Usualmente el presidente Rafael Correa se dedica principalmente a insultar a los que osan discrepar con él en sus cadenas radiales de los sábados. Pero en la última de ayer, la número 131, ha sido distinto, como queriendo dar un asomo de esperanza a sus opositores.
Según los datos proporcionados por mis servicos de inteligencia, ha dicho Correa, es probable que yo sea el segundo Zelaya en al región. Estaba aludiendo, por cierto, al presidente de Honduras que fue depuesto para impedir que el país caiga en las garras de Chávez, como el Ecuador.
¿Será factible tal bienaventuranza para el país? Correa habla de que hay un complot mundial para echarlo del poder, pero evita dar detalles, lo que fomenta la especulación. ¿Quiénes quieren botarlo a él, el campeón de la Revolución Ciudadana que busca la felicidad de los ecuatorianos?
La muletilla del “imperialismo yanqui” carece de actualidad. Primero porque Correa, “muy macho”, expulsó a los militares de la base de Manta, desde donde, según él, el imperio asfixiaba a la izquierda revolucionaria con el pretexto de combatir el narcotráfico que, también según él está penalizado injustamente.
Y segundo porque el “imperio” está ahora gobernado por un individuo que está haciendo todo lo posible para demonizar a USA y que, en ese plano, se ha aliado con sus peores enemigos como Ahmedenejad, los árabes fundamentalistas y mentores de Correa como Hugo Chávez de Venezuela y los Castro de Cuba.
Los intentos de Zelaya por corromper a Honduras fueron frenados por el Congreso, la Corte Suprema, los partidos políticos y las fuerzas armadas de esa nación. Tras deponerlo y exiliarlo, el mando provisional fue asumido no por los militares sino por el presidente del Congreso, Roberto Micheletti, con apego a la ley constitucional.
Chávez, Correa, Morales, Ortega, los Castro y Obama protestaron y protestan pero al parecer la suerte está echada. Micheletti, como David contra Goliat, resiste admirablemente y lo más probable es que Zelaya no vuelva jamás al poder, pese a la presión externa y en especial de la otrora mayor potencia defensora de la democracia, los USA.
En tales circunstancias ¿quiénes quieren “zelayizar” a Correa? Por cierto que quienes no votaron por él o se arrepienten de haberlo hecho son cada vez más numerosos. Pero no hay cohesión ni fuerza opositora como para obligar a Correa a que se exilie en Nicaragua junto a su carnal Zelaya.
En el Ecuador no existe independencia ni en el Congreso (Asamblea) ni en las ramas judicial ni electoral. Las fuerzar armadas carecen de interés y ahora de la facultad constitucional para garantizar la vigencia del sistema democrático en el país.
Esa es la realidad política e institucional del Ecuador bajo Correa. Pero ello no impide lucubrar sobre la premonición del mandatario. Él mismo dio a entender en su perorata sabatina que su temor al derrocamiento se basa en las condiciones vulnerables en las que hoy se halla la nación.
Y en eso tiene razón. Su credibilidad ha bajado del 75% a menos del 40% a raíz del descubrimiento hecho por Diario Expreso de los negociados multimillonarios de su hermano Fabricio y de las nuevas pruebas que continúan divulgándose acerca de su complicidad con el movimiento narco terrorista de las FARC.
Correa está cada vez más acorralado. El presidente Álvaro Uribe, al que no cesa de insultar, parece dosificar con extrema crueldad el “timing” para entregar más y más pruebas de las mentiras de su colega ecuatoriano. Hace poco divulgó un video del “Mono Jojoy”, que poseía una guerrillera capturada, en el que confirma que las FARC si entregaron dinero para la campaña de Correa.
También dice el Mono Jojoy que con la muerte de Raúl Reyes se perdieron preciados documentos de la organización, lo que confirma su autenticidad. Y además cuenta que “obran en su poder” más documentos comprometedores, lo que puede interpretarse como una amenaza al más puro estilo mafioso de los narcotraficantes. “Una vez con nos, no saldrás indemne de nos...”
Luego surge un supuesto diario de Raúl Reyes. Pero no dado por Uribe y con tantas contradicciones y vacíos de origen y contenido, que tiene todos los visos de ser forjado por Correa.¿Para qué? Para intentar salir indemne de su complicidad con las FARC.
Javier Ponce, ministro de Defensa, se apresuró a indicar que el diario “parece auténtico” y que por ello acordaron difundirlo. Si este documento les pareció auténtico ¿por qué no los encontrados en las computadoras de Raúl Reyes, validados por la Interpol? A Ponce hay que creerle lo opuesto de lo que dice.
Correa, está visto, no atina a salir de la encrucijada. Ahora dice que se armará para evitar otra “violación de la soberanía” de Colombia, como la del 1 de marzo del año pasado cuando el campamento de las FARC fue bombardadeo y murieron Reyes y otros 24 narcoterroristas. Lo dice en referencia a la doctrina de la “guerra preventiva” puntualizada por el ex-ministro Santos y potencial candidato presidencial de Colombia.
Santos justificó el ataque y dijo que lo repetiría si se repite la situación. Es lo menos que puede esperarse de un jefe de Estado cuya misión primaria es garantizar la seguridad nacional. Si observa que las FARC vuelven a montar un campamento en la frontera ecuatoriana para coordinar ataques contra el gobierno democrático de Bogotá, no le quedaría otra alternativa que volver a pulverizarlo.
La alternativa antes y a futuro sería que el gobierno del país vecino impida el asentamiento de los narcoterroristas y que coopere para liquidarlos en una acción militar conjunta. Con Correa ocurrió lo contrario según virtual propia confesión: sabía de Angostura, sabía que su ministro de Seguridad dialogaba con Reyes en ese sitio, reconocía a los guerrilleros no como a narcoterroristas sino como a “luchadores por la libertad”.
Si Uribe hubiese buscado la cooperación de Correa para bombardear a Angostura, habría sido un imbécil. Correa dice que Ecuador fue el blanco de Uribe porque militarmente es débil. Que por ello no se atreve con Perú, Brasil o Venezuela, donde le dicen que también hay campamentos de las FARC. “Si lo dice Correa”, hay que dudarlo. Pero ni Lula ni García han dado muestras de simpatía y protección a las FARC sino todo lo contrario. En lo que hace a Chávez, huelgan comentarios.
Sobre la entrega de dinero de las FARC a la campaña de Correa, éste les conmina a presentar pruebas y dar nombres de los que recibieron los casi 400 mil dólares. El gobierno colombiano, los documentos de Reyes ya lo han dicho: hay un militar Brito, hay una asambleísta Arellano, hay Chauvín. Y hay el estudio inconcluso del ex-Tribunal Electoral sobre el tema, que fue frenado por Correa.
¿Qué más quieren? Correa se defiende: las FARC dicen que no nos han dado nada...Y Javier Pérez le acota: con esta confesión, caso cerrado!
No tanta prisa. Ya vendrán más y más pruebas de esta farsa sin salida para Correa. Su solo recurso es insultar, insultar a Uribe, a los militares colombianos, al pueblo colombiano, a periodistas que aún se resisten a callar. Como a Jorge Ortiz, al que califica de porquería y majadero. Le atribuye haberse referido a un policía como a “chapa desgraciado.” No insulte, le aconseja a Ortiz. Lo dice él, el gran insultador de albañal.
Correa, aún con su baja de popularidad, sigue firme en el puesto por falta de una oposición cohesionada. Pero ésta crecerá y se fortalecerá a medida que aumente la opresión y el deterioro de la economía. Para evitar que la situación se vuelva caótica sería milagroso que en el Ecuador se cumpla el vaticinio de Correa relativo a Zelaya.
Con matices, desde luego. Pues no cabría esperar ni la sombra de una transición constitucional como en Honduras, porque suponer que a un Correa le suceda un “lenín” Moreno sería como caer de Guatemala en Guatepeor, para utilizar un símil centroamericano. No quedaría más opción que el “borrón y cuenta nueva” tradicional, pues el cáncer correísta está ya muy avanzado.
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