Se celebró ayer Memorial Day o Día de Recordación de los Caídos en las guerras libradas por los Estados Unidos y la división entre la clase militar y la población es cada vez más acentuada, como resultado de la información negativa en contra de la institución militar, divulgada desde hace unos cincuenta años en este país.
Otrora los ciudadanos sentían orgullo de ser soldados o de pertenecer a una familia de soldados: desde la Guerra Americana para luchar contra la dominación británica, hasta los aciagos tiempos de la Guerra Civil, cuando los jóvenes de uno y otro bando falsificaban su mayoría de edad para lograr ser enlistados.
Esa misma fe patriótica era evidente en los llamados que se hacían para combatir en las dos guerras mundiales y todavía se hacía presente en las dos guerras menores de Corea y Vietnam. Pero fue a raíz de la derrota en Vietnam que la situación se alteró. Como fruto de la visión distorsionada de lo militar, inclusive a los veteranos de guerra que regresaban se los recibió con rechiflas e insultos.
Las imágenes de TV transmitían sin cesar los horrores que toda guerra implica, sin proyectarlas dentro del contexto adecuado. No se insistía, por ejemplo, en decir que la guerra no la iniciaron los Estados Unidos, sino que fue una respuesta de Naciones Unidas a la agresión del Vietcong comunista a Vietnam del Sur, respaldada por la URSS y la China de Mao.
Walter Cronkite, de la NBC, no dijo a los televidentes que lo de Vietnam era repetición del caso Corea, cuando los comunistas intentaron dominar al sur con respaldo chino/soviético y tuvieron que ser repelidos por una coalición militar pedida por Naciones Unidas. El conflicto pudo concluir con la derrota comunista al mando de MacArthur, pero el presidente demócrata Harry Truman prefirió el armisticio.
Corea del Norte sigue comunista, convertida en una cárcel donde hay abundancia para una elite y hambre y total falta de libertades para los más en contraste con una Corea del Sur democrática y próspera. En Vietnam pudo derrrotarse al comunismo agresor, pero se interpuso la política y el Congreso negó los fondos para repeler al Vietcong.
Hasta la guerra de Vietnam, el servicio militar era obligatorio para todos los varones jóvenes mayores de 18 años. Pero en el decenio de 1960 y el de 1970, la guerra iniciada por John F. Kennedy, primero con asesores y luego con soldados combatientes, se hizo cruenta y ello no gustó ni a los medios ni a los potenciales nuevos reclutas, renuentes a reclutarse.
Los veteranos que regresaron de la II Guerra Mundial recibieron facilidades para sus estudios universitarios. La economía, sin las restricciones de guerra, se dinamizó y los veteranos experimentaron una mejoría en sus niveles de vida nunca antes conocidos. Igual sus hijos, los que ahora se amotinaban en calles y universidades para protestar por los “asesinatos” en Vietnam.
¿Por qué y para qué iban a combatir si tenían una vida cómoda y si por añadidura estaban por despuntar la revolución sexual y Woodstock? Los diarios publicaban la foto de una niña desnuda que huía de la persecución de los soldados yanquis y otra en la cual un oficial le disparaba en la sien a un vietnamita rebelde. Luego se comprobó, en los dos casos, que los victimarios eran vietcongs.
(Kronkite, "el hombre más creíble" del periodismo norteamericano, extremó la situación cuando dijo que la Ofensiva Tet de enero de 1968 la perdieron los militares norteamericanos ante el Vietcong. Era lo contrario, pero el presidente Johnson afirmó que si Kronkite lo decía, entonces la guerra estaba perdida. Detalles sobre el tema están en el BLOG del 3 de junio del 2012)
(Kronkite, "el hombre más creíble" del periodismo norteamericano, extremó la situación cuando dijo que la Ofensiva Tet de enero de 1968 la perdieron los militares norteamericanos ante el Vietcong. Era lo contrario, pero el presidente Johnson afirmó que si Kronkite lo decía, entonces la guerra estaba perdida. Detalles sobre el tema están en el BLOG del 3 de junio del 2012)
De todos modos, la presión era tal que Nixon y Kissinger se vieron forzados a buscar un armisticio con el enemigo, pese a que, como en Corea, la victoria militar estaba del lado de los aliados. El acuerdo se firmó en París en 1973 y en él Hanoi se comprometía a retirar las tropas de ocupación en el sur de la península, renunciar al apoyo militar exterior y a permitir la libre autoderminación de los pueblos al norte y al sur, así como en Laos y en Camboya.
En tales condiciones los Estados Unidos inició el repliegue de tropas para cumplir con su parte en el acuerdo. Pero en 1974 surgió el escándalo de Watergate y Nixon renunció a la presidencia. Se produjo un vacío político interno, situación que aprovechó el Vietcong para violar el acuerdo y reanudar la invasión militar al Sur, puestas las miras en Saigón.
Los mandos militares alertaron al país y al mundo de estos hechos, pero el Congreso y los medios bloquearon toda posibilidad de ayuda. Los fondos para financiar a las fuerzas armadas fueron negadas por el Congreso, ni siquiera fondos para los refugiados sudvietnamitas y Saigon finalmente cayó, marcando así la más vergonzosa y traicionera derrota para la nación.
Los vietcongs arremetieron en forma aterradora y bárbara en la zona inerme de la península y algo peor ocurrió con el Kmer Rouge en Laos y Camboya, donde hubo millones de asesinatos en un genocidio que, por cierto, no mereció ni una lágrima de Jane Fonda ni de otros campeones contra la “guerra injusta” del Vietnam.
Cuando el Eje del nazi fascismo fue derrotado en 1945, los Aliados, entre ellos la URSS, se comprometieron a desmilitarizar los territorios ocupados y a garantizar la democratización de esos países mediante elecciones en el menor tiempo posible. Así se convino en Potsdam, a pocos meses de la capitulación de Alemania. Pero la URSS nunca cumplió el compromiso. La Alemania se partió en cuatro. La dominada por Moscú quedó comunista hasta la Caída del Muro de Berlín en 1989, así como los demás países de la órbita.
Estados Unidos invitó a la URSS a sumarse a la reconstrucción europea del Plan Marshall, pero se negó. También le pidió unirse para el uso pacífico de la energía atómica, recibiendo igual negativa. En 1949 Moscú logró estallar su primera bomba atómica, gracias a los secretos dados por espías norteamericanos. Más tarde detonaría su bomba de hidrógeno.
La URSS nunca cesó en su afán expansionista de dominación. Primero lo hizo con acciones militares, como en Corea y Vietnam. Siempre mediante la desestabilización de regímenes democráticos, con guerrillas, espionaje, coimas. En una última etapa, tras los fracasos del Che Guevara, desechó la opción militar e implantó la táctica de amoldarse al sistema y aprovechar sus debilidades para quebrarlo desde adentro.
Surgieron ideólogos como Saul Alinsky (sobre cuya doctrina escribió su tesis de grado Hillary Clinton) que promueven la captación del poder con el voto, para paulatinamente reorientar el sistema democrático al socialista y estatista, hasta tornarlo irreversible. Dentro de ese propósito están los “community organizers” como Barack Hussein Obama, agitadores sociales cuya misión es sembrar la zozobra social.
En Ferguson, Misuri, acaba de revelarse que los motines causados por la muerte del ciudadano negro a manos de la policía, fueron promovidos por agitadores a sueldo pagados por ACORN y MORE. Obama, en su juventud, se adiestró en ACORN y hace pocos días dijo que añoraba esos días y que al dejar la Casa Blanca quisiera volver a esa organización. Los motines de Wall Street, Long Island, Baltimore y más, se sabe ahora que no han sido espontáneos, sino pagados.
El sistema democrático en los Estados Unidos no habría podido sobrevivir con tanto vigor desde su fundación en el siglo XXVIII, si no hubieses estado defendido eficientemente desde un princpio. Destruir la institución militar es, por tanto, misión primordial de los agitadores marxistas y “progresistas”. Lo están consiguiendo.
Obama dijo ayer que por primera vez en 14 años se celebraba un Memorial Day sin tropas de Estados Unidos en combate. No las hay porque él ordenó retirarlas del Medio Oriente sin antes derrotar al enemigo, igual que sucedió en Vietnam. Para los “progresistas” los militares son asesinos “que asaltan a mujeres y niños a la sombra de la noche”, según dijo John Kerry de la guerra en Irak. Kerry es el secretario de Estado actual que peleó en Vietnam y denigró con parecidas frases a sus compañeros de entonces.
Los Estados Unidos, con Obama, han dejado de ser la superpotencia con la misión de mantener un equilibrio internacional de fuerzas que preserve la supervivencia del mundo occidental. La URSS, como bloque, se deshizo en 1989, pero el vacío de poder lo van a llenar la misma Rusia, o China, o Irán. La democracia, como la idearon los federalistas en el siglo XVIII, se está corroyendo aquí internamente.
En relación a estos temas, alguien citaba a Toynbee en el sentido de que si la democracia va a morir, morirá pero no por asesinato sino por suicidio.
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