La lectura de las nuevas regulaciones bancarias inducía inicialmente a creer que se trataba de otra de las desastrosas medidas intervencionistas del presidente Correa en el sector privado del Ecuador. Pero en su alocución radial de ayer, el mandatario las condenó.
Un editorial de El Comercio de hoy aclara la situación. La Junta Bancaria fue intervenida a medias por el actual gobernante y hoy flota a la deriva, lo que explica que haya adoptado tan absurdas medidas para desalentar el ahorro público en el sistema bancario privado.
Entre los autores de las medidas figura el nombre de Rodrigo Espinosa. ¿Es el mismo personaje que ha desempeñado cargos de ministro de Finanzas, gerente del Banco Central y que fuera el economista favorito de los militares para recaudar cuantiosos fondos del fisco?
No se entiendo cómo estos expertos recomienden (porque la proposición no está aprobada definitivamente) que se grave a los cuentacorrentistas por abrir cuentas corrientes, que se les cobre por indicar el estado de cuenta de sus dineros, por utilizar cajeros automáticos, por bucear en el Internet con similares propósitos.
La regla es general, por lo cual grandes y pequeños ahorristas tendrán que pagar igual. Eso no sucede en países mejor organizados como los Estados Unidos, donde los millares de bancos ofrecen distintas opciones para las grandes corporaciones y millonarios y para los ahorristas menores, que no pagan nada.
Los bancos privados hacen negocio con el dinero que le confían los ahorristas. Si son ahorros a plazos diversos, los ahorristas reciben intereses por sus depósitos. Con las cuentas corrientes, el negocio del banco es acumular esos capitales para cederlos en préstamo a los usuarios, que por ello les pagan intereses. Las ganancias y beneficios son mutuos.
Consecuentemente, si al depositante de cuentas de ahorros y corrientes les van a cargar por el hecho de confiar su dinero a los bancos, es obvio que muchos se desalienten y busquen, o bien prescindir de los bancos nacionales y hacer depósitos en el exterior, o no utilizar los bancos los cual es un peligro para el dueño de los dineros y perjudica al ahorro general.
A la final, el responsable principal de la desestabilización del sistema bancaria es Rafael Correa, que se ha pronunciado en incontables ocasiones en su contra. Quiere eliminar al Banco Central y lo está consiguiendo y quiso intervenir directamente para regular qué es lo que deben y no deben ganar los bancos en todas sus operaciones crediticias. Lo está consiguiendo a medias.
La meta de Correa sigue siendo apoderarse de la Asamblea Constituyente cuyos 130 delegados serán elegidos a fines del próximo mes. Si las elecciones amenazan con no serle favorables, es probable que manipule de alguna manera para modificar los resultados o para ingeniarse algún método para alcanzar su propósito central: absorber poderes, a través de una constituyente dócil o mediante alguna fórmula resultante de la asesoría de Venezuela y Cuba.
Tanto Rafael Correa como Hugo Chávez y allá en el Caribe Fidel Castro, entienden muy bien que los partidos políticos en estos países están desechos y que la marcha hacia la consolidación de sus dictaduras caudillistas muy difícil podrá ser detenida por movimientos civiles, organizados o no como partidos. Estamos observando eso en Venezuela.
Por tanto, la única opción de freno que potencialmente pudieran encontrar está en manos de los militares, como ha ocurrido en incontables ocasiones en la frágil historia de la democracia en esta región del tercer mundo. Cuando los líderes civiles elegidos popularmente han fracasado en sus gestiones degenerando en dictaduras, los militares han tenido que intervenir para “rescatar” a la democracia y reiniciar una vez más el proceso de restauración.
De ahí que Chávez, con su discípulo Correa y adoctrinados por el maestro fantasma de Cuba se hayan dedicado a adular a los militares para conseguir su respaldo. En Venezuela han ido algo más lejos al formar guardias nacionales como las revolucionarias de Irán que están listas para dar su respaldo armado inmediato a Chávez, como guardias de choque nazis, en caso de que hubiese división en las fuerzas armadas.
En el Ecuador Correa está entregando millones y millones de dólares a los militares para que construyan y reconstruyan carreteras, puertos, administren aduanas, aerolíneas y llegará otra lista de más y más inversiones que usualmente deberían estar en manos del sector privado. A los militares, además, Correa quiere darles un papel político más abierto, según lo declaró la ministra de Defensa: (Lo que dijo la ministra:‘Nosotros queremos unas Fuerzas Armadas modernas y profesionales , y al mismo tiempo que tengan decisión política’.
Según la tan irrespetada Constitución vigente, la institución militar está destinada a garantizar la seguridad interna e internacional del Ecuador. No a rivalizar con la empresa privada, ni aún con el pretexto de combatir la corrupción. Y, peor, tener “decisión política”, algo que compete exclusivamente a la población civil a través de sus representantes legales en las tres ramas de un gobierno democrático. Una voz de alerta al respecto la consigna el columnista de El Universo en un artículo que se publicó días atrás.
Si no bastan los razonamientos contra el caudillismo expresados en incontables ocasiones por los columnistas y comentaristas de los distintos medios de comunicación social, a los que el jefe actual de Gobierno no cesa en atacar y humillar y si tampoco los partidos políticos cobran fuerza para evitar la avalancha del correismo, las miradas de socorro nuevamente estarían dirigidas a las fuerzas armadas, como fuerzas dirimentes.
El atolladero, no obstante, no tendría salida si Correa persiste y triunfa en sus intentos por corromper a la institución militar mediante coimas multimillonarias y prebendas afines. Ecuador estaría en ese caso, como Venezuela, en tránsito hacia una larga y oscura dictadura que solo terminaría con grandes sacrificios económicos y, quién sabe, también humanos.
Sombrías son estas reflexiones, tanto más si coincide hoy con el aniversario de la votación de 1934 en Alemania que le otorgó plenos poderes al austriaco Adolfo Hitler. Los resultados le favorecieron 9 a1, incluidos los votos de judíos atemorizados y comunistas entusiastas. Todos, o casi todos, votaron por él. Como todos, o casi todos, están ahora con Correa en el Ecuador. En el caso de Hitler, se desencadenó una segunda guerra mundial para frenarlo en su desquiciada carrera dictatorial. Lo de Chávez y Correa es todavía una incógnita. El diario The New York Times publicó así la noticia sobre las elecciones en Alemania.
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