En estos días el tema favorito a debatir en los medios de comunicación es la intervención del hombre fuerte de Rusia, Vladimir Putin, en Ucrania y Crimea y la respuesta o falta de respuesta del hombre débil de los Estados Unidos, Barack Hussein Obama.
En los diálogos se cruzan argumentos de todas las especies, no solo de tipo político sino histórico y generacional. Para unos Putin es la reencarnación no solo de Lenin o Stalin sino de Pedro el Grande, en plena campaña para revivir si no el zarismo si el imperio de la URSS sepultada a su pesar en 1989.
Casi unánime es el criterio de que la aureola de Putin, no importa cuales sus motivaciones, obedece en gran parte a la opacidad del líder de la principal potencia de Occidente, que ha preferido rehuir de la realidad para aferrarse ciegamente a un mundo utópico imposible, como lo señaló The Washington Post, diario usualmente obamista.
Muchos comparan la situación actual ruso/norteamericana con la que hubo en el decenio de 1960 con la crisis de los cohetes nucleares que la URSS se proponía instalar en Cuba. El símil es exagerado pues una base de cohetes nucleares enemigos a 150 kilómetros de la Florida es con mucho más temible que los tanques rusos en la península de Crimea.
Pero los dos fenómenos en algo pueden parecerse en cuanto que ambos registran síntomas de parecida debilidad para dirigir la defensa nacional. John F Kennedy, en 1960, no secundó a Eisenhower en apoyar a los rebeldes que querían derrocar a Fidel Castro mediante el asalto en Bahía de Cochinos. Sin el respaldo militar previsto, los rebeldes fueron apabullados por Fidel.
Jrushov, el caudillo de la URSS de entonces, advirtió lo débil que era el joven y atractivo líder demócrata y en su primer encuentro en Viena lo humilló. Acto continuo resolvió fortalecer su respaldo a Fidel no solo en lo político y económico sino en lo militar, para hacer de Cuba una punta de lanza para esparcir la “revolución” por toda América y fuera de ella.
Decidió instalar la base de cohetería. Los aviones espía U-2 detectaron los movimientos de barcos e instalación de las bases. Kennedy se preocupó e igual su hermano y demás demos del gobierno y dijeron, algo hay que hacer. E hicieron. No pasarán, advirtieron. La cuarentena a los barcos duró poco, así como la tensión mundial. Los barcos soviéticos dieron vuelta, las bases se desmantelaron y retornó la calma.
Pero ¿a qué precio? Kennedy se comprometió a no tocar “ni con el pétalo de una rosa” a Fidel y a desmantelar las bases anticohetes de Turquía. Kennedy intentó asesinar a Fidel en noviembre de 1963, pero días antes la mafia de Chicago lo asesinó a el en Dallas. Fidel se perpetuó en el poder y sin él no habrían los dictadorzuelos de Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Ecuador y Argentina.
El caso de Putin con Ucrania y Crimea es distinto. No se trata de territorios anexados por la fuerza, que buscan independizarse. Ucrania fue siempre rusa y tanto que Kiev, la capital, fue la capital rusa desde el siglo X hasta que fue destruida por los mongoles en el siglo XIII. Volvió a la “madrecita Rusia” en el siglo XVII y continuó siendo parte de la URSS y más tarde fuera de ella hasta estos días.
La historia de Crimea es mucho más compleja de contar, por la infinidad de guerras y cambios de estatus, incluyendo la célebre conferencia de Yalta en las postrimerías de la II Guerra Mundial con Churchill, Roosevelt y Stalin. Pero su adhesión a Rusia es innegable y ello al parecer va a confirmarse con un plebiscito convocado para los próximos días.
Si bien está fuera de cuestionamiento que Obama ha conseguido debilitar a los Estados Unidos en el plano mundial como era su objetivo al asumir el poder hace cinco años, cabe preguntarse ¿qué papel de fuerza pudo haber ejercido para que los hechos varíen en una u otra forma en Ucrania y Crimea?
Para comenzar ¿qué se hubiera querido, qué se quiere en esa región? ¿Qué Ucrania y Crimea repudien a Rusia y a Putin y adhieran a la Unión Europea y a la OTAN, creada para contener a la URSS? ¿Que respalden a las propuestas de bloqueo económico a Rusia, que comenzarían por asfixiarles a ellos? ¿Que se demuestren pro aborto, pro gay, pro jihad?
Porque Putin se ha mostrado mucho más en favor de esos principios que han constituído la base cultural, moral y religiosa de Occidente que Obama. En Chechenia fue un implacable opositor y castigador de la violencia terrorista de los extremistas musulmanes y sigue siéndole en toda instancia y sitio en que vuelven a presentarse.
Obama, que fue musulmán, ha querido parangonar al islamismo con el judeo cristianismo como cofundador (totalmente falso) de esta nación y les ha extendido la mano. Al musulmán de Fort Knox que asesinó a 17 soldados lo mantiene preso sin sentencia, a terroristas del 9/11 los libera de Guantánamo. Y se inclina 90 grados para besar reverente las manos de los califas.
A la Olimpiada de Invierno de Sochi no fue porque Putin prohibió a los homosexuales que hagan propagando pro gay. Cuando era senador en Ohio, negó su voto a una ley que permitía salvar la vida a fetos que sobrevivían a un aborto. Y es el gran campeón en favor del matrimonio gay y el primero en llamar a felicitar a luminarias del deporte que finalmente deciden “salir del closet”.
Los españoles conmemoran hoy la masacre ocasionada por los terroristas árabes en el subterráneo de Madrid. Hay sospechas de atentado terrorista en la desaparición del avión de Malasia. Los musulmanes jihadistas no cejan un instante de programar nuevos y nuevos actos de muerte y terror contra seres inocentes en cualquier parte del mundo.
Su cruzada, que es milenaria, tiene la meta de acabar con los infieles, sea por conversión o por aniquilación. Cualquier medio es válido, entre ellos la mentira y la traición. Y la infiltración en toda sociedad “libre”, cuyos derechos manipualn para distorsionarlos en favor de su causa.
Hay líderes y críticos que ven con claridad esta evolución de la historia. Otras prefieren ignorarla por temor, por fatiga mental, por acomodo. Otros, porque comparten la causa. ¿De qué lado está Putín? ¿De qué lado está Obama? ¿De qué lado está usted?
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