Los demócratas y en general los progresistas de los medios y los seudo republicanos que los respaldan, parecen estar embriagados pero no al modo extremo de los cosacos con botijas y botijas de vodka, sino con una copa, o acaso sin nada, de ese licor ruso.
Desde noviembre pasado cuando Hillary Clinton fue derrotada por Donald Trump en las elecciones, sus partidarios han buscado cualquier pretexto para intentar anular o descalificar los resultados, pero ninguna treta les ha salido bien. Siguen, sin embargo, obsesionados con el tema Rusia.
No con la vodka, sino con la fábula de que Vladimir Putin interfirió en las elecciones del 2016 para ayudar a Trump, en perjuicio de Hillary. Nunca han explicado por qué el Presidente y ex jefe de la KGB había decidido favorecer al magnate de Manhattan y no a Hillary, cuya tesis de abogada revelaba desde entonces sus inclinaciones marxistas.
Tampoco han podido presentar prueba alguna de la supuesta estrategia de Putin para intervenir en las elecciones y alterar los resultados en favor de Hillary. Se presume que Putin no es un bobo en materia de espionaje y contraespionaje, por lo cual el público ha esperado con interés cuasi novelesco que se le cuente detalles sobre el plan.
Lo único evidente ha sido la filtración de emails del jefe de la campaña del partido demócrata, John Podesta, en las que da instrucciones para boicotear la candidatura del rival de Hillary en las primarias, Bernie Sanders, que publicó WikiLeaks. Pero probablemente el hacker provino de algún agente de inteligencia disgustado con la candidata.
Putin ha negado a todos los que le han entrevistado que haya intervenido directa o indirectamentre en las elecciones del 2016. A los escépticos, que lo creen mentiroso y criminal, les pide lo de siempre: pruebas. Hasta que los demo/progresistas dicen que finalmente la encontraron. Es la entrevista que tuvo Donald Trump Jr. con una abogada rusa el 4 de junio del 2016.
El encuentro fue sugerido por un publicista británico que le aseguró que la dicha abogada tenía vínculos con el Kremlin y que portaba información de importancia contra Hillary. Pero resulta que la abogada Natalia no habla ni inglés, ni tenía información política y se hallaba en el país como cabildera con una visa especial de la Fiscal General Loretta Lynch.
Si era agente de Putin para desestabilizar al sistema democrático de los Estados Unidos, la Fiscalía General debió haber reiterado la prohibición de visa a la abogada rusa, no darle ingreso especial. Hay fotografías de ella en un comité del Senado, junto al embajador norteamericano en Moscú. ¿Acaso Putin, ex-Director de la KGB, iba a contratar ese tipo de agente para quebrar la democracia yanqui? Que ni siquiera entendía el inglés...
El encuentro entre Don Jr. y la rusa duró minutos y se limitó a dicutir cómo reanudar los procesos de adopción de niños rusos a los Estados Unidos. ¿Quedó alguna prueba de la colusión Trump/Putin? ¿Se develó en ese 4 de junio alguna estrategia para alterar los resultados de las votaciones, para obstruir el acceso a las urnas, para amedrentar a candidatos?
El contraste de los supuestos delitos contra la Patria cometidos por los Donald, padre e hijo, con los de Hillary Clinton y su cónyuge Bill es abismal. El hermano de Podesta vendió uranio, material estratégico, a Rusia autorizado por Hillary como Secretaria de Estados. En esta posición, ella manipuló la correspondencia oficial desde su domicilio para acrecentar fondos para la Fundación Clinton con fines políticos.
Obama, Loretta Lynch y James Comey, Director del FBI anularon la investigación que se le siguió a Hillary por esos atentados contra la seguridad nacional y la exculparon en plena cmpaña presidencial. 33.000 emails los destruyó, junto con lPhones y nada se supo del servidor privado en su domicilio.
Las acusaciones del complot ruso tienen cansada y aburrida a la gente. Pero diarios como The New York Times, The Wasington Post y canales de TV CNN, MSNBC, NBC y otros, con excepción de Fox, muelen las noticias relativas a Rusia 24/7, omitiendo detalles que revelen lo que son: una farsa o “fake news”, como las ha calificado Trump.
Cuando Trump habló en Varsovia sobre la cultura de Occidente basada en los principios judeo cristianos, dijo que hay que defenderla no solo de los enemigos externos, como con heroicidad lo hicieron los polacos fente a los invasores nazis y comunistas, sino también contra quienes la socavan en el frente interno.
Se refería a la burocracia traidora que trabaja a la sombra para obstruir la gestión presidencial y al progresismo que no vacila en utilizar cualquier recurso dentro del propio sistema democrático para debilitarlo, con la mira puesta a sustituirlo en un momento dado, inclusive con votos, por otro sistema interventor y autoritario.
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