.
Cuando dice que el trabajo humano debe prevalecer sobre el capital dice disparates. ¿No le enseñaron que el capital es un bien intangible? Hernando de Soto acaba de dar una conferencia en el Ecuador. Seguramente se refirió a éste y otros temas. Correa no estuvo allí, ni leyó reseñas, si las hubo. No le interesa, tiene ideas fijas para hacer la felicidad de los ecuatorianos. Y son “sencillas”: captar o raptar el “capital” de manos de la empresa privada y trasladarlo al manejo del Estado.
El capital, como enseñan no solo Soto sino Marx, es inmaterial por naturaleza puesto que la materia no es capital, sino el valor de la materia. El valor, por tanto, no tiene nada corpóreo en si mismo. Probablemente Correa esté pensando en los ricos, en el dinero que tienen los ricos y a eso llama capital. Pero el capital no es dinero, el dinero no es sino solo una de las formas en que se manifiesta el capital. La moneda, dicen los tratadistas, es la gran rueda de circulación, pero no es el capital pues el valor no puede residir en unas piezas de metal (Adam Smith). La moneda lo que hace es facilitar las transacciones, permitiéndonos comprar bienes y servicios, pero no agregan por si mismo valor de producción.
El capital, que tanta irrita a Correa, es un valor permanente que se multiplica y nunca perece. Es un valor que se desprende del producto que crea, se vuelve ente metafísico siempre en posesión de quien lo produce, por lo cual este valor puede adoptar formas distintas. Es como los caminos y carreteras: permiten movilizar bienes, pero no los produce.
Consecuentemente, el capital es un valor latente en espera de activarse con el ingenio y trabajo del hombre. De nada sirven los yacimientos petrolíferos bajo tierra si alguien no tiene el ingenio y recursos para extraerlo, transportarlo y procesarlo. O un lago en las montañas, cuyas aguas están inmóviles hasta que alguien las conduce a generadores, cuya electricidad tendrá un efecto productivo multiplicador, como en el caso el petróleo procesado.
El capitalismo es un sistema caracterizado por la propiedad privada individual o corporativa de bienes de capital, mediante inversiones que se determinan por decisiones privadas y por los precios, la producción y distribución de bienes que a su vez se determinan principalmente por la competencia en un mercado libre.
El mercado es simplemente un acuerdo social que permite a compradores y a vendedores hallar información y concretar un intercambio voluntario de bienes y servicios. Es una de las instituciones clave que forman el comercio junto con el derecho a la propiedad.
De ahí que el momento en que Correa habla de acabar con el capitalismo y el capital y contra “la larga noche del neoliberalismo”, está hablando de acabar con una entelequia, con algo inasible como una quimera. Lo que quiere es acabar con los “ricos” y trasladar su riqueza a los “pobres” a través de impuestos y/o confiscaciones.
De esa manera el capital sufrirá una traslación de manos privadas al Estado. No desaparecerá, se reducirá. El combate a la pobreza no viene con la eliminación de la riqueza, sino propiciando vías para acrecentarla. El dinero no es capital y lo que hace Chávez con los abundantes petrodólares es arruinar la economía de Venezuela con despilfarro, subsidios y obstrucciones a la formación del capital en las áreas agrícola, ganadera e industrial.
Con los subsidios, los precios fijados por el Estado y el estímulo a las granjas colectivas, en Venezuela la inflación se ha disparado y escasean la leche, la carne y los huevos. Correa lo imita multiplicando los subsidios y bonos a la pobreza con recursos fiscales. Eso no es crear capital, es fomentar el statu quo de la miseria.
Correa ha alabado el sistema chino y como antes lo hiciera el ex presidente ecuatoriano Rodrigo Borja, manifiesta que es la posición ideal entre el capitalismo y el comunismo. “China tiene una forma singular de aplicar el socialismo en función de su gente”, acaba de decir en Beijing, dando a entender que quisiera imitarlo para el Ecuador.
Es falso desde varios ángulos de apreciación. El régimen chino es autocrático y su espectacular crecimiento se ha basado en la ingente inversión de capitales y tecnología extranjeros, principalmente de los Estados Unidos. Correa repudia al capital extranjero, sobre todo de los Estados Unidos. Pero el crecimiento de la economía en China no está favoreciendo a las “masas”.
El sistema en China no es un sistema capitalista comparable al de la Unión Europea y menos al de Estados Unidos. Es absolutamente rígido y centralizado en cuanto al manejo de las decisiones de inversiones fuera de las áreas en las que el capital extranjero es bienvenido, ubicadas en la periferia costera del vasto territorio chino.
Allí no existe libre mercado, libre competencia, derechos de autor y de propiedad privada. Es una peligrosa burbuja que podría estallar en cualquier instante, sea por conmoción popular frente a las inequidades o por alguna catastrófica decisión de inversión dictada por el politburó dueño de vidas y haciendas en esa superpoblada nación.
Japón, mucho más liberal, estuvo al punto de la quiebra a fines del siglo pasado y su sistema bancario y financiero hubiera colapsado de no haber recibido apoyo de Occidente para recuperarse. Ahora el sistema es más estable porque es más abierto al libre juego del mercado.
El capital y el mercado no desaparecerán porque lo quiera y decida Correa. Lo que ocurrirá con su “socialismo del siglo XXI” será que capital y mercado serán controlados más firme y corruptamente que hasta ahora y los resultados serán los mismos que registra la historia en casos similares: pérdida de la libertad y empeoramiento en las condiciones de la vida de los ciudadanos.
La reducción y asfixia de la democracia conllevan el ahogamiento de libertades políticas, económicas e intelectuales. No hay ejemplo alguno de prosperidad en sociedades así clasificadas. China está excluida de tal lista. En cambio las naciones que han florecido con sistemas libres y abiertos se multiplican en la era actual, encabezadas por la más potente y estable: los Estados Unidos, país que coincidentemente es el que Correa más detesta.
x.x.x.x
P.S.: Noticias de última hora indican que Rafael Correa reclama derechos de autor por la iniciativa de que la OPEP cambie el dólar por el euro al comerciar su petróleo. Agradece la “gentileza” que Chávez y Ahmadinejad han trenido con él al acoger su idea. Añadió otra hipótesis absurda: que las fuerzas de la Coalición derrocaron a Hussein porque este propuso el cambio al euro. También, en tono de gañán, insistió que establecerá relaciones comerciales con la nación “árabe” de Irán aún si surge oposición, porque hay buenas perspectivas de mercado y, sobre todo, “porque a él le da la gana”. Irán ha sido dos veces sancionado por las Naciones Unidas por violar los derechos humanos, por diseminar y financiar el terrorismo internacional y por negarse a detener su carrera nuclear. Que se sepa, Estados Unidos no es las Naciones Unidas y el Ecuador no ha dejado de ser miembro de esta organización ni ha repudiado la resolución del Consejo de Seguridad. ¿Contra quién pelea Correa? Si adopta en el Ecuador el euro en lugar del dólar, el país tendrá que cambiar la dolarización por la “euroización”. La OPEP, integrada en su mayoría por naciones árabes aliadas a USA, está muy lejos de acatar las fantochadas de Chávez/Correa/Ahmadinejad. ¿Insistiría en ese caso Correa en seguir “jugándose la vida” por el euro, como acaba de decirlo cantinflescamente en China?
Friday, November 16, 2007
LA LARGA NOCHE NEOLIBERAL
Los ciudadanos con vocación de servicio tienen la opción de involucrarse en la política. La política por tanto no es intrínsicamente mala sino todo lo contrario. Pues frente a las imperfecciones de la vida en comunidad, siempre quedará abierto el camino a los cambios hacia la perfectibilidad, que es por cierto una quimera inalcanzable.
Esa realidad social es tan vieja como la humanidad. En todo conglomerado social ha habido y habrá personas insatisfechas, idealistas y generosas que no se conforman con una situación imperfecta, con la injusticia, el abuso o la corrupción. Y se inclinan por discutir, participar y plantear soluciones y cambios para in tentar enderezar entuertos en beneficio de la colectividad.
La gente tiene desde luego diferencias en cuanto a perspectivas y propuestas. Las personas que piensan igual se agrupan y así surgen los partidos políticos. En consecuencia, ni la política ni los partidos son perversos en sí. Muy al contrario, sirven a los más altos fines de la comunidad.
Los problemas de convivencia entre partidos brotan primeramente de los métodos. Para los más impacientes, la vía rápida de solución es la violenta y mesiánica. La finalidad es destruir lo existente, sus instituciones y principios, no rectificar los errores que han determinado una operación ineficiente o censurable.
Por lo general la vía violenta viene apoyada por el uso de las armas. Corren ríos de sangre y a la postre se instauran regímenes autocráticos que duran poco y causan daños, descomunales en comparación con los pocos cambios positivos que pudiesen generar. Son los casos de tantas revoluciones como las de Francia, Rusia, Cuba y en el mismo Ecuador.
En muy pocas ocasiones la violencia se ha instituido sin el uso de las armas, basada en la manipulación de las mismas leyes e instituciones del sistema que líderes carismáticos pretenden suplantar. Es lo que está sucediendo en Venezuela y Ecuador y corre peligro de fracasar en Bolivia. Si bien no han corrido ríos de sangre, igual están fundiéndose los cimientos de un sistema democrático que aunque débil, fue y es preferible a cualquier autocracia.
¿Por qué los sistemas democráticos de Ecuador y Venezuela se han debilitado al extremo de facilitar el advenimiento de tiranuelos como Hugo Chávez y Rafael Correa? Si la política y los políticos son, en principio, buenos y necesarios para la salud y la renovación e innovación de las sociedades ¿por qué la crisis en esas y otras naciones de cultura similar?
Y cabe una interrogante de contraste: ¿por qué países como los Estados Unidos tienen tanta estabilidad política pese a las conmociones internas y externas, incluso asesinatos a jefes de Estado? ¿Hay alguna razón genética o cultural que explique la razón de estas diferencias?
Si se descarta a los políticos violentos como Chávez y Correa, que destruyen partidos políticos para borrar la oposición y también a los revolucionarios y terroristas, habría que analizar la suerte de los otros partidos que buscan el cambio por la vía pacífica a través de elecciones y respeto a la institucionalidad, pero fracasan. ¿En qué se parecen y en qué son distintos estos partidos?
En países como el Ecuador, la línea doctrinaria de los partidos ha sido y es tenue, casi inexistente. Antaño el conflicto era menor cuando había tres partidos más o menos bien definidos: liberal, conservador y socialista. Con José María Velasco Ibarra advino el elemento de la confusión del que no se ha desprendido el país: el populismo.
Velasco Ibarra desvaneció las frágiles diferencias entre los partidos y confundió a todos. Su corazón comenzó a bambolearse entre la izquierda y la derecha y terminó por no estar en ninguna parte. Escogió como colaboradores a gente de cualquier tendencia y partido y con la misma facilidad que los nombró, los decapitó.
Decenios más tarde, los maltrechos partidos no han convalecido. Han sucumbido hoy sin ofrecer resistencia alguna al populista de nuevo cuño, que igual que Velasco Ibarra ha formado su propio partido o legión de seguidores, el “correista”, que acabará en el mismo tacho basura de la historia que el velasquismo.
Con el rotundo fracaso del quinto velasquismo sobrevino una dictadura militar más y una serie de gobiernos civiles que han durado uno o dos años en ejercicio, hasta la llegada de Correa que aunque por el momento habla de no imitar a Chávez en cuanto a la reelección indefinida, es probable que termine por aceptarla.
En ese largo lapso los partidos políticos no han podido plantear con claridad una doctrina y ello explica la falta de respaldo popular y la eficiencia en el ejercicio del poder que les ha tocado desempeñar cuando han accedido por votaciones populares. ¿Cuál es el peor escollo doctrinario que les mantiene humillados y perdidos?
Probablemente sea la percepción clara o borrosa que los partidos y sus líderes tengan del papel que el gobierno deba tener en la solución de los problemas de la sociedad y de la nación. Aún cuando haya retórica y líneas en la Constitución a medias en vigencia, los partidos políticos no han declarado con suficiente convicción qué papel le asignan al Gobierno en la vida social.
Tradicionalmente en el Ecuador se ha impuesto una consciencia estatista, en el sentido de que es el Ejecutivo fuerte e interventor, como el patrón y sus mayordomos en las haciendas feudales de la época colonial, el que debe trazar pautas de conducta a los ciudadanos, en todos los campos: no solo en la seguridad interna y externa del país sino en todos los ámbitos de la educación, la salud, la economía.
Esa obstinación perdura y es el principal origen del retraso cultural, político y económico de la nación. Lejos de sugerir y proponer una transformación, esta si revolucionaria, en la concepción del papel que el gobierno debe tener en la comunidad, la tendencia ha llegado al extremo opuesto con el actual presidente Rafael Correa.
En lugar de plantear menos gobierno interventor y más libertad para crear, comerciar, invertir, el mandatario populista pide darle más protagonismo al Estado para acabar con la pobreza, la injusticia y la corrupción. Según sus palabras, ha sido “la larga noche neoliberal” la causante de las actuales desgracias del país.
Cuando habla de neoliberalismo, Correa quiere decir un sistema libre y abierto para el manejo sobre todo de la economía que supuestamente se ha aplicado en el país a partir del decenio de 1990, por presión del “imperio” (USA). Y al hacerlo yerra como ha errado en tantas otras de sus apreciaciones sobre política y economía.
En el Ecuador no se aplicó ninguna política liberal, sino lo contrario. El Estado, en ese lapso, incrementó su intervencionismo. Ya hizo un análisis en ese sentido el economista Franklin López en un artículo que se publicó en este BLOG. Ahora la tesis se confirma con datos frescos y oficiales, en la columna de Gabriela Calderón aparecida en el Diario El Universo.
En la supuesta “larga noche neoliberal” los impuestos en el Ecuador se duplicaron y el sector público acaparó el 48% de la economía total o PIB. En otras palabras, el Estado no liberó fuerza ninguna de los ciudadanos, constriñó más su capacidad de invertir en libertad y generar riqueza y empleo. Correa no quiere alterar esa tendencia sino acentuarla y ha arremetido ahora contra la inversión extranjera en campos clave como la minería y el petróleo, principales fuentes de acopio de recursos fiscales.
Los partidos políticos deberían profundizar en el estudio de esta realidad y probar que la redención del país no está en más intervencionismo del Estado, sino en lo contrario. La absorción de poderes por parte del Estado, en un solo hombre, desemboca en la quiebra financiera y el caos.
Grecia y Roma iniciaron su declinación cuando las repúblicas, en las que el poder se fraccionaba para blindarlas de la tiranía, gradualmente cedieron a ella. En Francia la revolución acabó con la monarquía pero degeneró en el terrorismo jacobino y ulteriormente en esa otra versión del absolutismo con Napoleón.
Los peregrinos de Europa llegaron a América del Norte para alejarse del absolutismo de monárquico y la intolerancia religiosa. Con el correr de los años formaron una sociedad de libre empresa y libre pensamiento y religión. En la Filadelfia de Benjamín Franklin judíos, católicos y protestantes convivían pacíficamente en sus callejuelas principales, según se revive con las imágenes animadas de la época que se exhibe en museos.
La historia de los partidos políticos en los Estados Unidos, con altibajos, podría decirse que no es enmarañada. Está dominada por dos partidos, unidos en el respeto inalterado a la Constitución pero con una diferencia básica: los republicanos abogan por una ingerencia menor en los asuntos ciudadanos, mientras los demócratas pugnan por un gobierno de creciente ayuda social con más impuestos.
Las diferencias entre los dos partidos han subido de grado por momentos y originaron incluso una guerra civil. Los republicanos, liderados por Abraham Lincoln, propiciaban el fin de la esclavitud, los demócratas sureños la defendían al extremo de promover la división de la República. Tras casi medio millón de muertes, Lincoln y la Unión prevalecieron pero el reconocimiento de los derechos civiles de los negros tardó más de una centuria en traducirse en ley, por oposición demócrata.
Los partidos políticos en el Ecuador deberían renacer y pronunciarse ante la Asamblea y ante el público en contra de las pretensiones proteccionistas de Correa con el pretexto falso de que la “larga noche neoliberal” es el origen de los males del país. Y trazarse una agenda concisa y clara de qué medidas sugieren adoptar para que el tamaño del gobierno se reduzca para estimular exponencialmente las libertades ciudadanas.
Los países que así lo han hecho, son los que más han prosperado. No hay ejemplo de prosperidad en ninguna nación con regímenes autárquicos, como lo anota Calderón en su comentario. Si los partidos no se definen en asunto tan trascendental, la parálisis y la agonía de los partidos políticos en el Ecuador continuarán.
Esa realidad social es tan vieja como la humanidad. En todo conglomerado social ha habido y habrá personas insatisfechas, idealistas y generosas que no se conforman con una situación imperfecta, con la injusticia, el abuso o la corrupción. Y se inclinan por discutir, participar y plantear soluciones y cambios para in tentar enderezar entuertos en beneficio de la colectividad.
La gente tiene desde luego diferencias en cuanto a perspectivas y propuestas. Las personas que piensan igual se agrupan y así surgen los partidos políticos. En consecuencia, ni la política ni los partidos son perversos en sí. Muy al contrario, sirven a los más altos fines de la comunidad.
Los problemas de convivencia entre partidos brotan primeramente de los métodos. Para los más impacientes, la vía rápida de solución es la violenta y mesiánica. La finalidad es destruir lo existente, sus instituciones y principios, no rectificar los errores que han determinado una operación ineficiente o censurable.
Por lo general la vía violenta viene apoyada por el uso de las armas. Corren ríos de sangre y a la postre se instauran regímenes autocráticos que duran poco y causan daños, descomunales en comparación con los pocos cambios positivos que pudiesen generar. Son los casos de tantas revoluciones como las de Francia, Rusia, Cuba y en el mismo Ecuador.
En muy pocas ocasiones la violencia se ha instituido sin el uso de las armas, basada en la manipulación de las mismas leyes e instituciones del sistema que líderes carismáticos pretenden suplantar. Es lo que está sucediendo en Venezuela y Ecuador y corre peligro de fracasar en Bolivia. Si bien no han corrido ríos de sangre, igual están fundiéndose los cimientos de un sistema democrático que aunque débil, fue y es preferible a cualquier autocracia.
¿Por qué los sistemas democráticos de Ecuador y Venezuela se han debilitado al extremo de facilitar el advenimiento de tiranuelos como Hugo Chávez y Rafael Correa? Si la política y los políticos son, en principio, buenos y necesarios para la salud y la renovación e innovación de las sociedades ¿por qué la crisis en esas y otras naciones de cultura similar?
Y cabe una interrogante de contraste: ¿por qué países como los Estados Unidos tienen tanta estabilidad política pese a las conmociones internas y externas, incluso asesinatos a jefes de Estado? ¿Hay alguna razón genética o cultural que explique la razón de estas diferencias?
Si se descarta a los políticos violentos como Chávez y Correa, que destruyen partidos políticos para borrar la oposición y también a los revolucionarios y terroristas, habría que analizar la suerte de los otros partidos que buscan el cambio por la vía pacífica a través de elecciones y respeto a la institucionalidad, pero fracasan. ¿En qué se parecen y en qué son distintos estos partidos?
En países como el Ecuador, la línea doctrinaria de los partidos ha sido y es tenue, casi inexistente. Antaño el conflicto era menor cuando había tres partidos más o menos bien definidos: liberal, conservador y socialista. Con José María Velasco Ibarra advino el elemento de la confusión del que no se ha desprendido el país: el populismo.
Velasco Ibarra desvaneció las frágiles diferencias entre los partidos y confundió a todos. Su corazón comenzó a bambolearse entre la izquierda y la derecha y terminó por no estar en ninguna parte. Escogió como colaboradores a gente de cualquier tendencia y partido y con la misma facilidad que los nombró, los decapitó.
Decenios más tarde, los maltrechos partidos no han convalecido. Han sucumbido hoy sin ofrecer resistencia alguna al populista de nuevo cuño, que igual que Velasco Ibarra ha formado su propio partido o legión de seguidores, el “correista”, que acabará en el mismo tacho basura de la historia que el velasquismo.
Con el rotundo fracaso del quinto velasquismo sobrevino una dictadura militar más y una serie de gobiernos civiles que han durado uno o dos años en ejercicio, hasta la llegada de Correa que aunque por el momento habla de no imitar a Chávez en cuanto a la reelección indefinida, es probable que termine por aceptarla.
En ese largo lapso los partidos políticos no han podido plantear con claridad una doctrina y ello explica la falta de respaldo popular y la eficiencia en el ejercicio del poder que les ha tocado desempeñar cuando han accedido por votaciones populares. ¿Cuál es el peor escollo doctrinario que les mantiene humillados y perdidos?
Probablemente sea la percepción clara o borrosa que los partidos y sus líderes tengan del papel que el gobierno deba tener en la solución de los problemas de la sociedad y de la nación. Aún cuando haya retórica y líneas en la Constitución a medias en vigencia, los partidos políticos no han declarado con suficiente convicción qué papel le asignan al Gobierno en la vida social.
Tradicionalmente en el Ecuador se ha impuesto una consciencia estatista, en el sentido de que es el Ejecutivo fuerte e interventor, como el patrón y sus mayordomos en las haciendas feudales de la época colonial, el que debe trazar pautas de conducta a los ciudadanos, en todos los campos: no solo en la seguridad interna y externa del país sino en todos los ámbitos de la educación, la salud, la economía.
Esa obstinación perdura y es el principal origen del retraso cultural, político y económico de la nación. Lejos de sugerir y proponer una transformación, esta si revolucionaria, en la concepción del papel que el gobierno debe tener en la comunidad, la tendencia ha llegado al extremo opuesto con el actual presidente Rafael Correa.
En lugar de plantear menos gobierno interventor y más libertad para crear, comerciar, invertir, el mandatario populista pide darle más protagonismo al Estado para acabar con la pobreza, la injusticia y la corrupción. Según sus palabras, ha sido “la larga noche neoliberal” la causante de las actuales desgracias del país.
Cuando habla de neoliberalismo, Correa quiere decir un sistema libre y abierto para el manejo sobre todo de la economía que supuestamente se ha aplicado en el país a partir del decenio de 1990, por presión del “imperio” (USA). Y al hacerlo yerra como ha errado en tantas otras de sus apreciaciones sobre política y economía.
En el Ecuador no se aplicó ninguna política liberal, sino lo contrario. El Estado, en ese lapso, incrementó su intervencionismo. Ya hizo un análisis en ese sentido el economista Franklin López en un artículo que se publicó en este BLOG. Ahora la tesis se confirma con datos frescos y oficiales, en la columna de Gabriela Calderón aparecida en el Diario El Universo.
En la supuesta “larga noche neoliberal” los impuestos en el Ecuador se duplicaron y el sector público acaparó el 48% de la economía total o PIB. En otras palabras, el Estado no liberó fuerza ninguna de los ciudadanos, constriñó más su capacidad de invertir en libertad y generar riqueza y empleo. Correa no quiere alterar esa tendencia sino acentuarla y ha arremetido ahora contra la inversión extranjera en campos clave como la minería y el petróleo, principales fuentes de acopio de recursos fiscales.
Los partidos políticos deberían profundizar en el estudio de esta realidad y probar que la redención del país no está en más intervencionismo del Estado, sino en lo contrario. La absorción de poderes por parte del Estado, en un solo hombre, desemboca en la quiebra financiera y el caos.
Grecia y Roma iniciaron su declinación cuando las repúblicas, en las que el poder se fraccionaba para blindarlas de la tiranía, gradualmente cedieron a ella. En Francia la revolución acabó con la monarquía pero degeneró en el terrorismo jacobino y ulteriormente en esa otra versión del absolutismo con Napoleón.
Los peregrinos de Europa llegaron a América del Norte para alejarse del absolutismo de monárquico y la intolerancia religiosa. Con el correr de los años formaron una sociedad de libre empresa y libre pensamiento y religión. En la Filadelfia de Benjamín Franklin judíos, católicos y protestantes convivían pacíficamente en sus callejuelas principales, según se revive con las imágenes animadas de la época que se exhibe en museos.
La historia de los partidos políticos en los Estados Unidos, con altibajos, podría decirse que no es enmarañada. Está dominada por dos partidos, unidos en el respeto inalterado a la Constitución pero con una diferencia básica: los republicanos abogan por una ingerencia menor en los asuntos ciudadanos, mientras los demócratas pugnan por un gobierno de creciente ayuda social con más impuestos.
Las diferencias entre los dos partidos han subido de grado por momentos y originaron incluso una guerra civil. Los republicanos, liderados por Abraham Lincoln, propiciaban el fin de la esclavitud, los demócratas sureños la defendían al extremo de promover la división de la República. Tras casi medio millón de muertes, Lincoln y la Unión prevalecieron pero el reconocimiento de los derechos civiles de los negros tardó más de una centuria en traducirse en ley, por oposición demócrata.
Los partidos políticos en el Ecuador deberían renacer y pronunciarse ante la Asamblea y ante el público en contra de las pretensiones proteccionistas de Correa con el pretexto falso de que la “larga noche neoliberal” es el origen de los males del país. Y trazarse una agenda concisa y clara de qué medidas sugieren adoptar para que el tamaño del gobierno se reduzca para estimular exponencialmente las libertades ciudadanas.
Los países que así lo han hecho, son los que más han prosperado. No hay ejemplo de prosperidad en ninguna nación con regímenes autárquicos, como lo anota Calderón en su comentario. Si los partidos no se definen en asunto tan trascendental, la parálisis y la agonía de los partidos políticos en el Ecuador continuarán.
Sunday, November 11, 2007
CÓMO SE FORMA UNA CONSTITUCIÓN
El presidente ecuatoriano Rafael Correa se ufana en decir que “su” Asamblea Constituyente no tendrá los tropiezos que tiene la de Bolivia porque él fue muy listo y para evitarlo decidió que las resoluciones sean adoptadas no los dos tercios de votos de los delegados, como en el Altiplano, sino por simple mayoría.
Es una viveza que satisface a sus panegiristas, como el columnista Rodrigo Fierro del Diario El Comercio, pero que repugna a quienes tiene otro sentido de la historia y sobre todo de la democracia. Disponer que una nueva Constitución se elabore y apruebe si no por consenso, al menos con los 2/3 de los votos, es todo menos democrático.
Pero el correismo ha hecho presa de la Asamblea no solo por el influjo directo del jefe de Estado en todos los niveles, sino porque allá ha llegado triunfante una colección de incondicionales abrumadoramente mayoritaria: 80 de los 130 delegados son fieles a Correa. (Y el prestigio del presidente va por el 72% según las encuestas, lo que le coloca como el más popular de América Latina)
Entre Correa y Alberto Acosta, nombrado éste presidente de la Asamblea aún antes de que la asamblea se reúna, decidirán qué curso darle al país. No solo con el documento constitucional que lo tienen redactado y definido, sino además en torno a quienes serán los elegidos para ocupar las funciones en los organismos del Estado que han declarado vacantes.
Si el sistema democrático que precedió a Correa era imperfecto y débil, era susceptible sin embargo de ser perfeccionado y corregido. El que ahora está instaurando la pareja no busca fortalecer la democracia, sino sustituirla por una autocracia.
Correa y Acosta detestan a los Estados Unidos. Ambos son economistas y una de las razones de su aborrecimiento es el capitalismo, sistema que ha fortalecido a este país y que sigue fortaleciendo a todos las naciones que siguen por ese camino, encuadrado eso si dentro del marco de libertad, democracia y respeto a la ley.
Sarkozy, el presidente de Francia, habló ante el pleno del Congreso de los Estados Unidos y, en contraste con los que repudian a esta nación, expresó su admiración sustentada en hechos históricos. Dijo que el pueblo francés admira a USA no por su grandeza material sino por la validez eterna de sus principios que Francia los comparte.
Esos principios son la defensa de la libertad, el respeto a las ideas ajenas y a discrepar, libre albedrío religioso y respeto a la propiedad privada, material e intelectual. Estas ideas y principios tienen que sujetarse por cierto a un ordenamiento, a evitar el abuso, a la sujeción general por la ley.
Cuando las 13 Colonias se unieron para lograr su Independencia de la Gran Bretaña, el vínculo legal que las enlazó fue un puñado de normas y regulaciones conocido como los Artículos de la Confederación. Conquistada la independencia, los “padres de la Patria” observaron que esos Artículos eran insuficientes para garantizar un desenvolvimiento normal del gobierno para las Colonias.
Los Artículos, a la postre, se transformaron en la Constitución. La aprobaron 39 de los 55 delegados de la Convención Constitucional de Filadelfia, el 9 de septiembre de 1787. Benjamín Franklin exhortó a que la Constitución se ratifique por consenso pero prevaleció el criterio de que sea aprobada al menos por 9 de las 13 Colonias.
La Colonia número 9 fue New Hempshire, que la ratificó el 21 de junio de 1788. La “carta magna” entró en vigencia a partir del 4 de marzo del año siguiente, 1789.
El proceso de formación de la Constitución norteamericana fue largo, complejo y los mejores cerebros de la época se enfrascaron en hondas discusiones y a puerta cerrada en Filadelfia. Sigue vigente, con 27 enmiendas introducidas luego de procesos igualmente prolongados y exigentes.
Aunque la Constitución prevé reformas mediante convenciones constitucionales, la forma que se ha empleado tradicionalmente es a través de la discusión y aprobación de proyectos de enmienda con los 2/3 de los votos de las dos cámaras del Congreso Federal, la de Representantes y el Senado. Si la aprobación se da entonces la enmienda tiene que ser discutida y aprobada siguiendo las mismas normas por los congresos de los 50 Estados. Solamente cuando hay la aprobación de los 3/4 partes de los Estados, la enmienda finalmente se incluye en la Constitución.
En todo este proceso el presidente de la República no tiene ninguna participación. No está facultado ni para aprobar ni para rechazar las enmiendas y solo puede opinar. Por ello la enmienda aprobada como queda descrito es mandataria para él y para el pueblo de los Estados Unidos, sin más opción. El trámite en algunos casos demoró mucho, por lo que se aceptó fijar un límite máximo de 7 años al proceso, o suspenderlo.
Hay que resaltar el contraste entre el sistema democrático constitucional de USA y el sistema que está aplicando Correa en el Ecuador, aún con el consenso del pueblo. En el Ecuador la nueva Constitución no será del pueblo, será de Correa. Si Correa y sus seguidores se hubiesen inspirado en algo en la democracia yanqui, la situación hubiera podido marchar mejor en el Ecuador. Pero Correa ha preferido imitar el modelo seguido por Chávez en materia de enmiendas constitucionales y nada puede ser peor.
x.x.x.x.x
Rafael Correa dijo en Chile que no comparte con Chávez la idea de la indefinida reelección presidencial, pero anunció que buscará él mismo la reelección por una sola vez. Si tiene presentada su renuncia ante la Asamblea Constituyente y ésta la rechaza, como es seguro, pasaría entonces a ejercer con ello su segunda presidencia. Una tercera, luego de 4 o más años (depende de lo que diga la nueva Constitución sobre duración de períodos) debería quedar descartada.
También en Chile dijo que su socialismo del siglo XXI no fomentará la lucha de clases. Si así fuere, su socialismo no sería socialismo sino cualquier otra cosa. Pero en realidad Correa incesantemente estimula la lucha de clases al pretender que “pueblo” es solo el pueblo correista y no los “pelucones” y en general los de clase media alta y alta, a los que quiere despojar de su dinero para dar a los pobres.
Correa detesta a la clase de los “ricos”, pero no deja de hacer todo lo que esté a su alcance para acaparar la mayor suma de ingresos para el Estado. De ahí su arremetida contra las petroleras, contra los municipios de Quito y Guayaquil, contra los bancos, los medios de comunicación fuertes, todos los que detentan algún poder económico.
Su idea como economista de despojar a los ricos para dar a los pobres es falsa, pues esa doctrina “robin hood” no funciona. El Estado puede engrosar sus arcas, pero ello no generará riqueza, sino despilfarro y corrupción. El ejemplo está cercano geográfica e históricamente en Venezuela. El Estado existe para garantizar la seguridad nacional y el cumplimiento de la ley, no para interferir en la vida de los ciudadanos y obstruirla. Eso conduce a la miseria económica y política, como se observa en Cuba o Corea del Norte.
x-x-x-x-x
El déficit presupuestario suma ahora 484 millones de dólares y se proyecta a 855 millones de dólares para el año próximo, según estadísticas y proyecciones oficiales. El déficit comercial se duplicó de 1.775 millones de dólares en el 2004 a 2.842 millones de dólares en el 2007, también según cifras oficiales. Huelgan comentarios.
En Chile Correa confesó con orgullo propio de un discípulo aprovechado frente a su maestro que fue él quien convenció a Hugo Chávez para que disuelva el Banco Central. Dijo que ese organismo es una patraña del imperialismo yanqui que hay que acabar en los dos países. El maestro aceptó el consejo y el Central desaparecerá en Venezuela. La abolición en el Ecuador del Banco es un retroceso al caos que prevalecía en el con anterioridad a la visita al país de la Misión Kemerer, a comienzos del siglo XX. El objetivo es claro: acumulación de poder y dinero por parte del Estado, sin control alguno.
La “revolución ciudadana” de Correa ya deshizo también las relaciones con el Banco Mundial. Ahora amenaza con demandar a esta institución por supuestos daños y perjuicios contra el Ecuador en el campo de la minería. ¿Las razones? No que mineros embozados, con cascos BM, hayan venido subrepticiamente a llevarse oro y petróleo de las entrañas del subsuelo ecuatoriano, sino por una ley. Supuestamente el Banco ha “obligado” al Ecuador, acaso metralleta en mano, a que apruebe una ley minera que a Correa no le ha gustado para nada.
Es una viveza que satisface a sus panegiristas, como el columnista Rodrigo Fierro del Diario El Comercio, pero que repugna a quienes tiene otro sentido de la historia y sobre todo de la democracia. Disponer que una nueva Constitución se elabore y apruebe si no por consenso, al menos con los 2/3 de los votos, es todo menos democrático.
Pero el correismo ha hecho presa de la Asamblea no solo por el influjo directo del jefe de Estado en todos los niveles, sino porque allá ha llegado triunfante una colección de incondicionales abrumadoramente mayoritaria: 80 de los 130 delegados son fieles a Correa. (Y el prestigio del presidente va por el 72% según las encuestas, lo que le coloca como el más popular de América Latina)
Entre Correa y Alberto Acosta, nombrado éste presidente de la Asamblea aún antes de que la asamblea se reúna, decidirán qué curso darle al país. No solo con el documento constitucional que lo tienen redactado y definido, sino además en torno a quienes serán los elegidos para ocupar las funciones en los organismos del Estado que han declarado vacantes.
Si el sistema democrático que precedió a Correa era imperfecto y débil, era susceptible sin embargo de ser perfeccionado y corregido. El que ahora está instaurando la pareja no busca fortalecer la democracia, sino sustituirla por una autocracia.
Correa y Acosta detestan a los Estados Unidos. Ambos son economistas y una de las razones de su aborrecimiento es el capitalismo, sistema que ha fortalecido a este país y que sigue fortaleciendo a todos las naciones que siguen por ese camino, encuadrado eso si dentro del marco de libertad, democracia y respeto a la ley.
Sarkozy, el presidente de Francia, habló ante el pleno del Congreso de los Estados Unidos y, en contraste con los que repudian a esta nación, expresó su admiración sustentada en hechos históricos. Dijo que el pueblo francés admira a USA no por su grandeza material sino por la validez eterna de sus principios que Francia los comparte.
Esos principios son la defensa de la libertad, el respeto a las ideas ajenas y a discrepar, libre albedrío religioso y respeto a la propiedad privada, material e intelectual. Estas ideas y principios tienen que sujetarse por cierto a un ordenamiento, a evitar el abuso, a la sujeción general por la ley.
Cuando las 13 Colonias se unieron para lograr su Independencia de la Gran Bretaña, el vínculo legal que las enlazó fue un puñado de normas y regulaciones conocido como los Artículos de la Confederación. Conquistada la independencia, los “padres de la Patria” observaron que esos Artículos eran insuficientes para garantizar un desenvolvimiento normal del gobierno para las Colonias.
Los Artículos, a la postre, se transformaron en la Constitución. La aprobaron 39 de los 55 delegados de la Convención Constitucional de Filadelfia, el 9 de septiembre de 1787. Benjamín Franklin exhortó a que la Constitución se ratifique por consenso pero prevaleció el criterio de que sea aprobada al menos por 9 de las 13 Colonias.
La Colonia número 9 fue New Hempshire, que la ratificó el 21 de junio de 1788. La “carta magna” entró en vigencia a partir del 4 de marzo del año siguiente, 1789.
El proceso de formación de la Constitución norteamericana fue largo, complejo y los mejores cerebros de la época se enfrascaron en hondas discusiones y a puerta cerrada en Filadelfia. Sigue vigente, con 27 enmiendas introducidas luego de procesos igualmente prolongados y exigentes.
Aunque la Constitución prevé reformas mediante convenciones constitucionales, la forma que se ha empleado tradicionalmente es a través de la discusión y aprobación de proyectos de enmienda con los 2/3 de los votos de las dos cámaras del Congreso Federal, la de Representantes y el Senado. Si la aprobación se da entonces la enmienda tiene que ser discutida y aprobada siguiendo las mismas normas por los congresos de los 50 Estados. Solamente cuando hay la aprobación de los 3/4 partes de los Estados, la enmienda finalmente se incluye en la Constitución.
En todo este proceso el presidente de la República no tiene ninguna participación. No está facultado ni para aprobar ni para rechazar las enmiendas y solo puede opinar. Por ello la enmienda aprobada como queda descrito es mandataria para él y para el pueblo de los Estados Unidos, sin más opción. El trámite en algunos casos demoró mucho, por lo que se aceptó fijar un límite máximo de 7 años al proceso, o suspenderlo.
Hay que resaltar el contraste entre el sistema democrático constitucional de USA y el sistema que está aplicando Correa en el Ecuador, aún con el consenso del pueblo. En el Ecuador la nueva Constitución no será del pueblo, será de Correa. Si Correa y sus seguidores se hubiesen inspirado en algo en la democracia yanqui, la situación hubiera podido marchar mejor en el Ecuador. Pero Correa ha preferido imitar el modelo seguido por Chávez en materia de enmiendas constitucionales y nada puede ser peor.
x.x.x.x.x
Rafael Correa dijo en Chile que no comparte con Chávez la idea de la indefinida reelección presidencial, pero anunció que buscará él mismo la reelección por una sola vez. Si tiene presentada su renuncia ante la Asamblea Constituyente y ésta la rechaza, como es seguro, pasaría entonces a ejercer con ello su segunda presidencia. Una tercera, luego de 4 o más años (depende de lo que diga la nueva Constitución sobre duración de períodos) debería quedar descartada.
También en Chile dijo que su socialismo del siglo XXI no fomentará la lucha de clases. Si así fuere, su socialismo no sería socialismo sino cualquier otra cosa. Pero en realidad Correa incesantemente estimula la lucha de clases al pretender que “pueblo” es solo el pueblo correista y no los “pelucones” y en general los de clase media alta y alta, a los que quiere despojar de su dinero para dar a los pobres.
Correa detesta a la clase de los “ricos”, pero no deja de hacer todo lo que esté a su alcance para acaparar la mayor suma de ingresos para el Estado. De ahí su arremetida contra las petroleras, contra los municipios de Quito y Guayaquil, contra los bancos, los medios de comunicación fuertes, todos los que detentan algún poder económico.
Su idea como economista de despojar a los ricos para dar a los pobres es falsa, pues esa doctrina “robin hood” no funciona. El Estado puede engrosar sus arcas, pero ello no generará riqueza, sino despilfarro y corrupción. El ejemplo está cercano geográfica e históricamente en Venezuela. El Estado existe para garantizar la seguridad nacional y el cumplimiento de la ley, no para interferir en la vida de los ciudadanos y obstruirla. Eso conduce a la miseria económica y política, como se observa en Cuba o Corea del Norte.
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El déficit presupuestario suma ahora 484 millones de dólares y se proyecta a 855 millones de dólares para el año próximo, según estadísticas y proyecciones oficiales. El déficit comercial se duplicó de 1.775 millones de dólares en el 2004 a 2.842 millones de dólares en el 2007, también según cifras oficiales. Huelgan comentarios.
En Chile Correa confesó con orgullo propio de un discípulo aprovechado frente a su maestro que fue él quien convenció a Hugo Chávez para que disuelva el Banco Central. Dijo que ese organismo es una patraña del imperialismo yanqui que hay que acabar en los dos países. El maestro aceptó el consejo y el Central desaparecerá en Venezuela. La abolición en el Ecuador del Banco es un retroceso al caos que prevalecía en el con anterioridad a la visita al país de la Misión Kemerer, a comienzos del siglo XX. El objetivo es claro: acumulación de poder y dinero por parte del Estado, sin control alguno.
La “revolución ciudadana” de Correa ya deshizo también las relaciones con el Banco Mundial. Ahora amenaza con demandar a esta institución por supuestos daños y perjuicios contra el Ecuador en el campo de la minería. ¿Las razones? No que mineros embozados, con cascos BM, hayan venido subrepticiamente a llevarse oro y petróleo de las entrañas del subsuelo ecuatoriano, sino por una ley. Supuestamente el Banco ha “obligado” al Ecuador, acaso metralleta en mano, a que apruebe una ley minera que a Correa no le ha gustado para nada.
Sunday, November 4, 2007
EL ECUADOR ESTÁ ENFERMO
Algo grave está ocurriendo en el Ecuador. Su alma está enferma. Ello explicaría el nivel ínfimo al que ha llegado su sentido de autoestima. No hay reacción notable, se acepta sumisamente cualquier imposición, cualquier ruta a seguir. Sin protestas, sin cuestionamientos, sin energía palpable.
El artífice de este milagro negativo es, por cierto, el actual presidente Rafael Correa. Marcha desafiante e impune por cualquier camino que quiera seguir y todos lo secundan como rebaño, dócilmente, sin contrariar sus decisiones ni afirmaciones, por absurdas e incoherentes que fueren.
Desde los días en que actuaba como ministro de Finanzas, en su primera función pública, se declaró abierto enemigo de los Estados Unidos en los planos: político, económico y cultural. Durante la campaña que lo llevó a la presidencia, tan solo omitió revelar de modo claro sus convicciones sobre el tema por cálculo electoral.
Pero una vez posesionado, su hostilidad hacia los Estados Unidos ha sido abierta. Junto con Chávez, el invitado de honor a la ceremonia de posesión fue Mahmud Ahmadinejad, quien está en guerra declarada contra Occidente, principalmente los Estados Unidos. Luego anunció que establecería relaciones comerciales con Irán lo cual se concretará con la apertura de oficinas en Quito y Teherán.
Nadie ha objetado en el Ecuador la decisión del gobernante ecuatoriano de alinearse con quienes están en guerra con los Estados Unidos, que es el caso de Irán y Venezuela. ¿Los ecuatorianos están de acuerdo con ese giro en la política externa? Se diría que si, pues las votaciones últimas respaldan al gobernante en un 80%.
No solo no hay protestas, hay nuevas muestras de respaldo. Como preludio a la apertura de oficinas comerciales, Correa y Ahmadinejad han promovido la visita de 25 empresarios ecuatorianos a Teherán y la comitiva viajará en estos días. Que Correa ignore que Irán es un país vetado por las Naciones Unidas se podría entender, por su postura antinorteamericana.
Pero ¿acaso los empresarios piensan también como él que no hay conflicto moral ni ético en intentar hacer negocios con un régimen que el Consejo de Seguridad ha sancionado por sus violaciones a los derechos humanos dentro de Irán y por su desembozado apoyo financiero, táctico y militar a organismos terroristas internacionales como Al Qaida, Hezbolla y otros, que asesinan a diario a seres inocentes en cualquier país en cualquier instante?
Irán está sancionado, además, por negarse a suspender el desarrollo de armas nucleares, que las usaría para aniquilar a Israel, como así amenaza su líder en toda oportunidad propicia. Si ahora la amenaza del terrorismo internacional patrocinado por Irán causa destrucción inenarrable ¿cuál sería el nivel de daño y muerte que ocasionaría con armas nucleares?
Correa hace ostensible su repudio a los Estados Unidos al negarse a entrevistarse con el Presidente Bush. En Nueva York devolvió la invitación al banquete que el mandatario ofrece todos los años en esa ciudad con motivo de la reunión de la Asamblea General. Y, desde luego, cuenta los días para expulsar a la misión militar norteamericana en Manta, lo que ocurrirá en el 2009 cuando expire el contrato para sus operaciones antinarcóticos.
A juicio suyo la base militar en Manta equivale a una ocupación militar. Sarcásticamente ha dicho que renovaría el contrato si los Estados Unidos permiten al Ecuador instalar una base similar en la Florida. Nadie en el Ecuador, ningún periodista en entrevistas con el mandatario (¿las hay o son todas amañadas? Es la impresión que se tiene pues nadie osa preguntar ni re preguntar a Correa sobre este o cualquier otro tema) ha planteado que esta comparación es inaceptable por absurda.
Algunos columnistas continúan firmes en sus objeciones al comportamiento dictatorial de Correa, pero muchos creen ingenuamente que esa tendencia a acumular todos los poderes amaine con la Asamblea. Ocurrirá lo contrario, pues en la Asamblea se hará lo que Correa ordene y todo será ratificado luego en un referéndum por el 80% o más de los votantes.
Se creía que otros periodistas permanecerían si no abiertamente objetores de Correa, al menos conservando una áurea de independencia. Tal el caso de Walter Spurrier. En su artículo de hoy en El Universo alaba la resolución de Correa de reingresar a la OPEP y exalta su “liderazgo, su conocimiento e ideas”. Se complace del retorno al ente petrolero y confía en que con Correa el país sacará “amplio provecho” de la decisión.
No explica los provechos que podría obtener el país de la OPEP. Cita su cobertura periodística de la salida del Ecuador en 1992, en Viena y recuerda que entonces vaticinó que el país no tardaría mucho en regresar a la organización. Acertó pero, como él mismo lo señala, el retorno se hizo muy tardíamente, lo que lamenta.
Spurrier, asistió a otras conferencias de la OPEP y a una triministerial. Quien esto escribe laboró casi seis meses en el organismo en Viena. Y constató que la sola razón de la existencia del organismo es calibrar las fluctuaciones de la oferta y la demanda del crudo en el mercado internacional para fijar conjuntamente las cuotas de producción para mantener los precios establemente altos.
Esa misión le era más fácil años atrás, cuando al OPEP controlaba más del 60% de la oferta. En la actualidad ese porcentaje ha bajado al 40% pero su influjo en el mercado es mucho menor debido también a otros factores como el alza en la demanda mundial y la restricción en la capacidad de refinación en el mundo.
Los mismos jeques de la OPEP acaban de declarar que los precios del crudo, que se aproximan a los 100 dólares por barril, no van a frenarse ni reducirse aún si las cuotas de producción del organismo se ampliaran. La fractura en el mercado está en la refinación. En los Estados Unidos muchas refinerías proyectadas no se construyeron, por oposición de los ambientalistas, que también boicotearon la creación de fuentes alternas de energía, principalmente la nuclear.
Esas obstrucciones obligadamente tienen que desaparecer. Se multiplicarán las refinerías y las plantas nucleares, de contaminación 0 y se emplearán otras fuentes alternas de energía con lo cual los precios comenzarán paulatinamente a declinar al igual que la dependencia de los proveedores árabes, iraníes, venezolanos o del liliputense Ecuador. Por cierto que el proceso será lento y siempre se necesitará de los derivados para la petroquímica.
Pero la OPEP, contrariamente a la idea insinuada por Correa y de la que se hace eco Spurrier, de ninguna manera es una institución ni filantrópica de mutua ayuda financiera o técnica. Es una burocracia dorada dominada por árabes, que se agita y trabaja únicamente cuando se produce una conferencia de jeques. El resto de días y horas el pensamiento de los burócratas se concentra en cómo pasarla bien en Viena y en cómo ahorrar de la copiosa suma de chelines que reciben como jornal. Los funcionarios de la OPEP pueden acceder a una cómoda jubilación a los 8 años de asociación.
Cuando los productores de un bien o un servicio se confabulan para fijar los precios, en violación con las leyes del libre comercio y competencia, hay sanciones internas e internacionales. En el caso de la OPEP, clara muestra de cartel condenada por la Organización Mundial del Comercio, nada pasa porque nadie pretendería agitar el cotarro debido a la inmensa dependencia que tiene la economía en el petróleo.
Resta, pues, un segundo artículo de Spurrier para que explique a sus lectores el provecho que el Ecuador va a sacar con su vuelta a la OPEP. Él mismo cita que el país deberá pagar anualmente 1.7 millones de dólares por membresía y 5.7 millones de dólares adicionales por cuotas atrasadas. Excelente negocio pero no para el Ecuador, sino para un organismo que se ahoga en dólares. ¿Quiere el Ecuador acceder a nuevas tecnologías de la industria petrolera o a mejor información sobre el mercado internacional del crudo? Puede lograrlo por otras vías, sin ese despilfarro.
En algún análisis se trataba de explicar la decisión de Correa sosteniendo que Chávez quiere amigos dentro de la OPEP para cercarle a Arabia Saudita, el mayor productor aliado a los Estados Unidos en el combate al terrorismo internacional que fomentan Irán y Siria. El objetivo de debilitar a Arabia es remoto, acaso imposible. Pero en el extremo de la hipótesis, si Arabia no pudiese evitar el boicot, abandonaría la OPEP y ese sería el fin del organismo para bien del comercio internacional.
(Cuando Benjamín Ortiz renunció a la independencia como periodista profesional y comenzó a alabar al presidente de entonces, Jamil Mahuad, al poco tiempo se supo la causa: fue nombrado Canciller. Igual ocurrió con Javier Ponce. Súbitamente sus artículos se volvieron elogiosos de Correa. Ahora es su asesor personal en Carondelet. ¿Spurrier tiene preparada una sorpresa parecida?)
No se ha leído en los medios del Ecuador reparo a otro rompimiento de las costumbres: Correa ignora por completo a su mujer, de origen belga. Tradicionalmente, los cónyuges acompañan a los jefes de Estado o de gobierno en actos oficiales y no oficiales, protocolarios y no protocolarios. A la señora de Correa no se la ve, no se la conoce, no se la siente. Se diría que el Ecuador de pronto se volvió árabe. ¿Es una muestra más de su machismo, que brota a dentelladas en sus ofensivos discursos? La “primera dama” tiene que salir a la luz y ello no vulnera necesariamente su privacidad.
El partido comunista de Chile ha organizado una cumbre paralela de presidentes en Santiago. Se realiza al mismo tiempo que la tradicional Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno (la XVII) y se la llama Cumbre de los Pueblos. El objetivo es exaltar a Cuba y condenar a los Estados Unidos. Lula de Brasil, Kichner de Argentina y Vásquez de Uruguay han rechazado la invitación. Pero estarán presentes Correa de Ecuador, Chávez de Venezuela, Morales de Bolivia, Ortega de Nicaragua y, claro, el Carlos Lage Vicepresidente de Cuba.
Nada sorprendente que la Cumbre de los Pueblos culmine con una declaratoria de condena a GW Bush y de exaltación idolátrica a Salvador Allende y Fidel Castro. ¿Los ecuatorianos están también de acuerdo con esto?
El artífice de este milagro negativo es, por cierto, el actual presidente Rafael Correa. Marcha desafiante e impune por cualquier camino que quiera seguir y todos lo secundan como rebaño, dócilmente, sin contrariar sus decisiones ni afirmaciones, por absurdas e incoherentes que fueren.
Desde los días en que actuaba como ministro de Finanzas, en su primera función pública, se declaró abierto enemigo de los Estados Unidos en los planos: político, económico y cultural. Durante la campaña que lo llevó a la presidencia, tan solo omitió revelar de modo claro sus convicciones sobre el tema por cálculo electoral.
Pero una vez posesionado, su hostilidad hacia los Estados Unidos ha sido abierta. Junto con Chávez, el invitado de honor a la ceremonia de posesión fue Mahmud Ahmadinejad, quien está en guerra declarada contra Occidente, principalmente los Estados Unidos. Luego anunció que establecería relaciones comerciales con Irán lo cual se concretará con la apertura de oficinas en Quito y Teherán.
Nadie ha objetado en el Ecuador la decisión del gobernante ecuatoriano de alinearse con quienes están en guerra con los Estados Unidos, que es el caso de Irán y Venezuela. ¿Los ecuatorianos están de acuerdo con ese giro en la política externa? Se diría que si, pues las votaciones últimas respaldan al gobernante en un 80%.
No solo no hay protestas, hay nuevas muestras de respaldo. Como preludio a la apertura de oficinas comerciales, Correa y Ahmadinejad han promovido la visita de 25 empresarios ecuatorianos a Teherán y la comitiva viajará en estos días. Que Correa ignore que Irán es un país vetado por las Naciones Unidas se podría entender, por su postura antinorteamericana.
Pero ¿acaso los empresarios piensan también como él que no hay conflicto moral ni ético en intentar hacer negocios con un régimen que el Consejo de Seguridad ha sancionado por sus violaciones a los derechos humanos dentro de Irán y por su desembozado apoyo financiero, táctico y militar a organismos terroristas internacionales como Al Qaida, Hezbolla y otros, que asesinan a diario a seres inocentes en cualquier país en cualquier instante?
Irán está sancionado, además, por negarse a suspender el desarrollo de armas nucleares, que las usaría para aniquilar a Israel, como así amenaza su líder en toda oportunidad propicia. Si ahora la amenaza del terrorismo internacional patrocinado por Irán causa destrucción inenarrable ¿cuál sería el nivel de daño y muerte que ocasionaría con armas nucleares?
Correa hace ostensible su repudio a los Estados Unidos al negarse a entrevistarse con el Presidente Bush. En Nueva York devolvió la invitación al banquete que el mandatario ofrece todos los años en esa ciudad con motivo de la reunión de la Asamblea General. Y, desde luego, cuenta los días para expulsar a la misión militar norteamericana en Manta, lo que ocurrirá en el 2009 cuando expire el contrato para sus operaciones antinarcóticos.
A juicio suyo la base militar en Manta equivale a una ocupación militar. Sarcásticamente ha dicho que renovaría el contrato si los Estados Unidos permiten al Ecuador instalar una base similar en la Florida. Nadie en el Ecuador, ningún periodista en entrevistas con el mandatario (¿las hay o son todas amañadas? Es la impresión que se tiene pues nadie osa preguntar ni re preguntar a Correa sobre este o cualquier otro tema) ha planteado que esta comparación es inaceptable por absurda.
Algunos columnistas continúan firmes en sus objeciones al comportamiento dictatorial de Correa, pero muchos creen ingenuamente que esa tendencia a acumular todos los poderes amaine con la Asamblea. Ocurrirá lo contrario, pues en la Asamblea se hará lo que Correa ordene y todo será ratificado luego en un referéndum por el 80% o más de los votantes.
Se creía que otros periodistas permanecerían si no abiertamente objetores de Correa, al menos conservando una áurea de independencia. Tal el caso de Walter Spurrier. En su artículo de hoy en El Universo alaba la resolución de Correa de reingresar a la OPEP y exalta su “liderazgo, su conocimiento e ideas”. Se complace del retorno al ente petrolero y confía en que con Correa el país sacará “amplio provecho” de la decisión.
No explica los provechos que podría obtener el país de la OPEP. Cita su cobertura periodística de la salida del Ecuador en 1992, en Viena y recuerda que entonces vaticinó que el país no tardaría mucho en regresar a la organización. Acertó pero, como él mismo lo señala, el retorno se hizo muy tardíamente, lo que lamenta.
Spurrier, asistió a otras conferencias de la OPEP y a una triministerial. Quien esto escribe laboró casi seis meses en el organismo en Viena. Y constató que la sola razón de la existencia del organismo es calibrar las fluctuaciones de la oferta y la demanda del crudo en el mercado internacional para fijar conjuntamente las cuotas de producción para mantener los precios establemente altos.
Esa misión le era más fácil años atrás, cuando al OPEP controlaba más del 60% de la oferta. En la actualidad ese porcentaje ha bajado al 40% pero su influjo en el mercado es mucho menor debido también a otros factores como el alza en la demanda mundial y la restricción en la capacidad de refinación en el mundo.
Los mismos jeques de la OPEP acaban de declarar que los precios del crudo, que se aproximan a los 100 dólares por barril, no van a frenarse ni reducirse aún si las cuotas de producción del organismo se ampliaran. La fractura en el mercado está en la refinación. En los Estados Unidos muchas refinerías proyectadas no se construyeron, por oposición de los ambientalistas, que también boicotearon la creación de fuentes alternas de energía, principalmente la nuclear.
Esas obstrucciones obligadamente tienen que desaparecer. Se multiplicarán las refinerías y las plantas nucleares, de contaminación 0 y se emplearán otras fuentes alternas de energía con lo cual los precios comenzarán paulatinamente a declinar al igual que la dependencia de los proveedores árabes, iraníes, venezolanos o del liliputense Ecuador. Por cierto que el proceso será lento y siempre se necesitará de los derivados para la petroquímica.
Pero la OPEP, contrariamente a la idea insinuada por Correa y de la que se hace eco Spurrier, de ninguna manera es una institución ni filantrópica de mutua ayuda financiera o técnica. Es una burocracia dorada dominada por árabes, que se agita y trabaja únicamente cuando se produce una conferencia de jeques. El resto de días y horas el pensamiento de los burócratas se concentra en cómo pasarla bien en Viena y en cómo ahorrar de la copiosa suma de chelines que reciben como jornal. Los funcionarios de la OPEP pueden acceder a una cómoda jubilación a los 8 años de asociación.
Cuando los productores de un bien o un servicio se confabulan para fijar los precios, en violación con las leyes del libre comercio y competencia, hay sanciones internas e internacionales. En el caso de la OPEP, clara muestra de cartel condenada por la Organización Mundial del Comercio, nada pasa porque nadie pretendería agitar el cotarro debido a la inmensa dependencia que tiene la economía en el petróleo.
Resta, pues, un segundo artículo de Spurrier para que explique a sus lectores el provecho que el Ecuador va a sacar con su vuelta a la OPEP. Él mismo cita que el país deberá pagar anualmente 1.7 millones de dólares por membresía y 5.7 millones de dólares adicionales por cuotas atrasadas. Excelente negocio pero no para el Ecuador, sino para un organismo que se ahoga en dólares. ¿Quiere el Ecuador acceder a nuevas tecnologías de la industria petrolera o a mejor información sobre el mercado internacional del crudo? Puede lograrlo por otras vías, sin ese despilfarro.
En algún análisis se trataba de explicar la decisión de Correa sosteniendo que Chávez quiere amigos dentro de la OPEP para cercarle a Arabia Saudita, el mayor productor aliado a los Estados Unidos en el combate al terrorismo internacional que fomentan Irán y Siria. El objetivo de debilitar a Arabia es remoto, acaso imposible. Pero en el extremo de la hipótesis, si Arabia no pudiese evitar el boicot, abandonaría la OPEP y ese sería el fin del organismo para bien del comercio internacional.
(Cuando Benjamín Ortiz renunció a la independencia como periodista profesional y comenzó a alabar al presidente de entonces, Jamil Mahuad, al poco tiempo se supo la causa: fue nombrado Canciller. Igual ocurrió con Javier Ponce. Súbitamente sus artículos se volvieron elogiosos de Correa. Ahora es su asesor personal en Carondelet. ¿Spurrier tiene preparada una sorpresa parecida?)
No se ha leído en los medios del Ecuador reparo a otro rompimiento de las costumbres: Correa ignora por completo a su mujer, de origen belga. Tradicionalmente, los cónyuges acompañan a los jefes de Estado o de gobierno en actos oficiales y no oficiales, protocolarios y no protocolarios. A la señora de Correa no se la ve, no se la conoce, no se la siente. Se diría que el Ecuador de pronto se volvió árabe. ¿Es una muestra más de su machismo, que brota a dentelladas en sus ofensivos discursos? La “primera dama” tiene que salir a la luz y ello no vulnera necesariamente su privacidad.
El partido comunista de Chile ha organizado una cumbre paralela de presidentes en Santiago. Se realiza al mismo tiempo que la tradicional Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno (la XVII) y se la llama Cumbre de los Pueblos. El objetivo es exaltar a Cuba y condenar a los Estados Unidos. Lula de Brasil, Kichner de Argentina y Vásquez de Uruguay han rechazado la invitación. Pero estarán presentes Correa de Ecuador, Chávez de Venezuela, Morales de Bolivia, Ortega de Nicaragua y, claro, el Carlos Lage Vicepresidente de Cuba.
Nada sorprendente que la Cumbre de los Pueblos culmine con una declaratoria de condena a GW Bush y de exaltación idolátrica a Salvador Allende y Fidel Castro. ¿Los ecuatorianos están también de acuerdo con esto?
Tuesday, October 30, 2007
Y AHORA CONTRA EL HALLOWEEN
El presidente ecuatoriano Rafael Correa no solo que insulta y divide a sus conciudadanos, sino que lo hace además esgrimiendo argumentos que denotan una ignorancia profunda, imperdonable sobre todo en un jefe de Estado.
Acaba de prohibir la celebración del Halloween en el Ecuador, por considerar que es una costumbre estadounidense que nada tiene que ver con la cultura nacional, que es, además, perniciosa. Prefiere que se rinda culto al Escudo nacional.
Lo problemático es que Correa se auto confiesa católico practicante. Pero ignora que la celebración de las vísperas del Día de Todos los Santos tiene raigambre católica y cristiana, aunque tenga antecedentes en costumbres ancestrales de los celtas e irlandeses. Parece que el Presidente sabe tanto de religión como de Economía.
El Halloween no es un “invento” yanqui, es fruto de la traslación de una costumbre europea con raíces cristianas que pide rogar por todos los muertos, santos o no, para la salvación de sus almas, según se puede leer en el link la continuación.
Lo que se evidencia en la decisión prohibitiva de Correa, aparte de su ignorancia, es su fobia insana contra todo lo que a su entender proviene de los Estados Unidos. Si ese parece ser el caso ¿por qué no extiende la prohibición a toda otra práctica que tenga influencia “yanqui” en la vida de los ecuatorianos?
Para comenzar, debería cancelar sus arengas sabatinas por la radio, pues la radio tiene su origen en yanquilandia. Así, al menos, daría un alivio a los que se ven forzados a escucharlo por la obligatoriedad de las bien llamadas “cadenas” radiales. ¿Y qué tal si deja de viajar tanto en automóvil o avión, usar el teléfono, iluminarse en la noche artificialmente pues todas esas son odiosas invenciones gringas?
El número de inventos generados en la sociedad libre de los Estados Unidos es ilimitado. Una selección se la puede revisar en la lista que se reproduce de la popular WilkipidiA, fácilmente accesible en el Internet. Otra lista ampliada de las invenciones a nivel mundial se las agrega seguidamente. Nótese el predominio norteamericano.
¿Acaso los “gringos” han sido más inteligentes que otros congéneres en otras regiones del planeta, para alcanzar logros tan impresionantes que han transformado las condiciones de la vida de la humanidad en términos globales? No, pero lo que es incuestionable es que la capacidad imaginativa y de invención no ha tenido ambiente mejor para desarrollarse que el de los Estados Unidos.
Probablemente ésa sea la mejor invención registrada en este país. Ideada por los “padres fundadores” de esta nación. El nacimiento de los Estados Unidos como república independiente se dio en una conjunción histórica sin parangón, con las mentes más lúcidas, sagaces y sensatas del momento. Hay que notar que luego de la victoria contra Gran Bretaña, no hicieron tabla rasa del pasado, asimilaron lo mejor del sistema jurídico británico y evolucionaron hacia una síntesis que le permitido un perfeccionamiento perpetuo, siempre dentro del sistema.
El producto ha probado ser el más sensato, pragmático y duradero de la historia. Y el más fructífero en términos de abrir las oportunidades a los más capaces, no importa su origen social, étnico, religioso o político. Si Correa quiere cerrar el Ecuador a la cultura de los Estados Unidos, lo que propone es dar marcha hacia atrás en la historia. Y ello significa, para los desamparados del Ecuador, estancamiento, frustración y un agravamiento en la falta de fe en si mismos.
Paralelamente con la prohibición de celebrar el Halloween, Correa anuncia que viajará a Indonesia a fines del próximo mes. ¿Qué le une a él con Indonesia? ¿Qué la une al Ecuador con Indonesia? ¿Acaso Correa va camino de renegar del catolicismo y convertirse al Islam? ¿Está en ese trance inspirado por Chávez? Hay que destacar que los dos socialistas han prometido ligarse con Ahmadinejad, líder de Irán, que ha prometido arrasar con Israel. Indonesia, entre otros méritos, ostenta el de ser la nación más densamente poblada de musulmanes.
Ahmadinejad, como Chávez, Correa y Fidel Castro, tienen por anticipado una religión en común: el odio feral y demencial contra los Estados Unidos. ¿Es la primera etapa hacia la conversión al Islam?
Acaba de prohibir la celebración del Halloween en el Ecuador, por considerar que es una costumbre estadounidense que nada tiene que ver con la cultura nacional, que es, además, perniciosa. Prefiere que se rinda culto al Escudo nacional.
Lo problemático es que Correa se auto confiesa católico practicante. Pero ignora que la celebración de las vísperas del Día de Todos los Santos tiene raigambre católica y cristiana, aunque tenga antecedentes en costumbres ancestrales de los celtas e irlandeses. Parece que el Presidente sabe tanto de religión como de Economía.
El Halloween no es un “invento” yanqui, es fruto de la traslación de una costumbre europea con raíces cristianas que pide rogar por todos los muertos, santos o no, para la salvación de sus almas, según se puede leer en el link la continuación.
Lo que se evidencia en la decisión prohibitiva de Correa, aparte de su ignorancia, es su fobia insana contra todo lo que a su entender proviene de los Estados Unidos. Si ese parece ser el caso ¿por qué no extiende la prohibición a toda otra práctica que tenga influencia “yanqui” en la vida de los ecuatorianos?
Para comenzar, debería cancelar sus arengas sabatinas por la radio, pues la radio tiene su origen en yanquilandia. Así, al menos, daría un alivio a los que se ven forzados a escucharlo por la obligatoriedad de las bien llamadas “cadenas” radiales. ¿Y qué tal si deja de viajar tanto en automóvil o avión, usar el teléfono, iluminarse en la noche artificialmente pues todas esas son odiosas invenciones gringas?
El número de inventos generados en la sociedad libre de los Estados Unidos es ilimitado. Una selección se la puede revisar en la lista que se reproduce de la popular WilkipidiA, fácilmente accesible en el Internet. Otra lista ampliada de las invenciones a nivel mundial se las agrega seguidamente. Nótese el predominio norteamericano.
¿Acaso los “gringos” han sido más inteligentes que otros congéneres en otras regiones del planeta, para alcanzar logros tan impresionantes que han transformado las condiciones de la vida de la humanidad en términos globales? No, pero lo que es incuestionable es que la capacidad imaginativa y de invención no ha tenido ambiente mejor para desarrollarse que el de los Estados Unidos.
Probablemente ésa sea la mejor invención registrada en este país. Ideada por los “padres fundadores” de esta nación. El nacimiento de los Estados Unidos como república independiente se dio en una conjunción histórica sin parangón, con las mentes más lúcidas, sagaces y sensatas del momento. Hay que notar que luego de la victoria contra Gran Bretaña, no hicieron tabla rasa del pasado, asimilaron lo mejor del sistema jurídico británico y evolucionaron hacia una síntesis que le permitido un perfeccionamiento perpetuo, siempre dentro del sistema.
El producto ha probado ser el más sensato, pragmático y duradero de la historia. Y el más fructífero en términos de abrir las oportunidades a los más capaces, no importa su origen social, étnico, religioso o político. Si Correa quiere cerrar el Ecuador a la cultura de los Estados Unidos, lo que propone es dar marcha hacia atrás en la historia. Y ello significa, para los desamparados del Ecuador, estancamiento, frustración y un agravamiento en la falta de fe en si mismos.
Paralelamente con la prohibición de celebrar el Halloween, Correa anuncia que viajará a Indonesia a fines del próximo mes. ¿Qué le une a él con Indonesia? ¿Qué la une al Ecuador con Indonesia? ¿Acaso Correa va camino de renegar del catolicismo y convertirse al Islam? ¿Está en ese trance inspirado por Chávez? Hay que destacar que los dos socialistas han prometido ligarse con Ahmadinejad, líder de Irán, que ha prometido arrasar con Israel. Indonesia, entre otros méritos, ostenta el de ser la nación más densamente poblada de musulmanes.
Ahmadinejad, como Chávez, Correa y Fidel Castro, tienen por anticipado una religión en común: el odio feral y demencial contra los Estados Unidos. ¿Es la primera etapa hacia la conversión al Islam?
Sunday, October 28, 2007
LA PATRIA YA ES DE TODOS
“La Patria ya es de todos” es el eslogan menos aplicable en el Ecuador, dado que ahora está dirigido Rafael Correa, que es acaso el mandatario que más está dividiendo al país en base al resentimiento y el odio.
Cuando Correa citó esa frase al concretarse su victoria electoral, lo que quiso decir es que ahora la Patria no será más de los ricos, sino de los pobres y desamparados que él redimirá.
Lo que en realidad está diciendo y poniendo en práctica es un azuzamiento de las peores inclinaciones emotivas de un pueblo en su mayoría víctima de los defectos y corrupciones de un sistema político que no ha evolucionado hacia una verdadera de democracia desde que accedió a la independencia de España, hace casi 300 años.
Correa destila odio y desprecio hacia la gente que detenta poder en cualquiera de sus variantes, sea en la del dinero, la política o la expresión intelectual o artística si ésta no se encuadra dentro de su enfoque perverso de la realidad.
Por cierto la clase dominante comparte la responsabilidad en el fracaso del sistema en el Ecuador, sea porque sus representantes nada positivo y perdurable hicieron a su paso por el poder político, sea porque no han actuado ni actúan con sujeción plena a las leyes para que impere en el país un sistema lo más cercano al de una democracia real política y económica.
Pero esas frustraciones y esas falencias Correa no busca corregir ni enmendar. Su pretensión, que se hace cada vez más evidente con el paso de los días, es destruir todo vestigio de apariencia democrática para gobernar y sustituirla por un régimen dictatorial en que prevalezca su voluntad, su criterio y su forma de ver la realidad, sin disensión ni equilibrio de poderes.
Encaminado hacia esa meta, aniquila toda fuente de oposición ideológica y política. Destruyó al Congreso y ahora espera que la Asamblea Constituyente termine por liquidarlo. Igual acaba de sugerir (o sea disponer) que todos los funcionarios de elección popular directa o indirecta renuncien a la fecha de instalación de la Asamblea, para que ésta decida ratificarlos o reemplazarlos.
La Asamblea es una maniobra para consolidar su poder omnímodo, apoyado por el 80% de los votos ciudadanos. Está bajo su total dominación y hará lo que él le ordene. El Congreso será disuelto y en su lugar se nombrará una comisión legislativa que seguirá sus dictados sin chistar, como amanuense. La asamblea técnicamente no podría hacer ni lo uno ni lo otro, pero eso nada importa a estas alturas.
El Papa Benedicto XVI le advirtió a Correa que no aspire a gobernar autocráticamente, porque “no es conveniente un Estado que regule y domine todo”. El aludido, que se auto clasifica como un practicante católico, desoyó ese consejo y prefirió darle él consejos al Papa para que la Iglesia se ocupe en condenar las injusticias sociales.
“La superación de las injusticias sociales es el nuevo nombre de la paz” ha dicho pomposamente este neo dictador al jefe de una institución doblemente milenaria que permanentemente ha exhortado a la humanidad a vivir en paz, libertad y justicia. Si se produjera un diálogo, es probable que Benedicto le dijera a Correa que buscar la justicia por la vía del odio no es conducente a la paz.
Cómo puede insistir que con él “la Patria ya es de todos” si excluye expresamente a todos aquellos que no piensan como él. Sobre todo si los disidentes gozan de algún poder. Ha hecho mofa y escarnio de los periodistas y los medios de comunicación. Ahora, salvo excepciones valiosas de analistas y columnistas, los medios aparecen desconcertados y no presentan un frente unido para frenar los embates de este agresor contumaz de la libre expresión.
Igual actitud ha adoptado y sigue adoptando Correa contra la empresa privada en general y contra la banca en particular. La tiene sometida. Su arremetida se ha extendido a las empresas petroleras a las cuales les trata de imponer cambios abusivos en los contratos, que deben ser respetados por las partes hasta convenir en cambios de mutuo acuerdo.
Se suma Correa a la moda de los ambientalistas, pero no vacila en contradecirse y contradecirles. Primero fue el caso de las aletas de tiburón, cuya pesca prohibida si la permitió por excepción a los artesanos. Luego su inicial defensa al “santuario” ecológico de Yasuní en el Oriente súbitamente la suspendió para otorgar una concesión para la explotación petrolera en ese sitio a la estatal del Brasil.
Correa prometió no permitir la explotación en Yasuní, si a cambio recibía una limosna de 750 millones de dólares por año de entes internacionales interesados en mantener intocado al santuario. La alternativa de renunciar a la extracción a cambio de unas monedas es humillante. Pero Correa no lo consideraba así e inclusive habló de imponer un impuesto al consumo del aire limpio que Yasuní exporta gratis al mundo.
Cuando surgió el incidente de la agresión a una ecuatoriana inmigrante en Barcelona, Correa pensó que la ocasión era propicia para gritar “urbi et orbi” que la “Patria ya es de todos”, incluidos los emigrantes. Y envió prestamente a su Canciller para que tome cuentas al gobierno español y proteste por tan vil agresión a una modesta ciudadana.
La reacción del Presidente y el eco encontrado en los medios ecuatorianos fue ridícula y desproporcionada. El embajador ecuatoriano en Madrid así lo destacó, pero fue duramente atacado por periodistas “patriotas”. El mandatario, acaba de anunciarlo, coincide con él y cree que una protesta diplomática no procede y ha ordenado a su Canciller que la descarte. Y que regrese a Quito a su despacho, se supone. Lo cómico es que el agresor de la ecuatoriana no es español, sino argentino y que la emigrante en lo último que piensa es en aceptar la invitación ofrecida para que regrese al terruño “que ahora ya es de todos”.
Como para abundar en su derrame patriotero, el Presidente dijo que extendía una invitación al agresor de Barcelona para que visite al Ecuador y aprenda “lo que es ser solidario, lo que es querer, lo que es saber convivir”. No hay duda: Correa está experimentando el mismo proceso degenerativo intelectual de Hugo Chávez, aunque sus esbirros, como el embajador en Lima, traten de probar lo contrario.
¿Por qué no existe una reacción más coordinada y consistente para denunciar a Correa? En Venezuela, al menos, los estudiantes universitarios han salido a las calles para repudiar a Chávez y otros hicieron añicos una torre de cristal erigida en un monte en homenaje al terrorista Che Guevara. En el Ecuador, toda acción contraria parece suspendida en espera de no se sabe qué.
Hay quienes opinan que el silencio de los grupos víctima de la agresión de Correa obedece al hecho de que tienen un sentimiento de culpabilidad, como en Venezuela. Pero sería suicida que continúen en esa actitud. La inercia y peor aún la complicidad y la coparticipación con el régimen dejará allanado el camino hacia una dictadura que podría prolongarse por tiempo indefinido, tanto más que los adulos a los militares por parte de Correa continúan (les ha ofrecido aumento en los salarios).
Los alcaldes de Quito y Guayaquil, Francisco Moncayo y Jaime Nebot, son ejemplo de lo que no deben ser ni hacer los líderes para contener la agresión de un dictador. Nebot, con sus erróneos planteamientos sobre el uso de un puente y llamado a un plebiscito, perdió y ahora está anulado y sumiso ante Correa. Moncayo prefirió rehusar su responsabilidad para conceder el Habeas Corpus a un perseguido del Presidente y ahora afronta las consecuencias de su falta de integridad y carácter.
Correa acusa a ambos de peculado en la concesión de contratos para la construcción de aeropuertos y aunque no presenta pruebas, no llega la respuesta de quienes aparecían con dotes como para liderar a sus representados en tiempo de adversidad. Moncayo, el héroe militar, nuevamente ha preferido hacer mutis por el foro y se ha marchado de viaje a Corea del Sur.
¿Por qué los empresarios, entre ellos los de importantes medios de comunicación, no dicen que la empresa privada es buena para la economía nacional y para la sociedad en general? ¿Por qué no enfrentan a Correa en su condena al lucro, advirtiendo que ese es el factor determinante del desarrollo, en cuanto estimula la inventiva y la capitalización?
Los derechos de autor, por ejemplo, explican en gran parte la prosperidad de los Estados Unidos. Alguien con talento inventa algo y debe tener por ello derecho a usufructuar por un determinado tiempo ese logro. Hay excepciones nobilísimas, como la de Benjamin Franklin, que no quiso patentar algunos de sus inventos, como el pararrayo. Pero lo general es que la gente busque inventar y sacar provecho de ello. Igual en las artes, en la mecánica, el comercio, en virtualmente toda actividad humana. Los más talentosos tienen derecho al premio, igual en los deportes.
Lo execrable es que haya tendencia al abuso, a la acumulación de poder económico para la práctica monopólica. Pero para ello se crean leyes reguladoras y al poder político se lo fractura en tres funciones para que se controlen mutuamente.
¿Por qué nadie refuta a Correa en su aseveración de que la base militar yanqui en Manta no se cerrará si en compensación los Estados Unidos le autorizan poner una base militar en la Florida? La comparación es absurda. Deja flotando la idea de que la base de Manta es ocupación militar en territorio extranjero. Es fruto de un acuerdo mutuo con Ecuador para combatir el comercio ilícito de drogas alucinógenas. ¿Que podrían hacer los militares ecuatorianos en Miami? Inútil la respuesta. ¿Sigue rondando en la mente de Correa el complejo de la suerte de su padre, capturado en USA por tráfico de drogas y condenado a prisión?
No se explica el poderío de Correa sin la entrega y conversión de mucha gente que nunca pensó como él, que más bien tenía posiciones democráticas. Los hay muchos. Fausto Cordovez, el embajador ante El Vaticano que recibió la admonición directa del Papa, fue ministro de Camilo Ponce y luego ha pasado por todos los regímenes y partidos posibles, hasta desembocar en el actual populista. Similar trayectoria ha tenido el ministro de los aranceles, Mauricio Dávalos, ex social cristiano graduado también como Correa en universidades norteamericanas. Y Vallejo y Xavier Ponce y tantos otros desertores.
El atractivo de Correa es el poder. Lo rodean para recibir hogazas de ese poder. Pero el poder de Correa no servirá para redención ninguna, sino para dar marcha atrás en la historia. En la economía, para volver a la doctrina cepalina fracasada de la “centro periferia”, mediante el aumento arancelario a 567 o más productos importados; con la extinción del Banco Central; con la guerra contra la empresa privada; con la sofocación a todo esfuerzo e inventiva individuales, para sustituirla por la imposición estatal.
Dávalos, al justificar la regresión hacia la política de sustitución de importaciones, dijo en respuesta a una pregunta sobre los teléfonos celulares afectados: si bien no los producimos todavía ¿por qué permitir que los ciudadanos quieran cambiar el teléfono que tienen por otro nuevo, si el que tienen todavía está en funcionamiento?
No es un ejemplo superficial ni aislado, sino revelador del modo como piensa esta gente encaramada ahora en el poder. Quieren regularlo todo. Si a cualquier ciudadano particular la viene en gana comprarse un nuevo celular, porque el color es atractivo, porque tienen innovaciones o por cualquier otro motivo ¿por qué diablos Dávalos o cualquier funcionario público lo va a prohibir?
Chávez está imponiendo su torcida interpretación de la historia en el sistema educativo venezolano. Correa ha dado los primeros pasos en esa dirección. Alguna información certera tendrá El Vaticano que el Papa, en su diálogo con Cordovez, le conminó al gobierno ecuatoriano a que respete la libertad religiosa. Chávez ya se ha lanzado contra la Iglesia Católica. Nada sorprendente que Correa lo imite más temprano que tarde.
Correa ha seguido a pie juntilla el ejemplo de Chávez, acaso a ritmo más acelerado. Lo seguirá haciendo si nada ocurre para detenerlo.
Cuando Correa citó esa frase al concretarse su victoria electoral, lo que quiso decir es que ahora la Patria no será más de los ricos, sino de los pobres y desamparados que él redimirá.
Lo que en realidad está diciendo y poniendo en práctica es un azuzamiento de las peores inclinaciones emotivas de un pueblo en su mayoría víctima de los defectos y corrupciones de un sistema político que no ha evolucionado hacia una verdadera de democracia desde que accedió a la independencia de España, hace casi 300 años.
Correa destila odio y desprecio hacia la gente que detenta poder en cualquiera de sus variantes, sea en la del dinero, la política o la expresión intelectual o artística si ésta no se encuadra dentro de su enfoque perverso de la realidad.
Por cierto la clase dominante comparte la responsabilidad en el fracaso del sistema en el Ecuador, sea porque sus representantes nada positivo y perdurable hicieron a su paso por el poder político, sea porque no han actuado ni actúan con sujeción plena a las leyes para que impere en el país un sistema lo más cercano al de una democracia real política y económica.
Pero esas frustraciones y esas falencias Correa no busca corregir ni enmendar. Su pretensión, que se hace cada vez más evidente con el paso de los días, es destruir todo vestigio de apariencia democrática para gobernar y sustituirla por un régimen dictatorial en que prevalezca su voluntad, su criterio y su forma de ver la realidad, sin disensión ni equilibrio de poderes.
Encaminado hacia esa meta, aniquila toda fuente de oposición ideológica y política. Destruyó al Congreso y ahora espera que la Asamblea Constituyente termine por liquidarlo. Igual acaba de sugerir (o sea disponer) que todos los funcionarios de elección popular directa o indirecta renuncien a la fecha de instalación de la Asamblea, para que ésta decida ratificarlos o reemplazarlos.
La Asamblea es una maniobra para consolidar su poder omnímodo, apoyado por el 80% de los votos ciudadanos. Está bajo su total dominación y hará lo que él le ordene. El Congreso será disuelto y en su lugar se nombrará una comisión legislativa que seguirá sus dictados sin chistar, como amanuense. La asamblea técnicamente no podría hacer ni lo uno ni lo otro, pero eso nada importa a estas alturas.
El Papa Benedicto XVI le advirtió a Correa que no aspire a gobernar autocráticamente, porque “no es conveniente un Estado que regule y domine todo”. El aludido, que se auto clasifica como un practicante católico, desoyó ese consejo y prefirió darle él consejos al Papa para que la Iglesia se ocupe en condenar las injusticias sociales.
“La superación de las injusticias sociales es el nuevo nombre de la paz” ha dicho pomposamente este neo dictador al jefe de una institución doblemente milenaria que permanentemente ha exhortado a la humanidad a vivir en paz, libertad y justicia. Si se produjera un diálogo, es probable que Benedicto le dijera a Correa que buscar la justicia por la vía del odio no es conducente a la paz.
Cómo puede insistir que con él “la Patria ya es de todos” si excluye expresamente a todos aquellos que no piensan como él. Sobre todo si los disidentes gozan de algún poder. Ha hecho mofa y escarnio de los periodistas y los medios de comunicación. Ahora, salvo excepciones valiosas de analistas y columnistas, los medios aparecen desconcertados y no presentan un frente unido para frenar los embates de este agresor contumaz de la libre expresión.
Igual actitud ha adoptado y sigue adoptando Correa contra la empresa privada en general y contra la banca en particular. La tiene sometida. Su arremetida se ha extendido a las empresas petroleras a las cuales les trata de imponer cambios abusivos en los contratos, que deben ser respetados por las partes hasta convenir en cambios de mutuo acuerdo.
Se suma Correa a la moda de los ambientalistas, pero no vacila en contradecirse y contradecirles. Primero fue el caso de las aletas de tiburón, cuya pesca prohibida si la permitió por excepción a los artesanos. Luego su inicial defensa al “santuario” ecológico de Yasuní en el Oriente súbitamente la suspendió para otorgar una concesión para la explotación petrolera en ese sitio a la estatal del Brasil.
Correa prometió no permitir la explotación en Yasuní, si a cambio recibía una limosna de 750 millones de dólares por año de entes internacionales interesados en mantener intocado al santuario. La alternativa de renunciar a la extracción a cambio de unas monedas es humillante. Pero Correa no lo consideraba así e inclusive habló de imponer un impuesto al consumo del aire limpio que Yasuní exporta gratis al mundo.
Cuando surgió el incidente de la agresión a una ecuatoriana inmigrante en Barcelona, Correa pensó que la ocasión era propicia para gritar “urbi et orbi” que la “Patria ya es de todos”, incluidos los emigrantes. Y envió prestamente a su Canciller para que tome cuentas al gobierno español y proteste por tan vil agresión a una modesta ciudadana.
La reacción del Presidente y el eco encontrado en los medios ecuatorianos fue ridícula y desproporcionada. El embajador ecuatoriano en Madrid así lo destacó, pero fue duramente atacado por periodistas “patriotas”. El mandatario, acaba de anunciarlo, coincide con él y cree que una protesta diplomática no procede y ha ordenado a su Canciller que la descarte. Y que regrese a Quito a su despacho, se supone. Lo cómico es que el agresor de la ecuatoriana no es español, sino argentino y que la emigrante en lo último que piensa es en aceptar la invitación ofrecida para que regrese al terruño “que ahora ya es de todos”.
Como para abundar en su derrame patriotero, el Presidente dijo que extendía una invitación al agresor de Barcelona para que visite al Ecuador y aprenda “lo que es ser solidario, lo que es querer, lo que es saber convivir”. No hay duda: Correa está experimentando el mismo proceso degenerativo intelectual de Hugo Chávez, aunque sus esbirros, como el embajador en Lima, traten de probar lo contrario.
¿Por qué no existe una reacción más coordinada y consistente para denunciar a Correa? En Venezuela, al menos, los estudiantes universitarios han salido a las calles para repudiar a Chávez y otros hicieron añicos una torre de cristal erigida en un monte en homenaje al terrorista Che Guevara. En el Ecuador, toda acción contraria parece suspendida en espera de no se sabe qué.
Hay quienes opinan que el silencio de los grupos víctima de la agresión de Correa obedece al hecho de que tienen un sentimiento de culpabilidad, como en Venezuela. Pero sería suicida que continúen en esa actitud. La inercia y peor aún la complicidad y la coparticipación con el régimen dejará allanado el camino hacia una dictadura que podría prolongarse por tiempo indefinido, tanto más que los adulos a los militares por parte de Correa continúan (les ha ofrecido aumento en los salarios).
Los alcaldes de Quito y Guayaquil, Francisco Moncayo y Jaime Nebot, son ejemplo de lo que no deben ser ni hacer los líderes para contener la agresión de un dictador. Nebot, con sus erróneos planteamientos sobre el uso de un puente y llamado a un plebiscito, perdió y ahora está anulado y sumiso ante Correa. Moncayo prefirió rehusar su responsabilidad para conceder el Habeas Corpus a un perseguido del Presidente y ahora afronta las consecuencias de su falta de integridad y carácter.
Correa acusa a ambos de peculado en la concesión de contratos para la construcción de aeropuertos y aunque no presenta pruebas, no llega la respuesta de quienes aparecían con dotes como para liderar a sus representados en tiempo de adversidad. Moncayo, el héroe militar, nuevamente ha preferido hacer mutis por el foro y se ha marchado de viaje a Corea del Sur.
¿Por qué los empresarios, entre ellos los de importantes medios de comunicación, no dicen que la empresa privada es buena para la economía nacional y para la sociedad en general? ¿Por qué no enfrentan a Correa en su condena al lucro, advirtiendo que ese es el factor determinante del desarrollo, en cuanto estimula la inventiva y la capitalización?
Los derechos de autor, por ejemplo, explican en gran parte la prosperidad de los Estados Unidos. Alguien con talento inventa algo y debe tener por ello derecho a usufructuar por un determinado tiempo ese logro. Hay excepciones nobilísimas, como la de Benjamin Franklin, que no quiso patentar algunos de sus inventos, como el pararrayo. Pero lo general es que la gente busque inventar y sacar provecho de ello. Igual en las artes, en la mecánica, el comercio, en virtualmente toda actividad humana. Los más talentosos tienen derecho al premio, igual en los deportes.
Lo execrable es que haya tendencia al abuso, a la acumulación de poder económico para la práctica monopólica. Pero para ello se crean leyes reguladoras y al poder político se lo fractura en tres funciones para que se controlen mutuamente.
¿Por qué nadie refuta a Correa en su aseveración de que la base militar yanqui en Manta no se cerrará si en compensación los Estados Unidos le autorizan poner una base militar en la Florida? La comparación es absurda. Deja flotando la idea de que la base de Manta es ocupación militar en territorio extranjero. Es fruto de un acuerdo mutuo con Ecuador para combatir el comercio ilícito de drogas alucinógenas. ¿Que podrían hacer los militares ecuatorianos en Miami? Inútil la respuesta. ¿Sigue rondando en la mente de Correa el complejo de la suerte de su padre, capturado en USA por tráfico de drogas y condenado a prisión?
No se explica el poderío de Correa sin la entrega y conversión de mucha gente que nunca pensó como él, que más bien tenía posiciones democráticas. Los hay muchos. Fausto Cordovez, el embajador ante El Vaticano que recibió la admonición directa del Papa, fue ministro de Camilo Ponce y luego ha pasado por todos los regímenes y partidos posibles, hasta desembocar en el actual populista. Similar trayectoria ha tenido el ministro de los aranceles, Mauricio Dávalos, ex social cristiano graduado también como Correa en universidades norteamericanas. Y Vallejo y Xavier Ponce y tantos otros desertores.
El atractivo de Correa es el poder. Lo rodean para recibir hogazas de ese poder. Pero el poder de Correa no servirá para redención ninguna, sino para dar marcha atrás en la historia. En la economía, para volver a la doctrina cepalina fracasada de la “centro periferia”, mediante el aumento arancelario a 567 o más productos importados; con la extinción del Banco Central; con la guerra contra la empresa privada; con la sofocación a todo esfuerzo e inventiva individuales, para sustituirla por la imposición estatal.
Dávalos, al justificar la regresión hacia la política de sustitución de importaciones, dijo en respuesta a una pregunta sobre los teléfonos celulares afectados: si bien no los producimos todavía ¿por qué permitir que los ciudadanos quieran cambiar el teléfono que tienen por otro nuevo, si el que tienen todavía está en funcionamiento?
No es un ejemplo superficial ni aislado, sino revelador del modo como piensa esta gente encaramada ahora en el poder. Quieren regularlo todo. Si a cualquier ciudadano particular la viene en gana comprarse un nuevo celular, porque el color es atractivo, porque tienen innovaciones o por cualquier otro motivo ¿por qué diablos Dávalos o cualquier funcionario público lo va a prohibir?
Chávez está imponiendo su torcida interpretación de la historia en el sistema educativo venezolano. Correa ha dado los primeros pasos en esa dirección. Alguna información certera tendrá El Vaticano que el Papa, en su diálogo con Cordovez, le conminó al gobierno ecuatoriano a que respete la libertad religiosa. Chávez ya se ha lanzado contra la Iglesia Católica. Nada sorprendente que Correa lo imite más temprano que tarde.
Correa ha seguido a pie juntilla el ejemplo de Chávez, acaso a ritmo más acelerado. Lo seguirá haciendo si nada ocurre para detenerlo.
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