Thursday, August 2, 2007

EL FRACASO DE LA IZQUIERDA EN EL ECUADOR

Por Franklin López Buenaño
PhD en Economía

Un connotado periodista, Emilio Palacio, de El Universo pregunta si alguna vez ha gobernado la izquierda en el Ecuador. Algún historiador le contestó que ¡nunca! Esta aseveración invita primero a definir qué es la izquierda y segundo revisar la historia ecuatoriana para confirmarla.
Es verdad que hay varias vestimentas que adornan el socialismo, desde su extremo – el marxismo-leninismo – hasta la izquierda socialdemócrata de los liberales estadounidenses o laboristas británicos, pero hay un factor común: la redistribución de riqueza o ingresos con el expreso propósito de reducir las desigualdades sociales. Pero no es el resultado – la reducción de la desigualdad -- lo que determina si las medidas son socialistas o no, si no las maneras en las que se lleva a cabo esta redistribución. Porque son las políticas redistributivas las que caracterizan las diferentes versiones de la izquierda. En el extremo comunista, se elimina la propiedad privada de los recursos que pasan a ser administrados por el estado. En el socialista radical se incauta – con o sin compensación -- la propiedad privada, como en la reforma agraria o mediante la nacionalización de las industrias. Mientras que en la socialdemocracia se utiliza el impuesto a la renta con tasas progresivas (el que más gana más paga).
Los albores del siglo XX
Aunque la izquierda ecuatoriana pretende reivindicar la memoria de Eloy Alfaro como de “izquierda”, su revolución fue esencialmente “liberal”. Si bien Alfaro un liberal jacobino y tuvo tendencias autoritarias, las transformaciones sociales de la revolución fueron hechas por Leonidas Plaza Gutiérrez, a quien nadie se atrevería atribuirle de haber sido de “socialista”. Igual a Juan Montalvo, quien conoció y participó en la comuna de París (la cuna del comunismo) y rechazó abiertamente cualquier esquema de expropiación de propiedad privada. Es por ello que ningún socialista ecuatoriano se atreve a proclamar a Montalvo como socialista, a pesar de haber sido uno de los grandes precursores de la lucha por los derechos de los indígenas.
El otro gobierno importante de las primeras décadas del siglo XX es el de Isidro Ayora. A pesar de que en su gobierno se dan los primeros pasos hacia un sistema estatal de seguridad y previsión social y un incipiente código laboral, su gobierno más bien se caracteriza por haber establecido una fuerte estabilidad monetaria y financiera, a través de un banco central autónomo y supervisión bancaria. El único episodio de izquierda, en esta época, es el protagonizado por el General Alberto Enríquez. Gobierno que pasa sin pena ni gloria.
La etapa liberal
Pero la gran etapa “liberal”, aunque efímera porque apenas duró doce años, es la que se inicia con Galo Plaza Lasso y con su gobierno se avienen doce años de estabilidad, prosperidad y paz. A Plaza le sucede José María Velasco Ibarra, se autoproclama “liberal del siglo XVII”, y a pesar de sus tendencias populistas y su magnífica habilidad para mimetizarse con la audiencia, lleva a cabo un gobierno muy similar al liberal de Plaza y logra terminar su período presidencial (el único en su accidentada carrera política). Si Plaza fue “liberal”, Camilo Ponce Enríquez fue “conservador”. El socialismo ha sido tan exitoso que pocos dan crédito a esta época, cuando el sucre era una de las monedas más fuertes de América Latina y más dura que la peseta española. Tasas de crecimientos del ingreso per cápita que bordeaban el 10 por ciento, inclusive en algunos años alcanzó el 12 por ciento. Lamentablemente, el cepalismo y el socialismo comenzaron su carrera ascendente y esta etapa liberal pasó al olvido.
La ascendencia del socialismo
Para poder financiar el gasto “social”, los gobiernos populistas de izquierda recurren a la emisión de dinero. Velasco Ibarra, muy ufanamente un día sostenía que “no tiene sentido tener una moneda sana y pueblo enfermo”. Procedió entonces a enfermar (devaluar) el sucre y esta medida se puede concebir como el primer gran paso a la izquierda.
La dictadura militar que tomó el poder en 1963 prácticamente se volcó a las recetas de la CEPAL, se estableció la Junta de Planificación, se “modernizó” del Código Laboral. A lo largo de estos años, Carlos Julio Arosemena instituyó el décimo tercero, décimo cuarto, décimo quito y décimo sextos sueldos. Se creó el Centro de Desarrollo (CENDES), el Fondo de Preinversiones (FONAPRE), se dio impulso al Banco de Fomento y se creó la Corporación Financiera Nacional así como una serie de organismos “tecnocráticos” para “dirigir” la economía.
En la década de los 70 se acentuó la influencia de la CEPAL a través del Pacto Andino y la política de sustitución de importaciones. Se inventaron los “depósitos previos a las importaciones”, tasas de cambio para diversos productos, incautación de divisas, todas estas medidas con el propósito de corregir las fuerzas “inequitativas” del libre comercio y del mercado. Siguiendo las prescripciones cepalinas se nacionalizaron las telecomunicaciones, la generación y distribución de energía eléctrica y algunas actividades financieras como los seguros.
El descubrimiento del petróleo y los ingentes recursos que comenzó a recibir el gobierno, acentuó la intervención estatal. Se nacionalizó el consorcio Texaco-Gulf y se fundó CEPE. El número de ministerios que en la etapa liberal eran apenas ocho comenzó a crecer, crecimiento que continúa hasta nuestros días. No podemos ignorar que fue en esta época cuando se estableció el cogobierno estudiantil en las universidades, se eliminaron los exámenes de ingreso, todo en nombre de la “democratización” de la educación. Tampoco podemos soslayar el crecimiento de la deuda externa para financiar la intervención masiva del gobierno en todos los ámbitos de la economía.
Solidificación de la izquierda en el poder
Según Rafael Correa en el inicio del último período democrático se originó la “larga noche neoliberal”. Pero, ¿no fue Jaime Roldós de izquierda? Su sucesor, Osvaldo Hurtado, sostenía tesis socialistas como el comunitarianismo, teoría muy cercana al comunismo, con la diferencia que la propiedad en lugar de ser del estado era de comunas civiles. (Hay que advertir que el Hurtado de hoy no es ideológicamente el mismo de ayer). Después de León Febres Cordero, a quien se le puede dar el beneficio de la duda porque todos dicen que su gobierno fue de “derecha”, le sucedió Rodrigo Borja. ¿No se llama su partido “Izquierda” Democrática? No podemos olvidar que el “neoliberalismo” comenzaba a tomar cuerpo en América Latina y Carlos Menem, durante un memorable partido de tenis con George Bush (padre) en Costa Rica, le dio lecciones sobre los beneficios de la apertura comercial, pero Borja – muy conciente de su socialismo democrático – no se dejó convencer. No obstante, Correa y sus adláteres no perdonan que Borja supuestamente haya permitido seguir viviendo la larga noche neoliberal. No por nada, este período se conoce como “febresborjismo”. Llega entonces el inmovilismo de Sixto Durán Ballén porque su gobierno no es de izquierda ni de derecha, a pesar de que Sixto decidió dar “segundas oportunidades” a las empresas estatales que ya desde entonces acusaban serios problemas de ineficacia y deshonestidad.
Por supuesto que los defensores de la izquierda “pura” niegan que Abdalá Bucaram haya llegado a ser presidente por “la fuerza de los pobres”. Según ellos, su izquierdismo no es otra cosa que una pantalla para justificar su populismo y su afán de lucro o el de sus amigos. Le reemplazó Fabián Alarcón, “inmóvil”. Jamil Mahuad fue miembro fundador de la Democracia Popular y coideólogo del Hurtado comunitarianista. A Gustavo Noboa, no se le puede atribuir lo de izquierdista, porque se rodeó de personajes de la derecha, aunque no faltó un Jorge Gallardo, ex-ministro de Borja.
Bueno ¿y qué decir de Lucio Gutiérrez? Llegó al poder apoyado por la izquierda del centro y del extremo. Afortunadamente, una vez en el poder “sufrió” (según los “forajidos” izquierdosos) de racionalidad, a la Fernando Henrique Cardoso o Lula da Silva, y no cometió “torpezas”, aunque su administración no fue un dechado de democracia ni de pulcritud. ¿Alfredo Palacio neoliberal? En su administración se reformó la ley de hidrocarburos dando más poder al gobierno y se eliminó prácticamente la tercerización. Si eso es ser neoliberal, los ecuatorianos vivimos en Marte.
Finalmente, llegamos al gobierno de Rafael Correa. Emilio Palacio sostiene que la presencia de Rosanna Queirolo (ex asesora de Álvaro Noboa) y Alexis Mera (antiguo colaborador de León Febres Cordero) en la lista de Alianza País, así como la salida de Alberto Acosta (el izquierdista más honesto que Palacio ha conocido) son muestras de que Correa no es de izquierda pura. ¡Tremendo desatino! Porque la crema y nata de los socialistas ecuatorianos están en este gobierno. El vicepresidente, Lenín Moreno (basta el nombre para darnos una pista), Ricardo Patiño, Fander Falconí, Eduardo Valencia, Leonardo Vicuña -- para mencionar unos pocos -- son connotados economistas de izquierda, colaboradores asiduos de La Insignia, y La Jornada, conocidos diarios socialistas iberoamericanos. Los grupos de choque del MPD son factores constantes en las apariciones de Correa. No podían faltar en un gobierno de izquierda ambientalistas radicales como Ana Albán, ministra de ecología o María Fernanda Espinosa, canciller. Tampoco defensores de los derechos humanos como Alexis Ponce. Guadalupe Larriva, difunta ministra de defensa, era presidenta del Partido Socialista Ecuatoriano, su sucesora fue dirigente de la Unión Nacional de Educadores, y todos sabemos que la UNE es el brazo del MPD en el área educativa. Mauricio Dávalos y Carlos Vallejo fueron colaboradores del gobierno de Hurtado y, a diferencia de éste, jamás remozaron sus ideas.
Conclusión
La ironía más grave en toda esta historia es la calificación de “neoliberal” a los gobiernos de las últimas décadas, cuando lo que hemos vivido es un camino desbocado al socialismo. Más del 60 por ciento de la economía ecuatoriana está intervenida o administrada directamente por el gobierno. Todos estos años hemos sufrido el flagelo del control de precios, o de subsidios mal administrados, de intervención en la banca o en las empresas, de un sistema tributario progresivo y oneroso. La educación, la seguridad social, los programas sociales, las aduanas, el registro civil son todo un desastre. No existe un solo programa de gobierno al que se pueda calificar siquiera de “regular”, son malos o pésimos. Y, sin embargo, ¡no son fracasos de la izquierda!
¿Por qué Palacio y otros quieren negar el izquierdismo de Correa? Porque se aferran a la idea del monopolio de que la izquierda “se preocupa de los pobres”. Dice Patricio Crespo Coello: “… el primer deber de un líder, más todavía si es izquierda (énfasis mío), es lograr el desarrollo para beneficiar a los más pobres”. ¿Por qué tiene que ser el líder de “izquierda”?
Como los últimos 28 años de democracia no han resuelto el problema de la pobreza, entonces, “no han sido de izquierda”. He ahí la falacia y el engaño. El problema de la pobreza y de la desigualdad del ingreso se debe precisamente a que desde la década de los 70 hemos seguido el recetario de la izquierda: la utilización del poder del estado para justificar los fines “altruistas”. En mi anterior entrega, demostraba justamente que el socialismo no es el camino para beneficiar a los pobres. El desarrollo que verdaderamente beneficia a los más pobres es el capitalismo y la evidencia es más que contundente.

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