Friday, March 13, 2015

LA HIPOCRESÍA PRESIDENCIAL


Barack Hussein Obama eligió a uno de los comediantes que se presentan en los programas de medianoche en la TV para decir que lamentaba que dos policías casi murieran asesinados por francotiradores en Ferguson, la ciudad de los disturbios que él mismo promovió hace más de un año.
Los gendarmes acribillados formaban parte del cuerpo de vigilancia de manifestantes que aplaudían que el jefe policial del lugar haya sido forzado a renunciar, aun cuando consideraban que la decisión era tardía. Siempre han rechazado, además, la exculpación del policía Darren Wilson, que mató en defensa propia a Michael Brown, joven de la raza negra.
El hecho ocurrió el 4 de agosto del 2014 e instantáneamente hubo de parte de Obama y Eric Holder, Procurador General, negro, acusaciones de que el agente Wilson actuó por motivaciones racistas. Surgieron de la nada testigos que atestiguaron que la víctima estaba inerme, que alzó sus brazos en señal de rendición y que el policía le disparó por la espalda. 
Las manifestaciones iracundas se multiplicaron en Ferguson y otras sitios del país e incluso la señal y expresión “hands up, don´t shoot” (brazos en alto, no disparen) fue acogida y repetida por obamistas en el Congreso, en los estadios, en plazas, calles, colegios y universidades, para acrecentar el veneno y el odio contra la institución policial. 
El Procurador Holder viajó a Ferguson para supervisar personalmente que la investigación no omita detalle alguno que perjudique a la policía, de la cual él es el máximo representante. Días atrás había dicho a la TV, en Londres, que el pueblo norteamericano era cobarde por no confrontar la evidencia del problema del racismo en los Estados Unidos.
Lo decía él, negro de ancestro jamaiquino, elegido por Obama, mulato de madre blanca y padre negro de Kenya. Uno y otro ostentan posisiciones de poder por el voto mayoritario de los ciudadanos norteamericanos, de los cuales los negros son una minoría del 14,2%, o 45 millones de un total de 316,1 millones de “cobardes” según  el Censo del 2013.
El caso Ferguson fue minuciosamente analizado por el Gran Jurado, ante la expectativa y presión del mundo entero. Su conclusión y veredicto fue de absolución para Wilson. Warren actuó, como lo sostuvo desde un principio, para no morir a manos de Brown, un grandulón que acababa de asaltar un almacén cercano.
Ni Obama ni Holder quedaron contentos con el fallo. Ordenaron al Departamento de Justicia que repita la investigación. En vano para ellos. Pese a la presión, los investigadores ratificaron la conclusión del jurado, pero acaso para complacer a los jefes, añadieron que detectaron varios actos impropios por racistas en la policía del lugar. 
No hubo ninguna precisión en los cargos, pero Holder se apresuró a anunciar que ordenaría la recomposición integral de la Policía de Ferguson y una de las primera bajas fue el jefe, que originó la manifestación de la noche del miércoles pasado. Todos los motines en ese lugar y el resto del país desde agosto del 2014 obedecían a la supocisión de que Warren mató a Brown por racista.
Si ese cargo fue descartado hasta la saciedad ¿por qué insistir en la falacia de que la policía de Ferguso es racista (ahora, menos Warren) y que para sancionar a quienes cruzan una luz roja o excedan el límite de velocidad, acaso chequean primero que el chofer sea negro para entonces actuar contra “la minoría oprimida”?
Si Obama tuviese aunque fuere una minúscula talla de estadista, habría aprovechado dos recientes oportunidades para llamar a la concordia nacional en torno al problema del recismo. Primero en el aniversario de la marcha de Selma y segundo, el atentado que acaba de registrarse en Ferguson a manos de profesionales tiradores, según los entendidos. ¿Se los encontrará algún día?
En Selma, como se ha reseñado, Obama casi omite mencionar a Martin Luther King, el impulsor de la complementación de la redención de los de su raza, inconclusa con el asesinato de Lincoln. MLK no basó su cruzada en el odio sino en el amor sino en fomentar la fraternidad entre ciudadanos a los que une un común respeto por la Constitución.
Obama y quienes piensan como Holder, tienen óptica distinta. En Boston, en la Florida, en Nueva York, cuando la policía tuvo que actuar en defensa de la ley vulnerada por un negro, siempre saltó una declaración prejuiciada y más tarde aclarada. Nunca hubo excusas, salvo cuando Obama invitó al policía ultrajado y al profesor universitario inculpado a beber juntos un vaso de cerveza en los jardines de la Casa Blanca.
En el caso Ferguson, lejos de pedir disculpas al policía David Warren, a la institución y al pueblo norteamericano, Obama y Holder dijeron que de todos modos quedaban dudas sobre el comportamiento policial. Los lamentos de ambos por los atentados no suenan espontáneos y ocultan una justificación de la violencia por el supuestos racismo de la policía de Ferguson.
En su lugar, el presidente pudo haber convocado a los medios de la radio y la TV a la Casa Blanca, con la misma facilidad que lo hizo para anunciar jubilosamente que había rescatado al soldado Bowe Berghdahl, desertor de Afganistán, a cambio de cinco de los más peligrosos asesinos talibanes encarcelados en Guantánamo, hasta que la guerra antiterrorista termine.
Ese canje violó la Constitución y ese desertor debíó haber ido directamente a  la cárcel. Más tarde fue juzgado y sentenciado por un tribunal militar, pero se ignoran detalles. En la conferencia de la Casa Blanca estuvieron presentes los progenitores del traidor, con el padre vestido a lo talibán y expresando su gratitud en árabe. Obama lucía feliz.
Más feliz debería lucir si convocase a los periodistas para decirles que había releído a MLK y se había convertido a su fé y doctrina para, en lo sucesivo, nunca más instigar al odio de negros contra blancos y admitir lo mucho que se ha evolucionado en cuanto la armonía entre las razas en este país, el más hospitalario y libre del mundo.
Sería equivalente a un milagro de conversión, que haría tanto bien a esta nación y el mundo. En este enlace o link se puede volver a ver y escuchar a Martin Luther King, en su histórico discurso “I Have a Dream”. Si hay, en efecto, mucho que mejorar en el ámbito de las relaciones raciales, actitudes venenosas como las de Obama obstruyen tal propósito.

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