Saturday, November 24, 2007

DE CAPITALISMO, MERCADO Y CAPITAL

Líderes autoritarios de todas las edades han absorbido poder político con la justificación de que la democracia del momento era demasiado débil para conservarla. Por lo que han resuelto adoptar la vía violenta para “redimirla”.
Las repúblicas griega y romana se hundieron en la tiranía transitando por la misma vía de la demagogia de quienes buscaron doblegar a la oposición por sobre las leyes para erigirse en dictadores. El corolario fue la devastación de los imperios.
El concepto de democracia es, sin duda, amplio y difuso y se presta por ello a torcidas interpretaciones. Pero existe un línea tenue y sutil, que muchos ven y otros no pero la presienten, que separa lo que ha de entenderse y respetarse como democrático y lo contrario.
Los líderes son seres distintos que emergen en un grupo social por sus dotes de conducción, de gestores de ideas, cambios, reformas y acción. Los hay en todas las áreas de actividad humana, pero quienes lo son en política se destacan por su influjo potencial en la organización social.
Los líderes políticos están dotados de talento distinto y superior para convocar y persuadir a la gente. No necesitan precisamente de un alto nivel cultural para entender lo que es una democracia y lo que es dable hacer y no hacer para preservarla. Si la contravienen, es porque lo hacen deliberadamente.
En tiempos de Sócrates se decía que todo es dable dentro de una democracia: disentir, cuestionar, oponerse y alternarse en los mandos de gobierno. Lo que no es permisible en democracia, es socavarla hasta extinguirla.
Y es eso lo que están haciendo ahora líderes como Hugo Chávez en Venezuela y Rafael Correa en el Ecuador. Sus acciones y afirmaciones orientadas a reafirmar la democracia, la están en realidad socavando. Ninguno de ellos convencerá a nadie que se pueda fortalecer la democracia destruyéndola.
En el Ecuador los artífices del engendro político que se vive ya y se avecina son Correa y el rebaño de 80 constituyentes comandado por Alberto Acosta. Las señales son inequívocas en cuanto a la ruptura de esa línea sutil que distingue y separa lo democrático de lo antidemocrático.
En el caso de Correa hubo el antecedente de su promesa avasallar al Congreso aún antes de ser electo Presidente. Ya posesionado, lo desintegró, lo rehizo, lo ridiculizó, lo ignoró, lo humilló. Igual actuó en contra de instituciones como los tribunales de Garantías, Electoral y la misma rama de justicia. Estas acciones son, sin defensa, anti democráticas.
La asamblea constituyente, a instalarse el próximo jueves, es todo menos democrático. El reglamento lo hicieron entre Acosta y Correa. Decidieron que la asamblea adopte cualquier resolución, sin opción a veto ni revisión de nadie. Las resoluciones las dictará desde Palacio Correa y las ejecutará en la asamblea su emisario Acosta. Dirigencia y comisiones han sido designadas y de ellas estarán expresamente excluidos los delegados de la oposición.
“¿Cómo vamos a incluir a la oposición?” ha dicho un portavoz oficialista. No cabe que traten de obstruir el avance de la revolución ciudadana, añaden para justificar lo injustificable. En cuanto al referéndum, Acosta ha aclarado que ello regirá solo para las reformas a la Constitución de la Asamblea, no para sus resoluciones.
La nueva Constitución será votada con un simple Si o No, sin lugar a discusión. Respecto al Congreso, ha dicho que si sus integrantes no se auto disuelven, él los obligará con la suspensión del pago de sus remuneraciones. Equivale a sitiar al palacio del Congreso y condenar al hambre a quienes en él se escuden para desafiar al poder dictatorial. Como en el Medioevo.
La asamblea fue convocada exclusivamente para discutir y aprobar reformas a la Constitución, que ulteriormente deberán ser aprobadas o negadas con el voto popular. No se mencionó a los poderes omnímodos de los que hoy hablan al unísono Correa, Acosta y sus áulicos.
Llámenlo como deseen, estos actos no son democráticos, sino lo contrario. Es una manipulación mañosa y perversa de los recursos que se emplean en un sistema democrático. No para buscar robustecer al sistema, sino para execrarlo.
El objetivo del dúo Correa/Acosta es la absorción sin freno del poder político para llevar al país al “socialismo del siglo XXI”. Ni ellos ni Chávez han logrado crear una cartilla, un librito rojo que lo explique. Afirman que es “un proyecto en construcción” o, como dijera el poeta, “es un camino que se hace al andar”.
Pero los esfuerzos de definición sobran, porque los actos de los jefes de Estado lo están diciendo todo. No es nuevo para la historia de esos países, ni para la historia latinoamericana ni, en suma, para la historia de la humanidad. Se trata de la formación, una vez más, de autocracias basadas en la comedia del supuesto respeto a las leyes y a la democracia.
¿Qué pretenden con la suma de poderes políticos? Correa dijo en Beijing que anhela “empezar a generar pensamiento y teorías que respondan a nuestra realidad”. Como ejemplo, citó lo que ha dicho en oportunidades pasadas: hay que buscar “la supremacía del trabajo humano sobre el capital… para generar valores de uso antes que valores de cambio”.
El mandatario ecuatoriano es académico, doctorado en Economía en reputadas universidades de los Estados Unidos y Bélgica. Desalienta, por tanto, que lance en China tal galimatías sobre temas que debía dominar y comprender. Lo que insinúa es luchar contra el sistema capitalista, sustento del sistema democrático y liberal. Y confunde conceptos, acaso con la intención a su vez de confundir.
Cuando dice que el trabajo humano debe prevalecer sobre el capital dice disparates. ¿No le enseñaron que el capital es un bien intangible? Hernando de Soto acaba de dar una conferencia en el Ecuador. Seguramente se refirió a éste y otros temas. Correa no estuvo allí, ni leyó reseñas, si las hubo. No le interesa, tiene ideas fijas para hacer la felicidad de los ecuatorianos. Y son “sencillas”: captar o raptar el “capital” de manos de la empresa privada y trasladarlo al manejo del Estado.
El capital, como enseñan no solo Soto sino Marx, es inmaterial por naturaleza puesto que la materia no es capital, sino el valor de la materia. El valor, por tanto, no tiene nada corpóreo en si mismo. Probablemente Correa esté pensando en los ricos, en el dinero que tienen los ricos y a eso llama capital. Pero el capital no es dinero, el dinero no es sino solo una de las formas en que se manifiesta el capital. La moneda, dicen los tratadistas, es la gran rueda de circulación, pero no es el capital pues el valor no puede residir en unas piezas de metal (Adam Smith). La moneda lo que hace es facilitar las transacciones, permitiéndonos comprar bienes y servicios, pero no agregan por si mismo valor de producción.
El capital, que tanta irrita a Correa, es un valor permanente que se multiplica y nunca perece. Es un valor que se desprende del producto que crea, se vuelve ente metafísico siempre en posesión de quien lo produce, por lo cual este valor puede adoptar formas distintas. Es como los caminos y carreteras: permiten movilizar bienes, pero no los produce.
Consecuentemente, el capital es un valor latente en espera de activarse con el ingenio y trabajo del hombre. De nada sirven los yacimientos petrolíferos bajo tierra si alguien no tiene el ingenio y recursos para extraerlo, transportarlo y procesarlo. O un lago en las montañas, cuyas aguas están inmóviles hasta que alguien las conduce a generadores, cuya electricidad tendrá un efecto productivo multiplicador, como en el caso el petróleo procesado.
El capitalismo es un sistema caracterizado por la propiedad privada individual o corporativa de bienes de capital, mediante inversiones que se determinan por decisiones privadas y por los precios, la producción y distribución de bienes que a su vez se determinan principalmente por la competencia en un mercado libre.
El mercado es simplemente un acuerdo social que permite a compradores y a vendedores hallar información y concretar un intercambio voluntario de bienes y servicios. Es una de las instituciones clave que forman el comercio junto con el derecho a la propiedad.
De ahí que el momento en que Correa habla de acabar con el capitalismo y el capital y contra “la larga noche del neoliberalismo”, está hablando de acabar con una entelequia, con algo inasible como una quimera. Lo que quiere es acabar con los “ricos” y trasladar su riqueza a los “pobres” a través de impuestos y/o confiscaciones.
De esa manera el capital sufrirá una traslación de manos privadas al Estado. No desaparecerá, se reducirá. El combate a la pobreza no viene con la eliminación de la riqueza, sino propiciando vías para acrecentarla. El dinero no es capital y lo que hace Chávez con los abundantes petrodólares es arruinar la economía de Venezuela con despilfarro, subsidios y obstrucciones a la formación del capital en las áreas agrícola, ganadera e industrial.
Con los subsidios, los precios fijados por el Estado y el estímulo a las granjas colectivas, en Venezuela la inflación se ha disparado y escasean la leche, la carne y los huevos. Correa lo imita multiplicando los subsidios y bonos a la pobreza con recursos fiscales. Eso no es crear capital, es fomentar el statu quo de la miseria.
Correa ha alabado el sistema chino y como antes lo hiciera el ex presidente ecuatoriano Rodrigo Borja, manifiesta que es la posición ideal entre el capitalismo y el comunismo. “China tiene una forma singular de aplicar el socialismo en función de su gente”, acaba de decir en Beijing, dando a entender que quisiera imitarlo para el Ecuador.
Es falso desde varios ángulos de apreciación. El régimen chino es autocrático y su espectacular crecimiento se ha basado en la ingente inversión de capitales y tecnología extranjeros, principalmente de los Estados Unidos. Correa repudia al capital extranjero, sobre todo de los Estados Unidos. Pero el crecimiento de la economía en China no está favoreciendo a las “masas”.
El sistema en China no es un sistema capitalista comparable al de la Unión Europea y menos al de Estados Unidos. Es absolutamente rígido y centralizado en cuanto al manejo de las decisiones de inversiones fuera de las áreas en las que el capital extranjero es bienvenido, ubicadas en la periferia costera del vasto territorio chino.
Allí no existe libre mercado, libre competencia, derechos de autor y de propiedad privada. Es una peligrosa burbuja que podría estallar en cualquier instante, sea por conmoción popular frente a las inequidades o por alguna catastrófica decisión de inversión dictada por el politburó dueño de vidas y haciendas en esa superpoblada nación.
Japón, mucho más liberal, estuvo al punto de la quiebra a fines del siglo pasado y su sistema bancario y financiero hubiera colapsado de no haber recibido apoyo de Occidente para recuperarse. Ahora el sistema es más estable porque es más abierto al libre juego del mercado.
El capital y el mercado no desaparecerán porque lo quiera y decida Correa. Lo que ocurrirá con su “socialismo del siglo XXI” será que capital y mercado serán controlados más firme y corruptamente que hasta ahora y los resultados serán los mismos que registra la historia en casos similares: pérdida de la libertad y empeoramiento en las condiciones de la vida de los ciudadanos.
La reducción y asfixia de la democracia conllevan el ahogamiento de libertades políticas, económicas e intelectuales. No hay ejemplo alguno de prosperidad en sociedades así clasificadas. China está excluida de tal lista. En cambio las naciones que han florecido con sistemas libres y abiertos se multiplican en la era actual, encabezadas por la más potente y estable: los Estados Unidos, país que coincidentemente es el que Correa más detesta.

x.x.x.x

P.S.: Noticias de última hora indican que Rafael Correa reclama derechos de autor por la iniciativa de que la OPEP cambie el dólar por el euro al comerciar su petróleo. Agradece la “gentileza” que Chávez y Ahmadinejad han trenido con él al acoger su idea. Añadió otra hipótesis absurda: que las fuerzas de la Coalición derrocaron a Hussein porque este propuso el cambio al euro. También, en tono de gañán, insistió que establecerá relaciones comerciales con la nación “árabe” de Irán aún si surge oposición, porque hay buenas perspectivas de mercado y, sobre todo, “porque a él le da la gana”. Irán ha sido dos veces sancionado por las Naciones Unidas por violar los derechos humanos, por diseminar y financiar el terrorismo internacional y por negarse a detener su carrera nuclear. Que se sepa, Estados Unidos no es las Naciones Unidas y el Ecuador no ha dejado de ser miembro de esta organización ni ha repudiado la resolución del Consejo de Seguridad. ¿Contra quién pelea Correa? Si adopta en el Ecuador el euro en lugar del dólar, el país tendrá que cambiar la dolarización por la “euroización”. La OPEP, integrada en su mayoría por naciones árabes aliadas a USA, está muy lejos de acatar las fantochadas de Chávez/Correa/Ahmadinejad. ¿Insistiría en ese caso Correa en seguir “jugándose la vida” por el euro, como acaba de decirlo cantinflescamente en China?

1 comment:

Libertario said...

Solo Correa podría querer la devaluación brutal del dólar teniendo a su país dolarizado. En el priman el resentimiento antes que la razón.

Te dejo un vínculo al respecto:
Y si la OPEP se pasa al Euro?