La espectacular derrota política auto infligida por el partido republicano en el Senado con el Obamacare no debió haber ocurrido nunca si se hubiera procedido con lógica: abolir la ley absurda desde el primer momento y no hablar para nada de “sustituirla”.
Porque el Obamacare fue un logro del progresismo socialista para destruir el sistema privado de salud e implantar otro centralizado y controlado por el Estado, con absorción de más del 1/5 de la economía nacional y con perjuicio del servicio y tecnificación de la salud.
La ley fue aprobada bajo presión de Obama y el partido demócrata, pese a que el 64% de la población se oponía y pese a que el Congreso la aprobó sin un solo voto a favor de los republicanos, lo cual vulnera el principio de aprobación por consenso de la gobernabilidad.
El objetivo del Obamacare era y es forzar a los ciudadanos a adquirir pólizas de salud, que es un mandato inconstitucional que la Corte Suprema de Justicia avaló con el voto dririmente y traidor del juez John Roberts, su Presidente y de filiación republicana.
La intención era que la gente joven y saludable se afiliara o pagara multas crecientes por no hacerlo, para subsidiar en parte a la población de mayor edad carente de cobertura, sea por falta de recursos o por enfermeades pre existentes al momento de solicitar una póliza. En cualquier caso, la faltante se cubría con fondos fiscales.
El Obamacare se desfinanció. La mentira de Obama de que quienes tenían pólizas previas podían conservarlas y mantener a sus médicos se hizo evidente. Las aseguradoras fueron paulatinamente retirándose de los mercados estatales y la proyección socialista de los “progresisdtas” dejó de ser un misterio: su meta era la estatización de los servicios de salud.
Los republicanos ganaron las elecciones de noviembre pasado en todos los niveles en gran parte porque esperaban que se archive de entrada el Obamacare, que además ocasionaba el desempleo al extender el mandato de afiliación a las medianas y pequeñas empresas, que se vieron forzadas a reducir su personal o acordar con ellos empleos a medio tiempo.
La protesta en tal sentido ya se dió en las elecciones parciales del 2010 y se repitió en el 2012, cuando se obtuvo mayorías en el Senado y en la Cámara de Representante. Pero los proyectos para archivar el Obamacare fueron vetados por Obama, que fue reelecto en el 2012. La esperanza renació con Trump: la Casa Blanca, el Congreso, los congresos federales y la mayoría de gobernaciones estaba en manos del GOP.
Inicialmente Donald pidió que se anule el Obamacare para luego buscar remedios a los males inferidos. Luego cedió y dejó el problema en manos de las dos cámaras, que optaron por la simultaneidad, el rechazo y el reemplazo de la ley. La Cámara Baja, tras muchas vacilaciones, aprobó un proyecto, pero ese esfuerzo acaba de naufragar en el Senado.
El Obamacare fue y es una imposición socialista en el sistema privado de salud, que ha probado ser el más eficiente del mundo, siempre abierto a la investigación e innovación. Si ha habido vacíos, errores de cobertura, grupos marginados, obstrucciones en el mercadeo de ofertas de servicios, la solución no era ni es destruir el sistema, sino perfeccionarlo.
Igual ocurre con la democracia capitalista. No es perfecta pero pero es la más eficiente, la que mejor ha promovido la riqueza y la distribución de la riqueza. La persistencia de pobreza y más defectos del sistema no se van a corregir con la destrucción del sistema: ello implica advenimiento de tiranías que agravan los males.
La obligtoriedad de comprar pólizas de salud debe terminar y en su lugar crear estímulos de mercado para que las aseguradoras compitan entre si en precios, para que haya deducción de impuestos por adquirirlas, que se creen cuentas de ahorro, etc. Las fronteras entre estados que hoy existe deben borrarse para dar libre juego a las aseguradoras.
La sobrevivencia del Obamacare no puede imaginarse sin más impuestos, sin más deuda fiscal y pública. El control de la salud por parte del Estado conduce a aberraciones orwellianas como en Gran Bretaña. Los subsidios se justifican (y existen) solo para los realmente necesitados e incapacitados, no para los que gozan aún de plena capacidad para ser útiles a la comunidad.
El colapso republicano en el Senado puede subsanarse el lunes próximo si los 52 o por lo menos los 50 senadores del GOP derogan el Obamacare, hasta que en un lapso de dos años queden delineados los pasos a seguir para corregir los daños ocasionados a quienes se les obligó a comprarlo. Como esos 20 millones o más que podrán sustituirlo, si lo desean, con pólizas privadas.
Esa sería la única manera de enmendar la traición a los votantes.
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