Por Patricio Crespo Coello
(Réplica a un comentario de Franklin López)
El ambiente está crispado contra el socialismo, y se podrían llenar más páginas con fracasos, en continuación al interesante artículo del señor Franklin López Buenaño. Pero también se pueden llenar páginas con éxitos de las ideas socialistas. Claro está, si circunscribimos el análisis a los regímenes totalitarios de inspiración estalinista, sin duda hay que coincidir con el señor López. Pero la historia del socialismo es mucho más compleja y amplia.
Solo en el campo de los derechos laborales, es impresionante el avance de las sociedades occidentales en cuanto a mejores condiciones de trabajo para el empleado. Y esto es también producto de las luchas sindicales amparadas por partidos socialistas de todo el mundo. O, para no ir más lejos, las conquistas logradas por los pueblos indios del Ecuador en apenas 5 décadas. Si alguna vez se vuelve a hojear la novela Huasipungo de Icaza, se notará claramente que existen cambios notables respecto a cuestiones elementales atinentes a la dignidad humana del indio. Entre otros factores, estos cambios fueron producidos gracias a ideas liberadoras y progresistas de izquierda, algunas de ellas inspiradas en la fe cristiana de los propios pueblos y nacionalidades aborígenes, pero también en las ideas socialistas contemporáneas.
No hay sociedad avanzada en el mundo que no tenga sistemas redistributivos de la riqueza, eficaces y al mismo tiempo que estimulen el desarrollo de los mercados. De algún modo se podría decir que la derecha actual se caracteriza por enfatizar más en la libertad económica, mientras que la izquierda actual prioriza de algún modo la justicia social. Para la primera, la justicia es un producto de la libertad económica. Para la segunda, para que existan mercados eficientes capitalistas, es necesario un sistema redistributivo. Y lo interesante del caso, a mi modo de ver, es que las dos tendencias pueden tener razón y que es en la democracia en donde deben empatar estas fuerzas y así generar el mayor bienestar posible para la población. Demás está mencionar que las sociedades capitalistas altamente avanzadas poseen sistemas de subsidios tremendamente onerosos y que dichas sociedades no fracasan por aquellos subsidios, al contrario, gracias a estos sistemas garantizan su reproducción como sociedad de libre mercado. Por supuesto, los subsidios ocasionan distorsiones, pero existen precisamente para evitar distorsiones mayores.
El Ecuador es un país con muchas y profundas fracturas: étnicas, regionales, económicas y culturales. La construcción de la representación política requiere de un entendimiento o de un reconocimiento de estas fracturas. Para colocar el tema en forma gráfica o esquemática: si Álvaro Noboa hubiese ganado la presidencia probablemente este momento no tendríamos contracción económica, pero al mismo tiempo seguro que el país estaría bloqueado por cientos de organizaciones sociales que no se sentirían representadas en el poder y que buscarían en las calles y vía bloqueo mayor presión para lograr reivindicaciones especialmente económicas. Con Correa, en cambio, tenemos contracción económica y las fuerzas del MPD (a los tiempos…) no han convocado a ninguna huelga o movilización.
Pues bien, algún momento tenemos que llegar a un acuerdo o a un proceso de concertación entre la izquierda y la derecha. Por ejemplo, por el lado económico estableciendo las garantías jurídicas necesarias para la libre empresa, la inversión extranjera, la apertura de los mercados y la suscripción de tratados de libre comercio. Por el lado social, garantizando la efectiva exigibilidad de los derechos a la educación, la salud y la seguridad social de todos los ecuatorianos. Lo cual implica una lógica de Estado que garantiza un sistema equitativo de oportunidades. Para que esto sea posible se requiere de un sistema impositivo moderno y eficiente (el SRI fue un gran paso hacia delante en términos de modernización del Estado).
La concertación chilena se encaminó, más o menos, por esta vía y los logros del país son notables.
Para ir en este camino se requiere de una nueva izquierda en el Ecuador. Una izquierda que reivindique la libre empresa. Una izquierda que comprenda que la globalización es un hecho histórico que en mercados tan pequeños como los nuestros, nos obliga a mayor apertura. Una izquierda que aplique las normas básicas de una disciplina fiscal, condición elemental para garantizar servicios de calidad para los más pobres. En definitiva, una izquierda que supere ampliamente los vicios esquemáticos, noveleros y autoritarios del presidente Correa.
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