Resulta irónico que en el Ecuador aparezca como líder de la oposición al presidente chavista Rafael Correa, nada menos que un ex coronel que fracasó como gobernante, al punto de tener que ser reemplazado por otro inepto, el médico Alfredo Palacio. La ironía revela, además, la ineptitud mayor de la clase dirigente en el Ecuador responsable de haber creado un vacío de poder que ahora está siendo llenado por improvisados, demagogos o utopistas como el actual gobernante. Es una repetición de lo que ha ocurrido en Venezuela. Cuando el Ecuador advino a la lista de países productores de petróleo allá por la segunda mitad del siglo XX y cuando a poco de ello el precio del barril comenzó a escalar de 2.50 dólares al doble, triple y más, el mal uso que se hizo de los excedentes petroleros desde un comienzo fue como en Venezuela. Solo que la diferencia de producción, ingresos, despilfarro y corrupción había que multiplicar por 10 en “favor” de Venezuela. El esquema sigue idéntico y ahora se suma a la similitud el hecho de que ha llegado al poder en el Ecuador un “chavito” que quiere imitar en todo a su “patrón” venezolano Hugo Chávez. Los epítetos y la analogía son del vicepresidente del Congreso del Ecuador, uno de los que integran el equipo opositor comandado por Gutiérrez. La comparación puede ser irritante para los admiradores de Correa, pero es cierta. Cuando Chávez llegó para acompañar a Correa en su cantinflesca posesión en un poblado indígena, el venezolano abrazó al ecuatoriano y lo calificó como su “muchachito”. En las escenas de TV Correa resplandece de alegría, gratitud y sumisión. Pero la escena es humillante pues refleja la realidad de la relación de Chávez con Correa. Y la de ambos, por cierto, con el inspirador mayor, el dueño de Cuba desde hace casi media centuria, Fidel Castro. La retórica de Chávez y sus allegados es la misma con pocas variaciones que la retórica de Fidel Castro, sobre todo entre los decenios de 1960, 1970 y hasta la caída y disolución del imperio soviético en 1989. Y la retórica de Correa y sus cercanos colaboradores, entre los que descuella el ministro de Finanzas Ricardo Patiño, es copia carbón de la retórica de Chávez. ¿Qué es lo que quieren Chávez y Correa (habría que añadir a Evo Morales de Bolivia para completar el trío) para sus pueblos? No hay necesidad de lucubrar ni hacer conjeturas. Ellos mismos lo han dicho con claridad y proclamado de manera oficial y persistente: quieren ir a un “socialismo bolivariano del siglo XXI”. La receta es milagrosa para alcanzar la felicidad a través de la igualación de resultados. Es una doctrina Robin Hood que parte de la creencia de que los pobres eran ricos, hasta que vinieron los ricos a robarles su riqueza y dejarlos pobres. Lo cual se aplica no solo al Ecuador sino a escala internacional donde, claro, la nación que más explota y depreda y que por ello es la más rica, son los Estados Unidos. Correa y los suyos predican, con prédica religiosa, que los Estados Unidos es la potencia mayor no por su sistema democrático y capitalista que no ha sufrido interrupciones violentas desde la fundación de la república en el siglo XVIII, sino por la explotación a las naciones pobres del planeta. Consecuentemente juzgan que para superar la pobreza en el tercer mundo hay que rechazar todo sistema capitalista que se asemeje al norteamericano. El capital (no el de Marx, cuidado) es el diablo, al cual hay que exorcizar y sustituir por la diosa del socialismo bolivariano del siglo XXI. Chávez tiene 10 veces más recursos en petrodólares que el Ecuador y le ha sido más fácil imponer su doctrina despilfarrando los fondos en dádivas paternalistas. Pero Correa no se ha quedado atrás. Con iguales objetivos exige al Congreso que le apruebe un presupuesto de casi 10 mil millones de dólares, un 14% más que el del 2006. De esa suma, casi la mitad (4.546 millones) se irá en gasto corriente, incluidos más de 3 mil millones de dólares en sueldos lo cual representa un aumento del 15.97%. Los subsidios, otro sistema opuesto a la sanidad fiscal, absorben más de 3 mil millones de dólares, un tercio del presupuesto. El déficit, de entrada, es de mil millones de dólares. Pero Correa, el compasivo con los pobres, aumentó de 15 a 30 dólares el regalo que dará cada mes a las 1.181.737 personas calificadas para recibirlo. ¿Quién los califica y en base a qué parámetros? Esta actitud limosnera trae al recuerdo la hacienda tradicional en el Ecuador, con un capataz repartiendo mendrugos a los cuasi siervos por orden del magnánimo patrón. Dentro del proceso de repudio al capital y el capitalismo, Patiño anuncia que no quiere nada con el Fondo Monetario Internacional y para cortar toda relación adelantará el pago de contado de una deuda de 22 millones de dólares otorgada para financiar déficit de balanzas de pago en distintos periodos. Los préstamos del FMI son al 2.7% de interés, los préstamos de gobierno a gobierno, del 4.1%. Patiño, el revolucionario (¿por qué no llamarlo “che” Patiño en memoria del Che Guevara zar de Economía en la Cuba “revolucionaria” y ahora que el régimen ya tiene a un Marx y un Lenín?) dice que para financiar el presupuesto, pedirá a Chávez un préstamo de 700 u 800 millones de dólares…al 7%. Ecuador y Venezuela han malgastado la riqueza petrolera y los gobiernos de ambos países, sin excepción, son responsables. Ello explicaría el fracaso de la dirigencia política y empresarial en los dos lados en los actuales momentos, que ha generado el vacío que ahora está siendo llenado por demagogos y mesiánicos. La Junta Militar del Ecuador llevó en procesión el primer barril de petróleo de la Texaco and Gulf al “altar de la Patria” en el colegio militar Eloy Alfaro. No hubo la suficiente protesta por lo grotesco de la acción. Todos reverenciaron al vellocino de oro. Con los nuevos ingresos, la dictadura pretendió a su modo establecer la “justicia social y distributiva” que ahora los Chávez y Correas. Construyó la refinería estatal en Esmeraldas para crear un “polo de desarrollo” en lugar de hacerlo en sitios de mayor demanda en Guayas o Pichincha. Con los excedentes, subsidió a la ciudad con desmedro del campo y la inversión agrícola. Se expandió una reforma agraria inconsulta y la migración se acentuó. El dinero extra del crudo, que se elevó con el alza impuesta por el cartel de la OPEP, sirvió para engrosar al Estado y su burocracia, no para fomentar una mayor apertura a la economía competitiva y una mejor distribución de las oportunidades para incrementar la riqueza nacional. En Caracas, las boutiques seguían las modas de cada estación como en París y Nueva York. En el invierno del Norte, las vitrinas de Caracas exhibían pieles y abrigos, aunque la temperatura era inalterablemente tropical. Si bien se creó un ente estatal petrolero ejemplar por su eficiencia hasta que llegó Chávez, en general la bonanza estimuló la corrupción y el aparecimiento de fortunas increíbles. Ni en Venezuela ni el Ecuador ha habido un sistema democrático capitalista y liberal en su verdadera acepción. El Estado siguió siendo el primer agente de la economía, frente a un débil y también sobreprotegido y no competitivo sector empresarial privado. El petróleo, la seguridad social, la educación, la energía, el transporte aéreo, las comunicaciones están en manos directas e indirectas del Estado y no son precisamente modelos de eficiencia ni generación de rentas. Lo que quieren Chávez y Correa es una transición de una intervención del Estado en la economía que ha probado ser obstructiva, a una intervención del Estado que sea mayormente obstructiva. En Venezuela, Chávez acaba de recibir de su asamblea ad-hoc la autorización para acelerar el proceso mediante los decretos leyes que aplicará a su capricho y sin discusión. En el Ecuador, Correa finca sus esperanzas revolucionarias en una asamblea constituyente. Ni él ni su ministro de la Política adelantan qué es lo quieren que la asamblea apruebe en concreto. Son muy listos. Si especificaran los propósitos cualquiera deduciría que se los podría conseguir con la Constitución vigente. Callan porque el objetivo es una asamblea incondicional que le otorgue a Correa suficientes poderes para “socializar” al país sin obstáculos de la oposición. La expresión de que la asamblea “va porque va”, dicha por una portavoz del régimen y que remeda la del bobalicón presidente Noboa, es elocuente. Tendrá su asamblea porque así lo ha prometido y porque está convencido que eso es lo que también el pueblo, “su” pueblo, lo desea. Una encuesta indicaba que “su” pueblo en verdad quiere la Constituyente. Pero hay que interpretar ese voto. La mayoría no comprende lo que es una asamblea, ni de trámites, ni de constituciones. Votó por la asamblea porque cree que la asamblea va a darle trabajo, riqueza y felicidad. Y porque a falta de líderes aptos se inclina por un líder demagogo que le ofrece felicidad a la vuelta de la esquina “pero siempre que se instale la asamblea”. El dilema ahora en el Ecuador es si se resigna o no a la asamblea constituyente, con o sin aprobación del Congreso. Desde el punto de vista de la lógica y la ley, son opciones contrapuestas. Si hay constituyente, no hay Congreso porque si de reformas constitucionales se trata, basta el Congreso. La alternativa de función a un mismo tiempo de Congreso y Asamblea Constituyente no existe en ningún punto de la Constitución en vigencia. Pero hay quienes consideran que la consulta y convocatoria son infrenables y que hay que admitir esa realidad y actuar con astucia para derrotar a Correa dentro de su propia propuesta. En esa línea parece estar Gutiérrez y acaso no le falte razón. Si la asamblea “va porque va”, al menos habría que esforzarse para que no caiga totalmente en manos de los correistas/chavistas. Ante lo cual, surge una duda adicional. ¿No sería ingenuo suponer que Correa, asesorado por su “patrón” Chávez, vaya a dejarse arrebatar la asamblea de los “politiqueros” a los cuales abruma sin cesar con los peores vituperios? |
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