La Cámara de Representantes del Congreso de los Estados Unidos aprobó ayer una resolución por la que supuestamente se conmina al comandante en jefe las fuerzas armadas de esta nación a declarar perdida la guerra contra el terror y ordenar la retirada de las tropas en Irak hasta febrero del 2008.
La resolución será analizada por el Senado, donde probablemente la negarán. Pero aún si las dos cámaras la aprobasen, el presidente GWBush ha anunciado que vetará cualquier interferencia en la conducción de la guerra por parte de los políticos de Washington. La única opción que les resta a sus opositores es cortar los fondos para la guerra, como en Vietnam.
E inclusive ante la hipótesis de esta decisión, la guerra no será cesada por Bush ya que tiene facultades ejecutivas para hacer uso de fondos emergentes que le permitirían financiar las acciones bélicas hasta más allá de su mandato, que expira en enero del 2009.
Su sucesor, aún si fuere demócrata, tampoco podrá sustraerse de la guerra y afrontar la decisión de declarar la capitulación, como en Vietnam. En el fondo y no obstante las encuestas probablemente mal interpretadas de buena o mala fe, la mayoría de norteamericanos respalda al presidente en sus esfuerzos de proteger a la nación contra un enemigo palpable e implacable, el terrorismo musulmán.
Lo que le desalienta a muchos es que la guerra se prolongue y con seguridad se aprobaría una acción más decidida del Presidente para autorizar los máximos recursos militares para derrotar al enemigo. Da la impresión y así lo revelan los expertos, que los soldados se defienden y atacan como maniatados, por temor a las críticas por excesivo uso de la fuerza por parte de la TV y el NYTimes,
La guerra contra el terrorismo no la iniciaron los Estados Unidos y sus aliados, sino los terroristas. Los ataques comenzaron mucho antes de la acción suicida que demolió las Torres Gemelas y parte del Pentágono, con más de mil muertos civiles.
La guerra antes y después del 9/11 no ha cesado. Los efectos se han registrado no solo en los Estados Unidos sino en Europa y Asia. No se han repetido dentro del territorio de este país por las medidas de seguridad, pero cualquier instante podría sobrevenir un grande y nuevo asalto, acaso con artefactos nucleares.
El terrorismo en Afganistán e Irak ni creció ni se multiplicó con la invasión de las fuerzas occidentales coaligadas. Simplemente fue revelado en toda su magnitud e intensidad. La alternativa frente al extremismo musulmán no es retirar las tropas, aceptar la derrota y, como algunos sugieren, escoger la alternativa de la negociación diplomática.
A los terroristas hay que liquidarlos, luego podría emerger la diplomacia para el establecimiento de reglas de juego para la paz. No antes. En otro estilo de hacer la guerra, la del nazismo, el inglés Chamberlain fue burlado por Hitler cuando fue a Munich a firmar un acuerdo de paz en 1938. En épocas más recientes, el palestino Arafat se burló de la diplomacia y dejó en herencia un Medio Oriente sumido en mayor terror, que se irradió con Hussein en Irak, los Talibán de Afganistán y sucesivamente en Líbano, Siria e Irán.
El presidente WBush fue claro en advertir que la guerra contra el terror sería penosa y prolongada. Lo dijo a pocos días del 9/11, el 20 de septiembre del 2001:
“Nuestra guerra contra el terror comienza con Al Qaeda, pero no termina allí…Esta guerra no será como las otras. Los norteamericanos no deberán esperar una batalla, sino una campaña muy larga, como ninguna otra que jamás hayamos enfrentado…Cada nación, en cualquier región, tiene que adoptar ahora una decisión. O están con nosotros, o están con los terroristas. De hoy en adelante cualquier país que albergue o financie al terrorismo será mirada por los Estados Unidos como un régimen hostil…La única forma de derrotar al terrorismo que amenaza contra nuestro estilo de vida será frenarlo, eliminarlo y destruirlo en donde quiera que esté…Les pido…paciencia en lo que será una larga contienda”.
Los críticos de la guerra contra el terror sostienen que hay inútil sacrificio de vidas humanas en Irak y Afganistán, luego de casi 5 años de guerra. Aducen que el inmediato retiro de las tropas facilitaría el cese de hostilidades en esos países y una hipotética concertación de la paz entre facciones rivales. Lo cual está reñido con la realidad.
Por cierto que la solución en esas regiones no es exclusivamente militar, sino política. Pero ésta no puede aplicarse sin seguridad. Y la seguridad en Irak, Afganistán y otros países de dentro y fuera de la región no se obtendrá mientras no sea doblegado previamente el enemigo: el terrorismo musulmán atizado por Al Qaeda y la ayuda de los regímenes de Irán, Siria y la ambigua Arabia Saudita.
No es verdad que en Irak haya una guerra civil, como la hubo en la España de 1936. No existen bandos opuestos en pro o en contra del gobierno de Maliki, elegido por votación popular. Lo que allí hay es el terrorismo que busca la zozobra del régimen democrático para sustituirlo por una teocracia medieval.
La estrategia es causar desconcierto y caos mediante el terror, con el estallido de bombas de suicidas que matan no a soldados yanquis exclusivamente, sino a árabes inocentes, ancianos, mujeres y niños.
Los plañideros no están preocupados en terminar la guerra para evitar muertos. Su objetivo es debilitar al presidente GWBush e presionarlo para que renuncie antes de ser interpelado, como Nixon. Si su pesar por las muertes fuera sincero, condenarían a los verdaderos causantes de los asesinatos colectivos: los árabes extremistas, no GWBush ni los Estados Unidos.
Cuando las tropas norteamericanas fueron obligadas por el Congreso de USA a capitular y huir de Vietnam, la masacre en ese país, Laos y Camboya adquirió niveles indecibles con casi 3 millones de víctimas. Los John Kerry, Jane Fonda y roqueros de moda que organizaban actos y cánticos por la paz, nada dijeron.
Si las tropas de la Coalición claudican en Irak y se retiran, sucederá algo igual y los “pacifistas” de ahora, como antes, nada dirán por el reguero de sangre y de cadáveres que sobrevenga.
Con el agravante de que Mahmud Ahmadinejad de Irán continuará con libertad inclusive mayor a la que ahora tiene para desarrollar armas nucleares con las que iniciará la limpieza del poder infiel, primero borrando del mapa a Israel, como lo tiene prometido y luego extendiendo sus tentáculos hacia Europa y los Estados Unidos. Lo ha hecho ya con armas convencionales, fácil imaginar los resultados con las nucleares.
En cuanto a la posibilidad de un hipotético armisticio, como el que se lograra en Corea también por presión de los políticos, los resultados están a la vista más de media centuria más tarde. En el norte sobrevive un atroz régimen comunista con potencial poder bélico nuclear, que atemoriza a la humanidad.
Las guerras, de otro lado, no se las hace ni gana sin muertos ni heridos. Pero son inevitables cuando hay que responder a la agresión. Ahora se lamentan los pacifistas por las 3.600 víctimas en el Irak. Una sola muerte, un solo herido en el campo de batalla, es conmovedor, sin duda. Pero es el precio que hay que pagar para derrotar al enemigo.
En Vietnam hubo 60.000 muertos, en la II Guerra Mundial cerca de medio millón y en la Guerra Civil americana 618.000. Alguien ha hecho un análisis: en Irak, en 42 meses, han muerto en combate 3.600 soldados de 230.000 que ha habido allí de promedio, lo que equivale a 60 decesos por 100.000.
En la capital, Washington DC, en el mismo lapso, hubo un promedio de muertes por armas de fuego del 80.6 por cada 100.000 habitantes, lo que es indicativo de que en esa ciudad hay un 25% más de probabilidades de morir de un disparo que en el Irak. Conclusión: hay que irse…pero de Washington!
Nixon, heredero de la guerra de Vietnam de sus predecesores demócratas, estaba en vías de llegar a una suerte de armisticio con los Vietcong para evitar la vergonzosa derrota que orquestaban por los políticos de Washington. Pero todo se derrumbó con el escándalo de Watergate y a la postre, tras su renuncia, se plasmó la capitulación con Ford.
A GWBush se lo acosa por todos los flancos para originar otro Watergate (si este delito de espionaje político lo hubiera cometido un Clinton, el NYTimes lo hubiera mencionado en 4 líneas en sus páginas interiores). No lo han logrado aún y Bush permanece imperturbable e inflexible en sus principios.
Se lo quiere interpelar por el delito de mantener una guerra contra el enemigo de los Estados Unidos, el terrorismo internacional. Y por otros asuntos, como el de nombrar y cancelar con libertad a los abogados de la Procuraduría del Estado tal como lo dispone la Constitución. O de ordenar el contraespionaje para prevenir las acciones de los terroristas por supuestamente violar leyes de privacidad.
Los intentos de la oposición han fracasado hasta ahora. Lo que ocurrirá en el futuro dependerá mucho de la conducción de la guerra, pero existen indicios que los medios ignoran sobre los notables progresos en lo táctico y político en Irak, Afganistán e incluso en Pakistán y Medio Oriente.
Si la guerra la ganan los norteamericanos y sus aliados, los demócratas y los grandes medios de que con ellos aquí se identifican, sufrirán un gran revés en las próximas elecciones del 2008.
El castigo de los votantes podría involucrar también a los republicanos que a última hora quitaron su respaldo a GWBush no solo en la guerra sino en leyes tan transcendentes como las de migración y seguridad social. La incógnita se irá dilucidando más pronto que tarde.
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