Si Donald J. Trump lo quisiera, de un tajo podría acabar con las discusiones que traban a su gobierno acusado por una supuesta colusión con los rusos para llevarlo al poder en el 2016, en perjuicio de su rival Hillary Clinton.
Ha transcurrido más de un año y medio de su posesión, se han gastado más de veinte millones de dólares en investigaciones con tres comisiones y hasta ahora no hay ninguna prueba de la colusión atribuida por los demócratas de la oposición.
En un último esfuerzo por defender lo indefendible, la oposición hace piruetas verbales para tratar de justificar el espionaje en la campaña de Trump en el 2016 y durante la transición, que acaba de revelarse y que complica a quienes hoy investigan al Presidente y, más aún, a quien ordenó el espionaje, Obama.
Los medios de comunicación audiovisual y escritos no cesan de informar y especular sobre estos temas, con las desviaciones conocidas por parte de la mayoría de ellos que se alinea incondicionalmente con la izquierda demócrata, pro Obama/Hillary, anti Trump, globalista/socialista.
Los ex-altos funcionarios de las agencias de Inteligencia anti Trump arguyen que el espionaje fue tan fino y delicado que no cabe calificarlo como tal, sino más bien como una protección a Trump del mal influjo de los rusos. Algunos republicanos han dicho que el espionaje es lícito, pese a que la Constitución lo prohibe.
Del lado pro Trump se recuerda que Nixon cayó porque en el partido demócrata se implantó un micrófono espía. Que el espionaje se justifica contra enemigos del país por lo que deben aclararse los motivos por los cuales se ordenó espiar a Trump y quién ordenó. Aún así, la decisión de espiar "para beneficiarlo" debió serle notificado primero a él.
También se comenta que la preocupación "protectora" por Trump no se manifestó con la candidata Hillary, a la que no se espió ni "amigablemente". Y se insiste en saber por qué se la exculpó del uso ilegal de servidores en su domicilio y la destrucción de más de 30.000 emails cuando era Secretaria de Estado de Obama.
Todas las dudas podrían despejarse con una sola Decisión Ejecutiva de Trump: la desclasificación de documentos secretos sobre estos temas que se archivan en el FBI y en la CIA. El Presidente es el Jefe del Ejecutivo con atribuciones para terminar con la condición secreta de cualquier documento de Estado, si así lo cree de interés nacional.
Si Trump procediere, saltarían muchas perlas a la luz. Se sabría, por ejemplo, por qué Jeff Sessions se aferra al cargo de Fiscal General designado por Trump, pese a que éste lo ha repudiado por su recusación (negativa) a intervenir en la controversia sobre la colusión rusa. ¿Es acaso su misión aceptar humillaciones para proteger una investigación que solo perjudica inmotivadamente a Trump?
Se conocería, además, el teje y maneje de órdenes de Obama para proteger a Hillary en la campaña del 2016 por sus crímenes contra la seguridad nacional como Secretaria de Estado, que la habría descalificado en la campaña y acaso puesta tras de rejas. En la maquinación cooperaron el ex Director del FBI, James Comey y la ex Fiscal General, Loretta Lynch. (La que concertó el complot con Bill Clinton en un hangar).
Desde luego, se despejarían del todo las informaciones sobre el célebre "dossier" pagado por Hillary con acusaciones falsas contra Trump, entregado por el senador John McCain a la FBI y que justificó el espionaje a Trump y sus colaboradores. Esa maniobra mal hecha, en colaboración con rusos, era clara "colusión" nunca denunciada.
¿Qué otros "primores" podría descubrir y divulgar Trump, si lo quisiera? Por ejemplo, cómo y cuánto costaron los "leaks" o filtraciones deliberadas de las agencias de inteligencia a los medios "amigos" como el New York Times y The Washington Post, para publicar informes que pudieran hacer daño a Trump y su gente.
Si quisiera remontarse al pasado reciente, Trump podría develar el verdadero heroísmo de su encarnizado enemigo "republicano" John McCain en las cárceles de Vietnam, los verdaderos nombres y las verdaderas tramoyas de los asesinatos de los hermanos John y Robert Kennedy, Martin Luther King Jr. y tantos otro sucesos que han pasado a la historia con la versión que al "establishment" le ha convenido, pero que a la mayoría del pueblo no convence?
Thursday, May 31, 2018
Monday, May 28, 2018
SOBERBIO RECHAZO A SANTOS
Los colombianos acaban de asestar un soberbio segundo golpe al Presidente Juan Manuel Santos, al votar mayoritariamente por el candidato presidencial Iván Duque respaldado por el ex-Presidente Álvaro Uribe, quien ha sido un duro crítico de Santos por su capitulación ante los terroristas de las FARC.
Santos fue ministro de Uribe y juntos virtualmente habían derrotando militar y policialmente a la narcoguerrilla de las FARC y el ELN. Solo faltaban unos últimos toques para concluir su derrota y ello se esperaba con la elección de Santos como sucesor de Uribe en la Presidencia.
Pero para desconcierto de muchos, tras ganar las elecciones ampliamente Santos anunció que invitaría a las dos organizaciones terroristas a fimar un acuerdo de paz en La Habana, sin que jamás lo hubieran solicitado. Luego de largas negociaciones en la capital de ese país promotor del terrorismo, Santos finalmente concertó la paz con las FARC.
Pero, según se había estipulado el acuerdo debía ser ratificado por el pueblo en referendo. Este se realizó y pese a la presión oficial en favor de lo pactado, el voto popular fue negativo. No obstante, el mandatario desconoció el mandato y decidió manipular dentro del Congreso para validar el Acuerdo de Paz por sobre la voluntad popular contraria.
Las FARC recibieron así la dádiva de cinco puestos en cada una de las cámaras del Congreso sin elecciones y el derecho a participar en la vida política prácticamente con perdón y olvido de los crímenes cometidos durante más de cincuenta años: atracos, violaciones, secuestros, narcotráfico y chantajes.
No todos en las FARC aceptaron la dádiva de Santos y algunos continuaron con el terror en Colombia y en la provincia fronteriza de Esmeraldas, en el Ecuador. En este país, el ex-Presidente Rafael Correa los había declarado "luchadores por la libertad", junto con su Vicepresidente y ahora Presidente, Lenín Moreno. El ELN inició diálogos para un acuerdo de paz en Quito, pero fueron suspendidos y reanudados fuera del Ecuador.
El pueblo colombiano no ha podido olvidar ni perdonar los crímenes de la narcoguerrilla y así se explica que Duque haya obtenido el 39.1% de los votos frente al 25.1% de su inmediato seguidor (logrados sobre todo en Bogotá), Gustavo Petro, con quien irá a una segunda vuelta el 17 de junio.
Petro está identificado con la doctrina del socialismo del Siglo XXI inspirada por los hermanos Castro de Cuba, que ha hecho trizas a Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Ecuador. Es tan clara su posición izquierdosa que se espera que Duque ganará fácilmente la segunda rueda infligiendo una nueva derrota a Santos, que podría juntarse con Obama para relamerse juntos los trofeos Nobel de la Paz que les otorgaron sin justificación ninguna.
Con el enemigo no cabe negociar sin su previa claudación. Como lo hizo MacArthur con Hirohito en la II Guerra Mundial, o el General Grant con el General Lee al terminar la Guerra Civil. Las actitudes intermedias conducen al fracaso, como Truman con su Armisticio que dejó dividida a la Península de Corea. O esta claudación de Santos ante las FARC que iba a permitirles el control del país con el poder demoledor del norcodinero.
Donald J. Trump, conocedor de la Historia, no acepta soluciones a medias. Kim Jong-Un tiene que renunciar a su arsenal nuclear sujetándose al Acuerdo de Naciones Unidas o ser asfixiado militar y económicamente. Igual destino va para Irán. A Venezuela, cuyo gobierno se ha declarado enemigo de los Estados Unidos, se le aplicará no sanciones militareres sino otra muy efectiva: la asfixia económica y comercial, todo dentro de la ley.
Mientras tanto el acoso interno a Trump continúa por parte de sus opositores "progresistas", identificacados con un gobalismo socialista que Obama quería prolongar y perennizar con Hillary Clinton. Sobrevive aún la farsa de una supuesta colusión rusa para favorecerlo en las elecciones del 2016 y las evasivas para justificar el espionaje inconstitucional del FBI a la campaña de Trump por orden de Obama, rayan en lo ridículo.
La economía sigue boyante, la cumbre Kim Jong-Un/Trump se realizará el 12 de junio en Singapore como previsto, la embajada se ha instalado en Jerusalén, se han dado pasos firmes para reducir los efectos atroces de la legalización del aborto y el optimismo y fé en la nación han resucitado, al tiempo que se ha incrementado su respetabilidad en el orbe internacional.
Santos fue ministro de Uribe y juntos virtualmente habían derrotando militar y policialmente a la narcoguerrilla de las FARC y el ELN. Solo faltaban unos últimos toques para concluir su derrota y ello se esperaba con la elección de Santos como sucesor de Uribe en la Presidencia.
Pero para desconcierto de muchos, tras ganar las elecciones ampliamente Santos anunció que invitaría a las dos organizaciones terroristas a fimar un acuerdo de paz en La Habana, sin que jamás lo hubieran solicitado. Luego de largas negociaciones en la capital de ese país promotor del terrorismo, Santos finalmente concertó la paz con las FARC.
Pero, según se había estipulado el acuerdo debía ser ratificado por el pueblo en referendo. Este se realizó y pese a la presión oficial en favor de lo pactado, el voto popular fue negativo. No obstante, el mandatario desconoció el mandato y decidió manipular dentro del Congreso para validar el Acuerdo de Paz por sobre la voluntad popular contraria.
Las FARC recibieron así la dádiva de cinco puestos en cada una de las cámaras del Congreso sin elecciones y el derecho a participar en la vida política prácticamente con perdón y olvido de los crímenes cometidos durante más de cincuenta años: atracos, violaciones, secuestros, narcotráfico y chantajes.
No todos en las FARC aceptaron la dádiva de Santos y algunos continuaron con el terror en Colombia y en la provincia fronteriza de Esmeraldas, en el Ecuador. En este país, el ex-Presidente Rafael Correa los había declarado "luchadores por la libertad", junto con su Vicepresidente y ahora Presidente, Lenín Moreno. El ELN inició diálogos para un acuerdo de paz en Quito, pero fueron suspendidos y reanudados fuera del Ecuador.
El pueblo colombiano no ha podido olvidar ni perdonar los crímenes de la narcoguerrilla y así se explica que Duque haya obtenido el 39.1% de los votos frente al 25.1% de su inmediato seguidor (logrados sobre todo en Bogotá), Gustavo Petro, con quien irá a una segunda vuelta el 17 de junio.
Petro está identificado con la doctrina del socialismo del Siglo XXI inspirada por los hermanos Castro de Cuba, que ha hecho trizas a Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Ecuador. Es tan clara su posición izquierdosa que se espera que Duque ganará fácilmente la segunda rueda infligiendo una nueva derrota a Santos, que podría juntarse con Obama para relamerse juntos los trofeos Nobel de la Paz que les otorgaron sin justificación ninguna.
Con el enemigo no cabe negociar sin su previa claudación. Como lo hizo MacArthur con Hirohito en la II Guerra Mundial, o el General Grant con el General Lee al terminar la Guerra Civil. Las actitudes intermedias conducen al fracaso, como Truman con su Armisticio que dejó dividida a la Península de Corea. O esta claudación de Santos ante las FARC que iba a permitirles el control del país con el poder demoledor del norcodinero.
Donald J. Trump, conocedor de la Historia, no acepta soluciones a medias. Kim Jong-Un tiene que renunciar a su arsenal nuclear sujetándose al Acuerdo de Naciones Unidas o ser asfixiado militar y económicamente. Igual destino va para Irán. A Venezuela, cuyo gobierno se ha declarado enemigo de los Estados Unidos, se le aplicará no sanciones militareres sino otra muy efectiva: la asfixia económica y comercial, todo dentro de la ley.
Mientras tanto el acoso interno a Trump continúa por parte de sus opositores "progresistas", identificacados con un gobalismo socialista que Obama quería prolongar y perennizar con Hillary Clinton. Sobrevive aún la farsa de una supuesta colusión rusa para favorecerlo en las elecciones del 2016 y las evasivas para justificar el espionaje inconstitucional del FBI a la campaña de Trump por orden de Obama, rayan en lo ridículo.
La economía sigue boyante, la cumbre Kim Jong-Un/Trump se realizará el 12 de junio en Singapore como previsto, la embajada se ha instalado en Jerusalén, se han dado pasos firmes para reducir los efectos atroces de la legalización del aborto y el optimismo y fé en la nación han resucitado, al tiempo que se ha incrementado su respetabilidad en el orbe internacional.
Thursday, May 24, 2018
LOS DEMOS ESTÁN DE PLÁCEMES
El Presidente Trump acaba de cancelar la cita con el dictador Kim Jong-Un de Corea del Norte, que estaba prevista para el 12 de junio próximo, en vista de las insolencias que acaba de proferir sin sentido contra el Vicepresidente Mike Pence y la oposición demócrata celebra el posible fracaso de las negociaciones como si fueran del bando coreano contrario.
Mike Pence había repetido lo que ya ha dijo el Asesor de Seguridad John Bolton: que si Norcorea no admitía deshacerse por completo de su arsenal nuclear, como lo hizo Libia en tiempos de Gaddafi, el acuerdo sería incompleto. En el 2003 Gaddafi renunció voluntariamente a su arsenal, vistos los sucesos de Irak con Sadam Hussein. Las relaciones mejoraron con Occidente pero en el 2011 Obama y Hillary Clinton apoyaron a los rebeldes jihadistas y Gaddafi murió asesinado.
Ni Bolton ni Pence insinúan que Kim Jong-Un se desarme y caiga, como en una emboscada, en manos de una insurrección. Al contrario, le están proponiendo con Trump que reconsidere el gasto y reoriente la economía, abriendo el mercado a la inversión y la tecnología extranjeros de Occidente para acelerar el desarrollo y el bienestar de su pueblo, de modo parecido a lo que ha ocurrido en Corea del Sur, de etnia similar.
El lado sur de la Península se ha convertido en uno de los más avanzados centros industriales y tecnológicos del mundo, en contraste con la cárcel comunista del lado norte, congelada así desde 1953, año de la firma del Armisticio que dividió en dos a la Península en el Paralelo 38. Trump deja en manos de Kim la posibilidad de revivir la cita suspendida, cita que no fue pedida por él sino por el dictador norcoreano acosado por la presión económica y comercial impuesta por las Naciones Unidas por iniciativa norteamericana.
Sectores de la oposición a Trump, incluidos muchos medios de prensa, intentan justificar a Kim Jong-Un al insinuar que no se le puede forzar a “capitular” con un desarme nuclear a cambio de nada por lo que urge cierta reciprocidad. Ignoran que no se trata de una guerra y por tanto que no puede hablarse de “capitulación”. Corea del Norte violó el Acuerdo de No Proliferación de Armas Nucleares de Naciones Unidas y su sola opción es sujetarse al Acuerdo sin las dádivas a las que ha estado acostumbrado por regímenes anteriores de los Estados Unidos.
Esta vez tendrá que cumplir con la ley. Preferible con la oportunidad que le tiende Trump. Si no, por la fuerza de las armas, como así lo ha dicho repetidamente el actual mandatario, en idéntico mensaje extendido al Irán. La incógnita pendiente es la actitud final que adopte China, que pasó a proteger a Corea del Norte luego de extinguida la Unión Soviética. En todo caso, queda claro que la ley sin respaldo de la fuerza es insuficiente y que en estos momentos la fuerza la tienen, por fortuna, los Estados Unidos: en lo moral, militar, económico, político y cultural.
Y que esa fuerza está manejada hoy por un hombre con clara visión de la Historia: Donald J. Trump.
Mike Pence había repetido lo que ya ha dijo el Asesor de Seguridad John Bolton: que si Norcorea no admitía deshacerse por completo de su arsenal nuclear, como lo hizo Libia en tiempos de Gaddafi, el acuerdo sería incompleto. En el 2003 Gaddafi renunció voluntariamente a su arsenal, vistos los sucesos de Irak con Sadam Hussein. Las relaciones mejoraron con Occidente pero en el 2011 Obama y Hillary Clinton apoyaron a los rebeldes jihadistas y Gaddafi murió asesinado.
Ni Bolton ni Pence insinúan que Kim Jong-Un se desarme y caiga, como en una emboscada, en manos de una insurrección. Al contrario, le están proponiendo con Trump que reconsidere el gasto y reoriente la economía, abriendo el mercado a la inversión y la tecnología extranjeros de Occidente para acelerar el desarrollo y el bienestar de su pueblo, de modo parecido a lo que ha ocurrido en Corea del Sur, de etnia similar.
El lado sur de la Península se ha convertido en uno de los más avanzados centros industriales y tecnológicos del mundo, en contraste con la cárcel comunista del lado norte, congelada así desde 1953, año de la firma del Armisticio que dividió en dos a la Península en el Paralelo 38. Trump deja en manos de Kim la posibilidad de revivir la cita suspendida, cita que no fue pedida por él sino por el dictador norcoreano acosado por la presión económica y comercial impuesta por las Naciones Unidas por iniciativa norteamericana.
Sectores de la oposición a Trump, incluidos muchos medios de prensa, intentan justificar a Kim Jong-Un al insinuar que no se le puede forzar a “capitular” con un desarme nuclear a cambio de nada por lo que urge cierta reciprocidad. Ignoran que no se trata de una guerra y por tanto que no puede hablarse de “capitulación”. Corea del Norte violó el Acuerdo de No Proliferación de Armas Nucleares de Naciones Unidas y su sola opción es sujetarse al Acuerdo sin las dádivas a las que ha estado acostumbrado por regímenes anteriores de los Estados Unidos.
Esta vez tendrá que cumplir con la ley. Preferible con la oportunidad que le tiende Trump. Si no, por la fuerza de las armas, como así lo ha dicho repetidamente el actual mandatario, en idéntico mensaje extendido al Irán. La incógnita pendiente es la actitud final que adopte China, que pasó a proteger a Corea del Norte luego de extinguida la Unión Soviética. En todo caso, queda claro que la ley sin respaldo de la fuerza es insuficiente y que en estos momentos la fuerza la tienen, por fortuna, los Estados Unidos: en lo moral, militar, económico, político y cultural.
Y que esa fuerza está manejada hoy por un hombre con clara visión de la Historia: Donald J. Trump.
Monday, May 21, 2018
NO A LA AUTODESTRUCCIÓN
Roma entró en la decadencia cuando Julio César destruyó el modelo de la República. Las estructuras de poder interno zozobraron y el imperio comenzó a facturarse, facilitando la invasión de los “bárbaros” que a la postre minaron la multi centenaria dominación romana.
La historia de los Estados Unidos es distinta de la de Roma. No ha sido un “imperio” que ha acumulado territorios por conquista. Sus 50 Estados se sumaron voluntariamente a los 13 Estados (Colonias) originales con el compromiso de formar un gobierno común por consenso de la soberanía popular.
Los que crearon la Unión de las 13 Colonias fueron profundos estudiosos de la historia de Grecia y Roma y de las experiencias sucesivas hasta la de los tiempos contemporáneos de la Europa del siglo XVIII. Absorbieron todos los puntos positivos de los modelos democráticos greco romanos y de su falencias.
Y determinaron que el poder delegado por el pueblo a las autoridades en todos los modelos estudiados, carecía de un mecanismo eficaz para evitar excesos y desafueros. Se las ingeniaron, por ello, en fraccionar ese poder en tres ramas para que se controlaran mutuamente: ejecutiva, legislativa y judicial.
El sistema inspirado en la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos de 1776 y delineado en la Constitución de 1778 fue revolucionario y ha operado perfectamente en cuanto ha generado prosperidad y respeto a las libertades individuales. Ningún otro modelo de gobierno, ni anterior ni posterior, ha podido rivalizar con el norteamericano.
No obstante la estabilidad y perdurabilidad del sistema corren peligro por el avance ddl “progresismo”, tendencia radical izquierdista/socialista infiltrada en el partido demócrata de los Estados Unidos. Sus seguidores están convencidos de que los postulados de la Constitución son obsoletos, que hay que reformarla, abolirla o ignorarla para implantar la “justicia social” en el país.
Por “justicia social” entienden una sociedad igualitaria con redistribución de la riqueza, objetivos expresamente prohibidos por la Constitución ya que, aunque utópicos, solo podrían alcanzarse si se aplica la fuerza para suprimir las libertades. Nadie, en efecto, estaría dispuesto a ceder riquezas creadas por si mismo o sus ancestros por imposición autoritaria.
Si Hillary Clinton ganaba las elecciones presidenciales del 2016, ella habría acentuado la tendencia socializante del “progresismo” que alcanzó niveles preocupantes con Obama. Todos (esto es Obama, su gobierno, los demócratas, los republicano/demócratas y la mayoría demócrata de los medios audiovisuales) estaban convencidos de que ella ganaría.
Pero ganó el republicano Donald J. Trump y todo en ellos se desplomó. No supieron qué arma blandir, primero para anular los resultados de los comicios, luego para descalificar al candidato ganador, inclusiva ya posesionado. En el colmo del infantilismo intelectual, urdieron la trama de que fueron los rusos los que lo ayudaron a ganar.
Han transcurrido ya dos años de investigaciones para probar ese “crimen” y ninguna evidencia ha brotado de ninguno de los comités creados. Para comenzar, era absurdo suponer que Putin, ex-Director de la KGB, hubiera preferido al billonario de Nueva York y no a Hillary o Bernie Sanders, confesos admiradores de la visión socialistoide del mundo.
Mientras tanto, en año y medio de gestión Trump se ha dedicado a desmantelar la maraña “progresista” tejida por Obama con sus Decretos Ejecutivos, por sobre el Congreso y en contra de la Constitución, como el Obamacare. Los resultados eran los previstos: auge en la economía y el empleo, auge en la Bolsa, el optimismo y el bienestar. Y reverdecimiento del respeto en el frente externo.
Ahora ha traslucido que Obama autorizó implantar espías del FBI en la campaña de Trump, algo que debieron saber James Comey, Bob Mueller y otros ex-altos dirigentes de esa Agencia, hoy involucrados en la tarea de encontrar algún crimen de “colusión” Trump/Putin, ayudados por 17 abogados sabuesos que ya se han tragado más de 20 millones de dólares del dinero de los contibuyentes.
La farsa debe concluir ya, aunque Mueller, el Investigador Especial, dice que dará el “toque final” a su informe en septiembre. Los implicados en las múltiples violaciones de las leyes tienen que ser enjuiciados y sancionados con el máximo vigor, comenzando por Obama.
La destrucción de la República por influjo demócrata progresista tiene que ser detenida. Los Estados Unidos no es la Roma Imperial. Y quien comanda a esta nación no es Hillary Clinton, sino Donald Trump, defensor a toda prueba de la Constitución y sus principios consagrados en la Declaración de la Indepencia, aborrecida por los demos.
Monday, May 14, 2018
UNA JUGADA INTELIGENTE
Kim Jong-Un, el jerarca de Corea del Norte, fue acorralado de manera muy inteligente por Donald J. Trump, líder de la mayor potencia económica y militar del planeta. Pero no lo humilló. Prefirió darle la oportunidad de optar por un mayor bienestar para su pueblo a cambio de archivar sus sueños nucleares.
La oposición está desconcertada. Pensaba que la actitud enérgica contra Kim por parte de Trump desencadenaría la III Guerra Mundial, esta vez con armas nucleares. Pero la firmeza de Trump lo que hizo es asfixiar aún más la pobreza norcoreana, contando con la cooperación de China con lo cual Kim se vio, ciertamente, acorralado.
En contraste con sus antecesores, Trump no ofreció dádivas a Kim para que cambie su conducta, sino todo lo contrario. Le dijo que si insistía en su programa de expansión nuclear, prohibido por las Naciones Unidas, no descartaría inclusive la intervención militar, dando a entender con ello que las instalaciones nucleares coreanas podrían ser pulverizadas.
En respaldo a su retórica, flotas navales y aéreas norteamericanas navegaban por la Península en espera de una reacción. Secretamente se iniciaron los diálogos. De pronto cesaron las pruebas de lanzamiento de mísiles de alcance intercontinental. Luego hubo los juegos olímpicos en Seul y la participación norcoreana. Finalmente, los encuentros entre Moon de Sudcorea y Kim.
El nuevo Secretario de Estado Mike Pompeo viajó de incógnito a dialogar con Kim y se divulgó la buena nueva: Norcorea renunciará al programa nuclear. Días más tarde se anunció que Kim y Trump se entrevistarán en Singapur el 12 de junio para sellar el acuerdo histórico. Previamente Kim invitará a periodistas internacionales a presenciar entre el 22 y 24 de este mes el desmantelamiento de las instalaciones nucleares.
¿A cambio de qué? se pregunta la gente. Pompeo lo ha dejado entrever. A cambio de abrir la sociedad hermética de Corea del Norte a la inversión de los Estados Unidos y de otros países, de manera similar (pero con enmienda a los errores que ahora se trata de corregir) a lo que ha ocurrido con China y Vietnam, principalmente.
Bien se podría especular que los delegados de Trump con Kim y sus delegados describieron la alternativa: ¿prefieren seguir invirtiendo los escasos recursos en un arsenal nuclear que no tiene futuro o renunciar y abrir las fronteras a la inversión extranjera para obtener más electricidad, vías, alimentos y prosperidad?
Trump ha renunciado a condicionar un cambio de Kim a que opten por un modelo jeffersoniano de democracia, como lo han querido otros Presidentes, pues es misión imposible de alcanzar si no proviene desde dentro de las sociedades. Pero le mejoría de la economía es dable, como en el caso de China donde sigue rigiendo una férrea dictadura comunista y un Presidente vitalicio, Xi.
En otros regímenes similares lo que prevalece es solo miseria y dictadura, como hasta hoy en Corea del Norte, Cuba, Venezuela, Nicaragua y acaso próximamente en el Ecuador. En todas esas culturas ha prevalecido el culto al caudillo, al autócrata, a la prevalencia del Estado (Gobierno) sobre el individuo, en contraste con la fórmula opuesta que se aplica en los Estados Unidos y sus seguidores.
Argentina era próspera, con índices similares a los de Estados Unidos hasta comienzos del Siglo XX. Con Perón y el populismo la economía se vino abajo y ahora Mercri, el presidente actual de contraria ideología no la puede rescatar. Venezuela era nación rica en petróleo, Chávez y Maduro la han vuelto mendicante. Ecuador vive sin brújula tras casi cien años de populismo velasquista.
Mientras el asunto Corea del Norte toma su dramático nuevo curso, en Irán hay también transformaciones. El acuerdo Obama para ayudar al régimen dictatorial y teocrático de los Ayatolas ha sido desecho por Trump y ahora están acorralados. Las sanciones económicas y comerciales se restablecerán y las inversiones norteamericanas y europeas que se habían iniciado con el Acuerdo Obama, se suspenderán.
Irán tendrá que adoptar en lo nuclear una actitud similar a la de Corea del Norte o sufrir las consecuencias de un bloqueo que asfixiará más al pueblo, que ahora se rebelará abiertamente, sabiendo, contrariamente a lo ocurrido con Obama, que contará con el respaldo de los Estados Unidos para defender sus derechos.
Paralelamente se ha confirmado otra decisión de Trump, la ubicación de la sede de la embajada de los Estados Unidos en Jerusalén, la capital de Israel desde hace 3.000 años, cuestionada por las Naciones Unidas en la que predomina el voto árabe y anti semita. Otra victoria del raciocinio y del respeto a la Historia por parte de Trump.
Pero persiste dentro del país el hostigamiento de Bob Moeller, el agente especial nombrado para ligar a Trump con Putin acerca de una supuesta conspiración contra Hillary para ganar las elecciones del 2016. La gente ya está fatigada con ese empeño que entra en su segundo año con gasto de millones de dólares a un equipo de 17 abogados anti Trump, que nunca han llegado a detectar ninguna prueba de nada. Incluso voces de la oposición claman porque la farsa inconstitucional llegue a su fin.
Tuesday, May 8, 2018
LA COHERENCIA DE TRUMP
Donald Trump acaba esta tarde de hacer cierta otra importante promesa de su campaña electoral: echar por tierra el acuerdo de Obama en favor del desarrollo nuclear de Irán, país confeso pomotor del terrorismo internacional.
Barack Hussein Obama, al hacer campaña en el 2008 por la Presidencia, prometió terminar con el desequilibrio nuclear en el Medio Oriente que a su juicio favorecía a Israel. En cuanto pudo, lo logró con el acuerdo ahora desecho, que nunca fue aprobado por el Congreso.
Por decisión del Acuerdo de No Proliferación de Armas Nucleares de las Naciones Unidas, países como Corea del Norte e Irán estaban vetados de desarrollar plantas nucleares con fines militares. Corea del Norte, ayudada por China, violó ese Acuerdo y apoyó a Irán para que hiciera lo propio.
Han sido vanos los intentos por evitar la proliferación nuclear. Si se revisa la historia, se observa que fue Estados Unidos, único país poseedor de la bomba atómica tras la II Guerra Mundial, el que propuso un acuerdo a nivel global para el uso exclusivamente pacífico de la energía nuclear.
La Unión Soviética, que carecía de dicho recurso, no firmó el acuerdo pero mediante espionaje robó a los Estados Unidos las fórmulas secretas para fabricarlo. Tras conseguirlo hizo estallar sus primeras bombas atómicas y luego las de hidrógeno. La China de Mao, aliada comunista de la URSS, presionó a Moscú para obtener las fórmulas y a su vez desarrolló las técnicas nucleares que compartiría con Corea, India y Pakistán.
Ante la proliferación, como hongos, de la producción nuclear, las Naciones Unidas convinieron en frenar ese impulso. Los Estados Unidos, como primera potencia mundial, encabezó las gestiones con Corea del Norte pero los esfuerzos fracasaron al limitarse a la entrega de donaciones y regalos a la dictadura comunista a cambio de promesas para renunciar a la nuclearización que nunca se cumplieron.
Obama llegó al extremo de levantar todas las sanciones comerciales y económicas contra Irán más la entrega de 5.400 millones de dólares por préstamos atrasados, incluidos 1.500 millones de dólares en efectivo. Irán se comprometía a no desarrollar armas nucleares en diez años y abrirse a las inspecciones. El espionaje israelí acaba de descubir que todo eso fue una farsa.
Trump, en consecuencia, anunció hoy que anula el acuerdo (que apoyaron algunos países europeos) y resintaura severas sanciones económicas y comerciales contra Irán, hasta que la dictadura de los Ayatolas acepte, como Corea del Norte, a la renuncia total e incondicional de continuar en el desarrollo nuclear, no hasta que transcurran diez años, sino hasta siempre.
En los próximos días Trump se entrevistará con el dictador de Corea del Norte para sellar un programa de desnuclearización total y de paz junto con Corea del Sur y China. Quizás se den los pasos para acuerdos de inversión para el desarrollo económico de la zona al norte del paralelo 38 de la Península, que quedó aislada como cárcel orwelliana por decisión tácita de Truman en 1953.
La URSS se fortaleció y expandió por debilidad del demócrata Franklin D. Roosevelt tras la II Guerra Mundial, cuando el acuerdo para implantar la paz y la democracia no se cumplió tras la Cortina de Hierro. Corea quedó dividida en dos por indecisión de otro demócrata, Truman, e igual ocurrió en Vietnam cuando Lyndon B. Johnson, demócrata, se amilanó militarmente sin justificación ante los vietcong, produciéndose la retirada de Saigon en tiempos de Ford, republicano.
La paz y la ley no se logran sin el respaldo de la fuerza. Trump lo ha entendido así y este principio lo está aplicando a cabalidad. Los resultados de su estrategia coherente están a punto de probarse en pocos días con Corea del Norte. Seguidamente vendrá Irán, esperándose que para entonces se consolide un respaldo popular que se rebele contra una autocracia opresora y material y espiritualmente denigrante.
Saturday, May 5, 2018
USA, PAíS DIVIDIDO
Los Estados Unidos, acaso como nunca antes, luce dividido en cuanto a la visión política y cultural que tienen sus más de 300 millones de habitantes. Pero si se observa con detenimiento esa división la genera un segmento limitado de la población, pero su prédica se sobredimensiona por influjo de la mayoría de medios de comunicación.
La división está dada por quienes piensan que la prosperidad de la nación, la mayor en la historia de la humanidad, se debe al sistema de vida emanado de los principios de la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos de 1776 y su expresión política en la Constitución de 1778 que configura una forma de gobierno.
Dichos documentos establecen que el poder reside en el pueblo, no lo da un monarca ni un conquistador. El pueblo delega su poder a un gobierno regulado por la Constitución y un Congreso cuyos integrantes elegidos por voto popular, dictan leyes y regulaciones. La delegación del poder en el gobierno queda fraccionado en tres ramas para evitar excesos.
El sistema de convivencia delineado por los llamados Fundadores de la Patria en el Siglo XVIII, inspirado (y perfeccionado) en las experiencias de la Grecia y la Roma antiguas (y de las suscesivas), es insuperabe y ha probado ser el más eficiente donde quiera que se lo aplique.
Los que aquí abogan por continuar con el respeto a los principios de la Constitución y la Declaración de la Independencia, convencidos de que cualquier vacío o insuficiencia pueden irse corrigiendo dentro del mismo marco constitucional sin resquebrajar sus principios, son llamados conservadores, retrógados, ultraderechistas e incluso nazifascistas.
En esa categoría están el Presidente Donald J. Trump y los republicanos y no republicanos que lo respaldan. En la otra orilla se ubican los llamados “liberals”, o demócratas o “progresistas”, que consideran que la Constitución y la Declaración son obsoletos, aceptables quizás para su época pero no para la actual que requiere de un Estado Administrativo eficiente para implantar directamente la “justicia social”.
En suma, los progresistas que nacen con el Presidente Woodrow Wilson a comienzos del siglo XX, juzgan que la división del poder en tres ramas es un obstáculo para redistribuir la riqueza e imponer la “justicia social”, que para ellos consiste en la igualación utópica de los ingresos, idéntica a las utopías de corte marxista y variantes que lo que obtiene es supresión de las libertades individuales e igualación de la pobreza.
En las pasadas elecciones de noviembre del 2016, el grupo progresista y los medios daban por seguro el triunfo de Hillary Clinton, pero la victoria fue para Trump, un multibillonario neoyorquino republicano. Fue un golpe que los tiene aún conspirando para ver como lo descalifican, pese a que ya esá en el poder por casi un año y medio.
Durante ese lapso, Trump ha hecho mucho por contrarrestar el avance del “progresismo” hostil a la Constitución. Ha anulado decenas de regulaciones de Obama y predecesores que han ido fortaleciendo al Estado Administrativo, que significa proliferación de agencias burocráticas autónomas para elaborar leyes y reglas, aplicarlas y sancionar a quienes no las cumplen, con prescidencia del Congreso y la rama judicial.
Este monstruo burocrático dictatorial sobrevive aún y está infiltrado en todos los departamentos del gobierno. Ello explica que aún se pretenda llevar al “impeachment” o destitución parlamentaria a Trump por supuesta colisión con Rusia para ganar las elecciones. Como no se ha podido exhibir prueba alguna, ahora se pretende desviar la investigación a un lío supuesto que habría tenido Trump con una prostituta en el 2006.
El encargado de la investigación, Robert Moeller, no tiene pruebas de nada ni contra él ni sus colaboradores. Pero distrae la atención y consume millonadas de dólares para el pago de salarios de si mismo y de sus 17 colaboradores, todos demócratas y confesos anti Trump. Pese a toda la campaña de hostigamiento, el desempleo baja a niveles de 1973 al 3.9, la Bolsa de Valores sigue en alza, la economía en general resurge.
En lo internacional se anuncia que ya ha sido fijada la fecha y la sede para la reunión cumbre entre Trump y el dictador de Corea del Norte Kim Jong-Un, a los cuales se unirá el Presidente de Corea del Sur, Moon Jae-In. Se presume que la reunión se celebrará en el paralelo 38 de la Península, zona desmilitarizada creada con el armisticio de 1953 por el cual el Presidente Truman permitió la formación de la cárcel norcoereana.
Kim ha prometido desmantelar su programa nuclear prohibido por las Naciones Unidas y acaso inicie una apertura a las inversiones extranjeras al estilo chino para sacar de la miseria a su pueblo. Si se confirma la promesa, enhorabuena para el mundo. Queda pendiente Irán, que Obama respaldó con dinero en sus empeños de “nuclearizarse” como Kim.
Trump, con el apoyo de los aliados, no ratificará el acuerdo Obama/Irán y lo descartará o modificará sustancialmente, lo cual significa: nuclearización 0. John Kerry, el ex Canciller de Obama, está saboteándolo y ha aconversado con los líderes iraníes para evitar que la nueva política de los Estados Unidos se imponga. Es el mismo Kerry que hablaba horrores de los solados norteamericanos en Vietnam y que dialogaba con los enemigos vietcong en París. ¿Recuerdan a Jane Fonda en Hanoi respaldando a los vietcongs que mataban a los “soldados yanquis invasores”?
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