Thursday, July 10, 2014

¿EL EMBARAZO ENFERMEDAD PREVENIBLE


El Obamacare, primer paso encaminado a la estatización de los servicios de salud en los Estados Unidos, determina que las mujeres pueden abortar y proveerse de anticonceptivos gratis, con financiamiento tanto del Estado como de los empleadores privados. 
La corporación Hobby Lobby, que fabrica artesanías muy populares, dijo que se negaría a financiar 4 de los 20 anticonceptivos del Obamacare por considerarlos abortivos. Los dueños alegaban que lo hacían por principios religiosos y el litigo subió a la Corte Suprema, que falló en su favor.
Los demócratas, pero sobre todo las mujeres demócratas y no demócratas han protestado encendidamente por la decisión de los jueces, afirmando que ello vulnera sus derechos a la feminidad y a la defensa de su salud y a hacer de su cuerpo lo que quieran. El fallo de la Suprema, 5/4, se basó en la defensa de la libertad religiosa.
Es curioso y sobre todo penoso que sean las mujeres las que defiendan el derecho al aborto y al uso libre de anticonceptivos, considerándolo como un derecho a la salud. Por primera vez en la historia ellas, las mujeres y el Estado que representa Obama, juzgan al embarazo como una enfermedad prevenible con el aborto y los anticonceptivos.
Tradicionalmente, desde las sociedades más primitivas, al sexo se lo entendía como un ritual biológico orientado a garantizar la perpetuación de la especie. No como una recreación, no como un deporte que se lo puede practicar con cualquiera, en cualquier momento y circunstancia y ahora sin que importe la diferencia de género sexual.
La atracción sexual es intensa en la especie humana y en las demás del espectro biológico. Si no fuese así, las especies podrían extinguirse. En muchas especies animales, sin embargo, el macho no actúa sexualmente sino cuando la hembra se activa y entra en celo ocasionalmente.
No así entre los hombres. El macho es un inseminador nato al acecho constante de una hembra propicia. Hay excepciones, dependiendo de la individualidad, edad y valores éticos y morales de cada cual. Pero si se hiciera abstracción de dichas barreras judeocristianas, proliferarían aquí más de lo que se supone los harenes árabes y las poligamias mormonas.
En las relaciones sexuales, el hombre es el factor activo, la mujer el factor pasivo. Pueden argüir lo que les plazca las feministas y los homosexuales, pero esa es la realidad concreta y biológica. La razón es simple: el hombre insemina, la mujer recibe la semilla y eventualmente se convierte en el centro de ese milagro que es la creación de la vida.
Desde el momento de la concepción de la vida, todo cambia en la pareja o todo debe cambiar. La hembra, la madre, tiene que ser protegida por el macho, por ella y por la vida que está gestándose en sus entrañas. Para ello tendrá el hombre que salir de cacería y proveer de alimentos y de seguridad.
Por cierto que el sexo produce placer (¿comer también no es placentero?).  En teoría, si se conviene en que el propósito biológico primordial de la unión sexual es esencialmente la reproducción, el sexo en la mujer bien podría estar asociado subconscientemente al deseo intrínsecamente femenino de concebir.
La motivación sexual del hombre es distinta. Como inseminador con la eyaculación su responsabilidad termina. Dependiendo de su vitalidad, muy pronto estará listo para inseminar a otra hembra. En una mujer normal, la condición es pasiva. Otrora, antes del uso de los anticonceptivos (excepto el condón), el hombre se abstenía de tener sexo con su novia o amiga, por temor al embarazo.
Esa era la mejor defensa de la mujer contra la vehemencia sexual del hombre. Las condiciones ahora han cambiado. El hombre tiene el camino allanado para saciar sus apetitos sexuales a cualquier hora, en cualquier instante y con cualquier persona, gracias a los anticonceptivos y al aborto (en el caso de las mujeres).
El hombre no tiene que preocuparse de gastar en preservativos, ni aborto, ni  en anticonceptivos. Todo le resulta gratis. Antiguamente, si la líbido era incontenible, recurría a una prostituta. Ahora simplemente invita a una amiga bien parecida o no. Pagan a medias un café, una cena, un cine. Luego, sin más preámbulo, no van a un motel sino al automóvil, a un parque, al departamento de ella o de él, se satisfacen sexualmente sin compromiso y fin.
Ninguno de los dos ha pagado un centavo por preservativos ni píldoras anticonceptivas. Si por algún descuido ella se embarazó, no hay problema. La organización Plan Parenthood, financiada con fondos del contribuyente, le ayuda en el aborto sin preguntas molestas ni mayores costos. Quizás se caen bien y deciden convivir por un tiempo. Sin compromisos de matrimonio ni prole. Se separan cualquier momento, al igual que se unieron. 
La decisión de la Corte Supema, dicen las feministas, es otra muestra de la “guerra contra” la mujer y su derecho a cuidar de su salud y su cuerpo. Los 4 anticonceptivos que Hobby Lobby se opone a financiar a sus empleadas cuestan 9 dólares en cualquier Walmart o Walgreens del país.
Pero el asunto no es de precio, sino de dignidad. El embarazo no es una enfermedad y menos una enfermedad prevenible. Es todo lo contrario. Es una bendición, es un milagro que la sociedad debe proteger. Lo ha hecho desde los más remotos tiempos a través de la protección de la pareja que la conforman un hombre y una mujer.
La unión en matrimonio entre un hombre y una mujer ha sido siempre motivo de regocijo en toda comunidad y se la ha celebrado con fiestas de las más diversas formas a través de todos los tiempos. Es la alegría por la continuidad de la vida, la estabilidad de la sociedad, el amor y la esperanza.
Los exégetas del homosexualismo van en sentido contrario de la historia y de la naturaleza. Las feministas que claman como derecho suyo el de satisfacer su deseo sexual y el de los hombres en cualquier instante y librándoles a los hombres de toda responsabilidad, atentan contra los derechos de la mujer, su dignidad y el  nobilísimo papel que tienen en la naturaleza.
Ese papel es, en última instancia, el de la maternidad. No el de ser objeto de placer del hombre, pasajero, gratuito y sin compromiso. Esa es la nueva concepción que tienen de la liberación femenina.

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