Los doce miembros del Gran Jurado de Ferguson, Misuri, acordaron que no había suficientes pruebas para incriminar al policía Darren Wilson por la muerte en defensa propia de Michael Brown, en formidable demostración de honestidad y apego a la ley, pese a la hostilidad azuzada desda la Casa Blanca y la Procuradoría General.
Minutos después del anuncio el presidente Barack Hussein Obama llamó a cadena nacional de TV, hacia las 10 de la noche, para hacer un llamado no a la aceptación cívica del fallo del Jurado, sino para atizar el veneno del racismo una vez más. Sea esta la ocasión, dijo, para revisar los códigos de la Policía, a fin de limpiarla de su constante prejucio contra los negros.
Como en anterior ocasión lo dijera el Procurador General, Eric Holder, Obama aprovechó para recordar que él ha sido víctima de la discriminación racial en su juventud, aunque aceptó que se han hecho avances para superar el “legado racista” en los últimos años, sin citar su caso, el de haber sido electo y reelecto presidente por ser mulato.
En su alocución de anoche, como lo ha hecho al referirse a víctimas del terrorismo, hizo una exhortación glacial esta vez de llamado a la calma. Y acto continuo insinuó que el fallo del Jurado podía y merecía ser rechazado en las calles, por lo que aconsejaba a la Policía mesura en las medidas de control.
El Presidente y el Procurador sabían o intuían con antelación cuál iba a ser la decisión del Jurado. Los intentos por presionar a los jurados con la difusión de falsos testimonios de testigos negros del incidente en el que murió Brown, tratando de hacerlo aparecer como resultado del excesivo uso de fuerza de Wilson, estaban fracasando frente a la realidad.
La realidad resultó distinta, según lo explicó claramente el Fiscal de Misuri, Bob McCulloch, al presentarse ante las cámaras de la TV y los periodistas, que luego le hicieron preguntas. Durante casi 30 minutos el fiscal detalló cómo los 12 jurados estudiaron por 70 horas, durante tres meses, todo lo concerniente al caso: testimonios, fotos, videos, pruebas DNA, balística, autopsias.
Para el Presidente, sus seguidores y una mayoría de negros, los hechos, pruebas, documentos y leyes de nada valen. Su motivación es emocional y prejuiciada. Proclaman ser víctimas de una conspiración supremacista blanca y de la derecha conservadora. No reflexionan que el fiscal McCulloch es demócrata y que a los actuales miembros del Gran Jurado los escogió el Juez en mayo pasado, antes del incidente.
La figura del Gran Jurado nace en la Inglaterra del siglo XII y ha cambiado significativamente hasta la hora actual en los Estados Unidos. Es una vía única de apoyo que el fiscal tiene para decidir si un caso merece o no ser llevado a juicio de los tribunales. La decisión recae en un jurado de número variable (antiguamente muy numeroso, de ahí su nombre), escogido por un juez entre ciudadanos calificados y representantivos de la comunidad.
Al jurado se le presentan todas las pruebas disponibles, para que delibere en libertad y en secreto absoluto. No hay abogados ni defensores ni acusadores y obviamente la identidad de los jurados se mantiene en absoluto anonimato. El veredicto solo califica (no juzga) el caso, en el sentido de si es enjuiciable o incriminable o no. No hay lugar a posiciones intermedias.
Obama, con su intervención de anoche, confirmó que no es el estadista en el cual soñaron quienes lo eligieron en el 2008 y lo volvieron a elegir en el 2012. Muchos votaron por él pensando que ayudaría a dejar atras los últimos resquicios del racismo, que costó casi 600.000 muertos con la Guerra Civil del siglo XIX y una lucha constante contra la discrimación.
En lugar de invocar a la unidad y a la fraternidad, como lo habría hecho ese gran humanista (y negro) Martin Luther King, imitó a seres cargados de odio revanchista como los “reverendos” Sharpton y Jackson, que desde el día de la muerte de Brown han presionado a los de su raza a “vengarse” por lo que ellos califican de otro asesinato racial.
Obama, Holder, Sharpton, Jackson protestan porque haya tantos policías blancos controlando a las comunidades negras, como suponiendo que los policías negros serían distintos. Giuliani, ex alcalde de Nueva York, dice que los policías están donde está el crimen y están acaso más entre los negros porque el 93% de los crímenes contra negros son cometidos por negros.
Brown, un gigante negro de 250 libras, afectado por la marihuana había robado una caja de cigarros cara en una tienda de Ferguson, cuando hubo llamadas del dueño para aprehenderlo. Fue entonces que acudió Wilson. Si el gendarme hubiese sido negro y reaccionaba diferente a como mandan los código policiales, entonces habría muerto. Un buen policía lo es no por el color de su pìel, sino por su personalidad y grado de profesionalización.
El prejuicio racial lo tienen individuos como Obama, los reverendos y los que insisten en considerar al negro como un ciudadano de segunda clase al que hay que sobreprotegerlo. La “affirmative action” es una prueba: se bajan los estandares de admisión en las universidades para que lleguen “más negros” y así aparezca “menos discriminación”: el nivel académico general se reduce. ¿Algo igual se pide para la Policía?
Cuán distinto habría sido que Obama se hubiese considerado por una sola noche, no un individuo resentido de su raza, sino un presidente de todos los norteamericanos, orgulloso de su nación, de su historia y de la manera cómo ha funcionado a la perfección el sistema de justicia. Debió exaltar al sistema, pedir que se acepte el fallo y que cualquier desacuerdo se lo ventile con el diálogo, no con la violencia en las calles.
Giuliani enalteció el coraje de los jurados, algunos de los cuales dijo que bien podrían ser propietarios de los almacénes y bienes asaltados y quemados por las turbas motivadas por la Casa Blanca. Si algún llamado de parte de Obama cabe en esta hora, es a terminar con la dependencia de los negros a los subsidios estatales de alimentos, vivienda, pensiones y salud.
Y a terminar la animadversión contra la fuerzas policiales cuya misión es la de salvar vidas y propiedades, sin discriminación de raza, como bien lo saben Obama y Holder, aunque prediquen lo contrario. La criminalidad negra disiminuirá cuando el núcleo familiar se robustezca, la niñez crezca con la guía paterno/maternal firme y la educación se cimente a todo nivel, para evitar desmanes como en Ferguson y otras ciudades del país.
El “paternalismo” estatal es un engaño. Nació con la Gran Depresión de FDR. Hasta entonces, el negro era tradicionalmente republicano, como lo el Lincoln de la Guerra Civil. La traslación se acentuó con las promesas de Johnson y continúa con Obama. El proceso no ha dejado de ser emocional, lo es con el caso Ferguson.
Las emociones y buenos deseos no bastan para obtener resultados. El desempleo entre los negros es el más alto en la nación, del orden del 27% y, como se dijo, la criminalidad, a más del aborto, la drogadicción, el narcotráfico y las madres solteras tienen índices impresionantes. Cuando el paternalismo desaparezca y al negro se le reconozcan iguales derechos y méritos intelectuales que a cualquier otro norteamericano, su condición mejorará.
De otro modo, seguirán los charlatanes que achacan a los blancos todas las desventuras de la raza y piden venganza. Como ocurrió anocho tras el veredicto del Gran Jurado de Misuri.
No comments:
Post a Comment