Sunday, February 18, 2007

LA SOCIEDAD SOBRE LOS MERCADOS

El dúo Correa/Patiño, o sea el presidente ecuatoriano y su ministro de Finanzas o Economía, ha reiterado la promesa de encauzar al Ecuador en el socialismo bolivariano del Siglo XXI con el cual espera derramar la felicidad a manos llenas a los ecuatorianos inspirado y guiado por presidente Hugo Chávez de Venezuela.
La idea que tienen él y los suyos del socialismo chavista es muy confusa. El presidente Rafael Correa, que ostenta un PhD en Economía en una de las buenas universidades de los Estados Unidos, acaba de repetir que para conseguir ese socialismo “hará que la sociedad se sobreponga al mercado”. ¿Qué quiere decir con ello?
Aparentemente él y Patiño creen que el mercado es alguna maldición impuesta por los Estados Unidos para extraer los recursos de los países del tercer mundo, entre los cuales tiene destacada ubicación el Ecuador, a fin de hacer cada vez más ricas a las naciones imperialistas del primer mundo.
Añade Correa que la del Ecuador “es la sociedad más desigual del mundo” y que para igualarla “hay que cobrar más a los ricos (a los que califica con su jerga costeña como los “grande pelucones”) para subsidiar a los pobres”. En definitiva, se considera un Robin Hood del Ecuador para robar a los ricos para dar a los pobres.
Lo cual implica, por cierto, si no robar si poner más impuestos a los ricos para supuestamente favorecer a los pobres. Eso nunca se ha concretado. El alza de los tributos a los ricos jamás significa una transferencia automática de tales recursos a los pobres. La vía intermedia es el gobierno y esos recursos, por lo general, se quedan en el gobierno y su burocracia.
Pero aún si esa transferencia se diera, no generaría más riqueza a los pobres. El mismo Correa acaba de aumentar los bonos limosna de l5 a 30 dólares por mes para los “pobres”. La limosna no es inversión, no es por tanto productiva. Es un gasto inútil que se pierde en la alcantarilla, con costo para el contribuyente y sin beneficio real para el usuario.
Lo mismo ocurre con los subsidios, que consumen más de un tercio del total del presupuesto del Estado. No solo no beneficia a los pobres ni les significa un alivio a sus condiciones de vida, sino que gran parte va a beneficiar a los de altos recursos, por múltiples vías que esquivan la ley.
El mercado no es una entelequia. Existe en las sociedades capitalistas, en las comunistas, en las del tercero, primero, segundo o cuarto mundo. No es una fantasía, es simplemente un ambiente de encuentro entre seres humanos en el cual unos ofrecen un bien o servicio, a cambio de otro bien o servicio del interlocutor. Con la evolución del tiempo, esas transacciones se han facilitado con un bien de intercambio universalmente aceptado, el dinero.
La experiencia histórica ha comprobado que el mercado funciona mejor si hay una mayor libertad en las transacciones, es decir, entre la oferta y la demanda. Cuando hay escasez de un bien o de un servicio, crece la demanda por ellos y viceversa. Cuando se habla de sobreponer la sociedad sobre el mercado, se habla vaciedades. El mercado es la sociedad, la sociedad es el mercado.

En sociedades primitivas e inclusive en las actuales, el mercado se concreta en una plaza pública en la que se concentran los productores de un bien, como un alimento y quienes aspiran a adquirir ese bien. Cuando las relaciones adoptan una modalidad compleja se crean supermercados, bancos, lonjas, bolsas de valores.
Acaso lo que quiere Correa es convertirse él, con Patiño y sus muchachos, en el gran árbitro del mercado. Como Chávez en Venezuela. Con él los precios no serían fijados por la oferta y la demanda, sino por su compasiva visión de la sociedad. Si el arroz y las papas o la carne escasean y por ello suben de precio, él frenará a dedo ese precio y lo limitará para que nadie sufra por un precio alto.
Eso no es nuevo en el Ecuador, ni en América Latina, ni en sociedades donde hay regímenes autoritarios. Pero los resultados son desastrosos. La falta de competencia desemboca en taponamientos tanto de producción como de oferta y consumo. Para evadir el tope irreal de precios de mercancías y servicios adviene el contrabando, el mercado negro que es, al final, mercado.
Quizás también Correa esté pensando en los abusos que pueden ocurrir dentro de una economía de mercado, por ejemplo por la presencia de monopolios, oligopolios y carteles. Pero la solución no es suprimir los mercados, que es un imposible, ni intervenir absurdamente en ellos para entrabarlo, sino regularlo.
La regulación y control de abusos en el mercado se da por la ley. En el Ecuador hay leyes para ello, pero no se aplican. El resultado no ha sido que el mercado haya sido malo (no es ni malo ni bueno, es humano) sino que muchos no han cumplido la ley y lo han distorsionado con al protección del Estado. El llamado neoliberalismo no se ha aplicado en el Ecuador.
El utopismo de la igualación de las sociedades por la fuerza, hay que repetirlo, induce al autoritarismo, no a la igualación. En Venezuela, pese a la imprevista alza en los recursos del petróleo, esa tendencia populista a igualar resultados ya ha conllevado una inflación cercana al 20%, escasez en la oferta de alimentos, aumento en las importaciones, caída en las inversiones y producción empresarial. En general, al aumento de la pobreza.
Para proteger su utopía, Correa afinca sus esperanzas de revolución en la asamblea constituyente, varita mágica a la que se llegará previa la consulta popular para convocarla en abril. La asamblea se reuniría en octubre pero ni él mismo está seguro de que le sea favorable. Nada difícil que, para entonces, los elegidos que lo respalden sean una minoría. En ese caso, anuncia que renunciará,
¿Por qué no renuncia antes? El columnista Patricio Crespo Coello escribe hoy en el diario Hoy un interesante artículo en el cual exhorta a votar por el NO en la consulta. Si prevalece el NO, no habría asamblea y Correa tendría que marcharse a casa antes. El columnista aconseja a Correa trabajar por el NO y gobernar con la Constitución actual. Lo contrario, dice, podría condenarle a un gobierno inestable, pleno de frustraciones por la imposibilidad de plasmar en realidad el cúmulo de sus propuestas utópicas.

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