En los Estados Unidos hay un presidente al que prematuramente se le concedió el Premio Nobel de la Paz al iniciar su gobierno. Acaso esa sea la razón por la cual no llama guerra a la guerra que ha emprendido contra unos seres a los que hasta hace poco se negaba también a llamarlos terroristas.
Nadie le ha amenazado con quitarle el Nobel de la Paz “solo” porque ha ordenado bombardear al Irak en las zonas que han caído en poder de los musulmanes del Isis/Isil. Estos árabes, versión modernizada del grupo Al Qaeda del 9/11, han avanzado desde Siria a sangre y fuego, degollando a todo opositor y crucificando a cristianos.
Son tan malos que no deben ser musulmanes, dijo en su discurso Barack Hussein Obama (¿con qué autoridad? ¿con la de Premio Nobel de la Paz?). Auto aliviado con su propia definición religiosa, resolvió entonces acceder a la presión en favor de las víctimas y ordenó lanzar bombas a los “terroristas”.
Por varios días el gobierno y sus subalternos jugaron con los medios sobre si los Estados Unidos estaban o no en guerra con el Isis/Isil. No, no, solo es una escalada antiterrorista, afirmó en un comienzo el canciller John Kerry, como si bombardear a otro país no fuera un acto de guerra. Luego vino la orden de retractarse para aceptar que si, estamos en guerra.
Denis McDonough, jefe de gabinete de Obama, tuvo la misión de la Casa Blanca de acudir a los “talk shows” de TV del domingo para aclarar las meteduras de pata de Kerry. Es el mismo encargo que se le dio a Susan Rice, asesora de seguridad de Obama, para que mintiera sobre lo que sucedió con la masacre de Benghazi, en Libia.
McDonough admitió que el país vive una situación de guerra. Pero cuando se le preguntó cómo culminaría la guerra, no habló de victoria, no de exterminio del Isis sino de su debilitamiento hasta que deje de ser una amenaza para los Estados Unidos. Ello explica la resistencia del régimen a utilizar el vocablo guerra, pues guerra implica victoria de una de las partes y derrota y capitulación de la otra.
La actitud de Obama es contemporizadora con el mundo musulmán. Ahora, luego de sus genuflexiones y tergiversaciones del papel del Islam en los Estados Unidos y Occidente y obligado por las circunstancias aparenta firmeza antiterrorista. Pero es apariencia y nada más. Lo prueban los supuestos planes estratégicos y tácticos de ataque.
Insiste en las incursiones solo por aire, sin la necesaria coordinación con combatientes en tierra. Oficiales de alto rango en retiro opinan que eso es un absurdo. Como absurdo es creer que haya soldados en tierra de otros países, que se se espera se sumen paulatinamente a una coalición multinacional antiterrorista.
Pero Obama no habla de una coalición contra el terrorismo en general sino contra el de Isis/Isil específicamente. Quiere armar y adiestrar a los militantes del ejército sirio libre. Que dejó de existir. Pertenecían a Al Qaeda que respaldó Irán para derrocar al presidente Bashar Assad, pero no lo pudieron tras una guerra civil que ha causado 200.000 muertos.
Obama y su ex Canciller Hillary Clinton nunca han explicado por qué Chris Stevens, el embajador norteamericano en Tripoli, Libia, estaba en el consulado de Benghazi el 11 de septiembre del 2012, cuando murió incinerado junto con otros tres funcionarios. Se rumora que iba a negociar el traspaso de armas a los rebeldes de Siria.
Assad heredó de su padre la lucha contra el extremismo musulmán. Ahora su peor enemigo es un Al Qaeda con esteroides, como dicen algunos. El número de militantes del Isis/Isil, según la CIA, ha subido de 20.000 a 31.000 y están bien armados con los equipos militares dejados por Estados Unidos cuando Obama ordenó la retirada de tropas en el 2011 y bien financiados con las venta de petróleo incautado y extorsiones.
Si Obama regala dinero y equipos a rebeldes inexistentes para combatir a los terroristas “no musulmanes”, a la postre estaría regalando más y más dinero y equipos a los terroristas islámicos. La seudo guerra dirigida, mejor dicho mal dirigida, exclusivamente contra Isi/Isil, no tendría ninguna resonancia, ningún impacto en la lucha contra el terrorismo musulmán.
Inclusive en la hipótesis de que el Isis/Isil fuera derrotado en territorio sirio, alguien deberá tomar posesión del terreno “liberado”. ¿Será el Al Qaeda o Assad? La misma pregunta cabe con la hipótesis del debilitamiento total del Isis/Isil: los vencidos, sunis, ¿se integrarán con los shitas en Irak? Irán es shita ¿se conformará con la derrota suni? ¿Qué pasará con el el resto de clanes o pandillas terroristas árabes y no árabes?
La posición de Obama es absurda. No lo dice alguien de extrema derecha en USA sino el presidente de Egipto, Abdul Fattah el-Sisi, quien sostiene que una coalición multinacional debe formarse pero para derrotar al terrorismo musulmán en su integridad y en donde quiera que esté, pues cualquiera que fuere su etiqueta todas las ramas son idénticas en sus propósitos de terror y absolutismo.
Obama no va a ceder a esos razonamientos. Sisi, como comandante de las fuerzas armadas egipcias, tuvo que derrocar a Mohamed Morsi por su extremismo musulmán. Morsi tuvo el respaldo irrestricto de Obama. Morsi gobernó con la Hermandad Musulmana y su objetivo era implantar la ley Shariah en Egipto. Obama apoyó a la Hermandad Musulmana y tiene a seis de ellos como sus asesores en la Casa Blanca.
En suma correrán los días, habrá bombardeos, probablemente la humanidad verá horrorizada nuevas decapitaciones y el terrorismo continuará en su escalada por la región y el mundo. Si los Estados Unidos fuera Egipto o un país del tercer mundo latinoamericano pre Chávez, hubiera podido esperarse alguna respuesta militar para detener a Obama.
Ello, por fortuna, está descartado. La única esperanza es el recurso de los votos. Los del próximo noviembre, para reafirmar la ventaja de la oposición en la Cámara de Representantes y para retomar el Senado y los de noviembre del 2014, cuando queda abierta la posibilidad de recuperar la Casa Blanca, tras ocho años de pesadilla obamista.
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