Sunday, August 17, 2008

LA SITUACIÓN ESTÁ CLARA

A un mes y algo más del referendo mediante el cual se decidirá ratificar o no el proyecto de nueva Constitución en el Ecuador, la situación se clarifica para los votantes: quienes estén por el Si es porque desean que se consolide el régimen dictatorial de Rafael Correa. Y viceversa.
El ministro acaso más influyente del Presidente, Ricardo Patiño, encargado de la extraña Cartera de Coordinador de la Política, ha terminado por aceptar que el proyecto en realidad vulnera la esencia democrática de división de los poderes en sus tres funciones clásicas.
Pero el pueblo, ha dicho a renglón seguido, puede estar tranquilo por cuanto los que van a ejercer el poder omnímodo, esto es, Rafael Correa y sus escogidos, lo harán tan bien que el recuerdo del sistema democrático tradicional será solo una pesadilla lejana para los ecuatorianos.
Si el Si triunfa el 28 de septiembre se registraría la extraña circunstancia de que la mayoría de ciudadanos legalice con su voto a un gobierno arbitrario que antes de la aprobación ya ha vulnerado el equilibrio democrático de los tres poderes, al arrasar con la independencia de las ramas legislativa y judicial de hoy.
Con la nueva Constitución, esa arbitrariedad se acentuará y no habría lugar a la protesta pues sus acciones serían legales y constitucionales. ¿Cree la gente que respalda a Correa que una dictadura le beneficiaría más que una democracia, aún si ésta es imperfecta como lo ha sido en el Ecuador?
Ecuador no ha prosperado precisamente porque nunca se ha aplicado en el país un sistema democrático real, estable y duradero. Hay lapsos de excepción, pero han sido efímeros lo que ha inducido a muchos a pensar que los defectos del sistema, con la perpetuación de la pobreza y la injusticia, han sido fruto de esa “democracia”.
Piensan, como ahora y en otras ocasiones similares, que la respuesta es fortalecer más al Ejecutivo. La tendencia de la hora, en el Ecuador y otros países como Bolivia, Venezuela y Nicaragua, es a reforzar al Ejecutivo para derramar la felicidad a manos llenas con el “socialismo bolivariano” del siglo XXI.
Es, claro, palabrería. De lo que se trata es de implantar una dictadura más como tantas que se han sucedido en la región, solo que ahora se la afianzaría con el voto popular y no con las armas, como antaño. Pero los resultados, ahora, ayer y siempre serán los mismos: más corrupción, menos libertades y mayor pobreza en los segmentos de suyo empobrecidos.
Correa y Patiño afirman que la Constitución recuperará el poder perdido para el Ejecutivo, que sucumbió ante la presión de las oligarquías peluconas protegidas durante la “larga noche del neoliberalismo”. Pero el Estado ecuatoriano, con o sin neoliberalismo, ha sido intervencionista desde la época colonial.
El modelo hacendario sigue vigente en las entrañas de la cultura popular. Cuando la gente respalda a Correa, piensa en las dádivas del amo o patrón de hacienda. No en el fruto de su propio trabajo sino de un mesías que promete la abundancia y el empleo. Si para ello exprime o extingue a los ricos, tanto mejor, pues ello ceba su resentimiento social.
Por desgracia, esa fórmula es inaplicable. Lejos de reforzar la influencia del Ejecutivo en las actividades privadas, hay que restringirla y limitarla a lo que es propio del gobierno: garantía de la seguridad interna y externa del país y respeto y aplicación de la ley. La nueva Constitución no quiere eso sino el control directo de las ramas legislativa y judicial y la ingerencia en las actividades económicas privadas bancarias, agrícolas, industriales, educativas o artísticas mediante una planificación rígida del desarrollo a la que nadie podrá sustraerse ni oponerse.
Esta modalidad copia los sistemas socialistas/comunistas/fascistas, cuyas economías están centralmente planificadas. Para aplicarlas por la fuerza, en la ex Unión Soviética Stalin sacrificó a más de 20 millones de seres humanos que se resistieron a la confiscación de grandes y pequeñas fincas. En Cuba, en Corea del Norte, el sistema ha generado paredón y hambruna.
El Eje del nacional socialista llevó al mundo a la II Guerra Mundial y con ello se inmoló a millones de personas. Las naciones derrotadas quedaron en escombros y solo se recuperación merced al apoyo político y financiero de los Estados Unidos, puntal en la victoria aliada.
La URSS se mantuvo en el poder por cerca de 70 años, gracias al desvío de cuantiosos recursos al armamentismo, con desmedro de la calidad de la vida de sus ciudadanos. Tras la caída del imperio soviético y la hegemonía de Moscú en 1989, las naciones liberadas y la propia Rusia se volcaron hacia la economía social de mercado y ahora son prósperas.
En Rusia, por desgracia, Putin quiere revivir al imperio y cuenta para ello con la cuantiosa riqueza generada por los excedentes petroleros, como en Venezuela. Ha invadido Georgia y aspira a expandir su influjo no se sabe hasta qué límites. Entre los primeros en sumarse a la protesta figuran Lituania, Estonia y otros ex satélites de la URSS abiertos a la economía de mercado y a la democracia y por ello en constante crecimiento y prosperidad.
Chávez se ha adherido a Putin. Le ha comprado armas, da la bienvenida a los navíos de guerra en plan de visitar a Cuba y Venezuela y quiere conformar una alianza con Rusia e Irán. ¿Qué les une aparte del petróleo? El común rechazo al sistema democrático y a su principal promotor en el mundo, los Estados Unidos. Correa no quiere quedarse atrás y si bien abrirá una embajada en Teherán, aún no ha imitado a Chávez en inculpar a los Estados Unidos por la crisis de Georgia. Nada improbable que no tarde en hacerlo.
En Venezuela complace observar que la resistencia a Chávez, derrotado en las urnas en diciembre pasado cuando pretendió que se vote por la presidencia vitalicia para él, crece con el paso de los días. La rebeldía la originaron los estudiantes universitarios y ahora se extiende a otros sectores de la comunidad.
En el Ecuador, también, parece que va tomando cuerpo una parecida resistencia a Correa y a su proyecto de Constitución. Los universitarios han dado la primera clarinada al rechazar la presencia del presidente en la Universidad Católica de Guayaquil (su alma Mater). La Policía los reprimió con brutalidad.
Falta un mes y medio para el referendo. Hay tiempo para que la gente reflexione antes de consignar su voto. No tiene sentido continuar divagando sobre los 444 artículos del funesto proyecto. Es inútil e infructuoso. Hay que ir al fondo del problema: votar por el Si, sería votar por la consagración de la dictadura correísta. ¿Es eso lo que quiere la mayoría de ecuatorianos?

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