No es novedad que la palabra de los políticos no siempre sea una prueba de honestidad. Pero acaso nunca antes como en tiempos recientes se ha observado que los líderes de izquierda, incapaces para tomarse el poder por la violencia, mientan en las campañas para ser elegidos por votación popular.
Acaso se inspiren en Fidel Castro, quien si bien captó el poder mediante una revolución, prometió desde el primer día que convocaría a elecciones libres para sustituir al depuesto dictador Fulgencio Batista. Ese día fue el 1 de enero de 1959 y desde entonces Cuba no ha logrado librarse de sus garras, escudado ahora por su hermano Raúl.
En otros países los candidadatos de izquierda, utopistas y caudillos han engañado a los electores prometiéndoles no la supresión de elecciones, que por ciertro se conservan, sino “mejoras” en el sistema democrático. Mas una vez electos, lo que hacen es iniciar el cambio del sistema hacia el socialismo concentrador del poder.
Si esos líderes dijeran en campaña lo que en verdad se proponen, con seguridad no serían elegidos. Tales los casos de Barack Hussein Obama en los Estados Unidos, de Hugo Chávez en Venezuela, de Rafael Correa en Ecuador, de Daniel Ortega en Nicaragua, para mencionar los más cercanos.
Obama, en la campaña del 2008, si bien si dijo que buscaría “transformar” a los Estados Unidos, nunca especificó cómo pues entendía que si lo decía no ganaría pues no habría bastado para ello, en su condición de mitad negro, con explotar el complejo de culpa de una sociedad con pasado esclavista. Se limitó a insinuar que la transformación se orientaría a enmendar errores del sistema, nunca a sustituirlo.
Expresó, por ejemplo, su supuesto amor a las Fuerzas Armadas y a quienes sacrificaron sus vidas o quedaron malheridos por defender a la Patria. En realidad repudia a los militares lo que ha quedado en claro con su empeño por reducir su presupuesto, retirar las fuerzas de seguridad en sitios conflictivos como Irak y descuidar los cambios prometidos para mejorar la atención médica a los veteranos.
En seis años de su gobierno los servicios hospitalarios, no obstante el aumento de los fondos fiscales, se han deteriorado en sus años de gobierno. El escándalo saltó en Arizona y ahora se ha extendido a otros 25 estados de la Unión. Los veteranos tienen que esperar meses y años para una consulta y quienes la necesitan con urgencia y no la tienen a tiempo, han fallecido.
El poder militar de los Estados Unidos, junto con el influjo que este país ha tenido en pro de la libertad de los pueblos, se ha reducido notoriamente. Para Obama la importancia de los Estados Unidos no es tal. Una vez posesionado lo dijo así en múltiples ocasiones en el exterior: los Estados Unidos, afirmó, es un país como cualquier otro, no tiene nada de excepcional y ha cometido yerros que ha ofrecido no volver a cometer en política exterior.
En lo interno dijo que favorecería la creación de empleo y respetaría el sistema sustentado en la empresa privada. Han sido mentiras. Con restricciones e impuestos cada vez mayores la empresa privada ha dejado de invertir y la oferta de empleos es en su mando la más baja desde la Gran Depresión. Los inversores han optado por buscar oportunidades afuera.
Ante la declinación del crecimiento de la economía ahora maneja la excusa de que ello obedece a la desigualdad del ingreso, que quiere rectificar. Si eso lo hubiera anunciado en sus campañas para ser elegido y luego en el 2012 para ser reelecto, solo una mayoría de negros y fanáticos de izquierda habría votado por él. Y no habría ganado, pues esa fracción es minoritaria.
La reelección, pese a lo negativo de su primer período, es un misterio que acaso podría explicarse por la deficiente calidad del candidato opositor, Mitt Romney, la protección incondicional de los mayores medios de comunicación y el fanatismo de esa minoría leal. Muchos ciudadanos que detestaban a Obama prefirieron no votar por Romney por sus ambiguas posiciones y se quedaron en casa.
Para ganar los votos de la mayoría de ciudadanos, seducidos ante la perspectiva de elegir a un negro para expiar un pasado esclavista, aseguró que defendería el matrimonio tradicional y nunca mencionó ni nadie le preguntó sobre su pasado pro aborto y pro libre distribución de anti conceptivos. Si lo hacía peligraba su elección.
Aunque no para la reelección, pues una vez posesionado Obama dijo haber “madurado” para convertirse de ahí en adelante en un fervoroso partidario del matrimonio gay y la opción “pro choice”. Ahora esos valores, con la ayuda de los medios, se han irrigado en la cultura y ser gay y pro aborto es un punto a favor en la gente no “reaccionaria” y “progresista”.
Aún cuando él, su mujer e hijas han gastado más en viajes, paseos y recepciones que todos sus antecesores en la Casa Blanca y él mismo es dueño de una fortuna personal de 7 millones de dólares, no se cansa en criticar a los “ricos” y en insistir en la necesidad de distribuir la riqueza para reducir el número de pobres.
Es otra demostración de su aborrecimiento por el sistema capitalista y liberal que ha hecho grande a los Estados Unidos. Existe y existirá siempre la desigualdad entre hombres y naciones, pero existirá siempre la posibilidad de que unos asciendan en la escala social y de riqueza, al tiempo que otros desciendan por una variada gama de circunstancias, todo encuadrado dentro de la ley.
Un sistema económico y social que aspire a ser próspero y dinámico no busca la igualación, que coarta las libertades, sino un marco propicio para ejercer libremente las iniciativas de invertir, crear e intercambiar bienes y servicios, enfrentando la competencia en lides abiertas y respetuosas de la ley.
Lo que quiere Obama y que nunca lo dijo en campaña es una igualación que solo podría aplicarse por la fuerza de los impuestos o la confiscación. Los resultados hipotéticos serían no una igualación de la riqueza, sino una igualación de la pobreza. Como en los ejemplos extremos de Cuba o Corea del Norte. ¿Qué ciudadano sensato, nada utopista ni fanático, podría respaldar semejante tesis?
La inclinación a la mentira no se ha limitado a los días de campaña. Es algo consustancial a su personalidad, formada en los tiempos de doctrina con Saul Alinski, maestro también en Chicago de Hillary Clinton. Dada su condición de “community organizer” o agitador social, tiene que estar en una constante prédica de mentiras para persuadir.
Juntos Barack y Hillary son responsables de la muerte del embajador en la población libia de Benghazi, donde murieron también otros tres funcionarios. No cuidaron de rodearles de seguridad ni antes ni durante la masacre, pese a las advertencias previas. Y siguen mientiendo el achacar la culpa a inocentes ciudadanos irritados por un video anti islámico que nadie vio en el YouTube.
Miente Obama al enfrentar a Putin. Su gobierno financió y envió personal especializado a Ucrania para derrocar al gobernante elegido por votación popular y lo reemplazó con un incondicional. Se dice con documentos que allí hay inversiones cuantiosas de los Rothschild y Rockefeller y hace pocos días se informó que el hijo del vicepresidene Joe Biden fue elegido presidente de la mayor petrolera del lugar.
Los ucranianos no quieren someterse al designio de Obama y como en Crimea, prefieren volverse a asociar con Rusia. Kiev, después de todo, fue la capital rusa en la época de los vikingos hacia el año 882. Se oponen, también, a preferir la OTAN a la Federación Rusa de Putin, personaje que disgusta a los pro gay y pro choice de los Estados Unidos y el mundo.
¿Dónde estuvieron Hussein y Hillary el 11 de septiembre de 2012 cuando se produjo el asesinato en Benghazi? El silencio de la Casa Blanca es total pese a que bloquear tal información lo prohibe la ley. Pero la ley vigente poco vale para gente de izquierda transformadora como Obama. La Constitución la ha zarandeado en incontables ocasiones y está convencido de que se la debe reformar para ponerla a tono con los tiempos modernos.
Como no tiene el respaldo de la Cámara de Representantes controlada por los republicanos, para proseguir con su “transformación” ha optado por usar las “executive orders” para interferir en economía y asuntos como la inmigración, sin autorización del Congreso. Ha suspendido la deportación de ilegales y puesto en las calles a 36.000 convictos indocumentados. La lista de violaciones a la Constitución llega a 76, según el senador Ted Cruz.
Los seguidores de Obama, que medran con sus cambios autoritarios, ven en Hillary Clinton a la sucesora ideal. Ella fue derrotada en las primarias demócratas del 2008 y si logra la candidatura en las nuevas primarias, podría ser presa fácil del GOP. Siempre, eso si, que actúe el GOP con astucia, firmeza y elija a un binomio que realmente exprese la antípoda del pensamiento de Obama, que es lo que caracteriza a la mayoría de norteamericanos.
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