Es la cuarta o quinta vez en un año que los medios de comunicación anti Trump, alineados incondicionalmente con el partido demócrata progresista, vaticinan que el Presidente está a punto de “echar la toalla” porque la Casa Blanca es un caos que él es incapaz de gobernar.
Si caos es lo que existe en la Casa Blanca, entonces Donal J. Trump es un genio pues a pesar de ello ha logrado concretar en ese lapso el 64% de las promesas de campaña, según la Heritage Foundation, más que ningún otro gobernante que le ha precedido, incluído Ronald Reagan.
Entre las promesas cumplidas figuran la reducción de impuestos, revisión de los tratados comerciales con resultados no recíprocos, la anulación de las regulaciones de Obama obstructivas al desarrollo y la obligatoriedad de adquirir el Obamacare, todo lo cual ha impulsado la economía a través del aumento de la inversión, el ahorro y el empleo.
Si hay caos es en el lado del “progresismo”, frustrado cada vez más en su empeño por debilitar la Constitución vigente para facilitar un giro de la nación hacia una izquierda socialista/marxista en que predomine el Estado sobre los derechos individuales. La pérdida de la candidata presidencial Hillary Clinton, que hubiera acelerado esa tendencia, fue un shock del cual no se recuperan.
Una de las promesas de tipo comercial que anuncia cumplirá, es elevar los aranceles a la importación del acero (25%) y aluminio (15%) que inundan el mercado y desalientan la explotación nacional de esos metales. Muchos países se han visto favorecidos sin reciprocidad, pero ello terminará debido entre otras consideraciones a que se trata de materiales estratégicos.
Se ha actualizado el tema China a propósito de estos tratados y de otros conexos. Se habla sin rodeos acerca de que el poder económico de esa nación surgió gracias a las concesiones de Occidente en lo político y económico. Ingenuos como los dos Presidentes Bush, Clinton y Obama pensaron que con el crecimiento económico chino advendría la democracia.
La capitulación comenzó con Nixon cuando viajó a Pekín a rogarle a Mao que aceptara establecer relaciones diplomáticas que él no buscaba. Estas se sellaron pasando por alto los actos genocidas y más atrocidades del dictador para “comunizar” al pueblo chino. El columnista Pat Buchanan escribe sobre el tema y dice que China es un monstruo creado por Occidente. (No menciona a Nixon, de cuyo gobierno formó parte)
Al frente de China está ahora Xi-JingPing, quien al parecer está gobernando tan bien (no como Trump, si como Mao) que los miembros de la Asamblea o Congreso Chino le tienen prometido introducir reformas a la Constitución para premiarle con la presidencia vitalicia. Algo muy distinto de lo que seguramente esperaban Nixon y los Bush.
La economía china es artificial porque es centralmente planificada y porque usufructúa de todas las ventajas comerciales como nación menos favorecida, que Trump se propone terminar. Debido a que la prensa allí es oficial, se ignoran los centenares de proyectos estatales que han fracaso con pérdidas billonarias, así como la manipulación de la moneda y de marcas y patentes.
La baja de impuestos a las corporaciones de Trump significa que muchas de ellas dejarán China (y otros países) para volver a invertir y emplear en los Estados Unidos, con lo cual paulatinamente el défict comercial de 500 mil mllones de dólares comenzará a bajar. La capacidad de invención es incomparablemente superior en una sociedad libre que en una centralmente dirigida.
El mito de la superioridad militar y económica de China sobre USA, consecuentemente, podría comenzar a desvanecerse a medida que Beijing se vea forzada a reestucturar el presupuesto con menos gasto militar y más dinero para socorrer a inmensos segmentos de la población que permanecen empobrecidos, alejadas de las áreas industralizadas cercanas a las costas.
Históricamente está comprobado que la prosperidad se ha acelerado y ha alcanzado a mayores sectores de la población con el capitalismo naciente en el siglo XIX, que sustituyó a la esclavitud como método más eficiente y por cierto más humanitario para producir más y mejor en todos los campos de la producción. Y que la productividad es más alta cuanto más libre y competitiva es una sociedad.
Trump está convencido de ello y todo lo que hace y dice responde a esos principios. Hay quienes lo acusan de fascista y hitleriano pero su liderazgo es la antípoda de lo que esos conceptos encierran: porque apuntan a la libre competencia de mercado con respeto a la ley. Y de respeto sobre todo a la ley primaria, la Constitución de 1778, que los “progresistas” la quieren arrinconar porque implica “gobierno por consenso” - no gobierno de unos pocos.
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