James Comey, hace poco cancelado por Donald Trump como Director del FBI, mide casi dos metros de estatura pero realmente es un pigmeo. Se entiende que desde el punto de vista moral e intelectual, según se ratificó esta mañana con su testimonio ante el Senado de los Estados Unidos.
El gran error de Trump fue no deshacerse de él en cuanto se posesionó el 20 de enero pasado como Presidente. En julio del 2016, en plena campaña electoral, Comey ya había dado muestras suficientes de su deshonestidad al exonerar a Hillary Clinton de toda culpa por la manipulación dolosa de emails confidenciales a su paso como Secretaria de Estado.
Hillary, que competía con Trump en las elecciones, había instalado ilícitamente en su domicilio una computadora mientras era Secretaria, para dirigir misivas a gobiernos y corporaciones recabando fondos para la Fundación Clinton, con fines políticos. Cuando fue sorprendida, eliminó más de 30.000 emails al iniciarse una investigación en su contra.
El Presidente Obama y la Fiscal General Loretta Lynch la protegieron, con el aporte sumiso de Comey. Éste, finalmente, en lugar de entregar el fruto de la investigación a la Fiscal para que determine si hay lugar a juicio o al nombramiento de un jurado investigador, proclamó sin ninguna autoridad que Hillary era inocente de cargos, allanándole el camino a la Casa Blanca.
Porque Obama, Comey, los demócratas y los medios daban por seguro que Hillary sería la nueva Presidenta. Pero no lo fue. Entonces idearon una nueva estrategia para atacar a Trump el ganador y acusarlo de fraude: se inventaron el mito de que el billonario republicano había derrotado a Hillary por su “colusión” con Putin y los rusos para alterar los comicios.
Fue una paparruchada o “una charada” como dijo Trump al comienzo. Tan sin sentido y sin sustento le pareció la acusación, que quizás ello fue la motivación para mantener a Comey en su cargo. Talvez le pareció que era asunto de sentido común que, de entrada, la CIA y el FBI descartaran por necia tan descabellada pretensión.
No ocurrió así. Para comenzar, Jeff Sessions, el nuevo Fiscal General de Trump, se excusó de conocer el asunto interferencia rusa porque él mismo había conversado alguna vez con el embajador ruso durante la campaña y cuando aún era senador. Ello complicó el proceso al punto que el Fiscal subrogante nombró un investigador independiente para enmarañar más un asunto que debió terminar de un tajo al principio.
Con el testimonio de hoy, la prensa y los demócratas esperaban que Comey confirmaría que Trump lo canceló porque no quiso obedecerlo para que suspenda la investigación sobre la colusión rusa y que daría, por fin, datos concretos sobre tal colusión. No hubo ni lo uno ni lo otro. El ex-Fiscal se vio forzado a reiterar que no hubo obstrucción y que no existe prueba alguna de colusión de Trump con Putin.
Comey es, o era, republicano. Fue escogido para esas funciones por George W. Bush y ratificado por Obama. Sus únicos defensores esta mañana eran demócratas, en gratitud porque evitó a Hillary ir a la cárcel en plena campaña electoral. Igualmente, los que insistían en la intrusión rusa eran solo demócratas. Hasta hace poco los demos eran apologistas de la URSS durante el macarthismo.
Comey admitió hoy ser uno de los “leakers” o filtradores de datos confidenciales a la prensa, delito penado con diez años de cárcel y admitió haber cambiado el término “investigación” penal contra Hillary por “matters” o asunto, a pedido de Loretta Lynch. Y dijo que no protestó por el encuentro inapropiado que ésta tuvo con Bill Clinton, antes de anunciar la exculpación de su cónyuge.
El abogado de Trump dice y con razón, que la declaratoria de James Comey ante el Senado lo reivindica por completo, pues demuestra que no mintió al decir que el FBI no lo investigaba por una supuesta colusión sin pruebas, como así lo aseguró el propio Comey. Esta verdad nunca se filtró a los medios, lo cual sí ha ocurrido con tantas otras informaciones de alta seguridad, divulgadas por una burocracia traidora.
Esas falsas acusaciones de colusión rusa, le dijo Trump a Comey, constituyen una nube que se cierne sobre nuestro gobierno y tiene que disiparse, mientras más rápido mejor. No se trataba de una orden, sino de un pedido a un individuo que creía honesto. No era una amenaza, porque el lenguaje que Trump utiliza es directo. Además, Comey, según la ley, es un subalterno del Presidente y tiene que acatar cualquiera de sus órdenes.
Si quería Trump que se suspenda la investigación, lo hubiera dispuesto. No lo hizo, aguardaba una reacción honesta de Comey. Sucedió lo contario. A ello se suma el perdón ilegal e inmoral por los delitos de Hillary y la falta de entereza ante las presiones de Lynch y Obama. El Director del FBI republicano había rebasado los límites de la tolerancia, había que echarlo. Y así lo hizo.
Su presencia ante el Senado deja a Donald J. Trump indemne y a James Comey como alguien nada confiable, contradictorio y amoral. Imagen distinta a la que de él han difundido los medios. Su destitución se justifica plenamente.
1 comment:
Excelente comentario. De acuerdo contigo, este señor es un amoral, y no sirve una persona en tan importante puesto sin una posición clara y justa... no es el caso de este señor, que lo que quiere es atencion..
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