Thursday, March 16, 2017

DE LAS OFERTAS A LA ACCIÓN

El Presidente Donald Trump continúa en su coherente e indetenible tarea de convertir sus promesas de campaña en realidad. Su última significativa acción ha sido anunciar la proforma presupuestaria, en la que se incluyen el aumento del gasto militar y el corte del gasto superfluo.
Su predecesor, Barack Obama, gobernó ocho años prácticamente sin que se sujetara a un presupuesto preciso, sino provisional. Ahora el Congreso tendrá un documento concreto para aprobarlo, con delineaciones y doctrina precisas que implican un cambio cultural profundo.
Las Fuerzas Armadas tendrán una partida de 54.000 millones de dólares con lo cual podrán renovar sus equipos, algunos carentes inclusive de los repuestos indispensables. Se completará el personal donde falte y habrá un severo control en los procesos de adquisición de equipos para evitar los sobreprecios y el despilfarro.
El principio de Trump, que era el de Reagan y es el de cualquier estadista con sentido común, se basa en la convicción de que la paz se respalda en la fuerza, que la ley se irrespeta si falla la autoridad que la haga cumplir. Los Estados Unidos volverán a convertirse en la mayor potencia militar del mundo, dice Tump, siempre esperanzados en no tener que utilizarla jamás.
Es una opinión distinta a la de Obama y los progresistas, que desdeñan a la institución militar de los Estados Unidos y menosprecian su desempeño en favor de la paz durante las dos guerras mundiales y las sucesivas tanto en Corea como en Vietnam y últimamente frente al terrorismo musulmán. Esa visión negativa termina con Trump.
Paralelamente, con Trump se incrementan los presupuestos de agencias de seguridad interna y de fronteras y se reducen los gastos superfluos de ayuda exterior como la AID que terminaron subsidiando a gobiernos corruptos del tercer mundo o a organismos como las Naciones Unidas y la OEA que traicionaron los principios de defensa de la libertad por los cuales fueron fundados.
La ONU, por ejemplo, subsidiada por los Estados Unidos, se ha convertido en tribuna de los mayores opositores sin causa del país que es además sede del organismo en Manhattan. Ahora es una madriguera en la que vociferan los musulmanes extremistas, cuyo objetivo primordial es arremeter contra Israel y su aliado norteamericano.
En cuanto a la OEA, se ha distorsionado su misión al punto de volverse protectiva de dictaduras como la de los Castro en Cuba. Lo fué de Chávez de Venezuela, aunque últimamente ha adoptado un tono de censura contra Maduro. Pero éste tiene el respaldo de Correa, Morales, Ortega y otros gobernantes que incluso han sugerido llevar la sede de la OEA fuera de Washington para asentarla en UNASUR, sin los Estados Unidos. Sería una buena opción.
Como buen hombre de negocios, Trump no quiere elevar el gasto militar con más impuestos, sino bajando gastos, reduciendo burocracia inútil. En la EPA, agencia para la defensa del medio ambiente que sigue la fantasía del “calentamiento global”, el corte presupuestario será alto y 3.000 empleados tendrán que buscar empleo en el sector privado.
Parecidos cortes habrá en infinidad de agencias para supuestos estímulos de las artes, radios y TV públicas, calefacción para los pobres, subsidios de alimentos, donaciones para increíbles a inútiles investigaciones. Las asignaciones fiscales no han servido sino para abultar la burocracia y la dependencia y esparcir entre sus usuarios la doctrina “progresista”.
Ese “progresismo” es el que ha ido abultando el “gobierno administrativo” con casi 8.000 regulaciones dictadas sin aprobación del Congreso. Son leyes creadas por burócratas no elegidos por voto popular, que dictan regulaciones y sanciones sin responsabilidad y ocasionan interferencias desastrosas en la evolución del mercado y la inversión.
Esa telaraña de regulaciones las comienza a desmantelar el gobierno de Trump y la gente comienza a sentir sus beneficios de inmediato. Ayer estuvo en Detroit, otrora capital mundial de la industria automotriz, para anunciar que cancelaba regulaciones obstructivas sobre emisiones y ello generará un boom en la producción de vehículos de todo tipo, sobre todo de los pequeños que tenían que fabricarse en México.
Y continuará bregando porque se apruebe el proyecto para terminar con el Obamacare, que algunos republicanos objetan. El objetivo es acabar con el mandato inconstitucional para que los ciudadanos adquieran pólizas de seguro o paguen multas, a fin de que lo hagan voluntariamente. Para que ésto ocurra, habrá que crear estímulos tributarios para el ahorro, pero en la transición, muchos quedarán sin póliza.
Ello iba a ocurrir de todos modos con el Obamacare, que falló en cuanto a que los nuevos afiliados no fueron 30 millones sino 9. En consecuencia faltó dinero por aportes y multas y el bache tenía que cubrirse con más y más dinero fiscal. Las aseguradoras se marcharon, las primas y los costos de atención subieron y si no había reforma al Obamacare, o sea más dinero fiscal, el proyecto colapsaba.
Trump ha dicho que podía haberse elegido esa vía, no actuar y dejar que el Obamacare se derrumbe sin más subsidio estatal para escarnio de los que la crearon, exclusivamente demócratas. Pero ello perjudicaría a muchos ciudadanos sumidos en la trampa a los que había que rescatar del modo como ahora propone el Trump team: una transición en tres etapas.
El propósito parte del hecho de que ningún demócrata apoyará el proyecto por lo cual en la primera etapa la Cámara de Representantes lo aprobará y luego, en Conciliación, las dos cámaras en conjunto por simple mayoría de votos (en el Senado, los republicanos tienen 52 votos, 50 casi seguros, pero no los minimos 60 del total de 100). 
En la tercera etapa habrá la definición, en la cual se dejará que el mercado sea el que decida las mejores opciones de seguro para el ciudadano, sin la limitación de fronteras, en libre competencia, que también abarcará el ámbito de la producción y mercadeo de fármacos pues en la actualidad los productos de una misma productora son mucho más caros aquí que en el Canadá o Europa.
Una vez superado el escollo del Obamacare, que por si solo implicará baja en el déficit ded 370.000 millones de dólares, Trump y su equipo entrarán de lleno en el prometido esfuerzo por desarmar la innecesaria barrera de impuestos a ciudadanos, corporaciones y empresas grandes, medianas y pequeñas que impiden su desarrollo, con más inversión y empleo. Esa será puerta abierta a una mayor prosperidad general.

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