El problema fundamental del presidente ecuatoriano Rafael Correa es que no cree en la ley o, dicho mejor, que él se cree la ley. Lo ha demostrado en varias oportunidades cuando ha despreciado y violado no solo leyes secundarias, sino la principal, la Constitución del Estado.
Disolvió al Congreso legítimamente elegido, comenzó a gobernar y lo sigue haciendo con decretos de emergencia que le liberan de responder por sus acciones y contrataciones y reorganizó a los organismos de control a su antojo, ahora inclusive la Corte Suprema de Justicia.
Pisoteó la ley y los acuerdos que permitieron, forzadamente, que se convoque y reúna una Asamblea para revisar o rehacer la Constitución y la manipuló para dar un tinte de legalidad a todos sus abusos jurídicos. Finalmente intervino de modo directo y desembozado para que los asambleístas aprueben un texto constitucional como él lo ideó y diseñó, haciendo añicos todo remedo de acción democrática para imponer su criterio.
Nada sorprendente, pues, que ahora se lance contra la Iglesia Católica, pese a que ha declarado ser un católico practicante. El motivo de su iracundia es el pronunciamiento de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana contra la ambigüedad del texto constitucional sobre el aborto y el matrimonio entre individuos del mismo sexo.
La Iglesia Católica es clara en este aspecto desde tiempo inmemorial. En cuanto al aborto y las prácticas anticonceptivas los condena, por considerar que la vida humana es sagrada y tiene que ser protegida desde la concepción hasta la muerte natural. La mujer tiene la misión trascendental de creación de la vida y la modalidad óptima para ello es a través del núcleo familiar entre un hombre y una mujer.
El aborto y los anticonceptivos pervierten la feminidad, pues convierten a la mujer en instrumento no de creación de la vida, sino de recreación efímera para provecho del hombre, semental perpetuo en su fase de virilidad. La mujer sin la defensa natural de defender su condición de madre potencial frente al asedio sexual del hombre, se condena a si misma a sufrir la conducta irresponsable de su pareja, que si la embaraza o la abandona a su suerte o la fuerza al aborto, antes de reemplazarla por otra presa fácil de su género.
La Iglesia ecuatoriana dice que los textos sobre estos temas son ambiguos (y lo son), por lo cual no solo está en su derecho sino que es su obligación advertir a sus feligreses y a la población en general sobre los peligros que sobrevendrían en el caso de ser aprobados como parte de la Constitución.
Correa prometió al Episcopado que aceptaría su posición en contra del aborto y el matrimonio gay. Pero no cumplió la promesa. El articulado al respecto habría sido tan simple como decir en pocas palabras: “se garantiza la vida humana desde el momento de la concepción” y “el único matrimonio válido es entre un hombre y una mujer”. Pero la Constitución tiene un lenguaje nebuloso.
Es, en efecto, la que más artículos tendría en el mundo (444, más 30 adicionales como disposiciones transitorias). Le sigue la de India, con 395 artículos, Colombia con 380, Venezuela con 350. La de Estados Unidos tiene 7 (es la misma que rige desde 1776 más 27 enmiendas), Filipinas 18, Indonesia 37 y el Reino Unido… 0.
¿Acaso la intención de los asambleístas oficialistas al aprobar textos brumosos y retóricos en la Constitución fue dejar la interpretación final e inapelable al Gran Jefe, Correa, a quien se han propuesto dejarle el camino expedito para una presidencia perpetua?
Correa, si es católico practicante, no debió acusar al Episcopado ecuatoriano de ser mentiroso e hipócrita por cuestionar la Constitución que permitiría el aborto legal y el matrimonio homosexual en las mismas condiciones que el matrimonio heterosexual. La Iglesia Católica es jerárquica y no democrática, en el sentido político del término.
El Magisterio es el oficio instructor de la Iglesia compuesta por el pleno de los obispos, cuyo líder es el Papa. Representa a los 12 apóstoles y a Jesucristo. El artículo 862 reza: “Así como el oficio que el Señor confió solo a Pedro como el primero entre los apóstoles y que estaba destinado a ser transmitido a sus sucesores, es un oficio permanente. Igualmente perdurable es el oficio recibido por los apóstoles de pastorear a la Iglesia como encargo destinado a ser ejercido sin interrupción por la orden sagrada de obispos. Por lo tanto la Iglesia enseña que los obispos por institución divina tomaron el lugar de los apóstoles como pastores de la Iglesia, de modo que quien les escucha a ellos escucha a Cristo y quien les desprecia a ellos, desprecia a Cristo y a Aquel que envió a Cristo”.
Las enseñanzas de la Iglesia tienen que ser acatadas por quienes profesan la fe católica. Si hay desacato a dichas enseñanzas, hay, pues, desacato a los apóstoles y a Cristo. Y si hay rechazo a la fe, habría apostasía y en uno y otros casos, existe la posibilidad de la excomunión.
Correa podría ser excomulgado si persiste en sus ataques a la catequesis de la Iglesia Ecuatoriana, a menos que voluntariamente se separe de la Iglesia. No caben términos medios, no caben los insultos, no caben las posiciones medias sobre temas “no negociables” como la defensa de la vida y del núcleo familiar integrado por un hombre y una mujer.
Si Correa duda de estas aseveraciones, puede leer, o volver a leer si ya lo ha hecho, el artículo 862 del Catecismo de la Iglesia Católica, Depósito de la Fe, conocido como la Constitución Apostólica. Pero su costumbre es violar la ley, violar la Constitución. Ahora quiere emprenderlas contra la Ley Divina. ¿O talvez quiere convocar a una convención de obispos ranclados, elegidos a dedo, su dedo, para rehacerla a su gusto?
En los Estados Unidos, desde que se legalizó el aborto en 1973, ha habido el sacrificio por esta vía de 50 millones de seres inocentes. Es el mayor genocidio de la historia. Paralelamente, el uso generalizado de anticonceptivos de todas las formas ha humillado a la mujer, ha destruido el núcleo familiar tradicional y ha multiplicado los conflictos sociales de niños crecidos en hogares de solo una madre sin el complemento estabilizador del padre.
(Hay abortistas que sostienen que el aborto se justifica para evitar que tantas madres pobres tengan tantos niños pobres…Pero la solución no es matar a esos niños antes de que nazcan sino aplicar medidas para que esas madres y esos niños salgan de la pobreza y que no son por cierto las que propicia Correa con su Constitución. Los abortistas son también partidarios de la eutanasia. Con seguridad no se inmutaron al saber que las FARC mataron a dos ancianos, marido y mujer, capturados como rehenes hace 8 años, porque ya no podían resistir las caminatas forzosas por la selva…)
Se trata de una de las aberraciones de la cultura norteamericana, admirable en tantos otros sentidos. Correa detesta a los Estados Unidos, pero quiere imitar lo más detestable de este país. Los mismos Estados Unidos, como Europa, Rusia y otras naciones que han seguido ese cauce, se están despoblando y estarían en crisis profunda, de no mediar la inmigración.
Lo sustantivo, en Correa, es su personalidad atrofiada, arrogante y totalitaria. Su actitud contra la Iglesia Católica es otro resultado peligroso de su carácter. El Diario El Comercio, al final de su editorial de hoy en que comenta sobre el tema, dice algo lapidario y ¿profético?: La Iglesia (Católica del Ecuador) es agredida conceptualmente…Pueden ser los últimos vestigios de una libertad, ideológica o pastoral, que se puede ejercer en el Ecuador”.
1 comment:
Felicitaciones. Un análiss exacto de la realidad del Ecuador, donde siempre es preferible buscar culpables que soluciones. Si esos presuntos culpables además se ajustan al patrón preestablecido de "poderes fácticos" (Banca, iglesia, Empresarios, Medios de Comunicación) pues tanto mejor. De este modo seguirán hundiéndonos a todos en el oscuro pozo de la miseria.
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