Donald Trump erró ayer al confrontarse con los reporteros. Los había llamado para anunciarles un gran plan para modernizar el sistema de transporte y comunicaciones en el país, pero la sesión degeneró en un conato inútil con los periodistas.
El Presidente ha descrito con claridad la falta de profesionalismo de la mayoría de los medios de comunicación audiovisual que aliados con el partido demócrata y algunos republicanos que lo detestan, no cejan en su empeño de distorsionar y desinformar sobre su gestión.
Es hora de que los ignore y sobrenade ese grupo de “progresistas”, cuya conducta no solo no mejorará sino que empeorará con refriegas como las de ayer en su Torre de Nueva York. En lugar de tocar el tema de la infraestructura, la batalla se circunscribió al trágico incidente del sábado pasado en Charlotteville, Virginia.
Trump, tras su exposición sobre el proyecto de transporte, pudo abrir la sesión a preguntas sobre este tema, pero limitarla con una sola y definitiva respuesta: que la demolición de la estatua del general Robert E. Lee en esa ciudad no era bien vista por todos y que algunos querían expresar su contrariedad públicamente.
La manifestación fue inicialmente negada por las autoridades demócratas, encabezadas por el Gobernador Terry McAuliffe. Pero un juez federal revocó esa negativa, invocando el derecho constitucional a la libre expresión. Entre los manifestantes había miembros de los White Nationalists o Nacionalistas Blancos y de los White Supremacists.
Los primeros rechazan ciertos privilegios que se han otorgado a los negros y a otras “minorías raciales”, juzgando que ello vulnera la Constitución que proclama que “todos los hombres son creados iguales”. Los “Blancos Supremacistas” creen, ellos si, que la raza blanca es superior y por ello blandían en el mítin la cruz gamada nazi.
Hubo contramanifestantes sin permiso legal, quienes con la notoria falta de una preventiva acción policial comenzaron a agredir a los “supremacistas” (los “nacionalistas” se evaporaron) con bates, toletes y piedras, originándose una batalla campal. Fue cuando surgió un automóvil con el conductor criminal que arrolló y mató a una mujer e hirió a casi una veintena. Dos gendarmes murieron al caer un helicóptero policial de vigilancia.
Trump nunca se ha alineado con los blancos supremacistas. Ha rechazado la violencia de las partes. Lo dijo el sábado a poco de conocerse sin detalles del incidente, lo reiteró el lunes condenando con nombres de grupos racistas como el Ku Klux Klan y pro Nazis y volvió ayer a condenar a los extremismos de derecha e izquierda.
Demócratas y republicanos anti Trump aducen que es infame equiparar a la extrema derecha u Alt-Right con la extrema izquierda u Alt-Left (Alt por alternativa), porque en los incidentes del sábado la izquierda se expresaba contra el racismo que la derecha supremacista defiende. Ergo, "Trump es supremacista".
Ninguno de ellos, por cierto, menciona al Movimiento Black Lives Matter, por ejemplo, cuya misión es asesinar policías porque según ellos solo están para matar negros. Ni hacen memoria de que Supremacismo y el Ku Klux Klan son creaciones del partido demócrata a comienzos del siglo XX para seguir oponiéndose a la integración de los negros.
La misma Guerra Civil, a propósito del General Robert Lee cuya estatua se quiere demoler, se desató por la tozudez de los demócratas del Sur en mantener la esclavitud. El enfrentamiento segó la vida de más de 600.000 personas, pero la segregación racial continuó al morir asesinado Abraham Lincoln, el presidente republicano que quiso sellar la paz otorgando todos los derechos a los negros.
Esa resolución la frustró un criminal demócrata y fueron los demócratas del Sur los que siguieron obstruyendo la integración de los negros en escuelas, en la vida social y política, hasta que a la postre cedieron casi una centuria más tarde. El Presidente Lyndon B. Johnson, un racista confeso, vio propicia la oportunidad política con la aprobación (unánime de republicanos y con minoría demócrata) del proyecto republicano de los Derechos Civiles, para tornarse en el campeón de la causa negra.
Se dieron casos curiosos como los del ahora senador Elijah Cummins, quien junto con Martin Luther King Jr y otros líderes negros hicieron la histórica caminata por el puente en Selma, Alabama, que fue disuelta a palos por la policía de un gobernador demócrata segregacionista. Después de la paliza se convirtió en una fanático demócrata, en remedo del típico síndrome de Estocolmo.
Tampoco los anti Trump demócratas o republicanos, cuando hablan de su furia contra los nazis, recuerdan que Obama, Hillary, Sanders y todos los “progresistas” idolatran a Margaret Sanger, pionera y fundadora de la organización abortiva Planned Parenthood. El propósito de Sager fue la “purificación” de la raza blanca mediante la eliminación de los negros, los débiles y deformes con anti conceptivos, aborto, eutanasia y eugenesia. Hitler se inspiró en ella.
Trump no se equivocó en lo que dijo ayer, sino en cómo lo dijo y por qué lo dijo en tal ocasión. Los reporteros son reporteros, él es Presidente. No debe desafiarlos en su plano. Para eso están sus subalternos. Bastaba una aclaración sobre el tema y punto. Al país le interesa mucho más la obra práctica que está haciendo.
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