Uno de los legisladores de la oposición, no importa de qué partido, acaba de decir que Donald Trump no está mentalmente calificado para ejercer la presidencia de la República porque se pasa en vela las noches, ocupado en chequear los “ratings” del programa The Apprentice.
El Aprendiz era un programa de TV que él dirigió por algunos años y que lo hizo muy popular. Al lanzarse a la campaña electoral en junio del 2015, lo abandonó y del programa se hizo cargo más tarde el actor nacido austríaco Arnold Schwarzenegger, pero fracasó.
Schwarzenegger tuvo éxito en películas de acción y fue electo gobernador de California como republicano. Su gestión fue deplorable. En la pasada campaña presidencial fue anti Trump, favoreció a otro candidato y fue por ello que el actual Presidente le dedicó un tweet mofándose de él por los bajos “ratings” que lograba, hasta que el actor se vió obligado a renunciar.
Eso fue todo. Pero hay que entender que la acusación del legislador forma parte de la incesante campaña de tergiversaciones y mentiras sobre Trump que despliegan los opositores y los medios de comunicación que los secundan, encabezados por The New York Times y The Washington Post y las cadenas de TV CNN, MSNBC, ABC, CBS y demás.
El actual mandatario podría aparecer que no duerme, pero no porque se ocupe de nimiedades sino por el ritmo febril que ha impreso para cumplir las promesas de campaña en el menor tiempo posible. Con ayuda de quizás el mejor gabinete ministerial de los últimos tiempos y un equipo de asesores de probidad intachable, en menos de 60 días ha hecho más que muchos de sus predecesores.
Ha comenzado de inmediato a desmantelar el “gobierno administrativo” con el cual los “progresistas” ponen de lado al Congreso para dictar leyes y regulaciones sin atribuciones constitucionales y sin responsabilidad por sus efectos. Y por primera vez está cortando de tajo los excesos de gasto público en burocracia inútil y parásita, tanto en el ámbito interno como externo, singularmente en Naciones Unidos y AID.
Igualmente ha resuelto “tomar el toro por los cuernos” y acabar con el Obamacare, que fue el proyecto socialista de mayor evergadura diseñado por su predecesor para atrofiar el sistema de libre mercado y competencia inherente a la Declaración de la Independencia y la Constitución del Siglo XXVIII, que los demócratas y “progresistas” de los dos partidos consideran obsoleta e inapropiada para los tiempos modernos.
Lo que se propone Trump es eliminar el mandato inconstitucional para que los ciudadanos adquieran un seguro de salud, so pena de pagar una multa de montos crecientes. El proyecto de ley debió haber sido rechazado por la Corte Suprema de Justicia por inconstitiucional, pero se lo aprobó con el voto traidor del juez republicano John Roberts, Presidente de la Corte.
Obamacare subsidia a los que no tienen capacidad de pago, lo que representa una carga fiscal adicional. Lo que busca Trump es abrir las fronteras estatales a la libre competencia de las aseguradoras, que ahora no existe, atraer con incentivos de ahorro para que la gente sin seguro adquiera pólizas a su albedrío y no forzada y aplicar esquemas desreguladores para reducir los precios de los medicamentos y atenciones médicas.
En otras palabras, no trata de sustituir el Obamacare por un Trumpcare sino eliminar el Obamacare socialista, que está quebrado y vigorizar el sistema de cuidado de la salud de libre mercado existente, que ha probado ser el más eficiente del mundo, pero cuya cobertura debe ampliarse no con más interferencia estatal, sinónimo de corrupción, sino con más iniciativas del sector empresarial privado.
Los opositores y los medios han sobredimensionado la importancia de las opiniones discrepantes dentro del GOP, presagiando que el Obamacare sobrevivirá. Nada de eso ocurrirá. Lo que pasa es que el partido republicano no es un partido rebañego, como el demócrata. El Obamacare se aprobó sin un solo voto discordante demócrata y sin un solo voto republicano a favor. Y contra el 64% de la oposición popular.
Nancy Pelosi, que era líder demócrata cuando se aprobó la ley, tuvo una frase ya histórica para sus coidearios vacilantes: “Votad, no necesitáis leer la ley (de 2.400 páginas). Luego de que la aprobéis podréis leer su contenido y sabréis de qué se trata...” Y así, sumisos, procedieron. La revocatoria de la ley Obama de Trump, en tres etapas, tiene un total 120 páginas.
1 comment:
Excelente artículo, son pocos y me refiero a realmente pocos los que logran entender lo que esta sucediendo en E.U. Los medios están viciados de noticias sesgadas. Realmente una felicitación.
Post a Comment