Los críticos de Donald J. Trump, esparcidos como hongos por el planeta, siguen desconcertados acerca de su personalidad y sus primeras acciones y aducen que es incoherente, contradictorio y carente de una “doctrina”.
En otras palabras, dicen que es impredecible. Pero para quienes lo siguen sin prejuicios, su mensaje es claro y preciso y se resumió ya en su slogan de campaña: “Make America Great Again”. O sea, devolvamos a los Estados Unidos su grandeza.
Cuando su predecesor demócrata Barack Hussein Obama se posesionó en el 2009, la promesa inicial dicha aquí y divulgada con singular presteza en El Cairo y otros lares, fue pedir perdón por los errores cometidos por los Estados Unidos en la historia y jurar humildad en el futuro.
La actitud de Trump fue diametralmente opuesta en la campaña y por eso el pueblo lo eligió. Y le sigue respaldando con el 50% según las encuestas, pese a la feroz campaña de bloqueo, distorsión y mentiras de la gran prensa y de los políticos no solo de oposición, sino de algunos de su propio GOP.
En el campo externo y miltar, la percepción de los problemas y la mira que ha impuesto para solucionarlos han experimentado un viraje trascendental con respecto no solo a Obama sino a anteriores Presidentes como George W. Bush, Bill Clinton y otros post II Guerra Mundial.
El cambio parte de su convicción de que si esta nación sin disputa es la primera potencia militar, tiene que demostrarlo no para la guerra de conquista que ha caracterizado a las potencias similares en la historia, sino para preservar la paz. Paz es sometimiento a la ley. Y la paz, sin un poder que la respalde, se desploma.
Se le acusa a Trump de haber dicho en la campaña que preferiría que en Siria el cambio de régimen de Assad ocurra sin intervención militar de los Estados Unidos mientras Rusia coopere en la lucha antiterrorista. Su posición cambió tras el ataque con armas químicas con aviones rusos, que despegaron de una base bajo control de Assad.
Obama había asegurado con Assad que esas armas químicas habían sido extinguidas y Rusia con Putin avalaban esa afirmación. El horrendo ataque los desmintió y justificó el bombardeo ordenado por Trump para arrasar con la base y bodegas sirias. Digan lo que digan Putin y Assad, los dos líderes son culpables.
La superbomba lanzada en Afganistán destruyó cavernas en las cuales los talibanes mantenían sus cuarteles para proveer guía, armas y municiones para los ataques terroristas en la región y el mundo. Eran laberintos inexpugnables para las tropas de asalto. La bomba los pulverizó vaporizando a más 100 terroristas.
La decisión de lanzarla fue adoptada por los comandos de la región. Trump ha cambiado las “rules of engagement” (reglas de combate) de gobiernos anteriores, que impedían a los oficiales diseñar estrategias y tácticas de combate sin antes obtener para cada caso el visto bueno de la Casa Blanca.
Ahora los militares tienen el total respaldo del Comandante en Jefe y los soldados saben que pueden defenderse y derrotar al enemigo, sin el temor de ser llamados a una corte marcial por quebrantar alguna regla de combate, como en efecto ha ocurrido con verdaderos héroes.
Se le acusa también a Trump de estar congeniando con China, luego de haber acusado al gobierno de Xi de manipular viciosamente la moneda en perjuicio del comercio con los Estados Unidos. El mandatario ha explicado que luego de su encuentro con Xi, éste se ha comprometido a cooperar para frenar a Corea del Norte en su frenesí armamentista/nuclear.
El asunto de la manipulación monetaria puede aplazarse, ha dicho Trump. La seguridad de USA, la región y el mundo es prevalente. ¿No es cambio positivo, algo que complace? China le provee del 85% de alimentos a Corea del Norte, todo el petróleo y probablemente le cedió tecnología para el desarrollo de cohetería y armas nucleares. Si esa ayuda se corta ¿no es bueno para Occidente?
También le achacan a Trump de inconsistente por declarar que la OTAN ha dejado de ser obsoleta. Así la calificó en la campaña porque el objetivo central de su creación, frenar la expansión de la URSS, ya no existía. Pedía que se actualice, que sus socios se pongan al día en la cuotas y que miren al terrorismo islámico como al nuevo enemigo de la organización. Así fue. Se pondrán al día en las cuotas y lucharán contra el terrorismo. Ergo, la OTAN dejó de ser obsoleta.
El distanciamiento entre Putin y Trump por lo de Siria debería archivar la fantasía demócrata/progresista de que los dos estaban unidos para vencer a punta de emails del WikiLeaks en la campaña electoral a Hillary Clinton. Nunca presentaron prueba alguna de la “conspiración” y ahora, con el bombardeo, insistir en el caso los deja aún más en ridículo.
Mientras tanto, la imagen interna y externa de Trump se fortalece, merced a que el líder está imponiendo la única doctrina válida y cierta para el país y sus ciudadanos: defensa de USA en todos los frentes. Estados Unidos nunca inició una guerra, menos una de conquista. Fueron guerras de respuesta a un ataque, o para impedir una invasión.
Tales los casos de la I y II Guerrras Mundiales. Truman tuvo la entereza de terminar la II Guerra al lanzar dos bombas atómicas. Fallido el intento de que la URSS se sume al grupo Átomos para la Paz, Moscú robó la fórmula para hacer su propia bomba, luego la cedió a la China de Mao. Moscú y Pekín pusieron en marcha entonces sus planes de expansión más allá de la Cortina de Hierro.
Primero Corea, luego Vietnam. Ambas penínsulas fueron invadidas por los comunistas. Naciones Unidos intentó frenar la invasión con fuerzas al comando de Estados Unidos. Truman, cuando la victoria estaba ad-portas, prefirió el armisticio y dividió a Corea en dos. Vietnam fue una vergonzosa derrota norteamericana.
Woodrow Wilson era el presidente demócrata en la I Guerra Mundial, pero no trabajó con los republicanos para aprobar el tratado de paz que creó la Liga de las Naciones. Si Estados Unidos hubiese integrado la Liga de las Naciones, quizás las claúsulas humillantes contra Alemania hubiesen podido enmendarse, como quería Churchill y quizás la II Guerra Mundial pudo evitarse.
Si en lugar de John F. Kennedy, demócrata, hubiese estado un republicano como Trump, el intento para derrocar a Fidel Castro en Bahía de Cochinos no habría fracasado por falta del respaldo aéreo previsto en el plan que la CIA había diseñado en el gobierno de Eisenhower. Cuba sufre por ello una dictadura comunista por más de media centuria, con influencia en varios países latrinoamericanos.
Más Trumps y más Churchills habrían librado al planeta de la expansión del virus del comunismo, abierto con la URSS y Mao y encubierto con el socialismo/progresismo de la hora actual, así como de la amenaza del terrorismo musulmán. Que ya con Obama formó su I Califato ISIS, pero que Trump está resuelto a pulverizarlo como acaba de probarlo con la gran bomba en Afganistán.
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