El actual presidente ecuatoriano Rafael Correa Delgado yerra a cada instante. Pero acaso uno de sus yerros mayores ha sido el haber escogido a Montecristi, ciudad nativa de Eloy Alfaro, para que allí se congreguen 113 asambleístas con el encargo (orden) de dar una apariencia legal a su gobierno dictatorial.
Más de 300 millones de dólares se dilapidaron en la construcción de un edificio incómodo y feo para la Asamblea Nacional Constituyente y para que allí, durante más de sus meses, los asambleístas terminen precipitadamente un proyecto de Constitución de casi 500 artículos que se orientan, no a fijar límites para que el poder ejecutivo no se exceda en sus funciones, sino para vigorizarlo más.
Montecristi, pueblito en que nació Alfaro, no tenía la infraestructura necesaria para albergar a la convención ni para hospedar a sus concurrentes. Pero todo se hizo de forma irresponsable, sin previsión, con premura. Aunque el mandato popular para la Asamblea era que se dedique exclusivamente a estudiar las reformas constitucionales o proponer una nueva, la mayor parte del tiempo se empleó en satisfacer las órdenes de Correa para destituir a funcionarios y quebrar la poca independencia de las diversas instituciones estatales ajustadas a la Constitución que aún no ha sido derogada ni sustituida.
¿Por qué Correa escogió a Montecristi y no el palacio del Congreso en Quito? El presidente lo dijo: para honrar la memoria de Alfaro, a quien considera la figura presidencial más importante de la historia ecuatoriana y de quien se considera descendiente por la línea Delgado.
¿Y por qué Alfaro es su líder predilecto? No lo ha dicho expresamente, pero con seguridad no será porque lo juzgue demócrata ejemplar ni porque quiera imitarlo en la devoción que el “Viejo Luchador” siempre sintió por la cultura yanqui y su espíritu empresarial y capacidad tecnológica gracias a lo cual pudo realizar su sueño de concluir el ferrocarril Quito/Guayaquil iniciado por García Moreno.
Los constructores del ferrocarril fueron Archer y John Harman. Un magnífico libro sobre la historia de esta épica aventura, que duró desde 1897 hasta 1908 y se prolongó hasta 1925, cuando la empresa fue absorbida por el gobierno, ha sido publicado por la nieta y biznieta de John, Elizabeth Harman Brainard y Katherine Robinson Brainard.
La obra en inglés se publicó en el 2003 y en español el 2007, con los auspicios de la Corporación para el Desarrollo de la Educación Universitaria (CODEU). Se titula El Ferrocarril del Cielo, tiene una ilustración de Endara Crow en la portada y hay excelentes e inéditas fotografías extraídas del archivo familiar.
Al paso que relata las incidencias de la gran obra, desde los primero contactos con Archer Harman previos a la contratación, hasta las mínimas vicisitudes que amenazaban con paralizar el proyecto, las autoras intercalan relatos acerca de la vida, cultura y política en el Ecuador de entonces, dichos por protagonistas y observadores directos de los hechos.
Son pinceladas muchas veces chocantes, desconocidas u omitidas por quienes han escrito la historia del Ecuador o la han comentado en la cátedra, los diarios o las aulas universitarias y colegiales. Correa y sus seguidores harían bien en leer esta obra escrita en lenguaje fácil (débil a veces la versión al español) y con abundancia de documentos de sustentación, que es la metodología académica para escribir historia no siempre respetada en el Ecuador.
Eloy Alfaro aparece como el mandatario emprendedor y autoritario que fue, cuya obsesión era completar el ferrocarril, que desde Guayaquil en ruta a Quito había llegado a 104.6 kilómetros gracias al empeño inconcluso de varios presidentes desde García Moreno. Mas esa obsesión fue aberrante y le creó una suerte de paranoia con respecto a los gobernantes que debían sucederlo en un proceso democrático.
Ese fue el caso de Lizardo García, que llegó tras de Leonidas Plaza en 1905. Pese a que García era liberal, Alfaro temió que cedería ante los conservadores opuestos al contrato del ferrocarril. Tras una “revolución” de 20 días, lo derrocó y el 17 de enero se proclamó Jefe Supremo (Pág 178). Pero el caudillo estaba ya debilitado y las rebeliones y boicot al ferrocarril proliferaron. En mayo de 1907 el Jefe Supremo tuvo que enfrentarse a soldados colombianos que, al decir de un observador del momento (Pág 195) fueron contratados por frailes asilados en ese país resueltos a iniciar una “guerra santa” contra Alfaro.
En su ánimo de no ceder en defensa de su obra magna, el ferrocarril, Alfaro “nombró a Harman comandante en jefe de las fuerzas ecuatorianas” y le autorizó a que hiciera “todo lo que quisiera” para rechazar a los invasores (Pág 195). ¿Qué hizo Harman, que a diferencia de su hermano John (graduado en West Point) no tenía experiencia militar? Pues utilizó el “arma” del ferrocarril, que para entonces había llegado hasta Latacunga. A los colombianos los amedrentó con los silbatos, chirridos y vapor de las locomotoras que ellos nunca habían visto y los puso en fuga.
El ejército ecuatoriano aprovechó el desconcierto de los colombianos a los que acorralaron y derrotaron: en la batalla hubo 1.800 entre muertos y heridos y 4.000 capturados. Alfaro compensó a los victoriosos con un muda de ropa y 10 sucres, una fortuna para la época. El relator afirma que muchos de los presos colombianos se quedaron para siempre en el Ecuador y algunos se emplearon en el ferrocarril (Pág 196).
El presidente Rafael Correa seguramente no conoce este episodio de su héroe de entregar el mando del ejército a un yanqui. Él, Correa, se ufana más bien de expulsar a los gringos de la base militar de Manta, de felicitar a Morales por la expulsión del embajador de Estados Unidos en La Paz y de diferir por más de mes y medio la recepción de credenciales de la nueva embajadora de ese país en Quito.
Alfaro, como Jefe Supremo, impuso la nueva Constitución de 1906, que ha sido la más duradera en el Ecuador y propulsora de principios democráticos loables como la educación laica, el matrimonio civil, el derecho del voto a la mujer y otras conquistas apreciables. Pero su percepción de la democracia ni es imitable ni laudable. ¿Será acaso por esto precisamente que Alfaro le atrae a Correa?
Tras su segundo periodo, a Alfaro le sucedió Emilio Estrada en 1911 (el ferrocarril había llegado a Quito en junio de 1908). Aunque al principio lo respaldó, terminó por desconfiar de él y apoyó a su sobrino Flavio Alfaro para organizar una revuelta que impida su posesión (Pág 210). Luego se produjo la sucesión vertiginosa de hechos que involucraron a Carlos Freile Zaldumbide, presidente del Congreso, a Plaza, a militares y políticos.
Estrada murió de un paro cardíaco, Freile asumió el mando y llamó a elecciones para el 28 de enero de 1912. Flavio Alfaro se proclamó, como su tío antes, Jefe Supremo en Esmeraldas. Lo propio hizo en Guayaquil el general Pedro Montero. Plaza, que aspiraba al poder, marchó a la Costa para aplastar la insurrección. La guerra civil subió de punto y Montero pidió a Alfaro, exiliado en Panamá, que regrese para comandar esta nueva “revolución”.
Montero fue derrotado en Huigra, Naranjito y Yaguachi en batallas que dejaron unos 3.00 muertos. La gente se distanció de Alfaro. Éste estaba de vuelta y con Montero, su hermano Medardo y otros, fueron apresados en Guayaquil. Pero las vidas de los revoltosos corrían peligro por lo que se decidió trasladarlos a Quito, por seguridad. A medio tramo del viaje en el ferrocarril de los sueños de Alfaro, Plaza ordenó suspenderlo debido a que la gente ardía en Quito contra los rebeldes.
La orden o no llegó a tiempo o se la desconoció. La historia, como se sabe, tuvo el “bárbaro” final en la “Hoguera Bárbara” de El Ejido (título que Alfredo Pareja Diezcanseco dio a su libro sobre el tema), donde los restos de Alfaro y los suyos fueron incinerados. (Págs 213,215 y 215)
Archer Harman, jubilado, murió en un grotesco accidente en su finca de Virginia. Había salido a cabalgar en compañía de su hija cuando el caballo se desbocó al cruzar un puente: asido de un estribo, fue arrastrado por el río y, tras golpearse en una roca, falleció. Su hermano menor John murió mucho antes a los 44 años de edad con fiebre amarilla y fue enterrado en Huigra.
La historia “gringa” del ferrocarril culminó en 1925 cuando la Guayaquil & Quito Railway Company fue adquirida por el gobierno ecuatoriano. A diferencia de lo que Correa ha hecho con compañías norteamericanas como la Occidental de Petróleos, que fue confiscada (robada), la de ferrocarriles recibió en pago la suma de 600.000 oro (Pág 247).
En suma, Correa está equivocado en seleccionar a Alfaro como paladín de la democracia y está equivocado si pretende invocarlo como ejemplo cuando actúa demencialmente contra todo lo que le recuerde a los Estados Unidos. Alfaro, hay que insistirlo, no es modelo de demócrata. Si bien cambió la historia al terminar con la hegemonía conservadora/clerical, el proceso democratizador quedó trunco. Y sigue trunco hasta ahora, con Correa.
¿Qué decir de otros gobernantes antiyanquis del momento, como Evo Morales de Bolivia y Hugo Chávez de Venezuela? Bolivia está al borde de una nueva guerra civil y trata de desviar la preocupación interna al expulsar al embajador de los Estados Unidos.
Chávez ha hecho lo propio “en solidaridad”. Pero a nadie se le escapa que el verdadero motivo para expulsar al embajador yanqui en Caracas es el juicio que está en curso en Miami y que probará que él envió 800.000 dólares cash a la candidata presidencial de Argentina. Y, además, debido a las acusaciones que por fin hace públicas los Estados Unidos sobre la vinculación directa de Chávez con las FARC y el narcotráfico (contenidas en los archivos del líder terrorista Raúl Reyes, muerto en el ataque colombiano de marzo de este año en su refugio en el Ecuador).
Sobre este tema, el diario El Nuevo Herald (del The Miami Herald) publicó hoy una excelente información que hacen ciertas dichas acusaciones. Lea la nota en este link.
1 comment:
Excelente análisis de la figura de Alfaro. Realizada además con rigor histórico y sin el apasionamiento distorsionador con el que muchas veces se analiza la historia. Alfaro está siendo usado y abusado porque "vende". Es el mismo patró usado por Chávez con Bolivar (ese pelucón criollo que debe estár retorciéndose en su tumba) o lo de Castro con Martí (pobre martí, un Liberal Confeso usado para justificar el comunismo más atroz).
Felicitaciones por un post excelente.
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