Es increíble que alguien tenga el desparpajo de igualar moralmente a los asesinos de Gaza y sus víctimas, los cuatro rabinos que oraban temprano en la mañana en una sinagoga de Jerusalén, a más de un soldado que acudió a defenderlos. Pero eso es lo que acaba de hacer Barack Hussein Obama tras enterarse de la masacre.
Luego de las frases de condolencia de rigor, instó a Israel a cooperar para reducir las tensiones con los palestinos, como insinuando que el asesinato fue resultado de una provocación israelí que pudo evitarse. No lo dijo pero se refería a la autorización de Israel para construir nuevas viviendas en tierrras próximas a Jerusalén y al problema de Ala Akra.
Dichos asentamientos, cuestionados por Obama y los radicales palestinos, son legales y no negociables según el gobierno de Israel. En las precarias e inacabables conversaciones para llegar al reconocimiento formal de un estado palestino, el tema de la territorialidad de esos asentamientos no está en discusión.
En cuanto a Al Akra, alude a la Explanada de las Mezquitas o Monte del Templo en Jerusalén, que los musulmanes de extrema como el Hamas afirman que está bloqueada por los judíos ortodoxos. Sin embargo, el primer ministro Benjamín Netanyaju ha reiterado que los cargos carecen de fundamento y que el acceso de los islámicos está garantizado.
Obama, en su breve condolencia, hace un llamado a las partes para que se reanuden las conversaciones de paz. Como que si nada hubiera pasado, o como si el horrendo sacrificio de los rabinos (tres de ellos con ciudadanía dual israelí/norteamericana, el cuarto con ciudadanía israelí/británica) fuese comparable con una infracción de tránsito.
Antes de ser acribillados por los soldados israelíes, los asesinos árabes se lanzaron al ataque en la sinagoga al grito de guerra Ala Akbar (Alá es grande), blandiendo puñales y armas de fuego. Las imágenes de TV divulgaron escenas macabras con los regueros de sangre por pisos, biblias y más objetos religiosos.
Paralelamente, en Gaza y otras ciudades de Autoridad Palestina se vieron escenas igualmente macabras, pero de árabes celebrando con cánticos y bailes la consumación de la masacre en Jerusalén. Un voluntario servía gratuitamente pastelillos a los circunstantes que no ocultaban su alegría. Igual a lo que ocurrió tras el holocausto del 9/11.
¿Cómo negociar la paz con una horda de asesinos? El Islam no es una religión de la paz. Su inspirador Mahoma fue un guerrero despiadado cuyo símbolo fue la cimitarra, no la cruz. Él y el Corán no predican el amor, sino la conversión forzada de infieles, amenazada su resistencia con la muerte.
Por desgracia, en el campo religioso también pretende imponerse la regla de la igualación. Todas las religiones son iguales, es la nueva prédica, que incluso llega desde el Vaticano con el Papa Francisco. Hace poco convocó al jefe de la Autoridad Palestina y al Presidente de Israel para que juren amarse entre sí en su presencia y el resultado fue la guerra de Gaza que duró cinco semanas.
Algo parecido está ocurriendo en Colombia con el presidente Juan Manuel Santos, que prometió y no cumplió con seguir con la política de derrotar a las narcoguerrillas de las FARC. Como ministro de Defensa de su antecesor Álvaro Uribe, Santos tenía el campo despejado para lograr la capitulación final de la narcoguerrilla, que ha azotado a Colombia desde hace unos cincuenta años.
Pero prefirió negociar. Lo ha estado haciendo desde hace dos años y en un territorio todo menos que neutral, Cuba. Parece que fracasará. Las FARC han secuestrado a un general y a un soldado, además de una abogada, “porque incursionaron en territorio enemigo” o “zona de guerra”, como ellos la llaman.
Un anterior presidente, Andrés Pastrana, concedió a los guerrilleros un territorio libre del tamaño de Suiza para que se movilicen con los narcos. El actual, Santos, negocia con el “enemigo” mientras éstos no han dejado las armas para negociar y, por lo visto, siguen muy campantes en sus áreas soberanas. ¿Obama aconseja a Israel que negocie de igual a igual con los jihadistas, como Santos con los asesinos narcotraficantes? ¿O como él con Teherán?
Cuando el terrorismo se mezcla con lo religioso, el conflicto se agudiza exponencialmente, como se observa con el Islam, ahora victorioso en su meta de expandir el califato del Isis por todo el Medio Oriente. No tiene en sus propósitos a un verdadero rival en Obama, siempre sinuoso en sus relaciones con ese credo. Muchos de sus asesores pertenecen al CAIR, organización musulmana que los mismos árabes la han calificado de terrorista.
No. No todas las religiones son iguales. Al menos las Judeo/Cristianas y las Islámicas no pueden ser más incompatibles. No cabe parangón alguno entre un pedófilo que predica la violencia y alguien sacrificado por predicar el amor. Como tampoco es dable equipararlas con el mormonismo, cuyo fundador Joseph Smith tuvo (es ahora versión oficial) cuarenta mujeres, muchas de ellas casadas (lo que le convierte en adúltero) y una menor de edad (que lo condena por pedófilo, como Mahoma).
No comments:
Post a Comment