Thursday, December 13, 2012

¿SON PROGRESISTAS LOS DEMÓCRATAS?


A los que pertenecen al partido demócrata de los Estados Unidos y sus simpatizantes se les ha dado por llamar aquí “progresistas” o “liberales”, en un esfuerzo no muy feliz por definir su posición política radical.
Para quien no esté debidamente informado, ese membrete podría inducir a la falsa idea creencia de  que un demócrata (o simpatizante) es alguien que quiere cambiar la sociedad para mejorarla, para elevar el nivel de vida de los débiles en un ambiente de libertad.
Pero los hechos demuestran que el partido demócrata, sobre todo el que hoy gobierna al país con Barack Hussein Obama, es en ese sentido todo menos progresista y liberal. En sus primeros cuatro años este gobierno ha generado un proceso de regresión y constricción de las libertades, que solo se acenturá en el segundo mandato.
En lugar de avanzar y progresar en las relaciones étnicas, como se suponía ocurriría al elegirse al primer presidente negro (mulato), el racismo está en su peor recrudecencia. Obama lo ha instigado desde la Casa Blanca, como cuando atacó injustamente al policía que arrestó a un catedrático universitario, ciñéndose a la ley.
Aunque luego se excusó e invitó a los dos actores del incidente a beber un vaso de cerveza en los jardines de la Casa Blanca, el daño quedó hecho. La población negra que lo apoya ciegamente, vio confirmada con Obama que los blancos siguen persiguiendo y hostigando a los negros, como en los tiempos de la esclavitud.
Más tarde, en la Florida, un latino se defendió de un negro atacante y lo mató de un balazo en defensa propia. La radio y a TV, incondicionales a Obama, divulgaron que el victimario era un blanco. Salió Obama a los micrófonos a denunciar la agresión racista y a decir que a la víctima la veía con ternura, como a su propio hijo varón que nunca tuvo. (La víctima estaba prontuariada).
De nuevo y como en otros casos similares, el daño moral se acentuó y atizó el odio hacia los blancos. No solo los negros, sino demos no negros afirman a diario que toda crítica a Obama tiene un móvil racista. El mismo argumento se esgrime contra quienes objetan la posible nominación de Rice, embajadora negra ante la ONU, para suceder a Hillary Clinton.
El hecho de que haya mentido sobre la bochornosa negligencia del régimen en la masacre de Bengazhi, Libia, cuando murieron el embajador y tres funcionarios por inacción del Pentágono y el Departamento de Estado, no tienen validez. Los republicanos la ataca, dicen, porque es negra, aunque su récord demuestre que también fue negligente en el manejo diplomático frente a dictaduras del África.
Los demos se auto consideran campeones de la causa negra, cuando la historia revela lo contrario. La Guerra Civil, que cegó la vida de 600.000 ciudadanos, se desencadenó porque los demócratas preferían ir a la secesión antes que ceder el derecho de posesión sobre los negros, que eran la base de su extraordinaria riqueza en las plantaciones del Sur.
Se precisó del liderazgo de un Lincoln para conducir la guerra hasta la victoria, consistente en la preservación de la Unión y la abolición de la esclavitud. Luchó no solo contra lo rebeldes esclavistas y secesionistras, sino contra los abolicionistas que buscaban la eliminación violenta e inmediata de la esclavitud, lo que habría impedido lograr los dos objetivos finalmente alcanzado en 1864.
Los demócratas de hoy se mofan de los republicanos de hoy diciendo que con ellos, Lincoln no habría conseguido la abolición. Se refieren a la magnífica película Lincoln que se exhibe en estos días, del liberal Spielberg y en la que con honestidad histórica revive los esfuerzos del líder por persuadir a los demócratas (no a los republicanos) el apoyo para ratificar en el Congreso la Proclamación de Manumisiónde los Esclavos.
El asesinato de Lincoln dejó trunca su tarea para consolidar la reconciliación de la nación dividida. Los radicales anti esclavistas anti demócratas se negaron a cooperar en la reconstrucción, en el auxilio para hallazgo de cadáveres y heridos del frente derrotado y se valieron de recursos abusivos para explotar y humillar a los vencidos.
El sentimiento anti yanqui con los regímenes de Andrew Jackson y Ulysses S Grant perduró. Los demócratas inclusive crearon organizaciones extremas como el KuKluxKlan para hacerse justicia por sus manos en contra de los negros, a los que lincharon y colgaron de los árboles como escarmiento. Fueron ellos, los demócratas, los que propugnaron que se elimine el derecho de los civiles a portar armas. Pero no por los principios que alegan hoy, sino para impedir que los negros se armen.
El legislador que más tiempo ha permanecido en el Congreso fue Robert Byrd: representante de 1953 a 1959 y senador desde 1959 al 2010. Desde 1940 fue un ardiente miembro y promotor del KKK y en 1964, cuando los demos comenzaban a cambiar su actitud frente a los negros, boicoteó (pirateó según la jerga legislativa) el proyecto de Acta de los Derechos Civiles que finalmente fue aprobada con apoyo republicano y convertida en ley en 1968 por el demócrata Lyndon B Johnson.
Con a esa Acta los negros comenzaron a gozar de plenos derechos para votar y utilizar servicios que les eran negados y discriminados por los más tarde llamados progresistas y liberales demócratas. Una centuria había de transcurrir desde la Guerra Civil para que los negros sean considerados por los demócratas, tan humanos como los demás.
Pero ese sentimiento racista no se ha extinguido del todo. Los siguen considerando seres de segunda clase, a los que hay que ayudar no con las mismas oportunidades que se abren o deben abrir para todos, sino con trato preferencial. Es la esencia de la Affirmative Action, que obliga a las universidades a admitir de modo ogligatorio una cuota de estudiantes negros, aún con estándares de ingreso bajos. 
Con ello se ha conseguido aislar a los negros en los centros educativos y degradar la calidad de la educación académica. El sentimiento proteccionista y culposo se manifiesta también en el otorgamiento de dádivas del Estado mediante subisidios de food stamps, pago indefinido por desempleo, cargas infantiles en madres solteras.
Hay negros brillantes que ha sobresalido en política, el deporte, la ciencia. No son bien vistos por los demoliberales, que prefieren tenerlos como dependientes del gobierno y con ello con sus votos asegurados. El extremo se da si alguna celebridad negra es republicana, se la considera traidora de la etnia (“Uncle Tom”) y se la abruma de agravios.
Jefferson, Monroe y otros líderes esclavistas creían sinceramente que el negro era inferior, como en el fondo lo creían hasta última hora gobernantes como LBJ e incluso Bill Clinton (“Obama no sirve ni para pasarnos un café”, dijo en la campaña en que Obama y su cónyuge Hillary se disputaban la nominación demócrata). Para ellos, la solución final  en el siglo XVIII al problema negro fue reexportarlos a Liberia, como así se hizo sin éxito total.
Otra solución era detener el crecimiento de la población negra. Se crearon instituciones como Planned Parenthood para impedir que los negros se reproduzcan, con el uso de anticonceptivos y promoción del aborto gratuito. Esta entidad es ahora próspera, cuenta con el respaldo total de Obama y los demos y se extiende a toda la población. Desde que el aborto es legal en 1973, más de 57 millones de niños, una tercera parte  negros, han sido sacrificados con el visto bueno de negros y demos.
Los demócratas juzgan que apoyar, como lo hacen, al aborto es un signo de progreso. Pero el ritmo de crecimiento de la población de los Estados Unidos,por el aborto y los anticonceptivos, es de los más bajos en los países industrializados, 0.9% anual, muy por debajo del 2.3% mínimo para mantener la armonía entre muertes y vidas nuevas.
También los demócratas quieren aparecer defensoras de las mujeres. No lo fueron por decenios y la aprobación del voto a la mujer en 1916 se logró a pesar de ellos. Ahora dicen apoyarlas con el derecho al libre aborto y al matrimonio gay, factores que han influído también para el aumento del número de madres solteras que han perdido atractivo ante el macho desde la revolución del libre sexo de los años de1960.
Aborto, homosexualismo y anticonceptivos son todos elementos de muerte al bloquear la más noble y natural inclinación de la humanidad: la unión perdurable de un hombre con una mujer para procrear, educar hijos y consolidar la familia como núcelo esencial de la comunidad. La prédica liberal contraria podría generar placeres efímeros, quizás, pero está destrzando a la sociedad.
Los propulsores de esa destrucción de valores son una minoría. Pero han captado los mecanismos de educación, comunicación y persuasión de tal manera que la mayoría que piensa de otro modo está silenciosa. Con cinismo típico de los demócratas, Robert Kennedy Jr acaba de admitir que la nación está dividida, pero la culpa la echa a los medios radicales de “derecha” que según él, “son mayoría”.
Los más grandes rotativos (The NYTimes, Washington Post, Los Angeles Times), las principales revistas, las grandes cadenas de TV (NBC, CBS, CNN, ABC) están todas etregadas a la causa liberal, al igual que en la academia. En TV la excepción es FOX, que curiosamente es la de mayor sintonía. En la radio todo intento liberal ha fracasado y es campo, ese si, de dominio absoluto de la derecha.
Las políticas “progresistas” y “liberales” de Obama y los demócratas están generando retroceso y recesión, no solo en lo económico sino en lo ético y moral. Hay desazón, pérdida de fé, desunión y envidia. Harry Belafonte, un cantante negro inmigrante de mucho éxito, pide a Obama que encarcele a la oposición como si si se tratase de un dictador.
Los demos no quieren el diálogo ni la armonía. Su obsesión es el control absoluto del poder y de sus ideas. Belafonte ama a Hugo Chávez, Obama se estrechó con él, el actor demo Penn pide orar por el dictador. Intentar romper el esquema de los fundadores del USA, como lo tiene prometido Obama y caer en dictadura no es progreso: es regresión, es, aún más, una traición. 



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