Aparentemente Alberto Acosta, presidente de la Asamblea Constituyente del Ecuador, no capta bien las sutilezas del sentido de humor y “fina” ironía de su gran jefe, el presidente Rafael Correa.
Cuando Alberto fue ratificado como presidente de la Asamblea, por gracia del mandatario y luego de la auto declaratoria de los asambleístas de asumir “los plenos poderes”, Correa le dijo: “muchacho, ahora te has convertido en el hombre más poderoso del Ecuador…”
Y Acosta le creyó, al menos por unas horas. Cuando familiares de las víctimas de la represión militar en el pequeño pueblo amazónico de Dayuma lo visitaron para quejarse por los atropellos, Alberto se creyó con facultades de “redentor” de los humildes y les ofreció hacer justicia.
Designó una comisión para que investigue las denuncias y acaso pensó que su gesto sería una prueba innegable de lo que había ofrecido con insistencia antes y después de la instalación de la Asamblea: que ésta sería independiente del Ejecutivo y por tanto autónoma.
Fue entonces que Rafael Correa se irritó y los llamó al orden tanto a Acosta como a sus súbditos oficialistas, que hacen mayoría en la Asamblea. Pareció decirles ¿no entienden que eso de los “poderes supremos” vale solo para mí y en ningún caso para ustedes? Mi referencia a Acosta solo era una broma…
Para mayor clarificación, el “muchacho más poderoso del Ecuador” recibió la orden de que se presente en el despacho en Quito, de súbito. ¿El hombre con los “plenos poderes” obedeciendo a alguien? Al menos debió haber fijado un campo neutral para el encuentro.
Pero no parece importarle a Alberto la imagen que proyecta. Si tenía dignidad, no solo no debió ir manso y vergonzoso a implorar perdón a Correa, sino que debió haber renunciado. En el caso de la percepción de dignidad y auto estima o no existe o tiene dimensiones desconocida para el común de los mortales. Él sigue en el cargo, sin el menor sonrojo.
Las fotografías que publicaron El Universo y El Comercio con Alberto Acosta eludiendo con salto atlético a los periodistas para refugiarse en un coche oficial, que sus guardaespaldas le tienen listo con las puertas abiertas, son elocuentes. Reflejan, sin palabras, la cobardía del personaje.
Alguna organización periodística debería premiar al autor de las fotos con algún galardón, por la expresividad, oportunidad y calidad profesional. Con seguridad no será el gremio de los periodistas profesionales, que ha optado también por la sumisión a Correa.
Acosta huía de los periodistas que cubren la Asamblea y que buscaban como era obvio interrogarlo acerca de lo que trató en Quito con el Presidente. Acaso por sentimiento de culpa o porque no había recibido instrucciones aún del jefe, prefirió no afrontar a los reporteros y hacer mutis por el foro. Pero los fotógrafos lo sorprendieron.
Al día siguiente, ya con libreto, Acosta declaró que todo se había superado entre él y Correa. Faltó comunicación, dijo, con respecto a Dayuma y ahora las cosas están claras. La Asamblea no volverá a interferir en las decisiones del Ejecutivo ni hará justicia por sus propias manos. Se limitará a legislar y a introducir reformas a la Constitución, conforme a… ¿a qué? A la voluntad de una sola persona: Rafael Correa.
Porque nada ni nadie, excepto el presidente, ha dispuesto que la Asamblea legisle en ausencia del Congreso clausurado. Tampoco nada ni nadie ha dispuesto que la Asamblea destituya y nombre a altos funcionarios públicos, acatando órdenes de Correa. La Asamblea se convocó e instaló exclusivamente para reformar la Constitución. Así reza el estatuto aprobado por voto popular.
La falta de comunicación a que alude Acosta probablemente deba entenderse como una comunicación en una sola vía: de Correa a Acosta, con órdenes, sin réplicas. Esa es la manera como el oficialismo interpreta la unidad “íntima” entre Asamblea y Gobierno, que permitirá la acción conjunta para “salvar” al país de la “la larga y triste noche del neoliberalismo”.
Lo de Dayuma, pues, se archivó. Correa insiste en que en la insurgencia hubo sabotaje terrorista y ahora cree instigado por la FARC, guerrilla narcoterrorista de Colombia que hasta hace poco calificó como grupo de “luchadores por la libertad”. Nunca quiso tildarlos como terroristas, que lo son y jamás aceptó colaborar con el presidente Uribe para combatirlos.
La prefecta de Orellana, Guadalupe Llori, fue detenida por los militares en Dayuma y trasladada a Quito. Ésta quiso acogerse al Habeas Corpus para recuperar la libertad, pero no pudo. El “héroe” del Cenepa, General Francisco Moncayo, alcalde de Quito, una vez más delegó esta responsabilidad a su subalterna Margarita Carranco y ésta complació a Correa denegando el recurso.
Anteriormente, Moncayo tampoco tuvo el coraje de aceptar el pedido de Habeas Corques de quien difundió los videos con las inmoralidades del ministro Patiño. Se fue al Asia y dejó instruida a la misma señora Carranco para que falle, pero en contra. ¿Dónde estuvo escondido Moncayo esta vez?
La Asamblea tiene despejada la ruta a seguir con su timonel Acosta, ahora ya bien informado y educado por su superior. El organismo será una costosa y farragosa falange del Ejecutivo que hará todo lo que a Correa le venga en gana. Nada de “dos cabezas”, como algunos ilusos comenzaron a lucubrar. Hay una sola, cobriza, nada pelucona, implacable, inflexible.
Desde el próximo lunes la maquinaria asambleísta comenzará a moler las leyes que el patrón de Carondelet necesita para “re fundar” la nación. La primera será la tributaria, con la que se propone dar la estocada final a la economía de libre mercado y reemplazarla por una en que las sutiles fuerzas del mercado sean reemplazadas por las dictatoriales del Ejecutivo. En un año de gobierno de Correa la economía del país registró el peor crecimiento en América Latina. Con su doctrina, la situación será peor.
A la tributaria seguirán otras leyes. Consagrarán con seguridad la militarización de sectores clave, como el petrolero, vial y similares, que ya está en curso por el capricho autócrata de Correa. Ninguna de las resoluciones legislativas venidas del Ejecutivo y aprobadas por la Asamblea podrá ser vetada ni modificada por organismo alguno del sistema actual. El referéndum que aprobará las reformas constitucionales, no podrá incluir consultas sobre dichas leyes.
Acaso en otra muestra de su sentido del humor, Correa ha prometido que las leyes que envíe a la Asamblea no vulnerarán la Constitución. ¿A qué Constitución se refiere? La que teóricamente debería estar en vigencia ha sido tantas violadas por él, que es un instrumento en desuso. ¿La próxima? No ha sido aprobada aún e incluso si alguna de las nuevas leyes no se ajusta a la nueva Carta, nada podrá hacerse pues “nadie” queda con facultades para ello, según así lo ha dispuesto la Asamblea de…Correa.
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