Las reacciones del presidente Rafael Correa de Ecuador a espectacular rescate de la ex candidata presidencial colombiana Ingrid Betancourt y otros 14 cautivos de las FARC, que el mundo ha aplaudido sin reservas, prueban la mezquindad de su alma envidiosa.
Afirma que se alegra por la noticia, pero lo que realmente trasluce es frustración por este nuevo éxito del presidente Álvaro Uribe. No lo ensalza, como hasta la propia Ingrid lo ha hecho y lo vuelve a denigra. Minimiza la destreza y la astucia de la inteligencia militar colombiana y se irrita por las “tonterías” cometidas por los terroristas, debido a las cuales ha aumentado el prestigio de Uribe.
Correa ha insistido en repetidas ocasiones que a Uribe lo había derrotado en el campo diplomático, luego de su gira por varios países de América Latina y de Europa para buscar respaldo de rechazo a la incursión militar colombiana en el campo narcoterrorista de Angostura, en territorio ecuatoriano.
La verdad era otra entonces y es mucho más palpable ahora tras la hazaña del rescate. Uribe ha magnificado su prestigio internacional y ha puesto en evidencia la hipocresía y doblez de Rafael Correa y Hugo Chávez, que con anterioridad al asalto de Angostura eran defensores y financiadores de las FARC.
Chávez, a quien Correa siempre imita, tentaron mediar para el rescate de Ingrid y otros rehenes prominentes y aunque a comienzos de este año salieron libres algunos de ellos por influjo de Chávez, la cautiva clave seguía en prisión. La mediación del venezolano fue autorizada inicialmente por Uribe, pero luego se la revocó porque violó reglas convenidas. Uribe jamás pidió ni recibió autorización ninguna de Correa.
La acción militar que demolió el campamento Angostura, segando la vida de “Raúl Reyes” y una veintena de guerrilleros a su mando, cambió por completo el esquema mental y estratégico de Chávez frente a las FARC, debido a que los documentos encontrados en computadoras portátiles revelaban su vinculación estrecha con el grupo terrorista.
Chávez, según los documentos, recibió dinero de las FARC para financiar su campaña electoral y, más tarde en compensación éste tramitaba un préstamo de 300 millones de petrodólares a Marulanda a cambio de asesoramiento en guerra de guerrillas al ejército venezolano. Los documentos revelan también que Correa obtuvo más de 100.000 dólares para su propia campaña, pero la indagación sobre el tema fue bloqueado por la Presidencia y los organismos electorales sumisos en el Ecuador.
Chávez cambió de tono y actitud y retirando el apoyo a las FARC, les conminó a que abandonen la lucha armada, repudien el secuestro y liberen sin condiciones, a todos los rehenes. Correa ha sido lento y torpe en imitar a su mentor, pero tras el rescate de Ingrid ya ha dicho lo que dijo Chávez: que todos los 700 o más secuestrados por las FARC “deben quedar libres sin condiciones”.
¿Acaso olvida la gente que Correa se negó desde su campaña electoral a calificar a las FARC de narcoterroristas? Siempre sostuvo que eran rebeldes, luchadores por la libertad, ejército irregular. A los terroristas sobrevivientes del bombardeo de Angostura, llevados a Quito y curados en hospitales militares no los apresó para enjuiciarlos por violación de las leyes de seguridad: les dio salvoconducto para que otro protector de las FARC, Daniel Ortega, les lleve como asilados políticos a Nicaragua en un avión militar de este país.
Tras el operativo “Jaque”, ejecutado en su integridad por colombianos con el apoyo táctico israelí y norteamericano, Correa se lamenta de que no se hubiese hecho algo igual en Angostura. La comparación es pueril, pues en ese campamento no había rehenes, sino asesinos con decenas de órdenes legales para su captura. Uribe tuvo que actuar por cuenta propia, pues Correa no solo se habría negado a colaborar sino que habría alertado a los guerrilleros para que fuguen.
Chávez y Correa, por denuncia del venezolano, convinieron en permitir el asentamiento del campamento para alojar temporalmente allí a rehenes cuya liberación los dos planeaban tramitar. Para ello, Gustavo Larrea, el ministro de Seguridad de Correa fue delegado para dialogar con Raúl Reyes, hasta que éste sucumbió en el ataque colombiano.
El operativo “Jaque”, planeado hasta el más mínimo detalle desde hace 3 o más años, se aceleró con el golpe maestro de Angostura. Tras la revelación de los documentos, se incrementaron las deserciones de las FARC, murió el líder principal Marulanda, otros cayeron acribillados por sus propios compañeros. Más aún, las FARC quedaron sin el apoyo de Chávez ni el respaldo de menor cuantía de Correa.
Chávez, Correa, el presidente francés Sarkozy e inclusive los familiares de Ingrid y principalmente su madre, Yolanda Pulecio, se dedicaron a atacar a Uribe acusándolo de no querer negociar con las FARC para la libertad de los rehenes sin una acción militar. Uribe estaba en lo cierto: la negociación con los terroristas solo consigue fortificarlos.
Ingrid y Sarkozy no se han retractado en sus posiciones. Ahora pretenden decir que Uribe les dio oído y que por ello el operativo del rescate se hizo sin in solo disparo. Ello fue así porque la estratagema resultó perfecta. Mas nadie en las fuerzas armadas descartaba la opción de un yerro, de un paso en falso, por lo cual por tierra y aire se tenía prevista una acción militar inmediata para doblegar por la fuerza si se producía una reacción armada de los terroristas.
Por fortuna ello no fue necesario acaso por las “tonterías” de los terroristas y no por la destreza de los militares colombianos, según insinua Correa. Si viviese el “Che” Guevara, dice Correa (al Che lo ha exaltado en numerosas ocasiones), él se reiría de lo sucedido y habría dicho que un movimiento revolucionario “que se respete” no “comete secuestros”. Claro que no, el Che prefería fusilar a todo opositor a la revolución castrista que ha sumido a Cuba en la miseria.
Sarkozy ha llamado por teléfono a Correa para agradecerle su interés en la liberación de Ingrid y más tarde lo hará personalmente. También visitará a Chávez con igual objetivo. Pero ¿cuál era el móvil de ambos para mediar con las FARC? No otro que debilitar a Uribe y probar que su decisión de liquidar a la narcoguerrilla por la vía militar era equivocada. Se ha demostrado que fue y es todo lo contrario: sin la acción militar para acechar, capturar o matar a los terroristas donde quiera que se encuentre, sin la acción militar en Angostura y sin la acción militar tipo Entebbe para liberar a Ingrid y a otras 14 personas, el movimiento subversivo que desde hace media centuria trata de acabar con la democracia en Colombia, no estaría moribundo como lo está ahora.
Mientras tanto, Correa insiste en que no reanudará las relaciones diplomáticas que rompió, mientras en Colombia “no haya un gobierno decente”. El pedido de que las reanude ha venido de la OEA, del Grupo Carter, de la propia Ingrid, de la mayoría de ecuatorianos que no ve razón para el distanciamiento con un país con el cual hay intensas relaciones comerciales y una tradicional amistad.
“Déjennos en paz” ha dicho Correa cuando se le toca el tema. Insiste en que el pecado capital de Uribe fue el ataque de Angostura, pese a que el mandatario colombiano ha presentados excusas formales, aunque no arrepentimiento. El bombardeo no fue al Ecuador, ni a sus fuerzas armadas ni a civiles, fue a una guarida de maleantes tolerada en territorio ecuatoriano.
Uribe ya no tendrá necesidad de una nueva votación para desvanecer la inculpación de que su periodo presidencial fue ampliado con fraude. La Corte Suprema acaba de revalidarlo. No busca una nueva reelección, aunque le sería fácil conseguiría, dada su popularidad creciente.
Frente a él, la personalidad moral e intelectual chata de Correa está reclamando ser castigada por los mismos que se equivocaron en elegirlo como presidente. Ese castigo deberá venir con un No rotundo en el referendo de septiembre próximo, cuando se llame a ratificar o rechazar la nueva Constitución, que es el documento más antidemocrático y retardatario de que se tenga memoria en la historia no solo ecuatoriana sino de la América Latina toda.
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