Hace casi una centuria el dramaturgo siciliano Luigi Pirandello escribió el drama “Seis Personajes en Busca de Autor”, que dio nacimiento al llamado “Teatro del Absurdo”. Desde que se lo puso en escena en 1921 ha dado la vuelta al mundo en múltiples idiomas y en la radio, cine y televisión.
Aunque el símil pudiera ir en detrimento de quien otuvo el Premio Nobel de Literatura, el título de la que acaso es su más celebrada obra podría ser aplicable al “drama”, mejor dicho al “culebrón” político que se vive hoy en los Estados Unidos, debido a la insistencia de los demócratas de que fue Putin quien llevó a Trump a la Casa Blanca.
El Fiscal General Jeff Sessions se presentó ayer en sesión pública ante el comité del Senado para aclarar por enésima vez que ni él ni Donald Trump ni ninguno otro ligado a la campaña electoral para elegirlo en el 2015 tuvo vínculo alguno con los rusos para interferir en los comicios, en perjuicio de la demócrata Hillary Clinton.
La semana pasada el ex-Director del FBI dijo bajo juramento que no existe prueba alguna de tal vínculo y que tampoco es verdad que Donald J. Trump haya intentado obstruir las investigaciones sobre la supuesta interferencia rusa, para desviarla en uno u otro sentido o suspenderla. Mas la necedad de los demo/progresistas parece no tener fin.
Sessions explicó que se había recusado de conocer cualquier indagación sobre el tema por impedirlo un estatuto de la Fiscalía. James Comey, el ex Director del FBI mintió al indicar que la excusa obedecía a que Sessions conversó con el embajador y otros funcionarios rusos sobre cómo interferir en los comicios, aunque nunca presentó pruebas.
La supuesta interferencia y la excusa del Fiscal General han motivado por un lado el nombramiento de un Investigador Independiente, Bob Mueller y por otro la formación de comisiones en la Cámara de Representantes y el Senado. Pero según las leyes y regulaciones tales comisiones así como el Investigador deben ser nombrados solo si hay evidencia de un crimen.
Como ocurrió con Bill Clinton y Monica Lewinsky. Se supo que el Presidente tuvo sexo con la pasante Monica en la Oficina Oval. Bill lo negó bajo juramento. Luego se halló la evidencia de su semen en el famoso traje azul. El perjurio saltó. Se nombró a Ken Starr(*) como Investigador pero todo naufragó en aguas de la política que protegió y libró a Bill Clinton del "impeachment" o censura y destitución.
En el caso Trump existen las comisiones y el Investigador pero no hay indicios de crimen. Por ello los demo/progresistas aparecen como una pandilla en busca ya no de un autor, como con Pirandello, sino de un crimen. Como roedores mordían a Sessions ayer por todos los bordes, intentando desangrarlo, malherirlo y no lo consiguieron en ningún instante. Su honestidad quedó incólume.
El senador Tom Cotton preguntó a sus colegas demócratas del Comité por qué no se habían referido a la única prueba de supuesta interferencia rusa en los comicios del 2016: la filtración por WikiLeaks de los emails del DNC, en los que se revelaban las maniobras de los partidarios de Hillary para anular al rival de las primarias, Bernie Sanders.
Aparte de esa filtración, que probablemente provino del hackeo de algún agente del FBI o de la CIA, no hay otra evidencia de interferencia rusa. Pero que la hay, la hay, dijo Comey la semana pasada y lo repitieron los del clan demócrata ayer. Insistieron en que 16 agencias de Inteligencia se han pronunciado en tal sentido y cuando le preguntaron a Sessions si había leído ese informe, dijo que nunca le ha llegado a sus manos.
Michael Goodwin, un columnista del The New York Post que ha opinado en favor de Trump con fecuencia, sostiene hoy que Sessions no debió aceptar el nombramiento de Fiscal General, conociendo el impedimento que tenía de intervenir en litigios relativos a la campaña electoral en la que él participó. Es válido su análisis, pero la suerte está echada.
Trump, Sessions y quienes conforman su gobierno y todos quienes lo respaldan porque confían en su honestidad y en la validez de su mensaje de rescate de los principios fundamentales de esta nación plasmados en la Declaración de la Independencia de 1776 y la Constitución de 1778, deben comprender, eso sí, que se enfrentan ahora a un enemigo sin escrúpulos.
Un enemigo que si no encuentra un crimen para justificar una investigación, no vacilará en crearlo. Un enemigo que aplaude el asesinato o degüello de Trump en Shakespeare in the Park o a manos de una comediante. Y que estimula violencias como la de esta mañana en Virginia en un campo de beisbol, que pudo terminar en masacre de legisladores republicanos sin la heroica intervención de los agentes de seguridad.
Si, la suerte está echada: o ellos o la República.
(*) En realidad Kenn Starr intervino en el caso Whitewater, el escandaloso manejo de fondos inmobiliarios en el que participaron los Clinton, que no se esclareció pero que permitió que se abordasen detalles relativos al affaire Bill/Mónica.
(*) En realidad Kenn Starr intervino en el caso Whitewater, el escandaloso manejo de fondos inmobiliarios en el que participaron los Clinton, que no se esclareció pero que permitió que se abordasen detalles relativos al affaire Bill/Mónica.
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