Rush Limbaugh, el influyente comentarista de radio de este país dijo ayer, haciéndose eco de lo que opinan algunos comentaristas, que ojalá John Kerry, el enviado por Obama al Medio Oriente, fracase en su gestión de lograr otra tregua en la guerra de Israel contra el terrorismo de Hamas.
El mismo Rush dijo algo parecido en el 2009, cuando se posesionó de la presidencia el actual presidente: ojalá fracase Obama en su gestión de transformar a los Estados Unidos. Los fanáticos seguidores de Barack Hussein Obama se indignaron y lo acusaron hasta de traidor.
La idea de Rush era la opuesta. Por su convencido patriotismo, no quería que Obama rehiciera a los Estados Unidos y lo transformara en una nación de corte socialista, muy distante de la que idearon sus fundadores en 1776. Y no se equivocó. En seis años de obamismo, este país ya no es el mismo.
Su consejo para el Medio Oriente es igualmente válido. Israel está ahora más sola que nunca con sus seis millones de habitantes, rodeada de 300 millones de árabes que quieren su extinción en su territorio recuperado en 1949. El apoyo de Estados Unidos es precario por lo que su sola opción ahora es acabar con el Hamas.
En anteriores ocasiones, por parecidas agresiones árabes, los israelíes han accedido a frenar las represiones justamente por presión de aliados como los Estados Unidos. Esta vez no tienen por qué hacerlo. Si bien la Casa Blanca justifica las acciones defensivas de Israel, hay síntomas de sus simpatías por la causa árabe que inducen a la desconfianza.
Hamas, Hezbollah, Al Qaida, Isis y toda la mezcolanza de organizaciones terroristas jihadistas financiadas mediante extorsiones o por Irán y países árabes han manifestado de manera pública y repetida que no aspiran a convivir con Israel, sino a aniquilarlo, hasta extinguir al último judío.
De ahí que Autoridad Palestina nunca pudo construir un país o un Estado, pese a las magnánimas contribuciones de las Naciones Unidas y de países como los Estados Unidos. La misma Israel, cuando desocupó la franja de Gaza hace nueve años, ofreció subsidios y ayuda técnica, pero Hamas jamás usó la ayuda en otro gasto que no fuera bélico.
Autoridad Palestina, sin fuerza para reprimir a Hamas, optó por aliarse con ese grupo y lo invitó a ser parte del gobierno. Netanyahu, el premier israelí se vió forzado a suspender las eternas conversaciones encaminadas a un acuerdo de paz con AP, que entre otros fines busca formar un estado palestino.
Ello presupondría que el estado palestino reconozca como válida la existencia con derechos plenos del estado israelí y a ello se oponen Hamas y las demás organizaciones árabes terroristas. ¿Cuál la alternativa para Israel? ¿Más intermediación de John Kerry, célebre por sus diálogos traidores con el Vietcong en París cuando las fuerzas armadas norteamericanas peleaban contra los comunistas en Vietnam?
El acuerdo de paz con los palestinos solo vendrá con la victoria israelí contra los enemigos terroristas. Ningún acuerdo tendría sentido si la guerra está en curso. Equivaldría a una tregua, no a un acuerdo de paz. Mucho tiempo ha transcurrido, muchas las agresiones y demostraciones de odio para que Israel ceda a la presión de una tregua más en esta guerra sin fin.
Las guerras inconclusas tienen efectos desastrosos. Estados Unidos, desde su nacimiento ha sido una nación rehacia a involucrarse en guerras más allá de sus fronteras. Lo hizo en circunstancias especiales pero nunca por iniciativa propia ni en afán de conquista. Tales los casos de la Primera y Segunda Guerras Mundiales.
Para concluír la II Guerra y evitar más bajas militares, el presidente Harry Truman accedió a lanzar dos bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki. La rendición del emperador Hirohito fue inmediata, el cese de hostilidades se concretó y entonces se firmaron los acuerdos de paz. El general Douglas MacArthur dirigió la reconstrucción y democratización del Japón.
Mientras los aliados se dedicaron a ayudar a la recuperación de los países enemigos del Eje, la Unión Soviética amplió su dominio sobre las naciones satélites de Europa del Este y Asia. Cuando con China quiso extender su imperio en la península de Corea, Naciones Unidas decidió detener militarmentre la agresión.
Se conformó una fuerza militar aliada al mando del héroe MacArthur, quien confirmó su prestigio en rápidos operativos que recuperaron la capital Seul y que se proponía llegar hasta más allá del paralelo 38. Fue entonces que Truman le preguntó si el avance hacia la liberación al norte no tentaría a la China a intervenir y él respondió que no, que no le daría tiempo a ello.
Erró. El avance, no de conquista sino de liberación, comenzó con éxito a fines de septiembre de 1950. Pero llegó un invierno feroz, con 40 grados F bajo 0, que llegaba a -70F con los vientos. A ello se sumó el envío de 250 mil soldados chinos de un Mao recientemente llegado al poder como un dios. Los dos factores fueron devastadores para las fuerzas yanquis.
MacArthur pensaba que la derrota no era inevitable. Pidió armas, pidió armas nucleares. El Pentágono y el alto mando en principio le aprobaron. Truman vaciló. Conferenció con Londres y a la postre se opuso, temiendo que ello desataría una III Guerra Mundial. Ordenó la retirada de tropas, reasignó a MacArthur en el Mar de la China y nombró al general Matthew Ridgway, otro héroe de la II Guerra, como jefe militar en Corea.
Ridgway restituyó la decaída moral en las tropas y prontamente recuperó Seúl y avanzó nuevamente hasta el paralelo 38. Su intención, ya entrada la primavera de 1951, era avanzar hasta liberar a Corea del Norte, como quiso su antecesor. Lo habría logrado sin armas atómicas: habría sido suficiente la superioridad militar vigente.
En efecto, las pérdidas humanas y materiales de Mao habían sido el doble y más de las sufridas por las tropas aliadas. La China de entonces carecía de un frente económico, militar y tecnológico fuerte para detener al general Ridgway. Pero Truman no quiso ganar la guerra y ordenó frenar el avance.
Anunció que más bien buscaría la paz con los chinos. Éstos recibieron con gran delectación tan inesperado pedido. El armisticio se firmó dos años más tarde, durante los cuales las hostilidades no cesaron, ni los muertos ni heridos. La península quedó dividida en el paralelo 38 y la paz nunca ha llegado hasta la fecha.
Corea del Norte es una cárcel comunista con armas nucleares. Corea del Sur, una potencia industrial y tecnológica. China, tras su victoria en Corea, se convirtió en potencia mundial, también con armamento nuclear. Fue pieza clave, con la URSS, en la Guerra Fría y con su admisión de capital y tecnología extranjeros, es una potencia industrial de primer orden.
El avance comunista se repitió más tarde en Vietnam. La URSS y China apoyaron al Vietcong en la conquista de la península del sudeste asiático, llamada Indochina como colonia de Francia. Nuevamente se formó un frente militar para detener al comunismo. La victoria militar era posible, como en Corea, pero la política se interpuso y aunque esta vez no hubo armisticio, en cambio sobrevino una vergozosa derrota.
Truman destituyó a MacArthur cuando éste objetó su oposición a ganar la guerra en Corea. La destitución la conoció el héroe militar al escucharla por la radio, no por canales regulares. A su regreso fue recibido en Nueva York como un héroe. En contraste, los soldados que sobrevivieron la guerra de Corea fueron ignorados a su retorno. Algo peor sucedió con los de Vietnam: fueron vejados, escupidos e insultados.
Estados Unidos ha perdido la noción de lo que es la guerra. Si te involucras en ella forzado por el enemigo, tienes que emplear todos tus recursos para ganarla. Una vez que has derrotado al enemigo, lo invitas a dialogar con condiciones sobre la paz. Nunca antes, nunca en medio de la guerra.
La Guerra del Golfo terminó con una victoria a medias, la liberación de Kuwait. George HW Bush no quiso culminar la guerra con la deposición del autor de la agresión de Kuwait, que era Sadam Hussein de Irak. No estaba en el programa, dijo. ¿Consecuencias de ello? Su hijo tuvo que armar otra guerra para derrocarlo, enviarlo a juicio y ejecutarlo.
Las dos guerras de Afganistán e Irak son dos guerras inconclusas. No se ha querido derrotar al enemigo, el terrorismo y se ha dejado también todo a medias, lo que ha permitido al enemigo robustecerse. Los terroristas se han adueñado de gran parte de Irak y avanzan hacia la meta del gran Califato en la zona y, acaso, en el mundo.
Israel no quiere correr ese riesgo. John Kerry puede hablar todo lo que quiera con los palestinos y con los terroristas árabes y hacer todos los comentarios que le plazcan sobre la estrategia militar israelí, que Israel deberá continuar impertérrita en su propósito: aplastar al enemigo.
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